Puede decirse que la democracia liberal es aquella en que individuos pensantes, desde la política, se dirigen hacia otros individuos de la misma especie. Por el contrario, la democracia de masas es aquella en que líderes políticos, esencialmente hombres-masa, se dirigen a otros con similares atributos.
Si bien una población está constituida por diversos tipos culturales, en forma independiente a cómo son considerados por los diversos ideólogos y líderes políticos, es indudable que tales influencias tenderán a determinar el futuro de esas sociedades. Este es el mismo caso de la influencia del educador sobre sus alumnos, por lo que Wolfgang Goethe recomendaba: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.
Tanto el individuo pensante como el hombre-masa, desde el poder, tenderán a dignificar o a empobrecer, respectivamente, al resto de la sociedad. Se considera como "individuo" a quien adopta como referencia a la propia realidad, mientras que el hombre-masa es el que adopta como referencia a lo que otros dicen o afirman, y más precisamente, el hombre-masa es el que adopta como referencia a lo que la mayoría piensa o cree.
Por lo general, se supone que las diversas sociedades, en la misma época o en épocas distintas, son muy diversas y que las descripciones de unas no se adaptan al resto. Sin embargo, desde el punto de vista de las conductas individuales, se advierten semejanzas en todas ellas. De ahí la posibilidad de establecer principios generales de validez general.
En este caso se advertirán coincidencias entre la sociedad inglesa de los años 70 y la Argentina actual, si bien tales coincidencias deberán ser "corregidas" en base a la idiosincracia de cada pueblo. Al respecto se mencionan párrafos de Robert Moss asociados principalmente al Reino Unido de varias décadas atrás:
"La religión de la igualdad, que adoptando diversas formas es la apología del gobierno con facultades ilimitadas en las sociedades democráticas actuales, tiene su credo en tres elementos principales. Primero: niega lo que es obvio, es decir que existen diferencias intrínsecas en cada hombre. Segundo: perpetúa la mítica teoría laboral del valor. Tercero: aprueba el criterio de «lo queremos ya» -el clamor en pro del consumo inmediato- y apela a esos oscuros resortes de la envidia que existen en la mayoría de los hombres".
"Por un lado, los británicos soportan la carga del «gobierno grande», que absorbe cada vez en mayor cantidad el dinero del contribuyente, aumenta constantemente el número de sus empleados y fomenta la activa intrusión de la burocracia hasta los últimos resquicios de vida privada que aún restan. Por otra parte, el Estado parece invertebrado cuando surge la necesidad de frenar la inflación, de combatir el terrorismo y la subversión, de restringir el poder de los monopolios laborales y de asegurar las defensas externas del país. El gobierno no es fuerte sino «voluminoso». Jamás ha existido un gobierno tan numeroso, y no obstante la gente teme con razón que la sociedad se esté tornando ingobernable".
"La explicación radica en la desorganización de las funciones de gobierno. Su poder se ha extralimitado en áreas en las que jamás debía haber incursionado, y se ha reducido sin razón alguna en aquellas otras donde el Estado debería ser más fuerte. Los recursos del gobierno -que son verdaderamente un préstamo hecho por la sociedad en general, ya que los gobiernos no poseen verdadero dinero propio- son dilapidados en planes públicos de construcción de viviendas, que resultan notoriamente menos eficientes que las privadas, o en el acaparamiento de empresas particulares; mientras que las fuerzas armadas son sistemáticamente reducidas en momentos de enorme peligro estratégico".
"El gobierno tiene dientes afilados cuando se trata de atacar el «privilegio» privado y de expoliar al contribuyente, pero es inválido desdentado cuando se le presenta el caso de controlar ciertas formas muy recientes de coerción privada -las tácticas restrictivas impuestas por los sindicatos constituyen solamente el ejemplo más conspicuo-. El gobierno es sumamente eficaz para fomentar -directa o indirectamente- la creencia de que las retribuciones económicas llegan a mano no de quienes trabajan y crean, sino de aquellos que tienen habilidad para organizar pandillas de protección. Pero no consigue proporcionar la conducción moral necesaria para promover los intereses de la nación en general. Como resultado, sectores de la sociedad y un número cada vez mayor de individuos han llegado a pensar -según una frase de Arnold Toynbee- que están «en» pero no son «de» la sociedad en la cual viven".
"La búsqueda de la libertad es un ideal negativo; recae en el individuo la responsabilidad de hacer sus propias elecciones de vida y aceptar el castigo si fracasa. No es un ideal que atraerá a todos y vale la pena recordar que las sociedades verdaderamente liberales han sido en extremo infrecuentes en la historia de la humanidad. La famosa declaración de Hitler acerca de que «las masas son como una mujer que, antes de dominar a un débil, preferirá someterse a un hombre fuerte», refleja una certera percepción del temor que inspira la libertad. Los totalitarios ofrecen algo más que el alivio a la responsabilidad de la elección individual: ofrecen la posibilidad de eludir los riesgos que entraña competir en una economía de mercado, cuyas operaciones no siempre recompensan al más noble o castigan al peor" (De "El colapso de la democracia" de Robert Moss-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1977).
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2 comentarios:
Una diferencia entre la Gran Bretaña de finales de los setenta y la Argentina actual radica en el tipo de oposición mayoritaria que suscita la situación sociopolítica a la que se alude en el hilo. Lamentándolo mucho el calado y el peso del partido conservador tatcherista estuvo a años luz de lo que se espera de la oposición oficialista actual de Argentina. A senso contrario existe un punto de engarce que se sitúa en el pequeño grupo de diputados liberales de reciente elección, pero no se espera que se conviertan en alternativa de gobierno de aquí a las próximas elecciones.
Hasta hace poco tiempo, en la Argentina ni siquiera había un partido político liberal, o había alguno que llegaba al 1 o 2% de los votos totales.
Esto hace recordar a Ortega y Gasset cuando criticaba, junto al fascismo, a la oposición que prácticamente no existía en Italia...
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