Las distintas formas de vida implican procesos en los que los cambios asociados a todo ser viviente se encaminan a lograr mayores niveles de adaptación, es decir, que buscan ser aptos para la vida en un determinado medio circundante. Con el nombre de “segunda naturaleza” se designa al proceso por el cual el hombre establece innovaciones culturales y tecnológicas que requieren de cada uno de nosotros un posterior esfuerzo de adaptación. E. Donato y Prunera escribió: “Se ha dicho con razón que el hombre, biológicamente considerado, es un callejón sin salida, pero que la inteligencia le abre la salida del callejón en que le colocó la mezquindad de los medios orgánicos o físicos con que la naturaleza le ha dotado. Quiere decirse que el hombre «natural», que a la desnudez de su carne añade la desnudez que supone en él la falta de pelaje abundante y protector, si no fuera por la inteligencia sería uno de los animales más desamparados del orbe. El último gusano, la amiba más insignificante estaría más perfectamente adaptada a «su» medio que el ser humano, pese a su mayor corpulencia y vigor”.
“Pero la misma naturaleza que dio al hombre una carne harto frágil y accesible a todas las hostilidades imaginables de su medio, le dotó también de algo que le separa radicalmente del resto de los organismos vivientes. El hombre hace algo que no hace ningún ser vivo: piensa y razona. Y es esta facultad del pensar la que le fragua el camino de la liberación de la miseria física en que estaría si sólo dispusiera de lo que orgánicamente está en él a la vista. Si el hombre fuera «animal» sin más, sólo podría vivir –como les ocurre a otros animales- en zonas limitadísimas del planeta. Y aun allí, acosado por mil peligros y armado sólo con lo que físicamente posee en cuanto a organismo, estaría menos adaptado al reducido ambiente material de lo que lo está, por ejemplo, el mono, más capaz que él de huir de efectivos ataques de otros animales más fuertes” (Del Prólogo de “La segunda creación del mundo” de Joachim G. Leithäuser-Ediciones Destino-Barcelona 1958).
Puede hacerse una síntesis de los distintos procesos adaptativos:
1- Adaptación biológica al orden natural (Evolución biológica)
2- Adaptación cultural al orden natural (Evolución cultural)
3- Adaptación cultural a la innovación tecnológica (Segunda naturaleza)
Mientras que la biología describe el proceso de adaptación biológica, la antropología y las restantes ciencias sociales describen el proceso de adaptación cultural, quedando principalmente para la historia de la ciencia y de la tecnología la descripción del proceso por el cual aparecen las distintas innovaciones que favorecen y permiten nuestra supervivencia.
Un problema típico surgido de tal innovación es justamente el de la desocupación tecnológica, que ocurre principalmente en sociedades con mercados poco desarrollados. Al surgir una innovación que reduce costos, pero también mano de obra, perjudica en el corto plazo al trabajador reemplazado por la una máquina, e incluso en el largo plazo si se trata de sociedades como las mencionadas. Al respecto resulta conveniente citar algún ejemplo, como el de la industria textil inglesa del siglo XVIII. Joachim G. Leithäuser escribió: “John Kay inventó en 1733 el «tiro rápido»….El resultado fue que un tejedor podía fabricar un tejido doble de ancho; que los tejedores, temiendo el paro forzoso, destruyeran los primeros ejemplares de tales aparatos y que, a pesar de todo, después de algunas mejoras técnicas el nuevo invento se extendiera irrefrenablemente a partir de 1760, requiriéndose de las hilaturas mayor cantidad de material para la fabricación. Desde ese momento empezó una carrera de mecanización entre la industria del hilado y la textil: unas veces las rápidas máquinas de tejer exigían más hilo, otras las hilaturas rápidas producían tanto que se hacía necesario acelerar el proceso textil. Pero los obreros, al principio, trataron con toda energía de hacer fracasar la mecanización”.
Las cosas cambian cuando se establecen mercados desarrollados capaces de reabsorber a los trabajadores que perdieron momentáneamente su trabajo, mientras que la reducción de los costos permite al empresario disponer de excedentes para la inversión que permitirá luego generar puestos de trabajo adicionales.
La suerte de los inventores e innovadores no siempre fue la esperada por cuanto, a las protestas por parte de los trabajadores desplazados, se sumaba la competencia feroz de quienes utilizaban sus creaciones a veces sin reconocer derechos de invención, especialmente cuando no eran solicitadas a tiempo las respectivas patentes. Este fue el caso de James Hargreaves, el inventor de la máquina de hilar denominada Jenny. Leonard M. Fanning escribió: “El invento de Hargreaves había surgido por accidente. Un día su hija Jenny, en una travesura infantil, derribó su torno de hilar. Éste cayó de tal forma que el huso, normalmente horizontal, quedó vertical. Continuó girando, y el pobre hilandero pensó: -¿Por qué no instalar una serie de husos verticales, conectados mecánicamente, de manera de poder hilar varios hilos al mismo tiempo?”. “Con ocho usos verticales, fue el primer mecanismo que hiló más de una hebra en forma simultánea. En un momento aumentó ocho veces su producción. Pero le fue imposible ocultar su secreto. Su gran producción despertó las sospechas y la furia de los hilanderos. Atacaron su casa y destruyeron su nuevo invento. Después de eso Hargreaves abandonó Standhill para radicarse en Nottingham”.
“Imitando los husos verticales de Hargreaves, Richard Arkwright desarrolló el torno de hilar hasta obtener una máquina que no solamente producía de modo múltiple como la «Jenny» de Hargreaves, sino que también fabricaba un hilado superior, fuerte y resistente”. “El 3 de julio de 1769 Arkwright recibió su primera patente y, él también, se trasladó a Nottingham, centro de calcetería”.
“Un año después Hargreaves se presentó a patentar su máquina. Sus máquinas de hilar lograron gran popularidad y superaron en número a las de Arkwright durante casi un cuarto de siglo…Pero su creador no vivió lo suficiente para presenciar el triunfo de su invento, o para disfrutar de las ganancias. Murió en una modesta granja en 1778” (De “Padres de la industria”-Plaza & Janés SA-Buenos Aires 1965).
De casos como este se infiere que no sólo el trabajador común debe adaptarse a la innovación tecnológica a partir de una previa adquisición de conocimientos laborales que lo protejan de la desocupación, sino que también el inventor debe adaptarse a la sociedad en que vive solicitando a tiempo las patentes respectivas y anticipándose a lo que pueda hacer la competencia, especialmente cuando disponga de armas no del todo legales.
En oposición a la tendencia mencionada, y, en lugar de adaptarnos al orden natural o a la segunda naturaleza creada por el hombre, el socialismo propone una adaptación al un modelo de sociedad creado por un ideólogo que incluso en forma coercitiva elimina el proceso de “destrucción creativa” reeditando en cierta forma la actitud de los hilanderos ingleses del siglo XVIII, quienes destruían toda innovación creativas. A pesar de los fracasos reiterados, en países como la Argentina, predomina una opinión favorable hacia el socialismo que condujo al Muro de Berlín y un rechazo al tipo de economía que produjo el Milagro Alemán, que de aplicarse en el país, habría de constituir toda una innovación. Konrad Adenauer escribió: “El comunismo ha levantado una pared que atraviesa Berlín. La vigila con soldados, tal como se vigilan los muros de las cárceles para que no escapen los reos”. “De haberse necesitado mayor prueba del desdén de los derechos humanos de que hace gala Moscú y sus sátrapas de Berlín oriental, esta oprobiosa muralla sería esa prueba. Moscú habla de tranquilidad y paz, pero día tras día hombres, mujeres y hasta niños que intentan escapar de la prisión comunista y unirse a sus parientes en la parte libre de la ciudad, son muertos a tiros en la pared”.
“Rusia Soviética quiere extender este inhumano sistema a Berlín occidental. El primer paso hacia los fines de Moscú es «una ciudad libre y desmilitarizada», o sea, dicho con otras palabras, una ciudad indefensa. Sin embargo, la firme determinación de Occidente desbaratará todos los ataques a la justicia y a la libertad”. “El hormigón y el alambre de púa son los únicos argumentos con que el régimen comunista ha contenido la atracción que ejerce el mundo libre. En este triunfo aparente es donde la fuerza bruta denota su flaqueza innata frente a la lucha del hombre por la libertad. Lo que no es natural no puede sobrevivir. Por eso un día tendrá que caer la Muralla de Berlín” (Citado en “El muro de Berlín” de Deane y David Heller-Plaza & Janés SA-Buenos Aires 1963).
Uno de los objetivos perseguidos por la educación técnica actual es la de formar profesionales con una rápida velocidad de adaptación ante las innovaciones, ya que éstas, a su vez, responden a una imperante necesidad de supervivencia empresarial en todo mercado desarrollado y competitivo. En tal aptitud radica principalmente el éxito de la adaptación laboral a la segunda naturaleza. Joseph A. Schumpeter escribió: “La historia del proceso de producción de la industria del hierro y acero, desde el horno de carbón vegetal hasta el tipo actual de alto horno, y la historia del proceso de producción de energía, desde la rueda hidráulica hasta la turbina, y la historia del transporte, desde la silla de postas hasta el aeroplano. La apertura de nuevos mercados, extranjeros o nacionales, y el desarrollo y la organización de la producción, desde el taller de artesanía y la manufactura……ilustran el mismo proceso de mutación industrial –si se me permite usar esta expresión biológica- que revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción creativa constituye el dato de hecho esencial del capitalismo. En ella consiste en definitiva el capitalismo y toda empresa capitalista tiene que amoldarse a ella para vivir” (De “Capitalismo, socialismo y democracia” (I)-Ediciones Folio-Barcelona 1996).
La analogía que hace Schumpeter entre economía y biología, al hablar de “mutación industrial”, no es casual, ya que el propio Charles Darwin elabora su teoría de la evolución por selección natural contemplando los procesos del mercado. Edmund Conway escribió: “En 1838, Darwin, inspirado por los escritos de Thomas Malthus, imaginó un mundo en el que los ejemplares más aptos sobrevivían y podían evolucionar en especies nuevas, más sofisticadas y mejores. «Tenía por fin», escribió, «una teoría por la cual trabajar». Y cuando se las observa con atención, las fuerzas que dan forma al mundo natural y a la economía del libre mercado se revelan asombrosamente similares” (De “50 cosas que hay que saber sobre Economía”-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).
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