El proceso de la evolución cultural, basado en "prueba y error", requiere de la contrastación de toda innovación respecto de la realidad. De ahí que muchos piensan que resulta positivo establecer sociedades utópicas para aprender de ellas aun cuando no sean adoptadas definitivamente.
El error que puede advertirse, ante esta postura, es que debemos apuntar a un "modelo de ser humano", antes que a un modelo de sociedad. Además, debemos describir las leyes naturales que nos gobiernan a nivel individual, siendo el orden social emergente una consecuencia de lo que suceda a nivel individual.
El absurdo extremo se estableció a través del socialismo, cuando, con un modelo de sociedad "artificial", se esperaba la adaptación individual a la misma, es decir, en lugar de que cada ser humano se adapte de la mejor manera al orden natural, se propone que debemos adaptarnos al orden artificial propuesto por Marx, o también a la sociedad artificial propuesta por Mahoma.
Se dice que alguien padece problemas mentales cuando sus pensamientos o sus acciones no contemplan adecuadamente la realidad. De ahí que los movimientos políticos o religiosos que apuntan a establecer sociedades utópicas apuntan a establecer agrupamientos humanos con individuos semejantes a quienes padecen problemas psíquicos.
Giovanni Papini escribió acerca de este tema, si bien con la palabra "mundos" parece indicar "sociedades", olvidando que todo cambio o mejora social se establece a partir de la mejora ética individual. Por ello Cristo sugirió: "Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidiura", "El Reino de Dios está dentro de vosotros".
LOS DOS MUNDOS
La fórmula general de estos instrumentos que el hombre se ha hecho para aumentar su poder es ésta: "la creación de mundos imaginarios capaces de servir para cambiar el mundo real" . El mundo estético, el mundo religioso, el mundo científico, el mundo filosófico no son copias de la realidad, sino que son creaciones a las cuales la realidad ha proporcionado los materiales, pero que el espíritu humano ha modificado, agrupado, seleccionado, deformado, según sus fines, sus pasiones, sus intereses. El "Tristán e Isolda", el Paraíso, la Substancia, son creaciones pertenecientes a los mundos creados por los hombres y superpuestos al mundo real para transformarlo, aumentarlo o interpretarlo.
Entre estos dos órdenes de mundos: los mundos ideales del artista, del creyente, del científico, del filósofo, y los mundos reales que forman la experiencia del hombre vulgar, hay sino siempre oposiciones, por lo menos gran diversidad. Hay algunos hombres, que diré "platónicos" para hacer honor al más famoso, tan entusiasmados de los mundos ideales que suponen que éstos han generado el mundo real.
Por el contrario hay otros, los hombres "positivos" que declaran que los mundos ideales son construcciones posteriores al mundo real, y que son respecto a éste, falsos e incompletos. Para los primeros, el mundo real es una mala copia de los mundos ideales, para los otros, los mundos ideales son extractos engañadores obtenidos empobreciendo el mundo real.
Los unos y los otros han errado. Los mundos ideales están construídos sobre el mundo real, pero son superiores a éste porque viven para aumentarlo y enseñorearlo. Mientras los positivistas tratan de que el mundo ideal sea en lo posible semejante al real -verismo en arte, objetivismo en ciencia, negación del mundo místico y religioso- yo afirmo que "todos nuestros esfuerzos deben tender siempre más el mundo real a los mundos ideales".
Nosotros hemos creado estos mundos, porque estábamos insatisfechos de los reales. Están más adaptados a nosotros, realizan más poderosamente nuestros deseos. Debemos, pues, servirnos de ello como de "ideales límites" con los cuales debemos tratar la transformación de la realidad.
Nuestra gran empresa debe ser, pues, la búsqueda de esa ecuación entre los mundos rivales, entre el mundo de la experiencia primitiva y el mundo construído por la imaginación y por la reflexión.
(De "El crepúsculo de los Filósofos" de Giovanni Papini-Editorial TOR-Buenos Aires 1936).
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1 comentario:
El problema de las utopías es que se construyen sobre datos inventados, sobre prejuicios, no sobre hipótesis respaldadas en comprobaciones previas a las que se añade la imprescindible carga idealista que impulse la mejora.
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