Desde las épocas de los enfrentamientos directos hasta el empleo de armas con alto contenido tecnológico, los bandos en conflicto tuvieron en cuenta sus posibilidades de vencer y la forma de engañar al enemigo mediante falsa información. La guerra psicológica llega a su máxima expresión con los totalitarismos, en cuyo caso la propaganda a su favor y la propaganda contra el enemigo, fueron el sustento legitimador que no pudo lograrse mediante las ideologías respectivas.
De la misma forma en que los débiles equipos de fútbol pueden mantener su vigencia fortaleciendo sus aptitudes destructivas hacia el juego del rival, por carecer de méritos futbolísticos propios, los totalitarismos emplean en forma preponderante las críticas al enemigo por cuanto carecen de una auténtica fortaleza intelectual. Maurice Megret escribió: “La guerra psicológica no ha salido completamente armada del cerebro de ningún teórico, sabio o pensador. Es hija de la historia de los hombres y de sus conflictos, procede de las revoluciones ideológicas y de las metamorfosis de las sociedades políticas, surge en la encrucijada de las técnicas psico-sociológicas que han movilizado el pensamiento y precipitado la ósmosis intelectual de los pueblos y naciones”.
“Esta dependencia explica las vicisitudes de la guerra psicológica en relación con la clasificación de las ciencias y las técnicas. Jamás será otra cosa que el reagrupamiento y la reconversión, con fines destructivos, de cierto número de ciencias y técnicas del hombre, de donde provienen, naturalmente, su complejidad, su devenir y sus aspectos proteiformes”.
“Pero en el plano de la política y de la historia, la existencia de la guerra psicológica no es discutible ni misteriosa. Por más lejos que nos remontemos, ella es la guerra, es decir la violencia organizada en las relaciones interestatales o internacionales, pero dirigida contra las mentes, en lugar de la violencia tradicional contra las personas físicas y los bienes”.
“La amenaza de la guerra total ha pasado de la especulación a la práctica, y el progreso de las técnicas autoriza al hombre a pasar de la guerra psicológicamente conducida a la guerra psicológica como una invención, no nos atrevemos a decir la invención del siglo XX” (De “La guerra psicológica”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1959).
La debilidad ideológica del marxismo no ha bastado para resolver los problemas sociales y humanos que se propuso, por lo que tuvo que ser sostenido por abundante propaganda a favor y también abundante propaganda difamatoria contra sus rivales. Tal debilidad proviene de su desactualización en materia de economía, ya que se mantiene “actualizado” con las últimas novedades del siglo XIX, cuando los economistas describían comportamientos de clases sociales en lugar de comportamientos individuales. Además, en esa época se pensaba que el valor de una bien procedía de la cantidad de trabajo requerido para su fabricación, en oposición a la evidente valoración subjetiva, que poco o nada tiene en cuenta tal trabajo.
La dialéctica empleada por el marxismo resultó irrelevante en toda descripción científica, ya que sólo tuvo “validez” en el pensamiento abstracto de Hegel y de sus seguidores. La “lógica dialéctica” poco o nada es tenida en cuenta en los estudios de matemáticos, lógicos y especialistas en general.
La biología nunca admitió la hipótesis marxista de que el hombre viene determinado por la influencia del medio social y poco o nada por la herencia genética. El relativismo moral que sustenta el marxismo se basa en ignorar los efectos de las decisiones humanas, ya que sólo considera los valores morales cambiantes sin tener presente su compatibilidad con las leyes naturales.
No resulta raro que de tantos errores y mentiras, a veces los propios promotores de la guerra psicológica hayan sido víctimas de sus creencias. Nikita Kruschev escribió: “La poca disposición de Stalin para considerar las realidades de la vida y el hecho de que no estaba al tanto del verdadero estado de las cosas en las provincias, puede ser ilustrado por la forma en que dirigió la agricultura”.
“Todos los que se interesaban aun superficialmente en la situación nacional, vieron la situación difícil por la cual atravesaba la agricultura, pero Stalin ni siquiera se dio cuenta. ¿Se lo dijimos nosotros? Sí, lo hicimos, pero él no nos apoyó. ¿Por qué? Porque Stalin nunca viajaba a ninguna parte, no trataba con los obreros de la ciudad y de los koljozes, no conocía la verdadera situación de las provincias”.
“Estaba enterado de la existencia del campo y de la agricultura sólo por las películas. Y las películas embellecían y adornaban el estado de cosas existente en la agricultura. Muchas películas pintaban la vida de los koljozes como si las mesas se estuvieran arqueando bajo el peso de los pavos y los gansos. Evidentemente Stalin creía que era así” (Citado en “Kruschev y la crisis en la URSS” de Lev I. Batov-Ediciones Gure-Buenos Aires 1956).
Desde el gobierno soviético se promovió en todo el mundo el adoctrinamiento de intelectuales y de estudiantes universitarios, como emisores secundarios, para que impulsaran actos terroristas a su debido tiempo. Megret escribió: “Esta dialéctica de la guerra fría –que es realmente una estrategia- se desarrolla mediante todos los recursos de la táctica psicológica. La URSS dispone de cuatro mecanismos: su acción personal y la de sus satélites, la acción de los partidos comunistas y la de los intelectuales simpatizantes u otros «fellow-travellers»; y pone en juego dos sentimientos de vigencia universal, el pacifismo y el nacionalismo, que propone a las masas invitándolas a luchar por la paz y por la independencia, contra el «capitalismo extranjero»”.
En cuanto a los efectos que tal llamado produjo en las universidades argentinas, y para revertir la actitud destructiva que se mantiene parcialmente en la actualidad, Gustavo Landivar escribió: “El día de mañana ustedes serán universitarios. Seguramente transitarán por esos mismos claustros en donde, hace muy pocos años, los libros fueron sustituidos por las cachiporras, las pistolas y las metralletas. Donde la violencia sustituyó a la paz académica. Donde se enseñó a destruir a la Patria, a asesinar por la espalda, a secuestrar y a intimidar. Quizá dentro de unos años las paredes de las facultades vuelvan a ser blancas, y las aulas tendrán las comodidades que nunca hasta ahora han tenido. Es muy posible que para entonces en la universidad se formen los hombres y mujeres que la Nación reclama desde hace tantos años”.
“Pero es absolutamente necesario que lo que se ha vivido entre 1973 y 1975 no se olvide”. “Sus esperanzas quedaron frustradas y sus mentes, ansiosas de nuevos conocimientos, de riqueza intelectual, fueron ocupadas con doctrinas que en lugar de amor hablaban de odio, en lugar de paz mostraban la guerra, que predicaban la destrucción y la muerte”.
“Por eso es que he escrito este libro. Porque el mal de la universidad no reside en los malos profesores ni en las deficiencias físicas de los edificios, ni siquiera en la falta de aulas o de materiales didácticos. El mal reside en la apatía de la juventud, en su falta de compromisos, en su indiferencia. En dejar que los mediocres ocupen el lugar en donde deben estar ustedes y tantos otros como ustedes, que están llamados a realizar grandes cosas. Entre ellas, una nación” (De “La universidad de la violencia”-Ediciones Desalma-Buenos Aires 1980).
Los diversos totalitarismos se caracterizaron por ambicionar expansiones ilimitadas, por lo que sus campañas de guerra psicológica no sólo alcanzaron a otros países, sino que fueron puestas en práctica en las propias poblaciones. Raúl Damonte Taborda escribió respecto de la instauración del totalitarismo peronista en la Argentina: “¿Cómo se prepara a los niños y a los adolescentes, para la abyecta obsecuencia al dictador, en los libros de texto de las escuelas, en los cantos, fábulas e himnos de las composiciones escolares que tratan de una vida mítica de Perón y Eva Duarte de Perón, y versan sobre sus discursos y actos de gobierno? «Nuestra conducción –explica el dictador el 29 de marzo de 1951-, tal como la queremos, no podrá ser bien realizada en cuanto el grado de cultura no haya saturado a toda la población»”. “Será suficiente difundir lo que sea conveniente para la Nación y en eso estaremos de acuerdo. Nadie discutirá entonces….- afirmó Perón el 29 de marzo- La doctrina no solamente se enseña. La doctrina se inculca” (De “Ayer fue San Perón”-Ediciones Gure-Buenos Aires 1955).
La guerra psicológica desatada por Perón tuvo como víctimas o enemigos a quienes no adhirieron a su llamado violento. Al respecto dijo: “El pueblo debe elegir entre el peronismo o el anti-peronismo: entre la Patria y la traición”.
Tampoco admitía opiniones fuera de la unanimidad que pretendió imponer. Al respecto dijo: “Me he tomado el trabajo de ser yo mismo quien informe a la opinión pública. Cuando dentro de una fuerza política aparece un faccioso que quiere tener influencia para formar una facción, acontece lo mismo que cuando se produce una carie en un diente: es necesario arrancar el diente, porque no hay otro remedio”. “Tal hecho no es una falta de disciplina partidaria: eso está dentro de los límites de la delincuencia común, y es indiscutible que con nosotros no puede convivir un delincuente”.
Habría que agregar que tampoco en el peronismo podría participar una persona decente, ya que debería compartir los llamados a la guerra psicológica propuesta por Perón para combatir a los “traidores”, que eran aquellos ciudadanos que no estaban de acuerdo con el odio y la violencia propuesta por el tirano. Damonte Taborda agrega: “Perón encabeza, desde la dictadura militar, una verdadera oclocracia, o dictadura de la plebe, que no tiene líderes ni admite otro conductor que el Jefe de Estado, identificado en una sola persona, con el Jefe del Ejército y el Jefe de los Sindicatos. El pasado argentino ha sido renegado, la cultura befada, la clase oligárquica ha sido sustituida por otra, la clase media ha sido arruinada y hasta el clero y el catolicismo son vejados, a pesar de haber sido el primero un instrumento en sus manos. El dictador exalta los sentimientos de vileza, de resentimiento y de venganza, en las masas, para canalizar sus rebeldías, en una atmósfera de cárcel y cuartel”.
Las ambiciones expansionistas de Perón concuerdan esencialmente con los objetivos nazi-fascistas del Eje (Roma-Berlín). Arnon de Melo, ex gobernador de Alagoas, Brasil, escribió: “Perón procura conquistar el Brasil, valiéndose esencialmente de los mismos métodos nazis de la infiltración por la propaganda. Los carteles de propaganda que llenaron Uruguayana constituyen el desenvolvimiento de su política de dominar primero por la sugestión, y, sólo después, emplear la fuerza, no sin contar, como ya imaginara Juan Manuel de Rosas, con dividir antes a los brasileños”.
Aunque en realidad Perón ejerció, como todo líder totalitario, la labor de instalar un “auto-imperio” al dividir primeramente a los argentinos, para que el sector peronista dominara al resto. De ahí que sus seguidores no admitan otra posibilidad de gobierno, saboteando a los gobiernos surgidos de partidos opositores.
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