Para los sectores progresistas, la sociedad cubana siempre ha sido una meta a lograr. Quienes ejercerán el mando la encuentran bastante atractiva, aunque para el habitante común ha de significar el fin de su libertad. De ahí que la experiencia socialista haya resultado un fracaso, aunque, para los ideólogos socialistas, sea la alternativa que deberá reemplazar al capitalismo.
Se transcribe a continuación una nota cuyo autor es “un agudo periodista especializado en temas económicos, que durante veinte años desarrolló sus actividades en «Granma», publicó en «Diario de Cuba», una web seria y objetiva editada por exiliados en España, una opinión muy crítica que vale la pena reproducir en extenso” (De “Últimas noticias del nuevo idiota iberoamericano” de P.A. Mendoza, C.A. Montaner y Á. Vargas Llosa-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2014).
Roberto Álvarez Quiñones escribió: “El modelo económico que pretende establecer Raúl Castro es una mezcla de elementos del capitalismo de Estado chino y del fascista; junto a otros de la Rusia postsoviética, vendría a conformar un sistema socioeconómico híbrido y nada edificante”.
“Con respecto a China, el régimen se queda a mitad del camino y adopta una versión muy limitada de las reformas de mercado realizadas por Beijing. Por dos razones: el enfermizo afán castrista de controlarlo todo en la Isla, y por temor a que con más amplias libertades las fuerzas productivas se le vayan de las manos, sobre todo por la cercanía de EEUU y la pujante comunidad cubana de Miami”.
“Por eso, aunque con un discurso «actualizador» y aun formalmente marxista-leninista, la estrategia del raulismo se asemeja más a la que propugnaban los fascistas en Italia y Alemania: establecer una tercera vía para crear un sistema socioeconómico alternativo que no fuese ni capitalismo liberal del laissez faire, ni el comunista”.
“Ante la inviabilidad de la economía centralmente planificada, el régimen flexibiliza la rigidez estalinista, pero mantiene el dominio del Estado en todo el quehacer económico, cada vez más en manos militares (rasgo fascista)”.
“La nomenclatura es consciente de que para sobrevivir y quitarle presión a la caldera social, debe permitir el trabajo por cuenta propia, la creación de cooperativas, la inversión extranjera, mayor competencia sectorial, y la entrega de tierras en usufructo a los agricultores”.
“Pero no se quiere ir tan lejos como en China, donde se ha desmontado en buena medida el monopolio estatal de la economía, al punto de que el sector privado genera ya más del 60% del producto bruto interno (PBI) del país, el segundo mayor del mundo tras el estadounidense”.
“O sea, en Cuba no hay espacio para el individuo como productor en grande, a la manera china. Tras la muerte de Mao Tse Tung, al iniciar las reformas de mercado, Deng Xiaoping lanzó la consigna de que «enriquecerse es glorioso», con la cual hizo trizas al marxismo en el país asiático. Hoy los 75 diputados chinos más ricos superan la posesión total de bienes de todos los congresistas de EEUU. Los dos más ricos tienen más de 6.000 millones de dólares en activos”.
“A los Castro poco les importa que gracias a las reformas capitalistas cientos de millones de chinos hayan salido de la pobreza y el PBI haya pasado de 60.656 millones en 1978 a 8,2 billones en 2012; tampoco que China se haya convertido en el primer exportador del mundo”.
“Lo que sí tiene en cuenta la dictadura militar cubana es que el capitalismo de Estado sólo es posible en un sistema político totalitario de partido único, con el monopolio de los medios de comunicación, sin derechos ni libertades civiles y con mucha represión policial. En China gobierna hoy el mismo Partido Comunista que, encabezado por Mao, acabó con la propiedad privada, impuso la colectivización forzosa de las tierras, el «Gran Salto Adelante» y la «revolución cultural», eventos que causaron decenas de millones de muertos –de hambre o ejecutados- e impidieron el desarrollo del país durante 30 años”.
“Los Castro desean compartir con China su faceta totalitaria institucional, pero no su «socialismo de mercado», como le llama Beijing. El pueblo chino sigue sometido a una tiranía política, pero al menos la economía crece rápidamente. En Cuba igualmente hay tiranía y el país se empobrece cada vez más. Esa es la diferencia”.
“Del fascismo europeo el raulismo asimila el abrumador protagonismo de las fuerzas armadas en la gestión económica, así como la represión brutal de la oposición política. La «apertura» va convocada con una masiva intervención de las fuerzas armadas en la conducción de la economía. Algo muy parecido a lo que hicieron Mussolini y Hitler”.
“En Italia y Alemania ello fue decisivo para construir una gigantesca maquinaria bélica e industrial con la cual expandir el fascismo por Europa. En el caso de Cuba los militares se están apropiando de empresas y estamentos económicos claves no sólo de cara al presente, sino como parte del diseño del postcastrismo, con la anuencia de los Castro, para cuando ambos hermanos, por razones biológicas, abandonen el escenario político”.
“El capitalismo de Estado fascista no suprimió la propiedad privada, pero las industrias fueron de hecho militarizadas y obligadas a producir lo que el Gobierno les ordenaba, y quedaron ensambladas al Estado. Los pequeños y medianos negocios fueron sometidos a las directrices fascistas. El gobierno nazi fijaba y regulaba los precios, los salarios, los dividendos e inversiones, y limitaba la competencia. Es decir, eliminó el mecanismo regulador del mercado (la «mano invisible» de Adam Smith)”.
“En Cuba, generales, coroneles, sus familiares y allegados, y los grandes jerarcas de la burocracia civil partidista y estatal, se entrenan hoy como gerentes de las únicas industrias y actividades que son rentables, o que podrían llegar a serlo”.
“En tanto, de la Rusia de Vladimir Putin el castrismo no toma nada en materia política, inversiones extranjeras o libertad para los negocios; toma sólo el posicionamiento ya citado por parte de los militares y la alta burocracia del Partido Comunista de los sectores estratégicos de la economía. Desde estas posiciones, la nueva casta empresarial constituirá una burguesía de corte mafioso que participará o manipulará las instituciones del Estado, siempre con una agenda posrevolucionaria en un régimen bajo su control”.
“La buena noticia de todo esto es que, como dice la frase popular, «una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero». Con los Castro fuera del escenario político puede que los acontecimientos no ocurran como hoy lo planea la Junta Militar que dirige el país”.
“Esa es precisamente la esperanza de los cubanos, que el postcastrismo no se parezca al modelo chino, ni al fascista, ni al postsoviético, sino que la nación se enrumbe al fin hacia una democracia liberal y un Estado de Derecho en el que impere la auténtica economía de mercado que edificó el mundo moderno que hoy conocemos”.
Mendoza, Montaner y Vargas Llosa (h) se preguntan: “¿En qué consiste ese modelo cubano que tantos idiotas latinoamericanos persisten en admirar, si, a lo largo de la existencia de la dictadura, los Castro han tratado constantemente de modificarlo porque era evidente que no funcionaba adecuadamente?”.
“¿Qué admiran? ¿La dictadura de un partido único que, en realidad, ha sido la dictadura de un solo caudillo? ¿La creación de una dinastía familiar controlada por militares? ¿O tal vez lo único que aman es el trasnochado lenguaje antiyanqui, antioccidental y anticapitalista de una tiranía totalitaria?”.
Cierto periodista afirmaba, ingenuamente, que un régimen socialista, establecido por medio de elecciones libres, habrá de ser destituido por el mismo proceso electoral si no funciona bien. Sin embargo, desconoce que tal sistema tiene muchas probabilidades de transformarse en una tiranía similar a la cubana, impidiendo el retorno a una democracia más o menos imperfecta, como está sucediendo en Venezuela.
No tiene sentido intentar convencer, con la realidad y la evidencia de los fracasos reiterados, a quienes se aferran a una ideología, que es tan amplia, “que llena todo un cerebro”. De ahí que el único medio para convencer al ciudadano común es la comunicación de ideas coherentes y compatibles con la realidad dejando de intentar convencer al adherente totalitario. Carlos Alberto Montaner escribió al respecto: “¿Qué podemos hacer los liberales ante esta realidad? La respuesta es bastante obvia: la tarea más importante que los liberales tenemos por delante es de carácter didáctico. Hay que hacer pedagogía, difundir ideas, explicar una y mil veces lo que nosotros sabemos, hasta conseguir que una masa crítica de iberoamericanos asuma racionalmente nuestros puntos de vista y comience a cambiar el escenario político”.
“Afortunadamente, el liberalismo es una cantera de ideas y reflexiones que aumenta día a día, y cuyas premisas parecen confirmarse desde diversos ángulos por las cabezas más lúcidas de nuestra época, desmintiendo con sus estudios la desdeñosa acusación de que nuestra visión de los problemas de la sociedad y las soluciones que proponemos forman parte de una cosmovisión decimonónica ya sin puntos de contacto con la realidad vigente”.
“En efecto: los recientes Premios Nobel concedidos a figuras liberales tan dispares como Hayek, Friedman, Buchanan, Coase, North, Becker o Lucas demuestran que el liberalismo ha ampliado y profundizado el marco de sus reflexiones tanto dentro de la economía como en el derecho, la sociología o la historia. Asimismo, se multiplican los ejemplos de exitosas experiencias liberales en el mundo”.
“Lo que quiero decir es que existen materiales más que suficientes para construir un plural mensaje, extraordinariamente persuasivo, que poco a poco vaya calando en la opinión de Iberoamérica. Es un camino arduo y difícil, pero no hay otro. Sólo cuando las personas de nuestra cultura entiendan que la mejor forma de defender sus propios intereses se encuentra en el mercado y en la libertad para producir y consumir, sólo entonces modificarán sus viejos y nocivos hábitos electorales. Al fin y al cabo, la conducta política es –como diríamos hoy día- una consecuencia de las expectativas racionales. Sólo que esas expectativas, en nuestro confundido universo, están montadas sobre viejos pánicos, sobre mala información y sobre errores de percepción. Y todo eso es lo que hay que cambiar. Menuda tarea” (De “No perdamos también el siglo XXI”-Plaza & Janés Editores SA-Barcelona 1997).
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