martes, 25 de octubre de 2016

La izquierdista promoción de la violencia

Mientras que la mayor parte de los socialistas del siglo XIX y principios del XX adherían a un socialismo no marxista, siendo una postura alternativa para la resolución de los conflictos sociales, el socialismo posterior fue dominado, y hasta usurpado, por el marxismo-leninismo, advirtiéndose una postura belicista por cuanto sus objetivos sólo podrán lograrse con la caída del sistema capitalista. De ahí que sus fines inmediatos sean esencialmente destructivos, ya que busca instalar la “sociedad sin clases” (al menos en teoría) para reemplazar al “perverso capitalismo”.

Así como la violencia puede ser tanto psicológica como física, la violencia promovida por el socialista también adquiere esas dos formas. Con la violencia psicológica, que implica discriminación social, difama a todo lo que provenga de la clase social “burguesa”, la que va desde la clase media hasta las clases altas, es decir, las que tienen la capacidad de “explotar laboralmente” a sus semejantes, por lo que son consideradas culpables de todos los males sociales hasta que demuestren lo contrario.

Al sistema capitalista, o economía de mercado, se lo combate de todas las formas posibles. A nivel teórico, se aduce que la ciencia económica, en la que se apoya, es pura “ideología”, aceptando bajo esa denominación la connotación despectiva que Marx le da a esa palabra. Todo lo que descalifique al mercado, implica descalificar a millones de decisiones que los integrantes de una sociedad establecen en base a millones de intercambios económicos cotidianos. La economía de mercado puede denominarse también “democracia económica” por cuanto cada individuo elige adquirir, o no, cotidianamente, ciertos bienes o servicios en una forma similar a la que le permite elegir sus representantes políticos en una contienda electoral.

El socialista considera que toda decisión individual es una decisión “egoísta” (aunque cualquier persona razonable sabe muy bien que cada vez que compra pan o verduras, por ejemplo, existe una beneficio simultáneo entre ambas partes), de ahí que estima oportuno establecer una economía planificada en la cual se prohíben todas las decisiones “egoístas” para establecer metas comunes decididas por el político socialista que ha conquistado el poder. La imagen de una población de hormigas, o de abejas, en la que participan miles de tales insectos en la consecución de una meta común, es la imagen más cercana de lo que implica la abolición de las metas individuales, de los intercambios en el mercado y de la propiedad privada de los medios de producción.

El socialista ataca también a la religión cristiana porque, supone, es un medio que fue establecido para permitir que la clase dominante explote laboralmente, y con mayor facilidad, a la clase social menos favorecida. La campaña destructiva hacia la religión puede cambiarse por una táctica más eficaz y por la cual, interpretándola de una manera no tradicional, se la puede convertir en una aliada del socialismo.

Como lo esencial en una sociedad totalitaria ideal es la igualdad, ya que una hormiga resulta indistinguible de otra, o una abeja de otra, se trata de anular en los establecimientos educativos todo lo que implique premios y sanciones, porque ambos crean “desigualdad”. La eliminación de las amonestaciones favorece la indisciplina y se deteriora todo el sistema educativo. Se trata de proteger al alumno indisciplinado para impedir que quede excluido del sistema. Jorge L. Grillo escribió: “La preocupación de los funcionarios es la exclusión. Sostienen que si los alumnos que se portan mal son amonestados y por reiterar su inconducta, o por la gravedad de la misma, llegan a las tradicionales 25 amonestaciones y son expulsados quedan excluidos, es decir sin oportunidad de salir de la situación marginal”.

“Ellos prefieren que los jóvenes no reciban una sanción y perciban que da todo lo mismo. Que pasen un tiempo más en la escuela, sin aprender, porque al no respetar las indicaciones docentes no harán lo que éstos indiquen deben hacer para aprender y así, completamente escolarizados salgan a la vida sin saber contenidos ni haber aprendido los mínimos valores necesarios para manejarse en la sociedad. ¿Cuánto puede durar en un trabajo quien le pega al jefe cuando le indica lo que está mal hecho o quién falta permanentemente? ¿Qué exclusión es más grave, la de la amonestación en la juventud, cuando todavía hay tiempo de corregirse o la del despido en el primer trabajo?” (De “La culpa no es de las amonestaciones” en www.economiaparatodos.net -12/06/2008).

Con un criterio similar, se trata de penalizar lo menos posible, o incluso despenalizarlo, al peligroso delincuente por cuanto el socialista estima que tal individuo “previamente fue excluido de la sociedad” y que su actitud agresiva hacia el medio es una “justa venganza” ya que es una víctima inocente de un “sistema injusto” (el sistema capitalista). El delincuente urbano pasa a ser una figura importante en el plano socialista por cuanto reemplaza al antiguo terrorista de los 70, ya que los efectos destructivos contra el “sistema injusto” son bastante similares. Incluso se le ha quitado a la policía toda capacidad de “represión del delito” para que no vaya a tener la efectividad (y cometer los excesos) evidenciados en épocas pasadas.

En momentos críticos de la economía, conseguir trabajo es bastante difícil, por lo que se requiere un arduo trabajo para poder insertarse laboralmente. Sin embargo, es muy común escuchar a reconocidos socialistas, que participan en programas televisivos, que a tales desocupados “sólo les queda la opción” de dedicarse a la delincuencia. O bien sugerirlo bajo expresiones como la siguiente: “Si hubiese nacido muy pobre….sería delincuente antes que albañil”.

Como complemento necesario de la prédica socialista, en algunos canales de televisión estatales, se promociona a los antiguos terroristas quienes en los años setenta provocaron más de 20.000 atentados contra la propiedad, unos 750 secuestros extorsivos y unos 1.000 asesinatos. Pero no se los convoca para que muestren signos de arrepentimiento por sus actos destructivos, sino que aparecen como figuras ejemplares en la lucha a favor de la “igualdad social”. De esa forma se promueve una vuelta a la violencia, por lo que el “Nunca más” parece haber quedado en el olvido, a no ser que tal consigna haya sido dirigida sólo al sector que respondió a la agresión y no al que la promovió y la inició.

Todas las culpas son asignadas a la “desigualdad social”, lo que implica asociarla al sistema capitalista. Quien tenga un poco de sentido común, advertirá que un empresario exitoso, que genera puestos de trabajo e inversiones productivas, es alguien necesario y útil a la sociedad. Sin embargo, para el marxista, se trata necesariamente de un “explotador laboral” que crea “desigualdad social”. En lugar de que gran parte de las soluciones se encuentre con la llegada de muchos empresarios exitosos, que den puestos de trabajo y realicen inversiones productivas, supone el marxista que tal situación crearía “mayores desigualdades” y que todo se soluciona, en cambio, con la expropiación de los medios de producción por parte del Estado, o bien con la confiscación parcial de las ganancias empresariales.

El marxista sostiene que la producción capitalista requiere de la “explotación laboral” del trabajador, sin tener en cuenta que un trabajador capacitado es un capital humano valioso y que debe ser bien remunerado para que no vaya a trasladarse a trabajar a otra empresa. Incluso se piensa que la desocupación laboral es premeditada para que, en el mercado laboral, desciendan las remuneraciones de los empleados para lograr así mayores ganancias. La desocupación se establece generalmente en aquellas sociedades subdesarrolladas, con pocos empresarios que ofrezcan puestos de trabajo, y en donde la mayoría busca un empleo estatal, aunque éste sea improductivo.

Adolfo Figueroa escribió sobre un sistema hipotético que coincide esencialmente con una economía de mercado: “Interesa saber cuáles son las condiciones bajo las cuales esta sociedad va a llegar a un orden, a un equilibrio, en su funcionamiento. Esta sociedad va a funcionar con una característica principal que quiero destacar: va a funcionar con desempleo. Es decir, el desempleo va a ser una condición necesaria para el funcionamiento de la sociedad, porque los capitalistas buscan maximizar las ganancias y esto va a provenir del trabajo que se contrata. Pero como los trabajadores están alienados de la propiedad del capital, ellos no son socios de los capitalistas, entonces tiene que haber mecanismos para obligarlos a trabajar y a producir el producto que se desea y de allí generar los salarios y las ganancias. Entonces se necesitan mecanismos para generar una disciplina laboral necesaria para esa generación de ganancia. ¿Cuál sería ese mecanismo para generar disciplina laboral? El desempleo, porque si algún trabajador no cumple con las órdenes, no cumple con las tareas que se le encomiendan, debe ser despedido, y si es despedido debe sufrir un costo, el desempleo. Porque si hubiera pleno empleo, los trabajadores que son despedidos siempre encontrarían un trabajo; entonces, ¿por qué tendrían que tener disciplina laboral?” (De “De Igual a Igual” de J. Carpio e I. Novacovsky-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 1999).

El citado autor parece considerar que el único factor de la producción es el trabajo asalariado, dejando de lado el capital, la gestión empresarial, la inventiva, asociados todos los factores al riesgo empresarial. Tampoco tiene en cuenta la automatización de los procesos productivos, ya que adopta una visión propia del siglo XIX. Si bien existen empresarios explotadores y especuladores con el trabajo ajeno, no debería generalizarse como que tal situación sea inherente a todos los empresarios y a la economía de mercado. De ahí que la descripción hecha sirve perfectamente para “envenenar” a la gente contra el sector empresarial, contra el sistema capitalista y contra todo el que se oponga a la “triunfal llegada del socialismo” (previa destrucción del sistema capitalista) e, incluso, previa desaparición y asesinato de empresarios, militares, policías, etc., como fue el objetivo concreto de la guerrilla marxista-leninista de los setenta.

Los momentos de mayor interés para la izquierda política ocurren con la revolución socialista que se establece en algún país, o bien cuando aparece alguna crisis global que pueda ser tomada como síntoma de la “caída final del capitalismo”. En realidad, estas crisis responden a diversas causas, ya sea de orden legal (pocas medidas de seguridad por parte del Estado), o un irresponsable otorgamiento de créditos sin fondos que los sustenten o bien por un excesivo egoísmo por parte de los actores en el mercado. La economía de mercado tienes sus reglas, de las cuales no se conocen todas, por lo cual han de surgir inconvenientes serios cuando no se las tiene en cuenta. No existe sistema alguno que esté a salvo de las acciones humanas que sean excesivamente egoístas o incluso delictivas.

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