sábado, 31 de mayo de 2025

La division del trabajo

Los intercambios comerciales, en una economía de mercado, requieren de una previa producción orientada por la división del trabajo. Mientras que, en economías primitivas, cada integrante del grupo social cultivaba sus propias verduras, criaba sus propios animales de consumo, confeccionaba su ropa, y así con todo, no tenía necesidad de realizar intercambio alguno. Con el tiempo se advirtió que mejoraba la calidad de los productos, y también sus precios, si cada individuo se especializaba en producir sólo un bien o un servicio para, luego, intercambiarlo con otros especialistas.

Vista de esta manera se advierte que el intercambio comercial, luego de la especialización del trabajo, todavía no constituye una economía de mercado por cuanto se trata de intercambios entre muchos pequeños "monopolios". La economía de mercado propiamente dicha se establece a partir de la competencia entre varios productores que producen un bien o un servicio determinado.

Cuando se recomienda que tal país debiera adoptar una economía de mercado, se supone que previamente debe existir en la población cierta capacidad e inventiva para producir distintos bienes y servicios, para su posterior intercambio. Ello implica que debe establecerse en la gente una mentalidad favorable a una "justicia productiva", es decir, a inculcar masivamente que todo individuo debe producir por lo menos lo que consume y renunciar, por simple dignidad personal y moral, a ser mantenido por el resto de la sociedad por aportar menos, o bastante menos, de lo que consume.

En principio, se supone que todos los integrantes de la sociedad son aptos para especializarse en la producción de determinado bien o servicio. Si esto ocurre efectivamente, nadie tiene necesidad de vivir a costa del resto de la sociedad, por lo que carece de sentido la popular "justicia distributiva" o "justicia social", por la cual ciertos individuos, poco aptos para el trabajo (debido al desinterés por capacitarse para tal actividad), necesitan ser mantenidos por el resto de la sociedad vía Estado. Ello implica que la "justicia social" es realmente una injusticia social por cuanto el Estado expropia, vía impuestos, al sector productivo para mantener económicamente al sector poco o nada productivo, que con el tiempo se convierte en un sector parasitario, que exige del Estado una obligación institucional por la cual lo debería proteger y mantener.

La "justicia productiva" es desalentada tanto por los políticos de tipo socialista, que suponen que el Estado tiene como principal misión establecer la "igualdad social", entendida como una igualdad económica, quitándole, via impuestos, al sector productivo para mantener vagos y parásitos sociales de todo tipo. Como el que poco o nada produce seguramente tendrá menos nivel económico que aquellos que generan riquezas, reclamará por la "igualdad económica" para limitar la envidia respecto del sector productivo. Lo absurdo de todo esto es que, en la mayoría de las sociedades actuales, es el sector productivo el que en cierta forma se adapta al sector parasitario en lugar de ser este sector el que se adapte al trabajo productivo.

Los ataques a la "desigualdad social" implican limitar las ganancias del sector productivo, en lugar de promover la igualdad social promoviendo una mentalidad favorable en quienes poco se preocupan por mejorar su productividad personal. Por este camino se desincentiva la producción y se estimula la vagancia, conduciendo a un deterioro económico y social considerable.

Los sectores socialistas, por simples cuestiones ideológicas y de poder, descalifican y tergiversan todo lo asociado a las economías capitalistas, o economías de mercado. Tal es así que desconocen que se trata de un sistema autorregulado, que no requiere de las intervenciones del Estado, es decir, tal proceso no admite distorsiones como los controles de precios, por ejemplo, pero sí requiere del Estado cierta protección legal y material. Para justificar y promover la "justicia distributiva", el sector socialista tiende a hacer creer a toda la población de que la economía de mercado implica un "caos económico", y no un sistema autorregulado.

Cuando la imaginación no alcanza a advertir que "la mano invisible" implica autoorganización, se promueve "la mano visible" del Estado, necesaria para reemplazar el supuesto "caos". Para evidenciar la efectividad de este proceso, puede ponerse como ejemplo la producción de pan en enormes ciudades como México, San Pablo o Buenos Aires. Sin que el Estado planifique u organice la producción diaria de pan, se produce lo suficiente para que no exista sobreproducción ni subproducción, lo que conduciría a pérdidas importantes a los productores si fuese algo cotidiano.

En cuanto a la "explotación laboral", que se aduce desde el sector socialista, puede decirse que el mayor capital que tiene una empresa es el capital humano, y que ninguna empresa está dispuesta a perderlo, e incluso a que se vaya a favorecer a empresas competidoras como capital humano adicional. Este es el mismo caso de los clubes de fútbol, que tratan de mantener a sus jugadores y de ahí que les pagan lo mejor que pueden, en lugar de "explotarlos" pagándoles lo mínimo, arriesgando su permanencia en el club.

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