La época del Iluminismo resultó favorable a la promoción y difusión de la religión natural debido al apogeo de la ciencia experimental, esencialmente la mecánica newtoniana. Tanto los planetas del sistema solar como el resto de la naturaleza conocida, mostraban una autonomía que no requería de intervenciones divinas, como incluso el propio Newton creyó alguna vez. La existencia de leyes naturales invariantes, junto a un Dios que interviene en los acontecimientos humanos, resultaba redundante y hasta contradictorio. De ahí que a Dios se lo comenzó a ubicar en las etapas iniciales del universo, no ya como director del orden natural, sino como diseñador del mismo.
Los partidarios del teísmo, o creyentes del Dios que interviene en la vida cotidiana de cada hombre, criticaban a los deístas por haber “relegado” a Dios a los orígenes del universo, incluso denominándolos “ateos”, sin tener en cuenta que se trataba de otra forma de religión, ya que se priorizaba un Dios inteligente al Dios todopoderoso de la religión tradicional. Francisco Leocata escribió: “Fue Francis Bacon el profeta del dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza. Pero su método, puramente inductivo y experimental, desconocía la importancia del factor matemático, por lo que no pudo ir mucho más allá de un elocuente alegato. Los matemáticos, por su parte, tampoco podían basar el conocimiento de la naturaleza exclusivamente en sus cálculos. El método apropiado quedó establecido finalmente por Galileo, quien aplicó en forma consecuente el cálculo matemático a la experiencia”.
“Aunque este surgir de la nueva ciencia no fue causado en sí mismo por el nominalismo, sirvió sin embargo de ocasión para confirmar la tesis de la inutilidad de la metafísica. Los asombrosos descubrimientos, además, que se sucedieron ininterrumpidamente, echaron por tierra los últimos vestigios de la física aristotélica, favoreciendo la confusión de creer que esa caída arrastraba también la metafísica en cuanto tal”.
“El mismo equívoco se produjo respecto a la fe. Debido a un mal planteo de los métodos y objetivos propios de la filosofía, la teología y las ciencias, se llegó a una banal oposición entre ciencia y metafísica, entre razón y fe. Y así, la legítima autonomía lograda por las ciencias modernas respecto a la filosofía y la teología, se convirtió, en manos de los iluministas, en oposición irreconciliable”.
“El resonante éxito logrado por Newton fue saludado como el inicio de una nueva era y como el adiós definitivo a la metafísica y la fe, a pesar de que Newton era buen amigo de una y otra” (De “Del Iluminismo a nuestros días”-Ediciones Don Bosco-Buenos Aires 1979).
Voltaire expresó el típico pensamiento de los ilumnistas al observar las contradicciones existentes entre la existencia de leyes naturales y las supuestas intervenciones de Dios en los acontecimientos naturales y humanos. Al respecto escribió: “Aquel que no esté iluminado por la fe no puede ver en un milagro sino una contravención a las leyes eternas de la naturaleza. No le parece posible que Dios desordene su propia obra; sabe que todo está unido en el universo por cadenas que nada puede romper. Sabe que siendo Dios inmutable, sus leyes también lo son; y que ninguna rueda de la gran máquina puede detenerse sin que se descomponga toda la naturaleza”.
“Si el Ser eterno, que todo ha previsto, todo ordenado, que gobierna todo por leyes inmutables, se contraría a sí mismo trastornando todas sus leyes, esto no puede ser sino en beneficio de la naturaleza entera. Pero parece contradictorio suponer un caso en el que el creador y el dueño de todo el mundo pueda cambiar el orden del mundo para bien de éste, pues o bien ha previsto la pretendida necesidad que de ello tenía, o no la ha previsto. Si la ha previsto, ha puesto orden desde el comienzo, si no la ha previsto, ya no es Dios” (De “Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1959).
Resulta frecuente el caso en que ocurre un accidente de avión, o de ómnibus, en el que mueren casi todos los pasajeros, menos uno. En seguida surge la explicación de que se trató de “un milagro”, suponiéndose una intervención de Dios que impidió que tal persona muriera. Sin embargo, surge también la duda acerca de por qué no salvó a los demás pudiendo hacerlo. De ahí que el propio Cristo aducía, en el caso de los milagros, que fue la fe personal lo que generó cambios beneficiosos y no intervenciones directas de Dios interrumpiendo la secuencia natural de causas y efectos.
Puede hacerse una síntesis de las distintas actitudes religiosas:
Paganismo: Orden natural observado = Milagros
Teísmo: Orden natural observado = Pocos milagros + Leyes naturales
Deísmo: Orden natural observado = Leyes naturales
Ateísmo: Desorden natural observado = No existe Dios ni leyes naturales
Para los antiguos paganos, y para algunas religiones actuales, todo lo que sucede en el mundo se debe a una permanente intervención de Dios, o de los dioses, a los cuales se les debe rendir alguna forma de tributo para que nos beneficie personalmente. Para los teístas, predominan las leyes naturales pero existen intervenciones de Dios en el caso de las revelaciones, en las cuales expresa a algunos elegidos su voluntad. También los santos favorecen las intervenciones de Dios con cierta frecuencia.
En el caso del deísmo, o religión natural, se considera al milagro como una imposibilidad o una contradicción, tal como lo expresaba Voltaire. El ateo, por otra parte, es el que descarta la existencia de un orden natural, por lo cual es partidario de establecer un “orden artificial”, como fue el caso de los diversos totalitarismos del siglo XX.
Adviértase que la religión natural, o deísmo, al identificarse con la ciencia experimental, tiende a superar todo antagonismo existente entre diversas religiones. De ahí que es de esperar que en el futuro se establezca una religión natural identificada y fundamentada en las ramas humanistas de las ciencias sociales.
Si el avance de la religión natural está asociado a la visión científica del universo, era de esperar que en la actualidad su difusión hubiese sido bastante mayor que la que en realidad tiene. Ello se debe principalmente a que no existe una verdadera mentalidad científica a un nivel masivo, es decir, se valora la ciencia por sus aplicaciones tecnológicas pero se la ignora en cuanto a los aspectos culturales que ofrece.
La mayoría de la gente es analfabeta respecto del conocimiento científico. Incluso se llega al extremo de calificar como bruto e ignorante al científico que no conoce o no valora el arte o la literatura, mientras que la persona supuestamente “culta” se jacta por ignorar totalmente la física, las matemáticas o la biología. Mientras que el científico estudia y se interesa principalmente por la naturaleza, u obra de Dios, el supuestamente culto es el que sólo valora las realizaciones humanas que sólo tienen un valor subjetivo. De todas maneras, no debe restarse importancia a las realizaciones artísticas por el solo hecho de que muchas veces sean utilizadas como pretexto de los ignorantes para pasar por cultos.
Carl Sagan inicia la divulgación científica con su libro y video “Cosmos” para contrarrestar un tanto el analfabetismo científico observado. Al respecto escribió: “Por primera vez en la historia habíamos hecho aterrizar dos vehículos espaciales en la superficie de otro mundo. Los resultados fueron espectaculares y el significado histórico de la misión quedó claro para todos. Sin embargo, el público en general apenas sabía nada de estos grandes acontecimientos. La prensa en su mayoría no les prestaba atención; la televisión ignoró la misión casi por completo”.
“Cuando se tuvo la seguridad de que no se obtendría una respuesta definitiva sobre la posible existencia de vida en Marte, el interés disminuyó todavía más. La ambigüedad se toleraba muy poco. Cuando descubrimos que el cielo de Marte presentaba un color amarillo rosado en lugar del azul que se le había atribuido al principio, equivocadamente, el anuncio fue recibido por un coro de joviales silbidos por parte de los periodistas reunidos: querían que incluso en este aspecto Marte se pareciera a la Tierra” (De “Cosmos”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1980).
Para colmo, en la actualidad existe una inusitada competencia con la pseudociencia, que imita a la ciencia en algunos aspectos pero que la pretende reemplazar buscando una masiva aceptación. Martin Gardner escribió: “La proliferación de la pseudociencia es uno de los fenómenos más llamativos y a la vez más preocupantes de la actualidad”. “Gracias a la libertad de expresión y a la revolución técnica de los medios de comunicación, los gritos de los chiflados y de los charlatanes se oyen en ocasiones con mayor fuerza y claridad” (De “La ciencia: lo bueno, lo malo y lo falso”-Alianza Editorial SA-Madrid 1988).
A pesar de los inconvenientes que en todas las épocas se presentan, el espíritu del Iluminismo mantiene su vigencia, quedando a la espera del triunfo de sus ideales.
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3 comentarios:
Dice "retirarlo", debe decir "refutarlo".
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