Cuando el seleccionado nacional de fútbol no obtiene buenos resultados, surge una multitud de “directores técnicos”, a lo largo y a lo ancho del país, proponiendo cambios concretos. Por el contrario, cuando se logran resultados satisfactorios, la mayoría respeta las decisiones del director técnico. Algo similar ocurre en otras áreas de la actividad humana, pero esta vez el surgimiento de una multitud de opiniones y propuestas surge de gente ignorante que descree totalmente de los resultados logrados por las distintas ramas del conocimiento, o de la ciencia experimental. Así, los defensores de la existencia de la “tierra hueca” se oponen a la geología; los defensores de la “tierra plana” descreen de la astronomía; los promotores de la “ideología de género” descreen de la biología y los que proponen el “salario básico universal” descreen de la ciencia económica.
El “Salario Básico Universal” implica que el Estado debe asignar a todo ciudadano un salario mensual sin restricciones, es decir, sin necesidad de una contraprestación laboral, y a quienes lo necesiten, o no. En cuanto a la manera de financiarlo, existen tres posibilidades: el Estado debe cobrar mayores impuestos al sector productivo, o debe emitir mayor cantidad de dinero o bien ha de pedir préstamos. En todos los casos, se han de generar serios deterioros de la economía, como una menor capacidad de inversión por parte de las empresas, menor disponibilidad productiva en quienes no tendrán necesidad de trabajar, y la posible generación de un proceso inflacionario si se recurre a la emisión masiva de dinero.
El Salario Básico Universal se presenta como una nueva utopía que desafía a quienes se orientan por teorías comprobadas, o compatibles con la realidad, a indagar sobre el tema por cuanto muchas veces resulta dificultoso mostrar los errores utópicos aun cuando se esté convencido de la falsedad básica.
Sus defensores, con cierto optimismo, advierten ventajas en el corto plazo, convenciendo a muchos por las evidentes facilidades que surgirán, lo que no es otra cosa que las ventajas que en un primer momento ocurre en todo proceso inflacionario, si bien en el mediano y el largo plazo las cosas empeorarán irremediablemente.
El Salario Básico Universal puede considerarse como una variante de la utopía socialista, en la cual se busca la igualdad de remuneraciones aun con una desigualdad de aportaciones productivas, que vendría a ser el ideal del envidioso. En la utopía socialista, en una población con 1 millón de personas, si alguien decide producir el doble de lo que produce, recibirá una millónesima parte de ese adicional, luego de la repartición igualitaria. Si, en cambio, decide no producir nada, se perjudicará también en una millónesima parte. De ahí la equivalencia, para su interés personal, de trabajar mucho o trabajar poco. La mayor parte de las personas optan por el trabajo "a media máquina".
Es importante tener presente varios casos en los que se ha intentado resolver el problema de la pobreza generalizada. Así, en los años 60, en EEUU se destinó una enorme cantidad de recursos para ese fin. Pero ello no produjo buenos resultados, ya que muchos destinatarios, al advertir que ya no tenían que mantener a su familia mediante su trabajo, sino que el resto de la sociedad (vía Estado) lo iba a hacer, abandonaron sus hogares por una vida ociosa, provocando una especie de catástrofe social.
Como se trataba de una distribución de recursos selectiva, destinada a quienes más necesitaban de la ayuda estatal, se requería de una enorme burocracia para sustentar ese criterio. Adicionalmente, al existir cierta corrupción en el proceso, se advirtió que sólo el 30% de los recursos asignados llegaba a quienes estaban originalmente destinados. Es por ello que Milton Friedman sostenía que habría de mejorar el proceso si se distribuían los recursos sin tal selectividad, es decir, a todos los ciudadanos, evitando los gastos burocráticos y la corrupción asociada.
Es importante tener en cuenta el caso de la Argentina, con un enorme porcentaje de pobres, consecuencia inevitable de distribuir desde el Estado millones de Planes Sociales, millones de AUH (Ayuda Universal por Hijo) y otras “ayudas” semejantes. Así, fueron separados del trabajo productivo quienes lo hacían, como es el caso de muchos albañiles que, luego, cobrando un Plan Social, y aún con mucho tiempo libre, se negaban a realizar trabajos de su especialidad cuando para ello eran requeridos.
Muchas mujeres, a cargo de sus hijos, encontraron en la AUH el único medio de supervivencia, por lo que siguieron trayendo hijos al mundo para aumentar sus ingresos. De ahí que no haya que extrañarse que el porcentaje de pobreza es bastante mayor entre los niños que entre otros sectores de la población. Es por ello que, a partir de la mentalidad predominante en este país, la instauración del Salario Básico Universal produciría efectos tan desastrosos como los producidos por los procesos distributivos vigentes desde los gobiernos kirchneristas.
Una forma de destruir personalidades y vidas activas implica, justamente, reemplazar el esfuerzo y la responsabilidad individual por algo tal como el mencionado Salario. Si alguien conoce a personas que, por alguna razón, no tienen necesidad de trabajar, y por ello no trabajan, viviendo en el ocio permanente, advertirá que transmiten una especie de sensación de vacío existencial similar a la de los parásitos sociales creados por el kirchnerismo. El trabajo es necesario para la salud mental. Es por ello que se observa en algunos jugadores de fútbol o gente trabajadora, al dejar su actividad por la edad, entran en severos estados depresivos, algo similar al vacío existencial mencionado. La Madre Teresa de Calcuta escribió: "¿Qué debemos hacer para ayudar en la promoción de los pobres? Proporcionarles educación y trabajo. El hombre sólo se siente verdaderamente humano cuando puede valerse por sí mismo. Con nuestro trabajo, en nuestras casas de caridad, sólo intentamos saciar su hambre, de pan y de afecto, pero lo que consideramos fundamental, es conseguirles un trabajo, para que recuperen la confianza en sí mismos" (De "Amar al otro"-Ediciones Lumen-Buenos Aires 1992).
A continuación se mencionan parráfos de un artículo al respecto:
SALARIO BÁSICO UNIVERSAL
Por Gala Díaz Langou, Carola Della Paolera y Joaquín Baliña
De acuerdo con Van Parijs, el ingreso básico universal puede entenderse como “un ingreso pagado por una comunidad política a todos sus miembros de forma individual, sin condiciones en base a los recursos económicos del individuo ni corresponsabilidades de trabajo”. Una definición retomada en 2016 por la Basic Income Earth Network (BIEN) estableció un consenso en el que el ingreso básico se definió como un pago periódico en efectivo que se entrega de forma incondicional a todas las personas, sin prueba de recursos ni requisito de trabajo.
De acuerdo con esta definición, un ingreso básico debe contar con cinco características: en primer lugar debe ser individual, lo cual implica que se trata de una medida destinada a personas físicas y no a grupos, sectores ni hogares. En segundo lugar, es incondicional, por lo cual no se establece ningún tipo de requisito o contraprestación para acceder a la dotación ni para su sostenimiento en el tiempo, ya sea previa o posteriormente a la transferencia. En tercer lugar, es universal en la medida en que es brindada a todas las personas que integran la población destinataria. En cuarto lugar, se otorga de forma periódica, lo cual implica que el dinero se debe entregar en intervalos fijos y regulares. En quinto lugar, se estipula que el pago se debe realizar en dinero, para que las personas lo gasten según su propio criterio. Una sexta característica recientemente incluida en los lineamientos de la BIEN plantea que las transferencias deben ser uniformes, es decir, que deben ser iguales entre la población.
Si bien desde el punto de vista teórico estas características son claras, pueden dar lugar a matices y discusiones, especialmente a la hora de la implementación. A continuación se realiza un análisis de cada una de las seis características antes mencionadas, tomando en consideración sus definiciones y las complejidades que podrían suponer para su abordaje en Argentina:
Individualidad: este tipo de programa se enfoca en transferencias individuales, a diferencia de otros que plantean transferencias a los hogares (lo que requiere información sobre su composición no siempre disponible). Por supuesto, aun así surgen dudas con respecto a algunos casos, como son los y las menores de edad.
Incondicionalidad: supone eliminar todo tipo de condiciones de acceso o contraprestaciones durante el tiempo que se reciba la transferencia, desde una perspectiva similar a la del derecho. Si bien este aspecto resulta sencillo de comprender en términos conceptuales, puede entrar en conflicto con criterios de implementación. Por ejemplo, a menos que se avance en una implementación simultánea para toda la población, es necesario establecer prioridades y criterios progresivos para expandir la cobertura. Sin embargo, esto supondría establecer clasificaciones y criterios de acceso, lo cual equivale a establecer condiciones de acceso (al menos inicialmente). En ese caso, ¿sobre qué bases o condiciones sería mejor fijar esos criterios?
Universalidad: el acceso universal (es decir, a toda la población residente en la unidad de administración política donde se aplica) es un requisito central de una política de ingreso básico universal. Existen programas que buscan cubrir a grupos específicos de una población, con criterios que pueden ser por edad, género, relación con el mercado laboral u otras características, pero por definición en esos casos no se trata de un programa universal, sino de una transferencia focalizada.
Periodicidad: para que una transferencia pueda ser considerada como un programa de ingreso universal, es crítico que se repita con regularidad, es decir, que se enmarque en un programa permanente y no se conciba como un pago por única vez. Por otro lado, la frecuencia puede ser relevante para el impacto del programa. Si bien en la mayoría de los experimentos de ingreso básico las transferencias se realizan de forma mensual, también se han implementado transferencias más acotadas, como, por ejemplo, para el consumo de alimentos. En este sentido, la transferencia puede ser semanal, mensual o inclusive en períodos de tiempo mayores (como semestral o anual), en caso de que se quisiera otorgar montos más elevados que promuevan la inversión de mayor capital entre la población.
Monto en efectivo: que la transferencia sea en efectivo supone que se habilite –a través de un medio que puede ser bancario o digital, por ejemplo– el acceso directo y libre al dinero asignado, para que las personas que lo reciban puedan gastarlo a su criterio, y que no se trate de transferencias en especie o con asignación específica.
Uniformidad: este criterio resulta complejo de resolver debido a que su lectura no es inequívoca. ¿Los montos de las transferencias deberían ser iguales para todas las personas? ¿O tiene más sentido establecer cortes poblaciones y, en función de ellos, otorgar montos diferentes? Si bien la definición del ingreso básico se corresponde con el primer caso, es relevante preguntarse por este aspecto y evaluar alternativas que promuevan la equidad.
En función de lo antes mencionado, resulta evidente que implementar políticas que cumplan de forma taxativa con las características antes mencionadas del ingreso básico universal presenta diversas complejidades políticas, institucionales y fiscales. Es decir, su implementación implica diversos desafíos que van desde acuerdos políticos amplios a la mejora de las capacidades estatales y la definición de criterios claros de financiamiento.
A su vez, aún no hay evidencia suficiente respecto a los posibles efectos que las políticas de ingreso básico universal pueden tener en distintas dimensiones del comportamiento individual y la dinámica colectiva. Es por esto que si bien existen diversos experimentos acotados a nivel global, ningún país ha implementado un esquema de ingreso básico universal que cumpla estrictamente con todas las condiciones mencionadas. En lugar de un abordaje universal, lo que sí se ha hecho es expandir los sistemas de protección social mediante programas de transferencias monetarias para distintos sectores de la población.
(De www.cippec.org)
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1 comentario:
Es normal pensar que algo así como una renta básica incondicionada pudiera ser una solución a los desafíos que plantean los cambios estructurales que comporta la creciente automatización de la industria, los servicios y todos los sectores productivos, pero al instante se hacen presentes los problemas de tipo moral y económico que ello comportaría: desincentivación del trabajo (de su búsqueda y también de su mantenimiento) y mayor carga fiscal (a repartir entre una menor base poblacional ocupada de acuerdo con esa desincentivación del trabajo).
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