Los seres humanos que poblaban el planeta hacen algunos miles de años, no diferían esencialmente de los actuales. Ello se debe a que la evolución biológica se manifiesta a través de millones de años. De ahí que surgió la necesidad de prolongar la etapa de adaptación al medio mediante la evolución cultural. Este proceso implica una acumulación de conocimientos que son transmitidos y aumentados a través de las distintas generaciones.
En el caso de algunos grupos que se han mantenido alejados del proceso cultural, o proceso civilizatorio, se advierte un enorme retraso, si bien mantienen los atributos esenciales de la naturaleza humana. Charles Darwin, durante su viaje en el barco HSM Beagle, observa algunos habitantes de Tierra del Fuego, alejados de todo proceso civilizatorio, escribiendo al respecto: “Un día nos dirigimos a tierra cerca de la isla Wollaston (25 de febrero de 1834) y encontramos una canoa tripulada por seis fueguinos. Jamás había visto yo seres más abyectos ni más miserables. Ellos iban completamente desnudos, incluso una mujer, en la fuerza de la edad, que se encontraba entre ellos. La lluvia caía a torrentes y el agua dulce, mezclándose con la espuma del mar, corría sobre el cuerpo de la mujer”.
“En otra bahía, a corta distancia, una mujer que amamantaba un niño recién nacido, se acercó cierto día al navío; ¡sólo la curiosidad la retuvo allí muchísimo tiempo, a pesar de que la nieve caía sobre su pecho desnudo y sobre el cuerpo de su bebé!”.
“Esos desdichados salvajes tienen la talla escasa, el rostro repugnante y cubierto de pintura blanca, la piel sucia y grasienta, los cabellos enmarañados, la voz discordante y los gestos violentos. Cuando se ve tales hombres, apenas puede creerse que sean seres humanos, habitantes del mismo mundo que nosotros”.
“A menudo se pregunta uno qué atractivos puede ofrecer la vida a algunos de los animales inferiores; ¡la misma pregunta podría hacerse, y aún con mayor razón, respecto de tales salvajes! Por la noche, cinco o seis de esos seres humanos, desnudos, apenas protegidos contra el viento y la lluvia de este terrible país, duermen en el suelo húmedo, apretados los unos contra los otros y replegados sobre sí mismos como animales” (Citado en “Darwin en Tierra del Fuego” de Anne Chapman-Emecé Editores SA-Buenos Aires 2009).
Resulta evidente que tales pobladores, en contacto con pueblos civilizados, habrían de mejorar en forma notable su situación. Sin embargo, para algunos autores, los individuos “no contaminados” por la sociedad (el buen salvaje) son mejores que los que “sufren” el proceso civilizatorio. De ahí que resulte imperdonable que los españoles hayan llevado su cultura a los pueblos nativos americanos. Henry de Lesquen escribió: “De Montaigne a Lévi-Strauss, pasando por Rousseau, el mito del buen salvaje ha sido siempre un arma terriblemente eficaz en manos de los intelectuales que están «contra Europa»”.
“El buen salvaje no es un caribe ni un indio. Representa el negativo del europeo y se define por lo que no posee: no tiene gobierno, ni leyes, ni policía en el sentido que a esos términos puede conferir un europeo civilizado. «Ser humano enteramente abstracto y teórico, es más bien el esqueleto fantasmal del francés y del inglés del siglo XVIII, despojado de manera sistemática de su educación, sus deseos y sus valores», afirma André Reszler. Y concluye: «El salvaje es el triunfo del espíritu geométrico»” (De “La política de lo viviente”-EUDEBA-Buenos Aires 1981).
Mientras que, para muchos, la humanidad tiende a lograr mayores niveles de adaptación al orden natural, faltando bastante para que tal proceso pueda calificarse como satisfactorio, para otros estamos inmersos en un proceso de lenta desadaptación, considerando que la “edad de oro” de la humanidad estaba en el pasado; y de ahí la promoción de un retorno a ese pasado.
Resulta evidente, sin embargo, que toda generación necesita imperiosamente de las generaciones pasadas, como también cada ser humano necesita del resto para asegurar una supervivencia efectiva. De ahí el fundamento de que el ser humano es un “ser social”.
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1 comentario:
Al tratarse de una mera creación literaria de intencionalidad política el mito del buen salvaje parte de un error conceptual: no es que las tribus primitivas no vivan en sociedad, es que se trata de sociedades extremadamente simples e incultas, aunque sus individuos eran y son tan sociales como nosotros, la diferencia está en una disposición mucho menor de medios y saberes para llevar a cabo la vida.
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