Mientras que los economistas intentan perfeccionar su ciencia en base a observaciones y descripciones del comportamiento del individuo humano; algo accesible y concreto, algunos de sus detractores descartan la validez de tales indagaciones optando por centrar su atención en las misteriosas y poco evidentes “fuerzas de la historia”. Mientras que los economistas buscan conocer las leyes naturales objetivas que rigen el comportamiento de todo hombre, los historicistas tratan de encontrar leyes históricas de la sociedad, que afectarían a toda la humanidad, para que en el futuro nos orientemos por las implícitas tendencias aparentes. Ludwig von Mises escribió acerca del historicismo económico: “Es un error frecuente confundir el historicismo con la historia, cosas que nada tienen en común. La historia es la narración del curso de los acontecimientos y condiciones del pasado, una afirmación de hechos y de sus efectos. El historicismo es una doctrina epistemológica”.
“Algunas escuelas de historicismo han declarado que la historia es la única disciplina capaz de estudiar la acción humana y han negado la corrección, la posibilidad y la significación de una ciencia teorética general de la acción humana”.
“Los periodalistas creían que cada periodo histórico tiene sus propias leyes económicas diferentes de las de otros periodos de la historia económica”. “La imagen que los periodalistas tienen del curso de la historia es ésta: hay diversos periodos o estadios de evolución económica que se suceden unos a otros de acuerdo con un orden determinado; a lo largo de cada uno de estos periodos las leyes económicas permanecen las mismas. Nada se dice acerca de la transición de un periodo al siguiente”.
“Las ideas del historicismo sólo pueden ser comprendidas si se tiene en cuenta que persiguieron exclusivamente una finalidad: negar todo lo que la filosofía social racionalista y la economía habían descubierto. En este empeño muchos historicistas no se detuvieron ante ningún absurdo. Por ejemplo: a la afirmación de los economistas de que hay una inevitable escasez de factores naturales de los que depende el bienestar humano, opusieron la fantástica aseveración de que hay abundancia. Lo que produce la pobreza, dicen, es lo inadecuado de las instituciones sociales” (De “Teoría e Historia”-Unión Editorial SA-Madrid 1975).
La extensa variedad de fenómenos naturales conocidos son regidos por unas pocas leyes naturales subyacentes. Esa gran cantidad de fenómenos tiende a confundir al inadvertido observador haciéndole creer que la complejidad que observa debe surgir, necesariamente, de un sustrato igualmente complejo. Ernest Renan escribió: “La historia es la forma necesaria de la ciencia de todo lo que llega a ser. La ciencia de las lenguas es la historia de las literaturas y de las religiones. La ciencia del espíritu humano es la historia del espíritu humano. Pretender sorprender un momento en esas existencias sucesivas con el fin de aplicar la disección, manteniéndolas fijamente bajo la mirada, equivale a falsear su naturaleza. Pues esas existencias no existen en un momento dado; se están haciendo. Tal es el espíritu humano. ¿Con qué derecho se elige al hombre del siglo XIX para formular la teoría del hombre?” (Citado en el “Diccionario de Filosofía” de J. Ferrater Mora-Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).
El historicismo contempla la posibilidad de encontrar leyes sociales que permitan de alguna forma predecir el futuro, tal como lo hacen las ciencias naturales. Luego, pretenden que los hombres se adapten a tales leyes. Este fue el caso del marxismo, con su nefasta predicción del advenimiento del socialismo y las consiguientes catástrofes sociales que se produjeron en los intentos por “adaptar al hombre a la ley de Marx”. Karl Popper dedicó un libro, titulado “La Miseria del historicismo”, “a la memoria de los incontables hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeron víctimas de la creencia fascista y comunista en las Inexorables Leyes del Destino Histórico”.
En cuanto a la ley natural, puede describirse como el vínculo permanente entre causas y efectos, o entre estímulo y respuesta, cuya forma más simple puede simbolizarse así:
Ley natural = Causa / Efecto
Causa = Ley natural x Efecto
Como ejemplo se menciona la ley básica de la mecánica newtoniana: Fuerza = Masa x Aceleración
La fuerza aplicada a una masa es la causa de que adquiera, como efecto de su aplicación, cierta aceleración. Como las causas preceden en el tiempo a los efectos, puede decirse que, conociendo la causa y la ley natural, podemos “predecir” el efecto que habrá de ocurrir necesariamente en el futuro. De ahí que, desde las ciencias sociales, se intente pronosticar el futuro de la humanidad mediante un método similar.
Por empezar, un fenómeno tan complejo como la sociedad humana, no resulta fácil de describir. Aún cuando supiéramos cuáles son esas leyes, sería imposible prever las condiciones iniciales (o causa inicial) en la que podrían surigr líderes políticos o religiosos capaces de orientar a las diversas sociedades por caminos imposibles de imaginar. Para empeorar las cosas, el marxista supone que todo hecho social depende exclusivamente del “modo económico de producción”, ignorando otros factores importantes. Jordi Mundó escribió: “El problema de Marx –sostiene Popper- estriba en que solamente presta atención a las condiciones económicas basándose en su creencia de que todos los pensamientos e ideas deben explicarse reduciéndolos a la realidad esencial subyacente (esto es, esas condiciones económicas). Popper argumenta críticamente que tal concepción filosófica no es mucho mejor que cualquier otra forma de esencialismo”.
“Pero, en fin, la interpretación materialista de la historia realizada por Marx no debe ser tomada en serio, puesto que Popper considera que un acontecimiento crucial como fue la Revolución rusa no fue una revolución social, sino política. Aunque las condiciones económicas influyeron, el cambio lo produjeron las ideas y no las condiciones materiales. Concluye Popper que el cambio fue político en el sentido de que básicamente se produjo un cambio de las personas que ejercían como gobernantes”.
Karl Popper establece una refutación del historicismo mediante una secuencia de cinco puntos básicos. Jordi Mundó agrega: “Para la refutación recurre a cinco proposiciones. Las dos primeras contienen sus premisas:
1- El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento del conocimiento humano. (La verdad de esta premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas humanas, incluidas las ideas científicas, como algún tipo de subproducto de un desarrollo material)
2- No podemos predecir, mediante métodos científicos o racionales, el crecimiento futuro de nuestro conocimiento científico. Sí se puede mostrar que es imposible la autopredicción completa, sea cual fuere la complejidad del predictor, entonces esto tiene que ser válido no sólo para la física, sino también para cualquier «sociedad» de predictores en mutua interacción. En consecuencia, ninguna sociedad de predictores en mutua interacción puede predecir sus propios estados futuros de conocimiento.
Las tres siguientes proposiciones contienen sus conclusiones:
3- Por tanto, no podemos predecir el curso futuro de la historia humana.
4- Esto significa que debemos rechazar la posibilidad de una historia teórica, esto es, una ciencia de la historia social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede existir una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.
5- El objetivo fundamental de los métodos historicistas está, por tanto, mal concebido. Y por eso mismo el historicismo fracasa”.
“Sostiene Popper que este argumento no niega la posibilidad de toda predicción social; por el contrario, afirma, es perfectamente compatible con la posibilidad de contrastar teorías sociales –por ejemplo, teorías económicas, pero no «teorías históricas», deduciendo de ellas predicciones que afirmen que ciertos sucesos tendrán lugar bajo ciertas condiciones, y contrastando dichas predicciones. Sólo refuta la posibilidad de predecir sucesos históricos en tanto puedan ser influidos por el crecimiento de nuestros conocimientos” (De “Popper”-Planeta DeAgostini SA-Barcelona 2007).
Mario Bunge concuerda con el análisis de Popper, por lo cual escribió: “La creencia en leyes, sean naturales o sociales, no debe confundirse con la creencia en el destino o el hado. Podría haber leyes sociales objetivas, en particular leyes del cambio social (es decir, leyes históricas), y sin embargo no haber fatalismo respecto a ellas porque, al ser sociales, nosotros seríamos los creadores y los exterminadores de tales leyes, y estaríamos, por lo menos parcialmente, controlándolas (como el ingeniero toma el control de los procesos físicos o químicos cuando los desencadena o dirige a la luz de sus conocimientos tanto de las leyes naturales como de las circunstancias)” (De “La relación entre la sociología y la filosofía”-Editorial EDAF SA-Buenos Aires 2000).
Uno de los absurdos que se observa frecuentemente es el de los “adivinos del futuro” que ejercen un gobierno mental sobre sus clientes. Este gobierno se debe a la creencia del ingenuo en la infalibilidad del predictor. Si está seguro de lo que le ha de suceder en el futuro, amolda inconscientemente su vida en función de la profecía que se ha realizado sobre su persona.
Este absurdo es el mismo que se repite a nivel de la humanidad, ya que el marxismo todavía tiene influencia en los ambientes “intelectuales”, aunque no científicos. A partir de los pronósticos del marxismo, se mentalizó a miles de fanáticos a acelerar el proceso destructor de las sociedades capitalistas de manera de llegar pronto al futuro imaginado por Marx; el socialismo. Lo grave del caso es el costo que implicó este absurdo: las aproximadamente cien millones de víctimas que produjeron los intentos de imponer el socialismo para que se cumpliera con la profecía.
El marxista no sólo intenta imponer un conocimiento erróneo, sino que incurre en segundo error al impedir que el conocimiento científico se difunda, por cuanto lo ha descalificado y tergiversado de forma tal de hacerlo casi irreconocible.
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