La tendencia por la cual un empleador paga a sus empleados menos de lo que debería, se considera como explotación laboral. Como “lo que debería” suele ser discutible, se toma como referencia el valor de mercado de las distintas actividades laborales.
Cuando en una sociedad existen muy pocas empresas, y todo empleado debe elegir entre trabajar en una de ellas o quedarse sin trabajo, se establecen las condiciones favorables para la explotación laboral. Ello se debe a que casi todos prefieren trabajar por un bajo sueldo antes que no trabajar.
Una sociedad con pocas empresas es una sociedad sin competencia empresarial, una sociedad sin mercado competitivo, que muchas veces se la denomina como “economía capitalista” o “economía de mercado” por parte de los sectores socialistas, es decir, como no se trata de una verdadera economía de mercado, porque no se establece el proceso competitivo, no ha de funcionar con eficacia, y de ahí que esa economía será denominada falsamente por los sectores mencionados.
En una economía con varias empresas en competencia, si un empresario tiende a pagar bajos salarios (menores a los valores de mercado) corre el riesgo de perder varios empleados, que esta vez tienen la posibilidad de cambiar de empresa. El que pierde capital humano verá resentido el funcionamiento y el futuro de su empresa y por ello evitará en lo posible ejercer la explotación laboral.
Puede decirse que la explotación laboral tiende a disminuir y a desaparecer en las economías de mercado, y no por la buena predisposición empresarial, sino porque tal sistema económico funciona de tal manera que quien paga poco a sus empleados terminará perjudicándose a sí mismo.
Para los marxistas, en cambio, la solución para evitar la explotación laboral se obtendría a partir de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Al quedar toda la producción en manos del Estado, o de quienes dirigen al Estado, esta vez la producción depende de una sola gran empresa, sin competencia alguna. En cierta forma se vuelve a las condiciones en que el empleado tiene que optar por trabajar para el Estado o no trabajar, favoreciendo la explotación laboral por parte del Estado socialista. En realidad, el trabajo socialista es obligatorio y no es el empleado quien elige el trabajo que le gustaría hacer ni tampoco el lugar para realizarlo.
Este es el absurdo advertido en todos los países que han puesto en práctica al socialismo. Ello implica que el “remedio” contra la explotación laboral llevó a acentuar la “enfermedad”, convirtiendo las sociedades adeptas en verdaderas cárceles, como es el caso de la Cuba actual.
Con un razonamiento elemental pueden ponerse en evidencia los errores producidos por el socialismo. Sin embargo, para no tener que reconocer el absurdo, los seguidores de Marx complicaron las cosas tratando de “cambiar la naturaleza humana” de manera tal de adaptarla a las ideas socialistas, y para ello tuvieron que recurrir a los campos de trabajos forzados y a los asesinatos masivos.
Mientras algunos países, como Rusia y China, advirtieron los errores inherentes al socialismo, optaron por volver a la economía de mercado, o capitalismo, mientras que las autoridades cubanas, entre otras, por fidelidad a la ideología marxista, continúan esclavizando y explotando laboralmente al pueblo, olvidando que nunca el trabajo esclavo producirá resultados satisfactorios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
La opción de no trabajar no existe en el socialismo real: o se acepta lo que el Estado establece o se pasa a la condición de antisocial o enemigo del Estado con todas sus muy desagradables consecuencias. Ni siquiera es posible la salida de la mendicidad o el vivir a cargo de familiares, como sí sucede en la práctica en una economía no socialista.
Publicar un comentario