miércoles, 21 de mayo de 2025

Justicia productiva vs. Justicia distributiva (o social)

En las sociedades en decadencia predomina la promoción de derechos sin una similar promoción de deberes. De ahí que poco se habla de la “justicia productiva”, por la cual cada integrante de la sociedad tiene el deber de producir por lo menos lo que consume. Si hay necesidades, por cada necesidad debe surgir un deber para satisfacerla. Por el contrario, cuando sólo se promueven derechos, se dice que “por cada necesidad surge un derecho”, lo que constituye la denominada “justicia distributiva” o “justicia social”.

Cuando algunos sectores de la sociedad son excluidos del deber de producir, se presupone que se trata de vagos e inútiles, mientras que otros sectores son obligados moralmente a producir para compensar la deficitaria producción de aquellos, siendo este el caso de los empresarios. Los políticos populistas, y sus seguidores, tienden a promover esta desigualdad asignando sólo derechos a algunos y sólo deberes a otros, mientras que la verdadera igualdad es la que reconoce iguales deberes e iguales derechos para todos.

Desde la política se promueve la vagancia e irresponsabilidad de los sectores poco productivos y se desalienta la laboriosidad y productividad del sector empresarial. De ahí que muchos suponen que la principal misión de los gobiernos implica igualar económicamente a todos, quitándole a los que producen y dándoselo a los que poco o nada producen. Walter E. Williams escribió: “Permítame ofrecerle mi definición de justicia social: Yo me quedo con lo que gano y usted se queda con lo que usted gana. ¿No está de acuerdo? Bueno, entonces explíqueme: ¿cuánto de lo que yo gano le pertenece a usted y por qué?”.

El caso extremo es el socialismo. Al menos teóricamente, se supone que todos deben recibir iguales remuneraciones bajo el lema: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Si suponemos que en una población hay 1 millón de trabajadores, cada uno ha de recibir una millonésima parte de la producción total. Si uno de ellos decide no producir nada, o bien decide producir el doble, prácticamente no verá disminuido ni aumentado lo que recibe, de ahí que surge la tendencia a trabajar lo menos posible.

Los trabajadores socialistas, o gran parte de ellos, son presionados por el sistema a convertirse en parásitos sociales, ya que lo que reciben como pago, poco o nada depende de la productividad propia. Por el contrario, en las economías de mercado se establecen los intercambios asociados al trabajo, en lugar de la distribución estatal, ganando más quien más produce, o al menos esa es la tendencia predominante. Friedrich A. Hayek escribió: “El concepto de «justicia social» se utiliza hoy en todas partes como sinónimo de lo que hasta ahora se llamaba «justicia distributiva»”.

“Este concepto proporciona tal vez una idea algo más clara de lo que él puede significar. Y muestra, al mismo tiempo, por qué no puede ser aplicado a los resultados de una economía de mercado: no puede haber una justicia distributiva donde nadie distribuye nada. La justicia tiene sentido sólo como regla de comportamiento humano. Ninguna regla imaginable de comportamiento de los individuos que en una economía de mercado se abastecen mutuamente de bienes y servicios, podría generar una distribución de la que pudiera decirse razonablemente que sea justa o injusta”.

Los pobres resultados económicos logrados en los países socialistas, son similares a los que se producen en algunas sociedades africanas debido a tradiciones poco favorables a la producción. Hayek escribió al respecto: “Dicen los informes que en África hay comunidades en las que los jóvenes capaces se muestran reacios a servirse de métodos comerciales modernos –y por ello hayan imposible mejorar su situación-, porque las costumbres de la tribu les piden que compartan con el clan el producto de su mayor laboriosidad, de su capacidad y de su fortuna. El aumento de sus ingresos significaría simplemente para estas personas capaces que tendrían que compartirlos con un número creciente de beneficiarios. De ahí que les resulte imposible elevar su nivel de vida por encima del promedio de su tribu” (De “Breve lectura liberal” de Detmar Doering (compilador)-Editorial Dunken-Buenos Aires 2004).

La mayor injusticia puede advertirse cuando, de alguna forma, cultural o involuntaria, se obliga moral o materialmente a los más capaces a compensar el trabajo y la producción deficitaria de los demás. En el socialismo llega a tener valor aquello de que “El vivo vive del sonso y éste del trabajo”. Y cuando el sonso deja de trabajar para no ser explotado por los vagos y los ineptos, vía Estado, la economía se deteriora irremediablemente. De ahí que la “justicia social” vendría a ser realmente una “injusticia social” que perjudica a todos, ya sean aptos para la producción o bien ineptos para ello.

No hay comentarios: