La palabra socialismo, sin tener en cuenta la connotación habitual, nos da la idea de un sistema político que tiene como objetivo intensificar los vínculos sociales. En cambio, cuando predomina el egoísmo entre los integrantes de un grupo, no se establecen suficientes vínculos como para conformar una sociedad. Un vínculo constituye algo que une, o algo que se comparte. Mientras la sociedad tradicional se construyó en base al cristianismo, en la cual los hombres se unían compartiendo penas y alegrías de los demás como propias, el socialismo propone a los medios de producción como vínculo de unión entre los hombres.
Si observamos en la familia la célula básica de la sociedad, advertiremos que el vínculo entre padres e hijos no se realiza compartiendo algún medio de producción, sino compartiendo afectos y sentimientos. Incluso la propuesta cristiana implica generalizar al prójimo, a todo ser humano, el vínculo que tan bien sirve para conformar la unión familiar. Mientras que la unión afectiva da lugar a una sociedad natural, la unión a través de medios materiales da lugar a una sociedad artificial.
Supongamos que las personas A y B se asocian en la compra y explotación de un camión. Puede decirse que existe en este caso un vínculo material que los une, si bien puede haber previamente una amistad. Desde el punto de vista de las decisiones a tomar, se advierte que cada una de estas personas tiene restringida su libertad laboral, por cuanto sus decisiones deberán ser consensuadas con el socio. De ahí que convendría que cada uno tuviese un camión, algo más pequeño, para tener mayor libertad.
Mientras que, para un socialista, ambos individuos separados, con un camión cada uno, no responden a la célula básica del socialismo por cuanto persiguen objetivos individuales, para el cristiano tal separación laboral en nada disminuye el vínculo afectivo que pueda establecerse. De ahí que los vínculos materiales tienden a restringir la libertad individual (y mucho más cuando todos los medios de producción pertenecen al Estado), mientras que los vínculos afectivos permiten el desarrollo de las potencialidades individuales.
Otra desventaja del socialismo es que, por lo general, no ha sido aceptado en forma voluntaria, como en el caso de los kibbuts israelíes o de los monasterios católicos, ya que toda la población debe acatar la planificación económica estatal. De ahí que surjan disidencias que serán repelidas por la autoridad socialista. El disidente será tratado como un enemigo y comenzará a establecerse el infierno en la Tierra (en oposición al “paraíso en la Tierra” prometido por los ideólogos socialistas). Hannah Arendt describe algunas características del socialismo real: “La atomización de masas en la sociedad soviética fue lograda mediante el empleo hábil de las purgas repetidas que invariablemente preceden a la liquidación de grupos. Para destruir todos los lazos sociales y familiares, las purgas son realizadas de tal manera que amenazan con el mismo destino al acusado y a todas sus relaciones personales corrientes, desde los simples conocidos hasta sus más íntimos amigos y parientes”.
“La consecuencia del simple e ingenioso sistema de «culpabilidad por asociación» es que, tan pronto como un hombre es acusado, sus antiguos amigos se transforman inmediatamente en sus más feroces enemigos; para salvar sus propias pieles proporcionan información voluntariamente y se apresuran a formular denuncias que corroboran las pruebas inexistentes contra él. Éste, obviamente, es el único camino de probar que son así merecedores de confianza”.
“Retrospectivamente, tratarán de demostrar que su conocimiento o amistad con el acusado era solo un buen proyecto para espiarle y para revelarle como saboteador, como trotskysta, como espía extranjero o como fascista. Como el mérito se «estima en función de las denuncias de los más íntimos camaradas», es obvio que la precaución más elemental exige que uno evite todos los contactos íntimos si es posible –no para impedir el descubrimiento de los propios pensamientos secretos, sino más bien para eliminar, en el caso casi seguro de males futuros, a todas las personas que puedan tener no sólo interés en denunciarle a uno, sino una irresistible necesidad de producir la ruina de uno simplemente porque se hallan en peligro sus propias vidas-. En su último análisis, gracias al desarrollo de este sistema, hasta sus más lejanos y fantásticos extremos, los dirigentes bolcheviques lograron crear una sociedad atomizada e individualizada como nunca se había conocido antes y que difícilmente hubiera producido por sí misma acontecimientos o catástrofes”.
“Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados. En comparación con todos los demás partidos y movimientos, su más conspicua característica externa es su exigencia de una lealtad total, irrestricta, incondicional e inalterable del miembro individual. Esta exigencia es formulada por los dirigentes de los movimientos totalitarios incluso antes de la llegada al poder. Precede usualmente a la organización total del país bajo su dominio y se deduce de la afirmación de sus ideologías de que su organización abarcará a su debido tiempo a toda la raza humana” (De “Los orígenes del totalitarismo”-Aguilar-Buenos Aires 2010).
La abolición de la propiedad privada permite que el poder se concentre en una ínfima minoría o en un solo dirigente. Si esta persona padece algún problema psicológico, el resultado será una catástrofe. Si es normal, probablemente el socialismo se disuelva. Nikita Kruschev expresó: “Tanto más monstruoso resultan por ello los actos cuyo iniciador fue Stalin y que constituyen rudas violaciones de los principios básicos de Lenin en cuanto a la política de las nacionalidades del Estado Soviético. Nos referimos a las deportaciones en masa desde sus lugares nativos, de naciones enteras, junto con todos los comunistas y konsommols sin excepción. Esta acción de deportación no fue dictada por motivos militares”. “Los ucranianos se vieron librados de este destino sólo porque eran demasiados y no había donde deportarlos. De lo contrario, no se hubieran salvado”.
“No solamente un marxista-leninista, sino cualquiera con un poco de sentido común, se preguntará cómo es posible hacer responsables a naciones enteras de actividades conspirativas, incluyendo mujeres, niños, ancianos, comunistas y konsommols, utilizar contra ellos los métodos de represión en masa y exponerlos a la miseria y al sufrimiento por actos hostiles de individuos aislados o grupos de personas” (Del “Informe Secreto en el XX Congreso Comunista de la URSS” citado en “Kruschev y la crisis en la URSS” de Lev I. Batov-Ediciones Gure-Buenos Aires 1956).
Por lo general, los argumentos empleados por los sectores liberales para mostrar la superioridad del capitalismo respecto del socialismo, se asocian a aspectos puramente económicos, dejando un tanto de lado los graves peligros que entraña la unificación de poderes en un solo individuo. Esto puede advertirse en la actualidad en el caso de Venezuela.
Para colmo, es tan exagerado el cinismo de los sectores marxistas que critican la “concentración de poder económico” de las grandes empresas cuando en realidad el socialismo que proponen implica la total concentración de poder en el Estado que ellos van a dirigir; un poder que implica no sólo lo económico, sino lo político, militar, cultural, etc. El liberalismo propone la economía de mercado y la competencia entre empresas con el objetivo, justamente, de limitar una excesiva concentración de tipo monopólico. Si ello no se logra en muchos casos, no es porque el liberalismo lo proponga, sino porque no se tienen en cuenta sus propuestas.
Otro de los totalitarismos, con características similares, fue el nacional socialismo alemán, o nazismo, que tuvo en Juan D. Perón a uno de sus seguidores. El dictador argentino apostaba al triunfo de Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra Mundial. En ese hipotético caso, la Argentina se convertiría en el país líder en Latino América del nacional-socialismo triunfante. De ahí que constituyó un sistema totalitario en el cual, a imagen y semejanza de lo que ocurría en Italia y Alemania, alentaba la división de la sociedad argentina al extremo de fomentar la delación contra los opositores. Hugo Gambini escribió: “Sostiene José Pablo Feinmann que «Perón siempre tuvo una concepción de la política como si fuera una guerra»; que le gustaba citar a Licurgo, cuando éste decía que lo peor es no estar en ninguno de los dos bandos, y concluye: «Considerar a la sociedad dividida en dos bandos enemigos es pensar la sociedad desde la guerra». Así se explica que durante el peronismo se hayan dividido no pocas familias y se perdieran amistades, a veces de vieja data, por estar en distintos bandos. No es fácil explicar esto si no se lo ha vivido, pero el temor constante a la delación generaba un clima de guerra sin que la hubiera. Si el lector quiere hacer uso de su imaginación, piense qué sentiría hoy si para criticar al gobierno debiera hacerlo en voz baja, cuidándose de un compañero de trabajo, del vecino, de un pasajero, del mozo del restaurante o de un taxista. Ese era el clima”.
“Perón también introdujo el lenguaje militar en la política (habló de conducción, estrategia, comando táctico, consejo supremo, cuadros, unidades, obediencia, etc.). Su formación estaba influenciada por dos teóricos de la guerra, los prusianos Karl von Clausewitz y Colmar Baron von der Goltz, de quienes tomó ideas muy concretas. Por ejemplo, que «la guerra es la continuación de la política por otros medios» (Clausewitz) y que «el poder se organiza, se construye, se prevé, y se crea en forma deliberada» (Goltz). Esto último, según Jorge Castro, es «el intento de Perón de colocar los acontecimientos bajo control, a través de esa construcción deliberada de poder». Claro que mientras lo edificaba, Perón nunca incluyó ladrillos de libertad en la construcción de su poder. ¿Para qué? «La libertad no es un fin, es un medio, y como medio debe ser controlado y dominado». Eso lo aprendió de Benito Mussolini –el único civil de sus maestros- a quien pudo admirar de cerca en 1940, cuando presenció las grandes concentraciones fascistas” (De “Historia del Peronismo”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1999).
No son pocos los peronistas que sugieren “mirar el futuro” dejando atrás el pasado, pretendiendo proteger a Perón de la verdad acerca de su tenebrosa y diabólica personalidad. El olvido y el ocultamiento de la historia verdadera y su reemplazo por la mentira, es el anhelo y la práctica de sus secuaces, quienes pretenden seguir en el poder por el solo “mérito” de ser peronistas.
Generalmente se califica al peronismo bajo el rótulo benevolente de “populismo”, mientras que en realidad fue un sistema político netamente totalitario. El deterioro de la nación y de la sociedad se profundiza con su influencia nefasta, mientras que los supuestos opositores que le sucedieron en gobiernos posteriores no pudieron revertir la decadencia por cuanto adoptaron varias de sus estrategias, ya que en ellas veían una efectiva manera de lograr muchos votos.
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