Liberalismo y socialismo son dos posturas irreconciliables, ya que los liberales encuentran positiva la tendencia a promover la vida, la libertad y la propiedad privada, mientras que los socialistas se oponen a todo lo que implique liberalismo, es decir, se oponen tanto a la democracia política como a la democracia económica (mercado) tratando por todos los medios de destruir toda sociedad denominada capitalista o burguesa.
Respecto de la violencia urbana, es de esperar también posturas irreconciliables. Así, los liberales estiman necesario encerrar al peligroso delincuente para evitar que siga cometiendo delitos. De esa forma se salvan vidas de inocentes y hasta es posible que el delincuente recapacite durante el encierro y contemple la posibilidad de una vida mejor.
El socialista, por el contrario, supone que el delincuente es una víctima más de un sistema económico injusto y que el delito es una justa venganza contra la sociedad. De esa forma la izquierda promueve abiertamente el delito. Es oportuno mencionar un mensaje emitido en X (ex Twitter) por una ex candidata presidencial de un partido de izquierda: Myriam Bregman escribió: "El asesino del playero es sólo un niño de 15 años, inocente, víctima de un sistema que lo obligó a matar. El Estado debe asegurarle su recuperación social en libertad y bajo el resguardo de sus padres" (28/03/2024).
Si no existiera reincidencia en el delito, por parte de los delincuentes, podría intentarse la reinserción social en plena libertad, sin embargo, se habla de que más del 90% de los delitos son ocasionados por reincidentes. Diana Cohen Agrest escribió: “Arrasando con los datos de la realidad, se toma por verdadera la presunción de la rehabilitación del delincuente que termina siendo una ficción jurídica. Pues negándose a reconocer que un altísimo porcentaje vuelve a delinquir, se le confiere a la rehabilitación una realidad jurídica que, aunque violenta los hechos, es la base donde se asientan los derechos y garantías que amparan a los homicidas. Los mismos derechos y garantías que los victimarios negaron a sus víctimas”.
“Un informe de la OEA dado a conocer en julio de 2012 concluye que encabezamos el ranking de robos en el continente: la tasa de este tipo de delitos fue de 973 cada 100.000 habitantes, cuando el promedio en el continente es de 456. La comparación establece que los robos en la Argentina son mucho más frecuentes que en Brasil (415), Chile (542) y Uruguay (410). Incluso la tasa de EEUU es mucho menor (123). Desde 1991 hasta 2009, año de la última estadística oficial de delitos en el país difundida por el Poder Ejecutivo Nacional, fueron asesinadas un promedio de 7 personas por día: si sumamos las de los últimos tres años durante los cuales arreciaron los homicidios, el total estimado asciende a 60.000 vidas cobradas por la violencia salvaje de la delincuencia en la Argentina. Esos guarismos, por añadidura, distan de ser confiables”.
“La modalidad ideada para ocultar las cifras reales de muertes fue trasladar los asesinatos a un casillero estadístico ambiguo y especialmente urdido para establecer una zona gris: «Muertes por causa externa de intención indeterminada»” (De “Ausencia permanente”-Debate-Buenos Aires 2013).
Al aplicar medidas favorables a los delincuentes, considerando que son “víctimas de un sistema injusto”, los asesinatos cometidos por delincuentes que deberían estar cumpliendo condenas por delitos anteriores, suma una cantidad mucho mayor que los más de mil asesinatos cometidos por la guerrilla marxista de los años 70. Esta vez fueron los jueces garantistas, instruidos en universidades marxistas, quienes favorecieron el asesinato de decenas de miles de personas inocentes.
A pesar del desastre, Eugenio R. Zaffaroni (considerado positivamente por Jorge Bergoglio), junto a otros abogados, pretendió utilizar a los propios argentinos como “conejillos de India” para realizar un experimento social para ver qué resultaba de minimizar y, luego, abolir las penas a los delincuentes. Quien observa una escalada de violencia, advertirá que tal experimento ha sido un rotundo fracaso. Por el contrario, tal personaje afirmaba que existía una “sensación de inseguridad” promovida por los medios masivos de información. Diana Cohen Agrest escribió: “Transcurridas dos décadas de este experimento social, y con los resultados probatorios a la vista, es hora de volvernos hacia los muertos y sus sobrevivientes, silenciados por su mismo dolor”.
“Cualquier profesional del derecho sumido en un rapto de «sincericidio» coincidirá con las estadísticas al considerar que la rehabilitación de los delincuentes que cometieron delitos graves es (casi) nula. O a lo sumo, una hipótesis no verificada y hasta falseada por el alto grado de reincidencia, pues en la Argentina del presente, un 92% de los delitos son cometidos por reincidentes”.
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