Si es bueno limitar los vínculos comerciales con otros países, por las razones que fueran, también sería bueno limitar o anular el comercio entre provincias. Y así también limitar o anular el comercio entre departamentos hasta, finalmente, llegar al extremo de producir nuestros propios alimentos, nuestra vestimenta y así con todo. Este absurdo, de "vivir con lo nuestro", es defendido por un gran sector de la población, es decir, encuentra positivo cerrar el comercio exterior, si bien rechaza limitar los restantes intercambios mencionados.
Es importante destacar que el comercio no es una simple etapa distributiva, sino también un medio para la creación de riquezas. José Luis Espert escribió: "Pensemos en tres beneficios del comercio. Primero: favorece a las personas cuando las preferencias difieren. Segundo: incrementa la productividad a través de la especialización y la división de conocimientos. Por último, aumenta la productividad a través de la especialización de acuerdo a las ventajas comparativas".
"Tomemos el ejemplo de una empresa de venta a través de internet como Mercado Libre, que transforma bienes sin utilidad o valor para una persona en bienes altamente valuados para otra, por el simple acto de conectar a compradores y vendedores. Mercado Libre creó valor prácticamente de la nada. Tomando bienes que para el vendedor son basura en un placard, encontrando un comprador que los quiere y transfiriéndolos, logra que ambos estén en una mejor situación. Convierte una situación de ganancia nula en ganancia neta para dos" (De "La sociedad cómplice"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2019).
Previamente al intercambio, debe establecerse la especialización productiva, de tal manera que cada especialista sea muy superior a los demás en la tarea elegida. Dos situaciones extremas son posibles: la primera, que todos los integrantes de la sociedad sepan hacer de todo, pero con una pobre eficacia; la segunda, la posibilidad de repartirse las especialidades, existiendo una gran diferencia a favor de esta última situación. Este es el caso de los médicos, que despiertan mayor confianza cuando sabemos que alguno lleva años desempeñando cierta tarea específica. El citado autor agrega: "Las economías en desarrollo están menos especializadas, de modo que movilizan una menor cantidad de conocimientos totales combinados. No usan todo el potencial de sus cerebros. Con la especialización los individuos se vuelven más productivos, pueden aprender, crecer y producir más; el potencial del «cerebro de la sociedad» se vuelve mucho más grande".
"Pero ¿cómo inducir a los individuos a aportar su cerebro para construir el conocimiento combinado? Hace falta un incentivo: saber que pueden obtener otros bienes a cambio. Ésta es una de las causas fundamentales de la globalización: ésta significa que el mundo como un todo puede especializarse; entonces el conocimiento y las habilidades de todo el mundo aumenta. Tenemos más científicos, más médicos, más ingenieros con mejores conocimientos".
El subdesarrollo de un país no implica sólo un subdesarrollo económico, sino mental. Este inconveniente es el que ha empobrecido a la Argentina en un proceso que lleva muchos años, siendo el "vivir con lo nuestro" una de las guías erróneas de la sociedad. Marcos Aguinis escribió: “Las trabas a la libertad de comercio fueron nuestras cadenas durante los tres siglos de vida colonial. La ruptura de esas cadenas y el grito «¡Libertad, libertad, libertad!» incluían abrir los puertos y dejar fluir el comercio. En la alborada del siglo XX, cuando nuestro país figuraba entre los más opulentos de la Tierra, las exportaciones argentinas eran tan voluminosas que equivalían al tres por ciento del comercio mundial. Si esa proporción se hubiese mantenido, nuestras ventas al exterior ahora deberían alcanzar los 275.000 millones de dólares. Pero estamos abismalmente lejos de semejante nivel. ¿Cuántos puestos de trabajo se han perdido, cuánta hambre, exclusión, analfabetismo, mala atención sanitaria y deterioro de la calidad de vida significa ese retroceso?”.
“Lo terrible, es que no caímos por casualidad, ni porque el mundo nos odie, ni por resolución de un maldito cenáculo de perversos. Es el fruto amargo de decisiones equivocadas nuestras, de haber apostado como imbéciles a un mercado chico, a «vivir con lo nuestro», a eliminar competencias para mantener cautivos a los consumidores locales y encajarles productos de baja calidad a precios exorbitantes, de cultivar la patria prebendaria y mendigante, tanto de los ricos como de los pobres. Se debe a la taradez de gravar con impuestos la exportación para hacer regalos a la clientela política y llenarnos de ñoquis. Se debe a querer darles con el gusto a dirigentes sindicales que prefieren empresas ineficientes y corruptas. Un empresario temeroso de la competencia entra en fácil componenda con el dirigente sindical cuando le propone defender ambos el proteccionismo, así el empresario embolsa ganancias fáciles y el dirigente obrero domina a su gente para engordar su cajita personal”.
“Pongamos la lupa: el proteccionismo es nada más y nada menos que la sucia renta (ganancia) que el Estado confiere a empresarios que nunca la obtendrían bajo las normas de una competencia transparente. El empresario ineficaz devuelve ese favor al funcionario corrupto con dinero u otros regalos. Es un negocio de truhanes disfrazados de patriotas que defienden una asmática «industria nacional», sin porvenir”.
“Quienes se asustan por las consecuencias del libre comercio con un país más poderoso, deberían examinar las cuentas del intercambio desarrollado entre México y los EEUU desde que se estableció el Nafta (tratado de libre comercio entre esos dos países y Canadá)”.
“En contra de las anacrónicas y tan fijadas tesis proteccionistas, «el imperio no se tragó» a México, sino que, al revés, contribuyó a su crecimiento. Estas noticias producen dolor de cabeza a quienes se resisten a ver la realidad. Lo siento por ellos. Que tomen una aspirina y sigan mirando la realidad, hasta que la vean tal como es” (De “El atroz encanto de ser argentinos”(2)-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).
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