Cierto autor describía la crisis financiera del año 2008 considerando que la mayor parte de las personas involucradas actuaban adoptando una actitud que podría definirse con la siguiente expresión: “Cuando surjan los inconvenientes, yo ya no estaré ahí”, lo que implica cierta irresponsabilidad por los efectos de sus decisiones, ya que sólo les interesaba lograr sus propias ventajas sin advertir lo que podría sucederle a los demás.
Teniendo presente que la población mundial se incrementa a razón de unos 100 millones de nuevos habitantes por año; cifra que corresponde al exceso de nacimientos respecto de la mortalidad anual, los inconvenientes ecológicos tienden a incrementarse. Al haber más habitantes, se consume mayor cantidad de energía, lo que produce mayor contaminación ambiental; se reduce, además, la superficie cultivable por la mayor necesidad de viviendas, etc.
Se supone que, de seguir el mismo ritmo de crecimiento, podrán ocurrir serios inconvenientes en el futuro. A ello se le suma la actitud irresponsable señalada antes, ya que, en este caso, podrá decirse: “cuando dentro de varios años ocurran algunos desastres ecológicos, yo ya no estaré ahí”. Sin embargo, si esos problemas podrán costarle la vida a muchos seres humanos, debemos ser conscientes que si no hacemos en la actualidad algo para evitarlos, seremos cómplices conscientes de la muerte futura de seres humanos. Giovanni Sartori expresó ante una encuesta periodística: “Hemos llegado a niveles de superpoblación, de exceso de población, insostenibles. ¿Por qué? Pues porque el planeta Tierra, nuestra pobre y pequeña Tierra, ya no es capaz de reparar el daño. Esto quiere decir que nosotros, los seres humanos vivos, creamos más desastre que el que puede reparar la naturaleza, mientras que en el pasado existía un equilibrio que ahora se ha roto. Por lo tanto, la situación en conjunto es dramática”.
“El punto de no retorno no sabemos cuál es, pero en mi opinión está muy próximo, porque la contaminación atmosférica, con estos niveles de población, no la paramos. La destrucción de los bosques continúa. Todos los daños que produjimos conducen al final de los recursos naturales. Y el petróleo se acaba. Así pues, la situación que describo en ese libro [se refiera a «La Tierra explota»] es muy grave, porque si no hemos llegado al punto de no retorno, estamos muy próximos a él” (De “Voces contra la globalización” de C. Estévez y C. Taibo-Crítica-Barcelona 2008).
Los mayores contaminantes son los países que más energía consumen. De ahí que el incremento del estándar de vida en los países más poblados tiende a agudizar el inconveniente. “La culpa hasta ahora ha sido de las mayores potencias industriales, empezando por los EEUU, que es el país económica y tecnológicamente más avanzado, el que consume más petróleo y más de todo. Es el que produce más daño en cuanto a la contaminación atmosférica. No en otros aspectos, porque las selvas se destruyen en América del Sur. El problema está en Brasil, no en América del Norte. Pero desde el punto de vista de la contaminación, el gran responsable hasta hoy ha sido EEUU. Sin embargo, es una cuestión de como mucho diez años el que China y la India superen a EEUU”.
“La situación será gravísima, no sólo porque son muchos más que los norteamericanos, sino porque tienen carbón. El recurso energético más accesible y menos costoso es el carbón. Pero el carbón contamina mucho, y para limpiarlo los costes son muy altos. Por eso China, en un futuro previsible, va a ir por el camino del carbón. El grado de contaminación producido en exclusiva por ese factor superará al de EEUU. Y lo mismo sucede en el caso de la India. La India no funciona con carbón, pero está muy superpoblada. Así, el arroz produce mucho gas metano y hay muchos agentes contaminantes que convertirán a la India en un país más contaminante que EEUU. En consecuencia, en el futuro los grandes países que dañarán y devastarán el planeta serán sobre todo China y la India, por no hablar de Indonesia, donde también se están destruyendo selvas inútilmente. Y lo mismo sucede con Brasil, porque ése es el otro gran pulmón de la Tierra, que procede del Amazonas. Los daños son enormes”.
“Si fuésemos tres mil millones de personas en lugar de más de seis mil millones [más de 7.000 millones en la actualidad], y si las selvas no se destruyeran, entre otras cosas, para dar tierra a los campesinos con hambre –el caso de Brasil, por ejemplo, pero también el de Indonesia-, entonces la situación no sería tan grave”.
En cuanto a los políticos, que deben legislar sobre la protección al medio ambiente, Sartori opinó: “Los políticos tienen mira de corto alcance. Tienen un horizonte temporal muy corto, y además viven para ser elegidos. No tienen grandes principios, grandes ideales. Les preocupan sus problemas, y se acabó. Evidentemente, no matarían a su propia madre, pero hasta que no exista la percepción entre el pueblo de que la destrucción ecológica es devastadora y pone en peligro la propia supervivencia –porque al final la gente no podrá respirar más y proliferarán las enfermedades pulmonares-, hasta que no exista esa percepción, los políticos no se van a mover. No harán nada”.
“El freno es sólo el colapso. Es el veintinueve, el «big crash», el gran hundimiento. Entonces todos se empobrecieron, ya no había dinero. Pero bajo esta óptica, totalmente demente, el freno es el desastre. En el pasado la población se iba reduciendo por la peste. El freno al crecimiento de la población era la peste, no el hambre. La ideología de lo económicamente correcto dice que hay que producir cada vez más, consumir cada vez más, aumentar cada vez más el número de consumidores: desde esta óptica estamos llegando al chino que deja la bicicleta y pasa al automóvil. Ya verá la contaminación que produce”.
“El clima cambia, los glaciares desaparecen. El monzón indio ya está en peligro. Si los monzones desaparecen, se trata de quinientos millones de indios, y hay que tener en cuenta el hambre y la sed. A eso nos enfrentamos. Yo no sé cuando desaparecerá. Sé que a este paso lo harán porque las lluvias se distribuirán de manera distinta, y la previsión está hecha”.
“Los costes para la agricultura son grandes. Se puede conseguir agua para beber, pero el 90 por ciento del agua lo consume la agricultura. El agua no viene de los ríos, porque ya no hay ríos. Están descendiendo las cantidades de agua en todo el mundo. El Ganges casi no llega al mar. El agua de la agricultura no es agua de río, es agua subterránea. Estamos consumiendo agua subterránea que ya no se regenera, y ésta es una catástrofe colosal, porque si nos quedamos sin agua se trata de miles de millones de personas que morirán de sed”.
“África es una zona insalvable, que crece con ritmos demográficos pavorosos. Porque África, de por sí, es en gran parte árida. Hay grandes desiertos. Luego está la selva ecuatorial, pero los lagos africanos están reculando. África tiene pocos grandes ríos, y allí la población se nutre de agua de pozas, de pozas con aguas insalubres y contaminadas. No hay agua porque han talado todos los bosques. África corre el riesgo de convertirse en un gran desierto. Se calcula que hay ya 250 millones de africanos que quieren escapar hacia Europa”.
El panorama mostrado por el citado autor no es nada optimista. De ahí que sea imperiosa la necesidad de hacer conocer la situación real por la que atravesamos y luego proponer soluciones al respecto. Un medio que parece ser imprescindible es la difusión de conocimiento que sea accesible a todo ser humano, especialmente un conocimiento que le permita lograr el sentido objetivo de la vida para hacerlo sentir parte de una humanidad en peligro que requiere el esfuerzo de todos, en un mismo sentido.
Sin embargo, no faltan quienes aprovechan las circunstancias adversas de la humanidad para desprestigiar al “enemigo político”, como es el caso de la izquierda que culpa de todos los males al sistema capitalista. La economía de mercado es el sistema de producción y distribución más eficiente para satisfacer las demandas de la gente. Pero si esas demandas no son las más favorables para el cuidado del medio ambiente, no implica una ineficacia del sistema de producción, sino del nivel cultural y ético de quienes establecen la demanda. Si alguien puede convencer a la gente que andar en bicicleta resulta más “saludable” que andar en automóvil, tanto para el individuo como para el medio ambiente, es posible que la demanda de bicicletas predomine sobre la demanda de automóviles.
James Lovelock expresó: “Son muchos los científicos que piensan que ya hemos traspasado lo que denominan el «punto que ya no tiene marcha atrás». El mal que ya hemos causado a nuestro planeta Gaia es tan importante que ahora está fuera de control y no hay nada que podamos hacer para remediarlo. Aunque dejásemos de quemar combustible, la Tierra seguiría calentándose hasta alcanzar una temperatura estable superior en 8 grados Celsius a la actual, una temperatura que se mantendrá durante quizás cien mil años”.
“Creo que los mayores responsables son, en cierta medida, las personas como yo, científicos que conocemos desde hace unos treinta años la naturaleza del sistema de la Tierra. Pero hemos preferido seguir practicando la ciencia de la forma más cómoda a la que estábamos acostumbrados. Sabíamos que algo malo iba a ocurrir, pero no le prestamos demasiada importancia, y no logramos convencer a los políticos de que la Tierra corría peligro. Por este motivo, los dirigentes políticos escuchan con mayor atención a los economistas o a los defensores del medio ambiente, que son personas con muy buenas ideas, pero que no saben cómo funciona el planeta”.
“Creo que la gente actúa de dos maneras. La mayor parte de las veces actuamos individualmente. Sólo cuidamos nuestros intereses, de nuestra familia. Pero cuando la amenaza es muy importante, como ya ha ocurrido en el pasado, en tiempos de guerra, es increíble cómo la gente se reúne y se convierte en una especie de tribu. Entonces se emprenden acciones extraordinarias. Somos capaces de aguantar racionamientos extremos de comida, de abandonar los coches. Los jóvenes están dispuestos a entregar sus vidas por aquello que llaman la causa. Yo creo y espero que, cuando la situación empeore, nos pondremos codo con codo los unos junto a los otros, pues ésa es la única esperanza que nos queda. Si fracasamos en ese empeño, y tratamos de vivir en el exceso, sólo se agravará aún más la situación” (De “Voces contra la globalización”).
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