La vida inteligente resulta ser el objetivo o finalidad implícita del orden natural, ya que dicha vida actúa como la autoconsciencia del universo. De ahí que la vida humana sea lo más valioso de todo lo existente. Quienes destruyen la vida humana, desde este punto de vista, son los que menos valen, por el hecho de ser los más destructivos. Este es el caso de los asesinos comunes y principalmente de los ideólogos que promueven asesinatos masivos, como es el caso de los promotores de los diversos totalitarismos.
En los años 70, en Uruguay, actúa el grupo terrorista Tupamaros, cuyos actos delictivos se sintetizan en 76 asesinatos, 102 robos, 43 atentados y 20 secuestros extorsivos. Entre los principales integrantes de ese grupo estaba José 'Pepe' Mujica, quien posteriormente llega a la presidencia del Uruguay mediante elecciones democráticas.
Si bien se advierte una mejora notable al abandonar su vida de delincuente, estableciendo una aceptable presidencia, por lo que puede considerarse como un “socialista no destructivo” para diferenciarlo de los “socialistas destructivos” al mando de otros países de la región.
Su reciente fallecimiento (Mayo del 2025) ha despertado importantes elogios de muchos sectores y también varios calificativos negativos atribuidos principalmente por su pasado delictivo. En algunas notas periodísticas se menciona que “fue secuestrado por el gobierno militar” sin siquiera mencionar que fue a la cárcel por asesinar, robar y por las demás actividades del grupo Tupamaros.
Esta omisión puede deberse a la intención de exaltar su figura, como una especie de héroe socialista, o bien puede deberse a la frecuente desvaloración extrema de la vida humana, principalmente de la gente común. De la misma forma en que los socialistas intentan establecer una sociedad humana a imagen y semejanza de un hormiguero o una colmena, las vidas no socialistas son valoradas casi como las de un insecto y poco cuentan ante su eliminación como opositores al establecimiento del socialismo.
Las personas que se van acercando a la vejez, por lo general hacen un repaso mental de sus aciertos pasados como también de sus errores, adoptando una postura más bien humilde ante posibles elogios recibidos, ya que interiormente saben que tales elogios pueden no ser tan merecidos como se supone. De ahí que llama la atención de que nunca se ha escuchado decir al propio Mujica, que lleva en su conciencia el dolor de haber cometido uno o varios asesinatos, cierto arrepentimiento y pena permanente. Ello puede deberse posiblemente por valorar pobremente las vidas humanas como la mayoría de los socialistas lo hacen.
Aquellas expresiones de que Mujica “amaba a su pueblo” contrasta bastante con el desprecio por la vida humana que mostró durante su etapa criminal. En caso de poseer una normal conciencia moral, resulta ser un personaje digno de cierta lástima ante el peso de sus graves acciones. En caso de ser alguien que careció de empatía emocional, materializando el ideal del Che Guevara que apuntaba a que el guerrillero socialista debía ser “una fría máquina de matar”, se advierte que sólo se trataba de un auténtico marxista-leninista, si bien pudo advertirse una evidente y meritoria mejoría moral.
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