En las épocas previas a la aparición de la agricultura, cuando los seres humanos vivían de la recolección de frutas, de la caza y de la pesca, si alguien consumía o acumulaba en exceso, dejaba a otros sin los necesarios alimentos para su supervivencia. En nuestra época, tal creencia se mantiene vigente en un gran sector de la sociedad; posiblemente mayoritario. De ahí la creencia generalizada que la pobreza de muchos se debe a la riqueza de una minoría empresarial.
El socialista real es que el pretende distribuir lo ajeno, nunca de lo propio, porque está convencido que, al igual que en las épocas previas a la agricultura, todos los bienes han sido provistos por la naturaleza para beneficio de todos los seres humanos, y que la justicia social implica quitarle al que mucho posee para darlo al carenciado. Tal sería la principal función del Estado.
Como el capital es la principal herramienta para la producción, la distribución de los capitales productivos, vía Estado, tiende a limitar la creación de riquezas y a aumentar el nivel de pobreza. El combate contra el capital y contra los ricos, no distingue entre quienes se enriquecen como consecuencia de la producción realizada y entre quienes se enriquecieron a través del fraude o del robo al Estado. Incluso se da el caso que el socialista típico pocas veces adopta una postura en contra del sector político enriquecido mediante la corrupción, ya que supone que tal riqueza es un justo premio por su labor protectora de la sociedad en contra de la voracidad del sector productivo.
El envidioso aspira vivir en un lugar rodeado de gente pobre de manera de no tener que envidiarlos. Sin embargo, si alguna vez necesitara ayuda económica de alguno de ellos, aunque tengan voluntad para hacerlo, no tendrán las posibilidades materiales suficientes. La persona normal, por el contrario, preferirá vivir rodeado de millonarios ya que, de esa forma, si alguna vez necesita ayuda económica, posiblemente la recibirá.
El medio para la extracción de capitales, para una posterior redistribución, son los impuestos que cobra el Estado. Se supone que ya hubo una distribución previa mediante intercambios en el mercado, es decir, intercambios de bienes, servicios y trabajo. Incluso se llega al extremo de suponer que en tales intercambios alguien se beneficia (el más fuerte) y alguien se perjudica (el débil), por lo que sería necesaria la redistribución mencionada.
Los impuestos proporcionales implican que todos pagan el mismo porcentaje sobre sus ganancias. A mayor ganancia, mayor monto pagado al Estado. Sin embargo, en este mecanismo no se observa ningún "castigo" al sector productivo, por lo cual se promueve la implantación del impuesto progresivo, mediante el cual el porcentaje contributivo se incrementa con el monto.
También aquí la sabiduría popular distingue entre pequeñas y grandes empresas. Las pequeñas son consideradas virtuosas, mientras que las exitosas, o más exitosas, son consideradas casi perversas, por lo que se las debe castigar con mayores exacciones. De esta forma se limita su crecimiento, se limitan las inversiones, los puestos de trabajo, e incluso se favorece el éxodo hacia países que cobran menores impuestos.
Los impuestos que cobra el Estado no son sólo medios económicos para solventar los gastos de la necesaria administración pública, sino que llevan como destino adicional cierta finalidad redistributiva que tiende a limitar la producción y a aumentar la pobreza. Ludwig von Mises escribió: "Los objetivos fiscales y no fiscales perseguidos al instaurar el mecanismo tributario distan mucho de ser coincidentes".
"Examinemos, por ejemplo, el arbitrio sobre las bebidas alcohólicas. Considerado como una fuente de ingresos, es indudable que cuanto más rinda tanto mejor. Pero como quiera que cuando vinos y licores son gravados fiscalmente su precio se encarece, es natural que disminuyan las ventas y se contraiga el consumo. Resulta, por tanto, ineludible fijar mediante tanteos el tipo óptimo de rendimiento del arbitrio en cuestión".
"Ahora bien, si lo que se pretende al establecer el gravamen es reducir al mínimo el consumo de bebidas espirituosas, lo acertado será elevar al máximo los tipos impositivos. Más allá de cierto límite, las cargas fiscales provocan considerable disminución del consumo, reduciéndose congruamente la renta impositiva. Si el gravamen logra plenamente su objetivo no fiscal, es decir, si consigue apartar por completo a las gentes del consumo de bebidas alcohólicas, los ingresos que derivan del arbitrio se volatilizan. La finalidad fiscal desaparece; los efectos de la imposición son meramente prohibitivos".
"Adviértase que cuanto queda expuesto es igualmente válido para los impuestos indirectos que para los directos. Los gravámenes discriminatorios aplicados a las sociedades anónimas y las grandes empresas cuando rebasan cierta medida provocan su aniquilamiento. Las levas sobre el capital, los derechos fiscales que gravan las transmisiones inter vivos y mortis causa y la contribución sobre la renta, cuando aplican tipos excesivos, dan lugar a las mismas consecuencias autodestructivas" (De "La acción humana"-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
El proceso destructivo promovido por el peronismo, en la Argentina, puede sintetizarse en la existencia de una masiva compra de votos a través de millones de planes sociales y dádivas semejantes. Para mantenerlos vigentes, se ha elevado considerablemente el nivel de impuestos, creando una pobreza generalizada. Además, como el ingreso de impuestos al Estado resulta insuficiente, se requiere de una gran emisión monetaria, que genera inflación. Todo el proceso destructivo ha sido etiquetado como un exitoso paso a la justicia social.
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1 comentario:
Los bienes no los provee la naturaleza, lo hace el conocimiento, la inversión y el trabajo, por ese orden. Y no todos tenemos el mismo conocimiento, la misma capacidad de inversión o las mismas ganas de trabajar, razón por la que la distribución de esos bienes no puede hacerse según planes gubernamentales o de otro tipo, sino que es el proceso de mercado que conjuga anónima y sofisticadamente todos esos condicionantes quien puede aumentar la riqueza y no simplemente repartir la pobreza.
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