El proceso de adaptación cultural al orden natural consiste en acumular información para, luego, establecer cambios parciales seleccionando las mejoras y rechazando los cambios que lo desfavorecen. Este proceso de “prueba y error” es también el que ha posibilitado el avance de la ciencia experimental. Sin embargo, fuera del ámbito de la ciencia, persisten las posturas que desfavorecen el progreso por cuanto los promotores de alguna innovación no se resignan a aceptar que no funciona, y continúan con una absurda lucha por insertar en la sociedad lo que ellos han elaborado.
Así como los defensores del socialismo insisten con su implantación, aun cuando nunca dio buenos resultados, tanto económicos como sociales, los defensores de las novedades pedagógicas se caracterizan por rechazar lo antiguo como obsoleto, despreciando el criterio científico de valorar lo nuevo y lo viejo en función de la forma en que se adaptan a la realidad, en forma independiente a la época en que surgen y también en forma independiente a quienes las proponen.
La “revolución pedagógica”, en forma semejante a las revoluciones políticas, se propone destruir todo lo existente para levantar la “nueva pedagogía” sobre los escombros de la anterior. Las pedagogías destructivas, por ser revolucionarias, atacan todas las formas pedagógicas vigentes sin tener en cuenta los resultados que producen. René G. Favaloro escribió: “Iván Illich pronostica «una transformación radical de la visión que el hombre tiene de sí como un animal que necesita escolarización» y propone lisa y llanamente la desaparición de la escuela”. “Sin duda, ideas de esta naturaleza no resolverían el problema”.
“Toda crítica para que tenga valor debe conllevar una respuesta, y la crítica a la escuela actual –resultado de las modernas teorías psicopedagógicas- propone su transformación por medio de una entidad activa, dinámica, constructivista, basada en el aula-taller. El hecho más trascendente del cambio pedagógico consiste en que el alumno deja de ser un ente pasivo para pasar a ser el protagonista partiendo del axioma: el niño sabe, el alumno sabe. No está vacío, posee conocimientos que provienen de sus propias vivencias. El aprendizaje activo que se genera en una situación de experiencia ha ido tomando cuerpo desde el desarrollo de la psicología evolutiva, particularmente desde los trabajos de Jean Piaget…” (De “Don Pedro y la educación”-Centro Editor Fundación Favaloro-Buenos Aires 1994).
En cuanto a la educación tradicional, podemos sintetizarla en cuatro etapas. Primeramente el docente expone el tema que quiere enseñar, y cuyo contenido es, por lo general, poco o nada conocido por los alumnos. Luego, o simultáneamente, realiza una síntesis escrita en la pizarra. El alumno copia en su carpeta la síntesis mencionada. Posteriormente se evalúa el conocimiento adquirido por el alumno una vez que la clase fue complementada por la lectura de algún apunte impreso o de un libro sobre la materia.
Este es, aproximadamente, el proceso educativo “perverso” del que las generaciones pasadas tuvimos la suerte de “padecer”. Si el alumno escuchó al docente, quien domina bastante bien un tema; si leyó en el pizarrón una síntesis del mismo, si escribió en su cuaderno dicha síntesis y si luego leyó algo más sobre el tema, tuvo la oportunidad de tener una idea bastante aceptable acerca del mismo. No puede decirse que fue un alumno “pasivo” por cuanto, si estuvo atento, tuvo que ir procesando la información recibida de manera que quedara en su mente lo básico como para poder desarrollar posteriores deducciones. Este proceso ha sido calificado como el transmisor del “conocimiento prefabricado” que debe tratarse de impedir con los nuevos métodos pedagógicos.
El ideal educativo implica llegar a ser un autodidacta, pero para ello debe existir una etapa formativa por medio del método tradicional. Incluso se llega al extremo de criticar el “método memorístico”, desconociendo que todo nuevo conocimiento ha de ser incorporado a la mente cuando previamente se posee una referencia grabada en la memoria y que le ha sido impuesta por el docente cuando pasó por la escuela. En realidad, lo que resulta criticable es el caso del alumno que trata de aferrarse a la memoria en lugar de razonar lo suficiente. De ahí que todo método pedagógico tenga limitaciones, pero es distinto mejorar u optimizar un método eficaz, que destruirlo para reemplazarlo por otro totalmente ineficaz.
Ricardo Moreno Castillo es un docente español que ha criticado los métodos destructivos y defendido el sistema tradicional. Afirma que “la enseñanza debe ser transmisiva, memorística y repetitiva”. Se pregunta sobre los objetivos de la educación: “¿Enseñamos, innovamos o entretenemos?”.
Trata de rebatir la idea de que el conocimiento está en Internet, que todo lo viejo es malo y lo nuevo genial o que se puede aprender sin esfuerzo. En una conferencia expresaba: “Y como los tontos, por su propia definición, carecen de inteligencia para examinar si una idea es buena o mala, se apuntan a la más reciente, la que está de moda, la políticamente correcta. Lo antiguo es por cuestión de principio lo obsoleto, lo arcaico y lo reaccionario. De este modo, identificando sin más lo bueno con lo nuevo y lo malo con lo antiguo, se ahorra el tonto el difícil trámite de pensar”. “El decir: «¡No podemos enseñar como hace cien años!, tiene el aplauso asegurado en cualquier congreso de educación»”.
El citado autor establece una analogía que compara las revoluciones pedagógicas con los totalitarismos, agregando al respecto: “Aprendamos la lección y desconfiemos de las novedades que se apartan de lo que la experiencia ha demostrado que funciona. Los cambios en la educación habidos en España durante los últimos cincuenta años no han provocado muertos, cierto, pero sí una catástrofe que se hubiera evitado examinando las cosas, atendiendo a la sensatez y no a la novedad”. “Si algo funciona bien ¿por qué cambiarlo? Y aquello que se descalifica sin más como «enseñanza tradicional» algo tendrá de bueno cuando de ella proceden todos los artistas, científicos y filósofos que en el mundo han sido”. “Si siempre estuviéramos cuestionando lo antiguo por antiguo, siempre estaríamos empezando y el mundo nunca avanzaría”.
“¿Por qué la enseñanza ha de ser transmisiva? Porque, digan lo que digan pedagogos novedosos y delirantes, un estudiante no puede construir su propio conocimiento. El cálculo infinitesimal, por ejemplo, nace en el siglo XVII, pero sus raíces más remotas están en las paradojas de Zenón. Digamos que Newton y Leibniz dan a luz una criatura cuya gestación duró más de dos mil años, durante los cuales muchas de las mejores cabezas de la humanidad reflexionaron sobre las ideas de límite y del infinito. ¿Cómo alguien puede sostener que un adolescente puede descubrir por sí mismo algo que a las mejores cabezas de la humanidad les costó siglos descubrir?”. “O al niño se le transmiten conocimientos, o se le condena a la ignorancia”.
“El aprender es una moneda con dos caras, inteligencia y memoria, y ninguna de ellas puede funcionar sin la otra. Esto ya lo dijo Kant hace bastante tiempo, que los contenidos del conocimiento sin las estructuras del pensamiento son ciegos, pero que las estructuras del pensamiento sin los contenidos del conocimiento están vacías”.
“La inteligencia es un juego, como el ajedrez, y para jugar al ajedrez son necesarias unas piezas, las cuales se guardan en una caja al acabar la partida. Pues bien, el juego de la inteligencia también necesita unas piezas. Estas piezas se llaman ideas, y mientras no las utilizamos quedan guardadas en una caja llamada memoria. Esta verdad tan elemental, la de que es imposible reflexionar sobre unas ideas cuando se carece de ideas, es tan absolutamente ignorada que mucha gente presume de falta de memoria y nadie de falta de inteligencia (como si una y otra fueran inversamente proporcionales). Y esta ignorancia es una de las razones que nos ha llevado al fiasco de nuestro sistema educativo”.
“El libro es pues extensión de la memoria, igual que los demás instrumentos creados por el hombre lo son del cuerpo. Si esto es cierto, y los libros prolongan la memoria como el telescopio la vista, entonces no la sustituyen, porque no se puede prolongar un sentido del que se carece. Un libro para un desmemoriado es tan inútil como un telescopio para un ciego. Por otra parte, se consulta lo que se supo y se ha olvidado, o aquello de cuya existencia se tiene noticia, pero no se puede consultar algo si no se sabe ya algo de ese algo. Si un científico no recuerda exactamente una fórmula, sabe dónde encontrarla y la reconoce en cuanto la ve, pero no puede buscar una fórmula cuya existencia ignora”.
“Ni siquiera un diccionario, el libro de consulta por excelencia, es útil para quien no tiene buena memoria. Dejemos de lado que es imposible manejarlo si no hemos aprendido previamente el orden alfabético. Si después de averiguar el significado de una palabra la olvidamos, esto es, no la incorporamos ya para siempre a nuestro vocabulario, la búsqueda ha sido una pérdida de tiempo. Del mismo modo, se puede entender perfectamente un teorema de física o un conflicto histórico, pero si acto seguido se olvida, es como si no se hubiese entendido nunca”.
En cuanto a la repetitividad, agrega: “¿Por qué en las facultades de medicina han mantenido el nivel, a pesar de los disparates pedagógicos a la moda? Porque, irremediablemente, la enseñanza de la medicina ha de ser transmisiva, memorística y repetitiva, y ni el pedagogo más descerebrado se atrevería a sostener lo contrario. ¿Cómo podría un estudiante de medicina «construir por sí mismo el conocimiento»? ¿Dándole un enfermo para que lo fuera medicando a su gusto, y así, según mejora o empeora, «construir su conocimiento»? Vamos, ni en broma. ¿Y ya no van a tener los aspirantes a médicos que estudiar anatomía porque está en Internet? No, igual que siempre, tendrán que estudiarla y memorizarla, porque sin memoria no hay conocimiento. Y un aspirante a cirujano tiene que ver muchas operaciones antes de coger el bisturí, y cuando al final lo hace, ha de respetar el protocolo que le han enseñado al pie de la letra. ¿Qué diríamos de él si le da por recortar de cualquier manera dando rienda suelta a su creatividad? No, ha de ser repetitivo, y sólo después de mucho tiempo de ejercer el arte de la cirugía a lo mejor aporta una novedad” (De http://www.infobae.com/sociedad/2017/07/25/digan-lo-que-digan-pedagogos-novedosos-y-delirantes-la-ensenanza-debe-ser-transmisiva-memoristica-y-repetitiva/)
El grave deterioro educativo depende de varios factores que van de la pobre valoración social del conocimiento a la tendencia destructiva que imponen los nuevos pedagogos en los distintos niveles educativos, ya que incluso se han instalado en las universidades. Este es el caso de algunos profesorados docentes en donde las materias pedagógicas abarcan casi un 50% del total de materias, y todo ello para inculcarles a los futuros profesores que deben hacer todo lo opuesto a lo que antes se hacía y que daba mejores resultados.
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