Es muy frecuente en el ser humano, especialmente en el ámbito de la política, adoptar disfraces cuando se quiere engañar a los demás. Quien lleva buenas intenciones, por el contrario, tratará de mostrarse tal cual es, aunque ello le imposibilite lograr éxito en alguna contienda electoral. Una de las tácticas empleadas por quienes se mimetizan consiste en adoptar el mismo nombre de los opositores, como es el caso de los socialdemócratas de los EEUU. Además, tienden a utilizar un lenguaje similar cuando desean significar todo lo contrario. Alberto Benegas Lynch (h) escribió: “Antes hemos indicado que liberal es aquel que es partidario de la libertad, entendida ésta como ausencia de coacción ilícita de otros hombres. Algunos autores sostienen que debe abandonarse el uso del vocablo liberal puesto que se le han asignado diversos significados con contrarían su espíritu original. Pienso que no es fruto del capricho mantener el uso de «liberal» en su acepción genuina, pues debemos tener siempre presente que junto con la batalla ideológica se libra la «batalla del lenguaje» como uno de los tantos medios de penetración colectivista”.
“Hoy, las palabras democracia, derecho, justicia, etc., han sufrido también desviaciones importantes, pero no por ello debemos renunciar a la utilización de dichos términos. Si así procediéramos pronto nos quedaríamos incomunicados. Un buen ejemplo de esto es lo que sucede en Estados Unidos. Los izquierdistas norteamericanos se apoderaron del término «liberal» para designar sus posturas y los auténticos liberales renegaron de aquel título para reemplazarlo por el de «libertario» ya que, decían, debe recurrirse a un «término nuevo» debido a que al original se le atribuían otras connotaciones”.
“Hace un par de meses se anunció, en Londres, la formación de la Unión de Libertarios Marxistas, y los anarquistas modernos de Estados Unidos también se autotitulan libertarios. Ahora, los liberales norteamericanos tendrán que inventarse otra denominación para que luego se repita el mismo proceso y así sucesivamente: ni bien se arraiga el término nuevo y sirve eficazmente para comunicarse será arrebatado. Resulta ingenuo, entonces, pretender resolver estos problemas cambiando de «etiquetas»”.
“El liberalismo en modo alguno alude en forma exclusiva al aspecto económico: se refiere esencialmente a una filosofía moral, a un estilo de vida que comprende los aspectos más relevantes de la acción humana. Es, en definitiva, una cosmovisión. Es la Cosmovisión de Occidente. Implica un conjunto inseparable de principios y valores consustanciados con la Ley Natural y, por ende, con la dignidad del ser humano permitiendo que se encamine hacia su objetivo trascendental” (De “Fundamentos de Análisis Económico”-Fundación Bolsa de Comercio de Buenos Aires-Buenos Aires 1979).
Desde sectores liberales, no faltan quienes muestran indiferencia ante estas cuestiones ya que aducen “saber la verdad”, y que “ha de ser imposible engañarlos”. Pero la gravedad del hecho es que la mayor parte de la gente “no sabe la verdad” y por ello mismo será una víctima del lenguaje confuso como de la prédica populista, por lo cual una nación ha de quedar condenada al subdesarrollo por mucho tiempo, ya que ha de ser imposible que la gente deje de votar mayoritariamente por quienes tienen una mayor capacidad para tergiversar la realidad. Irving Kristol escribió: “Los términos ideológicos claves utilizados en el debate político moderno fueron inventados o popularizados por la izquierda -«liberal», «conservador» y «reaccionario», e incluso «izquierda» y «derecha»-, con lo cual es extremadamente difícil para los que no están en la izquierda forjarse una adecuada definición de sí mismos. Tendrían que inventar un vocabulario político completamente nuevo. En consecuencia, parece que la única vía posible es aferrar el rótulo, mostrarlo como si fuera propio y empezar a andar con él” (De “Reflexiones de un neoconservador”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 1986).
El marxismo postula que las ideas y el comportamiento social de los hombres depende del sistema de producción vigente en una sociedad. Luego, para solucionar todos los conflictos, recomiendan la abolición de la propiedad privada de los medios de producción junto a una “planificación de la economía” por parte del Estado. Sin embargo, esta “planificación” económica resulta inviable por cuanto no puede aplicarse cálculo matemático alguno al no existir el mercado ni los precios que de él surgen. Sólo se podrán establecer estimaciones de los precios consultando alguna economía de mercado de un país vecino. Ludwig von Mises escribió: “La paradoja de la «planeación» estriba en que no puede planear, debido a que en ella no hay cálculo económico. Lo que se designa con el nombre de economía planificada no es tal economía. Es simplemente un sistema para tantear en la oscuridad” (De “El socialismo”-Editorial Hermes SA-México 1961).
Al respecto, Irving Kristol escribió: “La planificación económica fuertemente centralizada ha demostrado una radical incapacidad para afrontar una economía industrializada compleja y una sociedad urbanizada. Obviamente, los planificadores centrales pueden hacer algunas cosas: allí están las acerías, los diques y las fábricas de armamentos. Pero también los faraones del antiguo Egipto pudieron obtener logros semejantes; no hay por qué considerar que la capacidad para realizar algunas cosas mostrada por un Estado todopoderoso es un distintivo socialista. Pero no cabe duda que los planificadores centrales de la Unión Soviética no pueden crear una sociedad «abundante»”.
“La inmensa burocracia comprometida en tal planificación no puede competir con el mercado libre como un eficiente mecanismo de localización de recursos; asimismo, la cautela burocrática no puede sustituir la toma de riesgo empresarial como mecanismo de innovación y crecimiento económico”.
Como parte de la campaña difamatoria hacia el liberalismo, los marxistas le asocian vinculaciones cercanas al fascismo, mientras que en realidad el fascismo y el nazismo son los sistemas totalitarios más cercanos al socialismo. Incluso, para no reconocer la inviabilidad del socialismo, aducen diversas “interpretaciones de Marx” considerando que los fracasos se debieron a una “errónea aplicación de sus ideas” para dejar abiertas las puertas para nuevas tentativas futuras. Mises escribió al respecto: “La doctrina dictatorial, conforme ha sido enseñada por los bolcheviques rusos, los fascistas italianos y los nazistas alemanes, tácitamente supone que no puede presentarse desacuerdo alguno en relación con el problema de la persona que deberá asumir la dictadura. Las fuerzas místicas que norman el curso de los acontecimientos históricos designan al líder carismático. Todas las personas de bien están obligadas a someterse a los insondables mandatos de la historia y a postrarse de hinojos ante el trono del hombre escogido por el destino. Quienes declinan seguir esta conducta son heréticos, bribones, abyectos, a los que es preciso «liquidar»”.
“Cuando Lenin murió en 1924, Stalin desbancó a Trotsky, su más peligroso rival, quien tuvo que escapar y vivió desterrado en varios países de Europa, Asia y América, hasta que fue asesinado en la ciudad de México. Así Stalin logró mantenerse como gobernante absoluto de Rusia”.
“Trotsky fue un intelectual del tipo marxista ortodoxo, y como tal procuró dar a su contienda personal con Stalin la apariencia de un conflicto por razón de principios. Trató de elaborar una doctrina trotskista, por oposición a una doctrina stalinista. Condenó la política de Stalin como una apostasía de la sagrada herencia de Marx y Lenin, a lo que Stalin replicó en igual forma. El hecho escueto es que no había conflicto de ideas o de principios opuestos, sino una rivalidad personal entre dos hombres. Aunque existió disparidad de criterio sobre puntos de importancia secundaria, en materia de métodos tácticos, en todos los asuntos esenciales, Stalin y Trotsky estuvieron de acuerdo”.
La abolición de la propiedad privada y la supuesta “planificación” de la economía, aseguran el desastre social y económico. Luego, según sea la ferocidad o la benevolencia del líder del sistema totalitario, se producirá una catástrofe social, como en el caso de Stalin, o bien caerá el socialismo, como ocurrió con Gorbachov. “Stalin no era el campeón de la sociedad igualitaria, sin clases, sino el iniciador de un regreso a los peores métodos del gobierno de clase y de la explotación. Una nueva capa gobernante, en la proximidad del diez por ciento de la población, oprimía sin piedad y explotaba a la inmensa mayoría de afanados proletariados”.
“Trotsky no acertaba a explicarse cómo podían realizar esto un solo hombre y el pequeño grupo de sus seguidores incondicionales. ¿Dónde estaban las «fuerzas productivas materiales», de que tanto se habla en el materialismo histórico marxista, que -«independientemente de la voluntad de los individuos»- determinan el curso de los acontecimientos humanos «con la inexorabilidad de una ley de la naturaleza»? ¿Cómo podría acontecer que un solo hombre estuviera en posibilidad de modificar la «superestructura jurídica y política» que en forma inalterable y única está fijada por la estructura económica de la sociedad?”.
“Aun Trotsky aceptaba que ya no existía propiedad privada de los medios de producción en Rusia, pues en el imperio de Stalin la producción y la distribución se hallaban por completo controladas por la «sociedad». Es un dogma fundamental del marxismo que la superestructura de tal sistema debe constituir necesariamente la felicidad del paraíso terrenal. En todo el complejo de las doctrinas marxistas no existe lugar para una interpretación que culpe a los individuos de provocar un proceso degenerativo, que pudiera convertir las ventajas del control público de los negocios en perjuicios. Una marxista consistente –si acaso la consistencia es compatible con el marxismo- tendría que admitir que el sistema político de Stalin era la superestructura necesaria del comunismo”.
El marxismo-leninismo ha resultado ser una asociación delictiva que juega con los anhelos más preciados por el hombre. En este sentido, puede hacerse una analogía con los estafadores profesionales que prometen entregar, luego del pago de algunas cuotas, una casa a estrenar o un automóvil 0 km. La gente estafada resultó incapaz de advertir que detrás de tanta “generosidad” no hubo otra cosa que puro engaño.
Mises agrega: “Sueñan con un Edén, pues para ellas el comunismo y el socialismo significan una vida fácil, de abundantes riquezas y el goce pleno de toda clase de libertades y satisfacciones. No logran darse cuenta de las contradicciones inherentes en la imagen que se han formado de la sociedad comunista, y han aceptado, sin proceso crítico alguno, todas las locas fantasías de Charles Fourier y todos los absurdos de Veblen. Creen firmemente en la afirmación de Engels de que en el socialismo reinará una libertad sin límites”.
“Acusan al capitalismo de todo aquello que les desagrada y se encuentran totalmente convencidas de que el socialismo las libertará de todo mal. Asimismo, atribuyen sus propios fracasos y frustraciones a la inequidad de este «furioso» sistema de competencia, y esperan que el socialismo les atribuirá la eminente posición y el alto ingreso que por derecho les pertenecen. Son otras tantas Cenicientas, que suspiran por el príncipe salvador que reconocerá sus méritos y virtudes. El odio al capitalismo y el culto del comunismo constituyen su consuelo, y les permiten ocultarse a sí mismos su propia inferioridad y culpar al «sistema» de sus deficiencias”.
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