Puede decirse que el hombre masa es el que ignora la realidad ya que nunca la adopta como referencia, ya sea en forma directa o bien indirectamente. Por el contrario, piensa y cree en lo que la mayoría piensa y cree, sin hacer el menor esfuerzo mental por elevar su punto de vista. El principal problema que presenta implica su ambición por ocupar puestos directivos en la sociedad, aun cuando carece de vocación, preparación y capacidad para ello.
En toda organización o agrupación humana, ya sea social, económica, política, empresarial, etc., resulta evidente que su buen funcionamiento debe estar asociado a la dirección de los más capaces para esa función. Para permitir el ascenso de los más capaces, no debe haber impedimentos por parte de quienes no están suficientemente aptos para dicha dirección. Cuando éstos, que son los más numerosos, intentan ubicarse en los puestos de mando, se distorsiona la posibilidad del mejor mando y ello conlleva a la debilitación o a la destrucción de la institución en cuestión.
Este proceso de usurpación del mando por parte de los menos capaces es esencialmente lo que Ortega y Gasset define como “la rebelión de las masas”, las que no aceptan ocupar el lugar que les corresponde e irrumpen en toda institución motivadas por ilimitadas ansias de poder y de dinero. En algunos países, se generan destructivas guerras civiles por cuanto todos quieren llegar al poder mientras que pocos son los que dan un paso al costado para permitir el acceso al gobierno por parte de los mejores. José Ortega y Gasset escribió: “Una nación es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos. Cualquiera que sea nuestro credo político, nos es forzoso reconocer esta verdad, que se refiere a un estrato de la realidad histórica mucho más profundo que aquel donde se agitan los problemas políticos”.
Para Ortega, una sociedad es esencialmente un conjunto de seres humanos en el cual se respeta el liderazgo de los mejores. Respecto de la España previa a la etapa de la Guerra Civil (1936-1939), escribió: “La enfermedad española es, por malaventura, más grave que la susodicha «inmoralidad pública». Peor que tener una enfermedad es ser una enfermedad. Que una sociedad sea inmoral, tenga o contenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave. Pues bien: éste es nuestro caso. La sociedad española se está disociando desde hace largo tiempo porque tiene infeccionada la raíz misma de la actividad socializadora”.
“El hecho primario social no es la mera reunión de unos cuantos hombres, sino la articulación que en ese ayuntamiento se produce inmediatamente. El hecho primario social es la organización en dirigidos y directores de un montón humano. Esto supone en unos cierta capacidad para dirigir; en otros cierta facilidad íntima para dejarse dirigir. En suma: donde no hay una minoría que actúa sobre una masa colectiva, y una masa que sabe aceptar el influjo de una minoría, no hay sociedad, o se está muy cerca de que no la haya” (De “España invertebrada” en “Obras completas” Tomo III de José Ortega y Gasset-Revista de Occidente-Madrid 1957).
La “igualdad social” proclamada por los políticos y por los medios de difusión, cuando está sobreentendida en un marco de relativismo moral y cultural, conduce al proceso de la “rebelión de las masas”, desconocedoras de todo lo que sea mérito. Así, no es difícil ver, en el Congreso Nacional argentino, diputados y senadores sin una mínima preparación para el cargo mientras que todo “mérito” viene asociado a la pertenencia y a la antigüedad en un partido político.
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