miércoles, 30 de abril de 2025

Goethe descubre a Spinoza

Aunque en el continente americano ya existían habitantes, se dice que Colón “descubre América”; esta vez ante el conocimiento de los europeos. En forma similar, puede decirse que Johann Wolfgang von Goethe “descubre a Spinoza” ante el conocimiento de los alemanes y demás europeos, aún cuando, en Holanda, Spinoza fuera conocido por muchos de sus compatriotas. Había pasado más de un siglo sin que la obra de Spinoza adquiriera la enorme trascendencia posterior, la cual necesitó de un divulgador tan conocido como Goethe. El espinosismo, sin Goethe, quizás hubiese pasado inadvertido como le hubiese ocurrido al cristianismo sin San Pablo.

Los seres humanos, desde el punto de vista cognitivo, ocupamos una especie de ventana personal en un gran edificio con muchas de ellas. La realidad es vista y descripta desde esa posición, mientras que otros individuos, ocupando ventanas alejadas, ven la realidad en forma algo distinta. Cuando Goethe conoce los escritos de Spinoza, intuye que el filósofo ocupa una “ventana” próxima a la suya y de ahí que comienza a ver un paisaje similar pero con muchos más detalles. Manuel García Morente escribió: “Al abrir nuestro espíritu a la contemplación de la naturaleza, ya de antemano nos hemos reservado nuestro personal lote de sensaciones. Un mismo lugar del universo reviste tantas diferentes formas como espectadores distintos. El pintor ve luz y colores; el botánico, plantas; otros, sentimientos; otros, conceptos”.

“El naturalista que examina los seres vivos verá claramente en ellos, ora las diferencias específicas, ora las semejanzas universales, según haya concebido previamente el mundo como diverso o como idéntico en sus manifestaciones. Y la originalidad del artista, y aun del sabio, no consiste en otra cosa sino en que enseñan a ver el mundo de una manera inédita, añadiendo así al tesoro de la cultura humana una nueva forma, un nuevo cristal a través del cual podemos percibir un mundo también nuevo y desconocido” (De “Estudios y ensayos”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 2005).

El citado autor escribe acerca de la influencia de Spinoza en Alemania: “Más que una filosofía, ha sido y es el espinosismo una sensibilidad. No tuvo su hora en los años en que vivió el autor de la Ética. Era una sensibilidad romántica, y fue preciso que aguardara un siglo para prender en la generación de los jóvenes que, en Alemania, empezaron a predicar un nuevo credo sentimental y a realizarlo, plasmándolo en obras inmortales. Goethe es la cúspide suprema de esta imponente cordillera de genios”.

“Las primeras impresiones que Goethe recibió de Spinoza fueron de índole moral. He aquí cómo las describe: «Hallé, en nuestra biblioteca un librito, cuyo autor combatía con pasión a Spinoza, el originalísimo pensador… El librito no me hizo ninguna impresión, porque no me gustaban las controversias y prefería enterarme directamente de lo que un hombre piensa, en vez de oír decir a otro lo que hubiera debido pensar. La curiosidad, sin embargo, me hizo leer el artículo 'Spinoza' en el Diccionario de Bayle… Empieza por calificar al hombre de ateo y dice que sus doctrinas son en extremo condenables. Mas luego confiesa que era hombre tranquilo, meditativo, aplicado a sus estudios, buen ciudadano, expansivo, muy pacífico; de suerte que parecía haber olvidado el autor del artículo aquellas palabras del Evangelio: 'Por sus frutos los conoceréis'; porque, en efecto, ¿cómo puede derivarse de máximas funestas una vida tan grata a Dios y a los hombres?».
«Recordaba yo muy bien la tranquilidad y claridad que se apoderaron de mí, cuando recorrí las obras dejadas por Spinoza. Aún estaba muy impuesto en mi ánimo el efecto que me produjo su lectura; pero los detalles se habían borrado de mi memoria. Me apresuré a volver a leer los escritos de ese hombre notable y respiré de nuevo el mismo hálito de paz. Me entregué a la lectura de Spinoza y, al considerarme luego a mí mismo, pensé que jamás había tenido una visión tan clara del mundo…»”.

“El temperamento de Goethe fue especialmente sensible a la impresión moral que se desprende de la Ética. El cuadro que Spinoza traza de la vida del hombre libre, el dominio de las pasiones, esa especie de absoluto poder sobre sí mismo, eran para Goethe como la pintura de una vida heroica y excepcional, sobre la que se cierne una belleza tranquila y serena, como la de un templo griego. Goethe aspiró, durante toda su vida, a esa superioridad ideal que domina lo bajo, lo grosero, lo feo”.

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