La verdad es la exacta descripción de todo aquello que pueda describirse. Por lo general, en toda descripción realizada surge algún error, si bien la mayoría de las veces resulta ser un error tolerable. Podemos expresar la idea de la siguiente forma:
La descripción - Lo descrito = Error
Cuando el Error es nulo, implica que La descripción es igual a Lo descrito y que hemos llegado a la verdad.
El proceso de adquisición de conocimientos más eficaz es el de “Prueba y error”, que es el empleado en la ciencia experimental. Ello implica que todo experimento, para validar una teoría, es realizado para detectar el error cometido. Si el error es pequeño, dentro del ámbito de la rama científica considerada, puede aceptarse la teoría en cuestión. También se establecen experimentos para indagar acerca de “qué sucede” en ciertas circunstancias para luego establecer teorías o explicaciones al respecto.
Lo opuesto a la verdad es la mentira, es decir, cuando existe un error muy grande, puede provenir de una creencia o indagación por la cual se comete el error en forma involuntaria. Cuando el error es muy grande, y se trata de hacer pasar la descripción por verdadera, en forma voluntaria, se trata de una mentira.
En cuestiones humanas y sociales, alguien puede decir que 2 + 2 = 4, pero otro puede decir que 2 + 2 = 5. La tercera alternativa es la de los espíritus reconciliadores que afirman que 2 + 2 = 4,5. Este sería el caso de aquellos que emiten afirmaciones en las que se mezclan conceptos verdaderos y también falsos, que es la mejor forma posible de engañar a los demás. Es un caso similar al de quien quiere deshacerse de un billete falso y lo entrega en un pago junto a gran cantidad de billetes válidos.
En el caso de la religión advertimos que Cristo afirma: “Yo soy la verdad, el camino y la vida”. Como se trata de una cuestión moral, implica que sus prédicas apuntan a ofrecer el mejor camino a la felicidad (y a la posible vida eterna) luego de hacer una descripción del comportamiento humano con un error pequeño. Es decir, la verdad asociada a tal descripción queda ligada a la validez de sus mandamientos éticos.
Lo esencial del cristianismo es la ética propuesta, por cuanto se trata de una religión moral. Sin embargo, gran parte de los “creyentes” en realidad supone que no es la verdad y la efectividad de tal ética lo más importante, sino que la creencia se asocia a la resurrección, a la revelación y a otros aspectos inaccesibles a toda verificación, incluso inaccesibles a la lógica común. De ahí que poca predisposición a cumplir con los mandamientos se advierte en tal tipo de “creyentes”.
Quienes priorizan la verdad a los misterios, pueden acusar de “paganos” a quienes creen que podrán llegar al cielo sin cumplir con los mandamientos, como el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Quienes priorizan la creencia en los misterios, por lo general acusan de “ateos” a quienes priorizan la moral.
Para enaltecer a Dios y rebajar al ser humano, muchos creyentes sostienen que la ética bíblica sólo pudo surgir de una transmisión o revelación de Dios a sus enviados. Por el contrario, las habilidades de Dios, como Creador, se verán enaltecidas si fue capaz de crear a un ser inteligente que pudo descubrir por sí mismo la ética necesaria para adaptarse al orden natural.
En oposición a la “religión cognitiva” de los creyentes en misterios, surge la “religión moral”, considerada por sectores que dejan un tanto de lado lo sobrenatural. Ya en el siglo XVI comienzan a surgir las “herejías” deístas, es decir, herejías desde el punto de vista de la ortodoxia católica. John H. Randall Jr. escribió: “El nuevo espíritu racionalista apareció por vez primera en el siglo XVI entre los socianos. Estos extremistas seguían a dos humanistas italianos que huyeron a Polonia donde fundaron un grupo denominado Hermanos Polacos, que floreció durante un siglo hasta que el renacimiento católico de 1661 acabó con ellos”.
“Los Socini, tío y sobrino, no se interesaban por la reacción medieval del protestantismo, pero eran humanistas típicos que, como Valla o Erasmo, buscaban una religión ética libre de misterios irracionales. De acuerdo con la típica concepción de los humanistas recalcaban el poder de la naturaleza humana para llevar una vida moral sin ayuda sobrenatural”.
“Por este motivo se sentían naturalmente inclinados a rechazar la mayor parte de la teología erigida sobre el supuesto de que la naturaleza humana era mala y que necesitaba un milagro divino para transformarla, supuesto compartido igualmente por católicos, luteranos y calvinistas. Negaban el pecado original: el hombre no es una criatura caída. Negaban la esclavitud moral del hombre, su incondicional predestinación, su necesidad de una mágica redención o transformación de su naturaleza, y por tanto encontraban inútil la doctrina del sacrificio de Cristo por los pecados de los hombres y, en realidad, toda alusión a la naturaleza divina de Cristo”.
“Este utilitarismo llegó a ser su doctrina más notable, si bien para los socianos, como para los demás unitarios, nunca ha sido la doctrina central sino un corolario que se desprende de su reiterada insistencia en la dignidad de la naturaleza humana. Desaparecía así la necesidad del sistema de los sacramentos eclesiásticos y de la fe protestante” (De “La formación del pensamiento moderno”-Editorial Nova-Buenos Aires 1952).
La solución de los actuales problemas planetarios, como las guerras y el hambre, y toda forma de sufrimiento, seguramente provendrá de una masiva adhesión al mandamiento bíblico del “amor al prójimo”, como una actitud por la cual adoptamos una predisposición firme y consciente a compartir penas y alegrías ajenas como propias. De ahí que la actual forma de promover la ética bíblica es bastante ineficaz. Una aproximación a la “herética” religión natural podría mejorar las cosas. Quienes sostienen que la ortodoxia católica y la protestante no deberían cambiar en lo más mínimo, aceptan tácitamente su oposición a todo cambio, incluso parecen suponer innecesaria la Segunda Venida de Cristo.
La profecía apocalíptica es interpretada por muchos como un posible fin del universo, o un fin de la vida terrestre o algo por el estilo. El Dios Padre y el Dios Amor es interpretado como un Hitler, un Mao o un Stalin que provocará miles de millones de muertes, posiblemente a partir de un cataclismo cósmico. Apenas se han enterado que la Biblia trata de cuestiones éticas y que el fin de los tiempos implica el fin de una era de sufrimientos promovidos por los propios seres humanos, para iniciar una etapa de paz y felicidad, algo completamente distinto a la creencia (y a los deseos) de una catástrofe universal con miles de millones de víctimas. El odio teológico parece no tener límites.
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