En cada ámbito del conocimiento se establecen descripciones de la realidad, y también interpretaciones valorativas, basadas en conceptos distintos según se trate de la filosofía o bien de las ciencias sociales. Como se trata de una misma realidad a describir, será posible encontrar semejanzas en los razonamientos y en las conclusiones, si bien lo importante será el reconocimiento de que se está hablando de lo mismo.
Veamos el caso del existencialismo, en el ámbito de la filosofía, y el posible vínculo con algunos conceptos básicos de las ciencias sociales. J. González Martínez escribió: “En general, las palabras que llevan el sufijo ismo indican cierta prelación o primacía del sustantivo de que proceden, y así como el materialismo y el racionalismo hacen prevalecer la materia sobre el espíritu, el primero, y la razón sobre la fe, el segundo, el existencialismo afirma la primacía de la existencia sobre la esencia, teniendo en cuenta que la esencia y la existencia son los dos principios metafísicos que la ontología distingue en todos los seres, consistiendo la esencia en lo que una cosa es, y la existencia, en el hecho de ser. La esencia es la posibilidad de ser, cuya posibilidad convierte en realidad la existencia. Al decir soy hombre, hombre indica la esencia, y soy la existencia”.
“Hay, sin embargo, una esencia general y una esencia individual; por la primera podré decir que soy hombre, puesto que acusa los caracteres comunes a todos los demás hombres, y por la segunda, que soy este hombre, ya que pone de relieve mis propias características” (De “Existencialismo, dinero y ética”-Ediciones Morata-Madrid 1952).
En las ciencias sociales hablamos de “naturaleza humana”, establecida a partir de la evolución biológica, lo que puede asociarse a la “esencia” de la que hablan los filósofos. Tal naturaleza implica a los atributos comunes a todo individuo perteneciente a la humanidad. Las diferencias entre individuos, conducen a lo que denominamos “personalidad”, que en principio serán los distintos “porcentajes” con que poseemos los diversos atributos naturales. Y esto podría vincularse con la “existencia” de los filósofos.
En cuanto a la supremacía de la esencia sobre la existencia, o a la inversa, tenemos en las ciencias sociales la controversia entre quienes aducen la primacía de la herencia genética y la naturaleza humana, en oposición a la influencia cultural y la evolución cultural. Si bien la tendencia mayoritaria es la que considera a ambos aspectos con igual importancia.
Continuando con la descripción del citado autor, encontramos un indicio de coincidencia con la analogía propuesta: “A pesar de esta distinción [entre esencia general e individual], es a la esencia general a la que se refieren las definiciones, pues ni la ciencia ni la moral serán posibles sin admitir un tipo de hombre, fuera de los mismos hombres, que es la esencia universal o naturaleza humana…”.
Desde las ciencias sociales es posible suponer ciertas potencialidades de la naturaleza humana, en función de los atributos que poseemos. Tales potencialidades serán realizadas por algunos seres humanos mientras otros quedarán lejos de ellas. De ahí que la visión científica se ha de acercar más a los filósofos esencialistas que a los existencialistas.
También será posible vincular los conceptos anteriores con la religión. En este caso, se prioriza la naturaleza humana y la esencia como obra o creación de Dios. También pueden establecerse vínculos cercanos entre Dios y el orden natural. Mientras que el religioso piensa en un Dios Creador, en una voluntad creadora y en un sentido concedido a la humanidad, desde la ciencia se piensa en un conjunto de leyes naturales invariantes, u orden natural, al cual se le asocia, en general, cierta finalidad implícita. Como en definitiva se trata de una misma realidad a describir, no resulta extraño encontrar semejanzas entre las visiones del mundo que provienen de la ciencia, de la filosofía y de la religión.
Todo parece indicar que, en el futuro, será la ciencia experimental la que predominará, por lo que se deberá intentar incorporar conceptos válidos de la filosofía y de la religión a fin de establecer una amplia visión del mundo en que vivimos y de la inserción del ser humano en este complejo proceso. J. González Martínez escribió: “Ciertos filósofos del siglo XVIII, aunque rechazan la idea de Dios creador y remunerador, la sustituyen por una naturaleza más o menos divinizada, que habría de señalar su deber a las almas bien nacidas. Y, cuando al final del siglo XIX, se abandonó la enseñanza de la moral fundada en la idea de Dios, sustituyéndola por la razón, los filósofos franceses, al tratar de establecer una moral laica, proclamando que Dios es una hipótesis inútil y costosa, tuvieron que reconocer que era preciso, para la conservación de la moral, de la sociedad y de la civilización, que subsistieran ciertos valores, es decir, que fuera obligatorio a priori ser honrado, no mentir, engendrar hijos, etc., pues aunque Dios no exista, dijeron, nada cambiará, ya que mostraremos las mismas normas de honradez y progreso inscritas en un cielo inteligible. En resumen, que a pesar de lo inadmisible de la teoría, la moral laica y sin Dios también quedaba fundada sobre una filosofía esencialista”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Que los humanos busquemos un significado al mundo para sentirnos seguros en él no quiere decir que lo tenga. El cosmos se muestra para un humano informado y preocupado carente de propósito o significado teleológico. La impresión normal ante ello es la de absurdo o cuando menos vértigo.
Publicar un comentario