En toda sociedad coexisten distintos tipos de personalidades. Desde el punto de vista de los objetivos a lograr en el futuro, se advierten dos extremos: uno de ellos es el de los individualistas, que miran el futuro pensando primeramente en construir una personalidad que exalte sus atributos físicos, morales e intelectuales. En el otro extremo están los colectivistas, que miran el futuro contemplando proyectos comunes con otros individuos; participando de una iglesia, un club, una universidad, etc., sin establecer proyectos personales de ningún tipo.
Por lo general, los colectivistas miran negativamente a los individualistas caracterizándolos como “egoístas”, suponiendo erradamente que se desinteresan por el resto de la sociedad. Sin embargo, una sociedad que estuviese integrada mayormente por personas con buenos proyectos individuales sería bastante mejor que una constituida sólo por colectivistas. El pensamiento corto, o limitado, no advierte que el que tuvo como objetivo personal ser un médico destacado, no es un egoísta, ya que tal objetivo será materializado sólo si presta sus funciones beneficiando a gran parte de sus conciudadanos. Por el contrario, generalmente el egoísta es el colectivista que tiende a unirse a los demás para recibir algo antes que para dar algo. Este es el caso de los socialistas, que sólo son “generosos” distribuyendo algo de lo ajeno, nunca de lo propio.
Todo parece indicar que es posible una complementación positiva entre individualistas y colectivistas en toda sociedad real. Esto ocurre cuando los colectivistas, en el sentido indicado, se “reparten” entre varias instituciones (religiosas, deportivas, científicas, educativas, etc.). El peligro real aparece cuando los colectivistas se unen a través de partidos políticos que buscan apoderarse del Estado, algo de lo cual el siglo XX, especialmente, nos ha dejado numerosas experiencias y enseñanzas que debemos tener presente para no repetirlas.
Manuel García Morente escribió al respecto: “Me saltó a la vista que Goethe es una figura que no es actual. Yo me pregunté: ¿por qué no tiene actualidad Goethe? Y pensando sobre esto llegué a la conclusión de que no tiene actualidad porque para las generaciones jóvenes de hoy, Goethe no representa un ideal, porque es justamente el representante perfecto del ideal transcurrido a principios del siglo pasado [se refiere al siglo XIX], del ideal del desarrollo armónico de la libre e individualísima personalidad. En cambio, las generaciones actuales orientan la proa hacia un tipo de vida de carácter colectivo o colectivista, como se quiera llamar”.
“El ideal de Goethe es hacer de la propia vida individual una obra de arte, ideal que tiene expuesto en su gran obra de carácter educativo. La vida es la obra que uno hace consigo mismo; transforma uno su propia vida en una obra de arte; es la exaltación más perfecta del individualismo. El ideal de la sociedad es optimista en el sentido de que cada cual, haciendo por desarrollar su personalidad individual de la manera más plena, más armónica, más llena de valores posibles, inmediatamente y sin que nadie se lo proponga, el conjunto social resulta de plenitud, de armonía”.
“En cambio, las generaciones de hoy no sienten ya ese ideal; buscan, por el contrario, una forma de vida en donde lo esencial, el centro de gravedad no está en el propio ser individual, sino en el ligamen o vinculación de grupos colectivos, más o menos amplios, principalmente profesionales. El hombre joven de hoy, lejos de fiar el porvenir de su propia existencia al esfuerzo personal de autodesarrollo, de autoeducación, busca que la garantía de su porvenir le venga de la adhesión que él presta a un grupo, o colectividad profesional que le ampare, que esté la meta dentro del marco colectivo o profesional y que le lleve a una especie de escalafón hasta el término de su vida”.
“Estamos en un momento que puede llamarse de crisis de autoridad en el Estado. El Estado no tiene autoridad. ¿Por qué? Porque para ello es menester que el individuo confíe primero en sí mismo y después en que su expansión individual ha de ser protegida por el Estado. Pero ahora el individuo no confía en sí mismo, sino en la fuerza del grupo colectivo a que se adhiera (el sindicato, la sociedad obrera, la colectividad de funcionarios de un mismo ramo), grupo que tiene sus intereses y los siente distintos del Estado y quiere imponer al Estado su propia fuerza y su interés” (De “Estudios y ensayos”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 2005).
Las religiones bíblicas están orientadas y dirigidas hacia la individualidad de los seres humanos, principalmente para que todo individuo dedique su vida a una mejora continua de los atributos que caracterizan a toda personalidad. De ahí que las tendencias católicas de tipo colectivista apuntan en una dirección completamente distinta a la que aparentan promover.
Si prevalecieran las ideas que apuntan hacia el individualismo, predominaría el “ciudadano del mundo”, desapareciendo los nacionalismos extremos que favorecen los conflictos armados que actualmente se evidencian a lo largo y a lo ancho del planeta. Desaparecerían también los apoyos a los gobiernos totalitarios que mantienen a sus poblaciones encarceladas bajo el yugo del terror y muchas veces del hambre y la inseguridad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario