Los analistas políticos, por lo general, repiten que la búsqueda prioritaria del socialismo es la igualdad. Debido a que el socialismo real implica el predominio del Estado sobre lo privado, tiende a establecer una clara diferencia entre gobernantes y gobernados, estableciendo lo que Milovan Djilas definió como "la nueva clase". También el socialista tiende a calificar a cada individuo, desde su escala de valores materialista, en función de su "clase social", asociándole atributos standarizados por la ideología en cuestión. Los socialistas parten desde una desigualdad advertida en la búsqueda de otra desigualdad que se sospecha definitiva y reparadora.
En lugar de advertir las fallas morales asociadas a todo individuo, tratando de inducirlo a la búsqueda de una mejora ética, el socialista asocia virtudes a los sectores menos productivos y menos favorecidos de la sociedad. Por el contrario, asocia sólo defectos a los sectores productivos interpretando que los "pobres y buenos" son sometidos por los "ricos y malos", promoviendo "artificialmente" un odio entre sectores (lucha de clases) que luego interpretará como la principal ley del proceso evolutivo, vinculado al ser humano, que, por supuesto, propone derogar.
La sociedad sin clases es otra de las utopías asociadas a los Estados socialistas, en donde se advierte claramente la existencia de una clase dirigente, vinculada al Partido Comunista, y un gran sector de la población que sólo debe obedecer a los amos en el poder.
Las economías socialistas son consideradas como "economías planificadas desde el Estado", siendo lo esencial en toda planificación económica el cálculo económico. Como en el socialismo real se prohíbe la economía del intercambio, o economía de mercado, no existen los precios, sino que éstos son decretados por los "planificadores", por lo que una planificación adecuada resulta imposible de establecer.
La razón de ser del socialismo marxista es la lucha contra el imperialismo norteamericano. Es la justificación y la principal motivación de la lucha socialista. De ahí que la máxima aspiración y la mayor ambición en la vida de todo socialista es poder contemplar la destrucción final del capitalismo y de los EEUU. Sin embargo, cuando un gobierno socialista accede al poder en una nación, de inmediato surge un éxodo de capitales y de gente capacitada que huye hacia el exterior, especialmente hacia los EEUU. De ahí que los principales colaboradores con el mantenimiento y la expansión del "imperio" son los propios socialistas.
Los analistas políticos también tienden a considerar que la base de la propagación del socialismo radica en una supuesta supremacía ética del adherente. Sería la supremacía del que siembra discordia entre sectores, del que difama al enemigo, del que apoya la violencia de un guerrillero como el Che Guevara, o del que admira a un sistema que en el mundo produjo unas cien millones de víctimas durante el siglo XX. Será una supremacía diabólica que ignora completamente la ética natural.
El socialista pretende engañar al ciudadano común diciendo que su propuesta es "científica", cuando en realidad se trata de una postura filosófica que utiliza la dialéctica hegeliana como base para describir la realidad. Tal método poco o nada tiene que ver con el método de "prueba y error" asociado a la ciencia experimental. Además, existen resultados positivos y también negativos en todo proceso científico. Tal el caso del descubrimiento del salvarsan, por parte de Paul Ehrlich, quien lo logra luego de 606 intentos. De ahí que, si en algo utiliza el marxismo el método científico, logra resultados erróneos, principalmente advertidos por los resultados que provoca el socialismo real.
El principal opositor al socialismo ha sido la religión. Ello se debe a que la ideología socialista está impedida de penetrar en cerebros en donde previamente se ha instalado la fe religiosa. De ahí la necesidad de usurpar ideológicamente a las instituciones religiosas. Además, como el socialismo presenta fundamentos poco creíbles, y poco compatibles con la realidad, su mayor fuerza se debe justamente a la fe en los dogmas y en los slogans repetidos hasta el cansancio, lo que lo hace quedar más cerca de una religión pagana que de un planteo ideológico de cierta solidez.
Quienes proponen la economía de mercado, establecida mediante un intercambio que favorece a ambas partes intervinientes, luego de la especialización de la producción, describen al proceso bajo el fundamento de la "cooperación social". Es decir, el intercambio en el mercado se prolonga en el tiempo solamente si ambas partes se benefician simultáneamente. Sin embargo, la palabra "cooperación" la utilizan los marxistas para designar el trabajo destinado al Estado, gestionado por la clase dirigente. Es decir, la cooperación entre individuos desaparece para destinarla a un intermediario que se queda con la mayor parte de lo producido por la sociedad.
El socialista se opone a la competencia en el mercado asumiendo una supuesta benevolencia ante toda forma de acción social que pueda conducir a antagonismos o violencia. Si no existe competencia entre distintos oferentes, o empresas, se establece un monopolio que perjudica al consumidor. Luego, el marxista descalifica al capitalismo por establecer una "concentración del poder" económico (algo combatido por el liberalismo). Se opone a la desconcentración del poder (competencia) y también se opone a la concentración del poder (monopolio). Luego, la solución la propone mediante el establecimiento de un gran monopolio estatal dirigido por la clase dirigente.
Así como el psicoanalista debe tratar de evitar contaminar su mente con la influencia negativa de varios de sus pacientes, el ciudadano común deberá trata de no contaminar su mente con ideologías carentes de veracidad y carentes de una elemental coherencia lógica.
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1 comentario:
A despecho de lo que afirmen teóricos o propagandistas el porqué del socialismo no es la búsqueda de la igualdad sino del poder. Se trata de una serie de ideas cuyo único fin es la conquista del poder y la permanencia en él una vez alcanzado. Y por supuesto con un fin tan descarnado es fútil pedirles a sus portaestandartes coherencia, bonhomía, cientificidad o cualquier otra característica positiva o humanitaria.
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