Algunas veces se presentan situaciones en las que una mentira piadosa produce en el receptor un efecto mucho mejor que la verdad, como es el caso de las personas que padecen alguna enfermedad. Otras veces quedan dudas respecto a la conveniencia de recurrir a este alejamiento de la realidad.
Con las ideologías ocurre otro tanto, ya que, desde la religión o la política, se recurre a los mitos o a las falsas ideologías a fin de lograr determinados objetivos, que pueden ser buenos en algunos casos. Pero siempre queda la sensación de que es conveniente conocer la verdad, aunque en un primer momento resulte incómoda.
Desde la religión se establecen creencias variadas con la intención de provocar en el creyente una mejor actitud, para que lo conduzca por el buen camino ético. Pero, cuando se comienza a advertir que ha sido una "creencia piadosa", se corre el riesgo de crear dudas respecto de todo el contenido de la religión, provocando un alejamiento definitivo.
En materia de política aparece el caso del marxismo; ideología elaborada prioritariamente para motivar la acción. Siendo Karl Marx un agitador de masas, no resulta extraño que su ideología no se base en la estricta realidad, sino que apunta más bien a promover objetivos políticos determinados. Incluso llama la atención que no considera ninguna descripción del comportamiento de los seres humanos; el mínimo requisito para quien pretendía orientar y dirigir el futuro de la humanidad.
A continuación se menciona un artículo al respecto:
FORZAR LO REAL
Por Henry de Lesquen
"Marx renuncia a proponer el problema de la verdad, y lo hace porque el único criterio de la verdad de una idea será, a sus ojos, su eficacia en tanto que instrumento de transformación del mundo, su aptitud para guiar la acción, para encarnarse en el mundo empírico (praxis)", nos recuerda Thierry Maulnier. Si el marxismo es entonces y ante todo una doctrina para la acción, no es anormal pretender juzgarla por sus resultados. Si la verdad no es otra que la eficacia, una doctrina no es separable de sus consecuencias prácticas.
La manera como el marxismo aplicado ha intentado llevar a cabo las promesas del marxismo teórico es edificante: su ignorancia básica sobre la naturaleza del hombre lo ha conducido a instaurar en todas partes sociedades de coerción, en las que todo el esfuerzo tiende a violentar lo real, mientras que éste se venga en todas partes resurgiendo en una sociedad que se creía poder eliminar. Invariablemente instaura dictaduras tan ineficaces como inhumanas.
Impotentes para mantener sus promesas, los regímenes marxistas lo son hasta la evidencia: mientras que la teoría querría que después de un periodo de "dictadura del proletariado" se asistiera a la declinación progresiva del aparato estatal, en la Unión Soviética, sesenta años después de la Revolución el aparato se mantiene y hasta se desarrolla; no hay más que dirigentes soviéticos, que no hablan, en sus momentos de autocrítica, de "burocracia invasora".
Si esa situación pudo explicarse durante un tiempo dentro del cuadro de la ortodoxia marxista, ya no es lo mismo hoy [escrito en 1979], dos generaciones después de la Revolución de Octubre. La contradicción, en lo sucesivo, será demasiado flagrante entre la doctrina y la realidad. Tal vez se encuentre allí una de las causas de las críticas cada vez más frecuentes de que hacen objeto al régimen soviético los partidos comunistas de Occidente.
(Extractos de "La política de lo viviente" de Henry de Lesquen y el Club de l'Horloge-EUDEBA-Buenos Aires 1981).
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1 comentario:
En los años setenta y ochenta en la URSS ya nadie creía en la ideología marxista y sus teóricos objetivos de igualdad social. No sólo no se va camino del comunismo desde el socialismo, sino que se procura obtener el mejor sitio posible en un régimen de tipo “antiguo”, estamental y muy clasista.
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