Por ser la Biblia un conjunto de libros que nos informan sobre cuestiones éticas, resulta conveniente interpretar toda simbología en función de esa finalidad. Por el contrario, cuando muchos pretenden saltar hacia la cumbre de la sabiduría, motivados por cuestiones competitivas, atribuyen a la Biblia todo conocimiento posible, incluido aquellos acerca de la física, la biología o la astronomía. De ahí que, muchas veces, la profecía bíblica del "fin de los tiempos" se llegue a interpretar erróneamente como el "fin del mundo", asociada a una catástrofe planetaria nunca antes vista. Federico Climent Terrer escribió: "Si estudiamos detenidamente las profecías bíblicas referentes al llamado fin del mundo, echaremos de ver que no predicen en modo alguno la aniquilación astronómica de nuestro planeta ni el desquiciamiento de la máquina del universo, porque los conocimientos científicos, derivados de la observación y la experiencia, demuestran la imposibilidad a la par absoluta y de sentido común, de ese mal interpretado fin del mundo que ningún astrónomo moderno puede admitir sin abjurar de la ciencia".
"El fin del mundo simboliza el fin de una edad, de una era, el término de una etapa de evolución, el paso de una a otra espira, el comienzo de una nueva edad, de una nueva era, de una superior etapa de evolución, que ha de tomar nueva modalidad el pensamiento humano, y sin detrimento de aquellas verdades eternas por lo fundamentales que prevalecen en todo tiempo y lugar, se reconocerá el error que en la era precedente se tuvo por verdad, y la verdad de lo que el prejuicio, la incomprensión y el fanatismo calumniaron de error. La humanidad adelantará entonces un paso en el helizoidal camino de su evolución" (Del prólogo de "Perfeccionamiento individual" de Orison Swett Marden-Antonio Roch Editor-Barcelona 1937).
En cuanto a las señales que evidenciarían que estamos en una etapa próxima al cambio de una era poco benigna, para comenzar otra mucho mejor, éticamente hablando, podemos considerar las grandes guerras mundiales del siglo XX como también los totalitarismos vigentes en ese siglo. Pero, desde el punto de vista estrictamente religioso, posiblemente la mayor señal podrá ser el hecho de que la Iglesia Católica haya caído en manos de un líder político afin a algunos de los totalitarismos indicados.
Si se tiene en cuenta que los peronistas incendiaron y vandalizaron gran parte de los templos católicos de Buenos Aires, en los años 50, con el silencio y el apoyo secreto de Perón, cuesta bastante aceptar que algún sacerdote católico, o cualquier cristiano, adopte al peronismo con cierta simpatía. Pero esos incendios son apenas una muestra del intenso odio sembrado entre los argentinos por Perón y Eva, siendo una especie de cáncer que ha destruido el alma de la Argentina. De ahí la gravedad de que un peronista haya accedido al más alto cargo de la Iglesia Católica.
Las simpatías de Jorge Bergoglio por los líderes políticos de Cuba y Venezuela son indicios elocuentes de lo alejado que está del auténtico cristianismo, incluso admitiendo cierta vez que "son los comunistas los que se parecen a los cristianos", abriendo la posibilidad de que millones de católicos comiencen a ver con agrado a uno de los totalitarismos más nefastos de toda la historia.
Quien fuera arzobispo de La Plata es el autor del siguiente artículo:
EL PRESIDENTE DEL PERONISMO
Por Héctor Aguer
El Papa Francisco anunció repetidas veces que su intención es visitar la Argentina; pero no lo hará: sabe que no le iría muy bien acá. Entonces, ahora, desciende al campo sucio de los debates políticos con un discurso insólito, de furia, contra el gobierno libertario del presidente Milei. Nunca hizo la menor alusión a los gobiernos de Cristina Kirchner, que hundieron al país en la pobreza y la indigencia. Tampoco reaccionó ante el peor gobierno de la historia: el del inútil y golpeador Alberto Fernández, el hipócrita que presumía de feminista y le pegaba a su mujer. La fuente principal del discurso de Francisco ha sido, como otras veces, las noticias que le alcanza su amigo Juan Grabois.
JULIO A. ROCA
La intervención papal se ha metido con la historia: ha repudiado la obra del General Julio Argentino Roca, a quien atribuyó matanza de indígenas en su Expedición al Desierto; lo que no ha mencionado son las matanzas y los malones de indígenas, que llegaban casi a las puertas de Buenos Aires, y robaban mujeres, sembrando el terror. No soy roquista, pero hay que reconocer que, sin esa doble presidencia de Julio Argentino Roca, la Argentina no existiría y la Patagonia sería chilena. Lo que el Papa debió criticar es la política religiosa del masón Roca, que mantuvo al país 16 años desconectado de la Santa Sede.
CRITICA AL GOBIERNO
La crítica papal al gobierno argentino se ensaña con el protocolo antipiquete; o sea, que se pone del lado de los piqueteros, que hartan a la gente cortando avenidas y produciendo innumerables inconvenientes. “Pagaron gas pimienta en vez de justicia social”, dijo en un acto junto a Grabois, y reivindicó “la lucha” de los movimientos sociales. Además, mencionó un caso de coimas, pero no precisó de qué administración.
El periodista Luciano Román calificó al discurso papal como “un mensaje excesivamente terreno, que podría interpretarse, incluso, como alejado de algunos equilibrios, complejidades y matices que suelen caracterizar las palabras de los grandes líderes religiosos y otros análogos”.
Se basó en información interesada y parcial; pasó por alto las complejas implicancias para el ciudadano común de una suerte de anarquía que regía en las calles, y alentó “la lucha” de los movimientos sociales. Hace un drama del uso del gas pimienta por parte de las fuerzas de seguridad, sin aludir a las provocaciones y atropellos que han sufrido instituciones como el Congreso, con ataques a piedrazos, ni tampoco a las heridas provocadas por activistas a humildes servidores públicos, como son los policías o gendarmes. Tampoco tuvo en cuenta la quema de bienes públicos, y hasta la destrucción de vehículos y comercios en algunas protestas violentas.
COINCIDENCIAS
Es evidente que la cercanía del Pontífice con Grabois no es simplemente un vínculo personal, sino una relación nutrida de coincidencias. La politización del Papa al avalar a las organizaciones sociales no hace ningún llamado a la transparencia y el respeto de la ley. Pasa, deliberadamente, por alto las investigaciones y denuncias que mostraron el aprovechamiento en beneficio propio, que hicieron numerosos líderes piqueteros de la administración de los planes sociales. Las palabras del Papa contra el gobierno seguramente serán utilizadas por esos “gerentes de la pobreza” como una suerte de justificación y respaldo.
Lo que los católicos argentinos necesitan es que Francisco proceda como Papa, cuide la religión católica, y oriente a los fieles a crecer en la fe, no que se meta en el confuso territorio de la discusión política. “Comprar justicia social en lugar de gas pimienta”; es insólito este descenso perturbador, cuando no ha dicho una palabra sobre la situación de Venezuela, donde rige una dictadura persecutoria de la oposición, y la justicia social es inexistente. El asunto del gas pimienta se agitó a causa de una niña que sufrió los efectos, porque participó de un acampe llevada por su madre, una militante irresponsable.
El Papa, con su discurso contra el gobierno, se expone a las críticas que razonablemente están surgiendo. El jefe del bloque de Diputados de ‘Innovación Federal’, Miguel Ángel Pichetto, desestimó las críticas del Papa, planteando que “la agenda propuesta desde el Vaticano es absurda y hace un daño increíble a la Argentina”. Este diputado nacional observó que “antes las manifestaciones pontificias eran más bien de corte pastoral, nunca directamente dirigidas a la política local; ahora, entonces, hay un hecho nuevo. El Papa no puede hacer ese tipo de manifestaciones, sin que su palabra se torne más frágil”.
PROGRESISMO PAPAL
La intervención de Francisco contra el gobierno argentino es una nueva expresión del progresismo papal; andar siempre para adelante, como ocurre con el peronismo y su búsqueda nunca alcanzada de la justicia social. El Papa opone la justicia social al gas pimienta: reprimir el piquete, impedir la protesta continua y la revuelta sería contrariar el dinamismo del Evangelio, el cual siempre debe ser releído. Así, el Concilio Vaticano II, sería una relectura del Evangelio según la cultura de la modernidad. Allí está el progresismo y el peronismo que hoy día reinan en Roma. Francisco es el presidente del peronismo, como ya hemos explicado en otras ocasiones.
(De www.laprensa.com.ar)
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1 comentario:
Es curioso eso de la relectura de un texto supuestamente inspirado por el mismísimo Dios. Yo si fuera él (omnipotente y omnisciente) no dejaría que lo hicieran, inspiraría directamente la versión correcta a observar por todos.
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