El proceso del pensamiento implica ideas simples, además de la una unión o vinculación entre las mismas, por lo que se habla de un “encadenamiento” o de una “asociación de ideas”. De ahí que el pensamiento sea el proceso mental por el cual asociamos las ideas simples, incluso para sacar conclusiones, o nuevas ideas, que no existían en el inicio del proceso. Étienne de Condillac escribió: “Asociamos también ideas, y entonces esta palabra es sinónimo de encadenar. Se encadena a las ideas cuando se las coloca en un orden que hace resaltar las relaciones que entre sí tienen. Se las asocia cuando se hace un hábito de ver juntas ideas sin ninguna relación. Se asocia, por ejemplo, la idea de las tinieblas con la de los espíritus o aparecidos; y se encadena a las ideas que forman un buen sistema. El encadenamiento de las ideas es el verdadero medio de adquirir conocimientos; su asociación, la fuente de prejuicios”.
Condillac distingue el pensamiento compatible con la realidad (encadenamiento de ideas) del que no lo es (asociación de ideas). Sin embargo, en la actualidad se utiliza la expresión “asociación de ideas” en referencia a ambos procesos. E. Claparé escribió: “Cuando dos procesos cerebrales tienen lugar simultáneamente, se establece entre ellos una relación tal que la reexcitación del uno tiende a propagarse hasta el otro; es a esta relación a la que llamamos asociación” ” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).
La asociación de ideas ha sido un concepto que dominó el pensamiento psicológico de la antigüedad. B. R. Hergenhahn escribió: “Para Aristóteles, recordar era la remembranza espontánea (recuerdo espontáneo) de algo que se había experimentado previamente. Por ejemplo, uno ve a una persona y recuerda que la vio antes y tal vez sostuvo cierta conversación con ella. No obstante, la evocación implica la búsqueda mental de una experiencia pasada. En conjunción con la evocación, Aristóteles postuló sus llamadas leyes de asociación. La ley de asociación básica es la «ley de contigüidad», que dice que cuando pensamos en algo, también tendemos a pensar en cosas que experimentamos al mismo tiempo que eso. La «ley de similitud» dice que cuando pensamos en algo, tendemos a pensar en cosas que son similares a eso. La «ley de contraste» indica que cuando pensamos en algo, también tendemos a pensar en cosas que son su opuesto”.
“Aristóteles señalaba que en raras ocasiones se puede formar una fuerte asociación entre dos hechos después de haberlos experimentado juntos tan sólo una vez. Sin embargo, habitualmente, cuanto mayor es la frecuencia con la que se experimente juntos los hechos, tanto más fuerte será su asociación. Por lo tanto, Aristóteles implicaba la «ley de frecuencia», la cual dice que, en general, cuanto mayor sea la frecuencia con la que las experiencias sucedan juntas, tanto más fuerte será su asociación. Según Aristóteles, los hechos se pueden asociar de forma natural, como cuando un trueno sigue a un relámpago, o por costumbre, como el aprendizaje de las letras del alfabeto o la asociación de cierto nombre con cierta persona. En los dos casos, la frecuencia con la que suceden los hechos suele determinar la fuerza de la asociación. En «De la memoria», Aristóteles decía: «Tal como una cosa sigue a otra por naturaleza, así eso también sucede por costumbre, y la frecuencia crea la naturaleza»”.
“Las leyes de asociación de Aristóteles se convertirían en la base de la teoría del aprendizaje durante más de dos mil años. De hecho, el concepto de la asociación mental sigue siendo la médula de la mayoría de las teorías del aprendizaje. La creencia de que una o varias leyes de asociación sirven para explicar el origen de las ideas, los fenómenos de la memoria y la forma en que se forman las ideas complejas a partir de las simples ahora se llama asociacionismo” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2011).
David Hume vuelve al asociacionismo de Aristóteles aunque agregando la “ley de causa y efecto”. “La ley de causa y efecto que afirma que cuando pensamos en un resultado (efecto), también tendemos a pensar en hechos que suelen preceder a ese resultado, como cuando vemos un relámpago y, en consecuencia, pensamos en el trueno. Según Hume: «No existe relación que produzca una conexión más fuerte en la imaginación, ni que haga que una idea sea más fácil de recordar que otra, que la relación de causa y efecto entre sus objetos»”.
“Trató de especificar el significado de una relación causal y cómo se elaboran las creencias en razón de estas relaciones. Hume describía las observaciones que se deben hacer para concluir que dos hechos guardan una relación causal:
1- La causa y el efecto se deben presentar de forma contigua en el espacio y en el tiempo.
2- La causa se presenta antes en el tiempo.
3- Debe existir una unión constante entre la causa y el efecto. Esta cualidad es la que constituye principalmente la relación.
4- La misma causa siempre produce el mismo efecto, y el mismo efecto sólo se deriva de la misma causa”.
Es posible suponer que el proceso cognitivo es elaborado por una mente que realiza operaciones muy simples y que aprovecha la complejidad del mundo que la rodea para elaborar pensamientos en base a ellos. Como todo lo existente está regido por leyes naturales, es decir, por relaciones invariantes entre causas y efectos, nuestros pensamientos son elaborados inconscientemente bajo esa premisa. De ahí la expresión de Baruch de Spinoza: “El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”.
Como nuestro pensamiento tiende a ser visual (pensamos con imágenes) las leyes de contigüidad, de similitud y de contraste surgen de una comparación estática; como si se tratara del procesamiento de fotografías. Por el contrario, la ley de causa y efecto implica un procesamiento dinámico, como si se tratara de una película.
La “materia prima” del razonamiento la constituye lo que guardamos en nuestra memoria, ya que el razonamiento se establece, justamente, relacionando lo que guardamos en la memoria con lo que nos indican los sentidos y con más generalidad, relacionando las informaciones parciales que llevamos previamente depositadas en nuestra memoria. Mientras los animales relacionan lo que reciben mediante los sentidos con lo guardado en la memoria, los seres humanos disponemos, adicionalmente, del proceso por el cual podemos razonar “con los ojos cerrados”.
Las leyes asociativas fueron sustentadas, a nivel neuronal, por Donald O. Hebb. Puede decirse que las descripciones del tipo “caja negra”, en las cuales se ignoran los procesos detallados dentro del cerebro, da lugar posteriormente a una descripción “dentro de la caja negra”. B.R. Hergenhahn escribió: “La pieza clave de uno de los tipos populares del modelo neoconexionista es la regla de Hebb, la cual establece lo siguiente: si un conjunto de neuronas se activa simultáneamente o en sucesión, la solidez de las conexiones entre ellas se incrementa. Aunque esta regla influyó fuertemente en el neoconexionismo, no constituye una aportación original de Hebb. De hecho, se basa en las leyes asociativas de contigüidad y frecuencia, mismas que datan por lo menos de la época de Aristóteles; además, David Hartley precedió a Hebb por 200 años en la aplicación de esos principios asociativos a la actividad neuronal. William James también se anticipó a la regla de Hebb, y la explicación neurofisiológica que Pavlov dio respecto del desarrollo de los reflejos condicionados seguía muy de cerca el trabajo de Hartley y James”.
“De igual manera, Warren McCulloch y Walter Pitts (1943) precedieron a Hebb en el intento de demostrar la relación entre los patrones de actividad neuronal y los procesos cognitivos. De cierta forma, su enfoque tenía una vinculación más estrecha con el neoconexionismo que la perspectiva de Hebb. El principal interés de McCulloch y Pitts era mostrar de qué manera las neuronas –las redes neuronales- toman parte de operaciones lógicas susceptibles de expresarse matemáticamente; utilizaron el concepto de redes neurológicas para reflejar su interés en expresar la actividad neuronal en términos matemáticos”.
“Hebb era bien consciente de que la idea que había llegado a conocerse como regla de Hebb no era una aportación original de su parte. En «La organización de la conducta» (1949) comentó: «La idea general, bastante antigua por lo demás, es que cualesquiera dos células o sistemas de células que se ven activados simultáneamente y en forma repetitiva, tenderán a ‛asociarse’, de manera que la actividad de una de ellas facilite la actividad de las otras. Los detalles de la especulación que sigue pretenden demostrar cómo esta añeja idea podría ser útil nuevamente»”.
Puede decirse que los aportes de Donald O. Hebb se “asocian” a los restantes reforzándolos de tal manera que, cuando se habla del asociacionismo aristotélico, o del neoconexionismo, aparecen las versiones recientes y las anteriores, confirmando un aspecto de suma importancia para el conocimiento del comportamiento cognitivo de nuestro cerebro.
La asociación de neuronas, o de conjuntos neuronales, tiende a organizar la información grabada en la memoria, de manera de definir una operación básica que podría denominarse como “agrupar”. Además, las leyes de similitud y contraste, antes mencionadas, traen implícita la existencia de la operación “comparar”, que es la base del proceso de “prueba y error”. Luego, desde el punto de vista de la “caja negra”, podemos considerar que el cerebro sólo requiere de esas operaciones que resultan suficientes. Los avances en neurociencia seguramente confirmarán los detalles de tales operaciones.
El asociacionismo debe seguirse considerando en la educación, por cuanto existe una tendencia a dejar de lado los métodos repetitivos empleados con la finalidad de que algunos conceptos importantes sean grabados en la memoria, incluso priorizando el razonamiento sobre la memoria. Sin embargo, el razonamiento se ha de establecer entre conceptos ya existentes en la memoria.
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