Desde el punto de vista de la Escuela Austriaca de Economía, la ciencia económica forma parte de una ciencia más general, la praxeología; la ciencia de la praxis, más conocida en las ciencias sociales como “teoría de la acción”. Ludwig von Mises escribió: “La teoría moderna del valor amplía el horizonte científico y ensancha el campo de los estudios económicos. De aquella economía política que sistematizara la escuela clásica emerge la teoría general de la acción humana, la praxeología. Los problemas económicos o catalácticos quedan enmarcados en una ciencia más general, integración imposible ya de alterar. Todo estudio de problemas económicos ha de partir de actos consistentes en escoger y preferir; la economía constituye una parte, si bien la mejor trabajada en la actualidad de una ciencia más universal, la praxeología” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
La acción humana puede describirse en base a la tensión inicial que existe cuando el hombre tiene alguna necesidad, o algún deseo, y vislumbra una situación en la cual habrá podido darle satisfacción a esa necesidad o a ese deseo. Este proceso se repite comenzando por las necesidades primarias, como el hambre, hasta las necesidades espirituales, como la búsqueda de mayores niveles de felicidad.
Se conoce con el nombre de “actitud” a la tendencia del hombre a actuar de una manera propia, que lo caracteriza, y que lo impulsa a satisfacer tanto a las necesidades primarias como a las demás. Tal respuesta característica pude expresarse de las siguientes formas equivalentes:
Actitud característica = Respuesta / Estímulo
Respuesta = Actitud característica x Estímulo
De ahí que la reducción de la tensión antes mencionada pueda expresarse de la siguiente manera:
Estado de satisfacción = Actitud característica x Necesidad
La actitud característica “opera” sobre la necesidad realizando la acción correspondiente para establecer una nueva situación que da satisfacción a tal necesidad. Adviértase que en la física, la magnitud “acción” implica “trabajo multiplicado por tiempo”, resultando enteramente compatible con el trabajo y la persistencia de su aplicación que se necesita para pasar de una necesidad hacia su satisfacción posterior.
Como el hombre tiene al mismo tiempo varias necesidades y deseos, establece prioridades ya que no puede resolverlas todas juntas. Como cada hombre muestra una diferente actitud característica, la prioridad para satisfacer necesidades o deseos resultará diferente en cada caso. De ahí que el valor económico de los distintos bienes y servicios tenga esencialmente un carácter subjetivo. Ludwig von Mises escribió: “Elegir es optar por una de dos o más posibles formas de conducta y dejar a un lado las alternativas. Siempre que un ser humano está en una situación en la cual son posibles diversas y excluyentes formas de conducta, elige. De manera que la vida conlleva una interminable secuencia de actos de elección. La acción es conducta guiada por elecciones” (De “Teoría e Historia”-Unión Editorial SA-Madrid 1971).
Si bien el concepto de “actitud” surge desde la Psicología social, estos planteos comienzan a establecerse en las últimas décadas del siglo XIX. George J. Stigler escribió: “Una cosa posee la cualidad de ser un bien, comienza Carl Menger, cuando cumple simultánea y plenamente cuatro condiciones: 1) Ha de haber una necesidad humana; 2) La cosa ha de poseer las propiedades necesarias para satisfacer esa necesidad; 3) Ha de haber un reconocimiento por las personas de que la cosa posee esas propiedades; 4) El hombre ha de poder disponer de la cosa para satisfacer la necesidad”.
“Las cosas que cumplen las dos primeras condiciones son «cosas útiles»; las que cumplen las cuatro son «bienes». La ausencia o pérdida de cualquiera de estas cuatro condiciones es suficiente para que las cosas pierdan la cualidad de ser un bien. Las dos últimas condiciones citadas por Menger son meramente formales; las otras dos merecen un detenido estudio, dada su importancia en economía” (De “El pensamiento económico de Aristóteles a Marshall” de J.J. Spengler y W.R. Allen-Editorial Tecnos SA-Madrid 1971).
La existencia de una respuesta característica en el hombre, parece no resultar del todo evidente para Mises, por lo que escribió: “Los hombres responden de diferentes maneras ante el mismo estímulo, y el mismo hombre en diferentes ocasiones puede actuar en formas distintas a su conducta pasada o futura. Es imposible agrupar a los hombres en clases cuyos miembros siempre reaccionen de la misma manera”.
“Esto no quiere decir que las acciones humanas futuras sean totalmente impredecibles. Pueden, en cierta manera ser previstas hasta cierto punto. Pero los métodos utilizados en tales previsiones y su alcance son lógica y epistemológicamente diferentes de los que se utilizan en la predicción de acontecimientos naturales y también de su alcance” (De “Teoría e Historia”).
Debe tenerse presente que la actitud característica de un individuo puede cambiar circunstancialmente ante la influencia de otras personas; lo que se denomina “inducción de la personalidad”. Así, ante la presencia de alguien que imponga miedo, por ejemplo, la respuesta ante cierto estímulo será diferente de la que surgiría en una situación exenta de esa influencia exterior. Además, la persona va cambiando levemente su actitud característica ante las diversas circunstancias que le presenta la vida, no respondiendo de la misma forma en dos circunstancias similares ocurridas con una diferencia de, digamos, diez años.
Puede decirse que existen tantas actitudes características como personas existan, pero ello es distinto a decir que no existe en los individuos tal atributo. Imaginemos que no existe tal respuesta característica. Entonces, un día una persona responde amablemente a un simple saludo, mientras que al otro día, sin que hayan ocurrido acontecimientos relevantes en la vida de esa persona, podrá responder en una forma violenta.
En este caso decimos que la persona “no actúa con normalidad”, ya que es impredecible. El concepto de “personalidad” no tendría sentido. No podríamos confiar en nadie por cuanto sus respuestas futuras podrían ser totalmente cambiantes. De ahí que no podría existir una sociedad tal como la conocemos, ni tampoco sobrevivirían los grupos de animales si carecieran de la mencionada respuesta característica.
Las cosas se complican, en economía, cuando interviene más de un actor estableciéndose intercambios de bienes y servicios entre los mismos. Ludwig von Mises escribió: “La sociedad implica acción concertada, cooperación. La sociedad es fruto engendrado por consciente y deliberada conducta. No quiere ello decir que las gentes celebraran un contrato a cuyo amparo fundaran la sociedad humana. Las actuaciones que originan la cooperación social y, a diario, la renuevan, no aspiran más que a cooperar y colaborar con los demás al objeto de alcanzar fines personales específicos. Ese complejo de recíprocas relaciones plasmado por dichas concertadas actuaciones se denomina sociedad. Reemplaza una –al menos, imaginable- vida individual aislada por una vida de colaboración. La sociedad es división de trabajo y combinación de esfuerzo. Por ser el hombre animal que actúa, conviértese en animal social” (De “La acción humana”).
Volviendo al concepto de actitud, debe mencionarse que tal respuesta puede describirse en base a cuatro componentes afectivas; que son las siguientes: amor (se comparten alegrías y tristezas ajenas), odio (alegrías ajenas producen tristeza propia, tristezas ajenas producen alegría propia), egoísmo (alegrías y tristezas ajenas no se comparten) e indiferencia (desinterés por los demás y por uno mismo).
El amor materializa la tendencia a la cooperación, mientras que el odio y el egoísmo materializan la tendencia a la competencia. El indiferente no coopera ni compite. Luego, cada persona “estará constituido” por todas estas componentes aunque en diferentes proporciones, si bien, por lo general, predomina una de ellas sobre las restantes.
Cuando Mises habla de la cooperación en una sociedad, tácitamente se refiere a una predominante actitud cooperativa, que no es otra cosa que la que viene implícita en el mandamiento cristiano del amor al prójimo, que puede interpretarse como “compartirás las penas y las alegrías de los demás como propias”. Luego, la sociedad ha de surgir de personas vinculadas a través del amor y, en forma secundaria, vinculadas cooperativamente a través del intercambio de bienes y servicios requeridos luego de la división o especialización del trabajo.
De ahí que el acto elemental de la economía de mercado sea el intercambio por el cual se benefician ambas partes intervinientes. Si tal intercambio perjudicara a una de las partes, no habría de establecerse nuevamente en el futuro, algo que sucede frecuentemente. Luego, la competencia entre productores surge como una competencia para beneficiar de mejor forma al consumidor, ya que consiste esencialmente en mejorar la calidad de un bien o servicio, mejorar su precio o ambos. Resulta ser una competencia para una mejor cooperación, que es muy distinta a la competencia destructiva por la cual el productor trata de sacar del mercado a sus competidores a toda costa buscando una optimización de ganancias como finalidad única de su gestión.
De todo esto se advierte que toda mejora ética, tal como la que propone el cristianismo, implicará simultáneamente una mejora económica. Las crisis sociales, que son tanto morales como económicas, responden a la preponderancia del odio, del egoísmo y de la negligencia sobre el amor. Las mejoras sociales deben comenzar con el mejoramiento en el nivel moral con el consiguiente mejoramiento en el comportamiento económico.
Además de las componentes afectivas de la actitud característica, que dan lugar a la “teoría de la acción ética”, existen las componentes cognitivas de la actitud característica, que dan lugar a la “teoría del conocimiento”. Esta última resulta ser un complemento necesario para establecer una teoría de la personalidad, como también para establecer una descripción unificada del hombre y de la sociedad. Así, el concepto de “actitud” no sólo resulta ser un “puente” para la descripción tanto del comportamiento individual como social del hombre, sino que puede considerarse como la base descriptiva de todas las ciencias sociales, y no sólo de la Psicología social (ante la optimista posibilidad de que esté acertada).
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