jueves, 3 de abril de 2025

Los totalitarismos como sectas

Las sectas son conjuntos de individuos que, de alguna forma, tratan de separarse de la sociedad con diversas intenciones. A veces pretenden mejorar la sociedad "desde afuera"; otras veces tienden a separarse para dominarla o bien para destruirla. A lo largo de la historia han aparecido estos fenómenos sociales principalmente en los ámbitos de la religión y de la política.

La mentalidad del sectario implica una mezcla de humildad y soberbia; tal humildad está asociada a la ciega obediencia que debe a las autoridades de la secta, mientras que la soberbia está asociada a las ideas de superioridad respecto del resto de la sociedad. En forma semejante a la necesidad de ser gobernado por un superior, le surge simultánemnete la necesidad de dirigir a muchos, a quienes considera inferiores.

Desde este punto de vista, la mentalidad del sectario no difiere demasiado del individuo adepto a alguna forma de totalitarismo, como el peronismo, el nazismo o el comunismo. Recordemos que la esencia del totalitarismo es la tendencia del Estado a inmiscuirse en la vida personal e íntima de todo integrante de la sociedad.

El éxito momentáneo que logran estos movimientos políticos se debe a que el ciudadano común piensa principalmente en su propia vida y su propia felicidad, mientras que el sectario asocia su vida completamente a la secta, atacando a una sociedad que ni siquiera imagina que algunos pretenden destruirla. De ahí las ventajas que tienen las organizaciones clandestinas. Roger Caillois escribió: "En el seno de las sociedades se constituyen grupos que le son esencialmente hostiles, pero que tienen mucho más que ella de sociedades, y por así decirlo, de sociedades puras. En efecto, nada predomina sobre el interés superior de la secta y todo se sacrifica a su cohesión".

"Normalmente no podría ocurrir lo mismo en la sociedad. Cada individuo disfruta en ella de una amplia autonomía. La mayor parte de sus actos dejan indiferentes a las autoridades. Puede dedicare tranquilamente a sus asuntos y organizar su vida como le plazca. Unos pueden cometer indelicadezas que raramente llegan a constituir delitos sancionados por la ley".

“Fuera de la secta, en donde ninguna disciplina severa establece su rigor, los calculistas emplean la adulación como medio de triunfar. Para un hombre servil la humanidad nada tiene que ver con el mérito sino con la utilidad. Se rebaja ante el superior y no ante sí mismo. Se encamina hacia la tiranía a fuerza de bajezas y la hará desconfiada y envidiosa, ya que el mismo que se arrastra ante el fuerte es quien aplasta al débil. ¿Qué ha hecho, sumiso, sino acumular un resentimiento que sólo aguarda el instante de cobrarse muchas afrentas? No se envilece uno impunemente”.

“Sucede así que ciertos partidos políticos se presentan con un aire singular. No pretenden ya reformas parciales, sino una refundición brutal de instituciones y costumbres. Difieren de los demás hasta tal punto que se duda si todavía son partidos. Están como fuera de la ley y se esfuerzan por sí mismos en sustituir la competencia reglamentada, que conduce a ventajas alternas, por una lucha sin cuartel que debe terminar en la victoria decisiva. Desde entonces, aunque no lo parezca, ya no son partidos, sino sectas”.

“Considerando las normas de la moral y el derecho como hipócritas o caducas convenciones, persiguen sus fines subversivos por medios violentos. En caso extremo recurren al asesinato y al atentado. Se les acosa. Se refuerza en ellos la convicción de que no se podían elegir otros medios, ya que se les reduce a éstos. Mafias, asociaciones terroristas, secciones de asalto, organizaciones ilegales son otras tantas formas diversas de un mismo fenómeno. Se crea una moral contra otra; una sociedad en el interior de otra y que trata de suplantarla” (De “Fisiología de Leviatán” de Roger Caillois-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1946).

Mientras que en las sociedades democráticas existe un equilibrio entre deberes y derechos, en las sociedades en decadencia los individuos piensan que sólo tienen derechos y en las sectas totalitarias sólo tienen deberes con el Estado. El mayor absurdo implica que, una vez arribado al poder, los totalitarios aducen que con ellos se ha alcanzado “una nueva era de la humanidad”, tal el caso de la sociedad socialista, cuyo vínculo propuesto para los seres humanos son los medios de producción, imitando a una colmena o a un hormiguero. André Maurois escribía a mediados del siglo XX: “En Francia y en Inglaterra el liberalismo bien arraigado permanece vivo, pero en algunos países que habían adoptado las instituciones liberales, la demagogia y la plutocracia han producido tales desastres que los hombres han renunciado a las conquistas del individualismo”.

“En Italia el individuo se inclina ante el Estado fascista, Alemania parece andar a la caza de un poder fuerte que la juventud mística pueda adorar. La mitad del mundo civilizado escapa a la democracia. En América, la prensa está llena de artículos cuyos autores pretenden estar asustados por las consecuencias del liberalismo y desean un gobierno fuerte. En Rusia, crece una generación que no solamente desconoce los principios del individualismo occidental, sino que los desprecia cuando le son explicados”.

“Ya no se habla de derechos, sino de deberes del hombre. El individuo encuentra una felicidad religiosa olvidando su propia vida para participar en la del Estado. El hormiguero y la colmena pasan a ser modelo de comunidades humanas. Ideal absolutamente opuesto al que había perseguido el siglo anterior. ¿Debe pensarse que los excesos del individualismo han matado al individualismo y que la nueva era será la de los Hombres Hormigas?” (De “Entre la vida y el sueño”-José Janés Editor-Barcelona 1951).

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