Mientras que en épocas pasadas se consideraba que la raza era el factor determinante del desarrollo de cada ser humano, incluso de sus atributos éticos y conductuales, en la actualidad, por no tener un fundamento biológico sustentable, tal concepto sólo tiene vigencia para unas pocas minorías. Sin embargo, todavía persiste una idea similar respecto de las clases sociales, ya que se supone que la pertenencia a una clase social determina las ideas y comportamientos de sus integrantes, tal como lo sugiere el marxismo.
Tanto el determinismo racial, como el de clase, favorecieron las grandes catástrofes sociales del siglo XX. En un caso, los nazis trataron de establecer una “nueva raza”; purificada y exenta de la contaminación que pudiese provenir de las “razas inferiores”, mientras que los marxistas intentaron conformar al “hombre nuevo soviético” que habría de ser el sustento de una sociedad sin clases en la que no habría lugar para la lucha de clases existentes en toda otra sociedad.
Además de ser difícil de definir con precisión a la “clase”, resulta poco sencillo encontrar atributos que distingan a los integrantes de las clases poseedoras de los medios de producción de las no poseedoras, que serían las clases participantes en tales luchas. Luis Ratinoff C. escribió: “En cada periodo histórico las ideas dominantes de la sociedad son aquellas sustentadas por las clases detentadoras del poder: el control efectivo de la producción material implica el control de la producción de las ideas. Cuando una clase se adueña del poder impone a la sociedad sus concepciones, que han sido previamente desarrolladas como conciencia teórica de la situación durante el proceso de la organización de la clase”. “Puede decirse que en la sociología marxista las clases sociales son la consecuencia inevitable de las fuerzas económicas, políticas y sociales puestas en movimiento por el sistema de producción prevaleciente. Esta sociología de las clases es, antes que nada, una teoría de la evolución y cambio de las sociedades, en la cual el concepto de clase juega un rol estratégico como puente de unión entre las instituciones del orden político, económico y social, y entre éstas y la estructura cultural” (Del “Diccionario de Ciencias Sociales”-Instituto de Estudios Políticos-Madrid 1975).
Para verificar la validez del determinismo ideológico asociado a la pertenencia a cierta clase social, podemos considerar algunos casos típicos. Si bien unos pocos casos que escapan a la regla general pueden no ser más que excepciones, la experiencia cotidiana indica que son casos bastante frecuentes. Uno que viene a la memoria es el de un ex gobernador de la provincia de San Juan, Juan Luis Alvarado, de filiación peronista, con un hermano comunista y otro democrático. Este último se sentía muy apenado por cuanto sus propios hermanos militaban en sectores políticos totalitarios. En la década de los 40, tales posturas resultaban poco menos que irreconciliables, a menos que nunca hablaran de política. En este caso se advierte que quienes sustentaban ideas incompatibles no sólo pertenecían a una misma “clase social”, sino que habían surgido de una misma familia.
Un caso más conocido es el de Leopoldo Lugones, su hijo y su nieta. Mientras que Leopoldo Lugones es reconocido ampliamente por sus méritos literarios, adhiere al fascismo durante las primeras décadas del siglo XX, y es quien redacta el discurso que ha de ser leído por José Félix Uriburu al asumir el mando, siendo el militar que derroca a Hipólito Yrigoyen. Su hijo Leopoldo (Polo), es el tristemente célebre inventor de la picana eléctrica, dispositivo utilizado para torturar a los detenidos, mientras era Jefe de Policía durante el gobierno de Uriburu. Magdalena Ruiz Guiñazú escribió: “Mientras Leopoldo Lugones padre atraviesa todo el espectro ideológico para adherir al ascendente fascismo, su hijo Polo crece y se vincula con violentos grupos de ultraderecha”. “El escritor implacable destina sus horas a difundir la actualidad y el pensamiento del movimiento fascista que ya fermentaba en Europa. Leopoldo Lugones se concibe a sí mismo como un intelectual integral. Alguien con influencia tanto en la vida política y periodística como en el mundo literario y científico. En 1924 pronuncia su proclama más polémica: «La hora de la espada».Tristemente, resulta el presagio de la oleada antidemocrática que envolverá al continente en la siguiente década”.
Posteriormente, su nieta Susana (Pirí) Lugones, hija de Polo, integra Montoneros, grupo de tendencia marxista. Se opone al nacionalismo y al fascismo de su abuelo, mientras que adhiere a un grupo terrorista cuyo ritual de iniciación consistía en asesinar a traición a un policía para quitarle el arma y el uniforme. Es evidente que las tres generaciones pertenecían a una misma “clase social”, sin embargo, resulta absurdo intentar describir sus pensamientos y acciones desde ese punto de vista. Por el contrario, es posible que su elección combativa haya surgido como reacción a la influencia de su padre y de ahí la necesidad de adoptar una postura opuesta, aunque siempre dentro de la orientación violenta de la familia. Tanto Leopoldo, como Polo y un hijo de Pirí, terminan sus vidas suicidándose.
La adopción de posturas opuestas a las de sus padres, desmienten el determinismo que surgiría de la clase social o económica a la cual pertenecen. Para el marxismo, existen dos clases sociales antagónicas, la de los poseedores de medios de producción y la de los no poseedores. De ahí que la lucha de clases provendría del levantamiento de los no poseedores (proletarios) contra los poseedores (burguesía), previa concientización de clase promovida por el ideólogo marxista. Sin embargo, las cosas no son siempre así. Juan José Sebreli escribió: “La base social de Montoneros era de clase alta, clase media y algunos sectores lumpen. Entre los doce miembros fundadores sólo había un obrero y éste provenía de la militancia católica. Una encuesta de opinión efectuada entre 1971 y 1972 mostraba que las clases media y alta, en especial sus sectores juveniles, eran más proclives a justificar el terrorismo que la clase baja. Se destacaba, sobre todo, un sector constituido por descendientes de la clase alta patricia aunque algunos venidos a menos”. “Algunos de los primeros Montoneros caídos –antes de que se empleara la técnica de la «desaparición»- fueron sepultados en el aristocrático cementerio de la Recoleta y sus exequias constituían una reunión de gente elegante que se retiraba discretamente antes de que entrara la policía a reprimir a los jóvenes” (De “Critica de las Ideas Políticas Argentinas”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2002).
También hubo familias en las que se llegó al extremo de tener entre sus integrantes tanto a militares como a terroristas. Este es el caso de Julio Rodolfo Alsogaray, el general del Ejército que destituyó a Arturo Illia, con sus dos hijos integrantes de Montoneros, uno de los cuales murió en combate en territorio tucumano. Por otra parte, Álvaro Alsogaray, hermano de Julio Rodolfo, fue una figura destacada del liberalismo, tendencia opuesta al totalitarismo impulsado por sus sobrinos. Maria Julia, hija de Álvaro, sigue de cerca la tendencia paterna, aunque luego resulta funcionaria en el gobierno de Menem. De todo esto se deduce que, aunque todos los Alsogaray pertenecían a una misma “clase social”, o “clase económica”, sus destinos no fueron establecidos por esta pertenencia, sino por aspectos propios de sus personalidades individuales. En una entrevista con Magdalena Ruiz Guiñazú, Julio Jorge Alsogaray, ex Montonero, expresó respecto de su hermano fallecido: “Mi hermano es enviado castigado a Tucumán…porque él fue partícipe y responsable de la muerte de Kraiselburd, el dueño del diario El Día, que estaba secuestrado. Fue un error garrafal….”. “La conducción nacional de Montoneros lo manda a Tucumán, que era el frente ruso. Era como un castigo” (De “Secretos de familia”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).
Lamentablemente, el gobierno kirchnerista y la mayor parte de la izquierda política, sólo relatan una parte de la verdad, o bien sostienen la “inocencia” del sector terrorista presuponiendo que la vida de sus víctimas no valía absolutamente nada. Cuando en la Argentina se habla de “derechos humanos”, se hace mención directa a personajes como Juan Carlos Alzogaray, asesino y Montonero, mientras que a la vida de su víctima, el periodista Kraiselburd, no se le concede el menor valor, como si se tratara de la vida de un insecto. Todo se legitimó en nombre de la “lucha de clases”, excepto el instinto de conservación de la vida de quienes prefirieron no morir en tal contienda. Juan José Sebreli escribió: “El culto de la propia personalidad tenía su contrapartida en el desprecio por la individualidad de los demás. A los trabajadores cubanos, el Che los consideraba «dientes de una rueda» y a los guerrilleros, «abejas de un colmenar». El idilio campesino de las leyendas de izquierda tampoco era real; ante la hostilidad de los campesinos cubanos, africanos o bolivianos no había, para el Che, otro medio que «el terror planificado»”.
Héctor Oesterheld, geólogo y autor de historietas, como “El eternauta”, ingresa a Montoneros junto a sus cuatro hijas. Eran conscientes de ingresar en un conflicto en donde ambos bandos buscaban, por cualquier medio, la aniquilación del opositor. Tal es así, que todos terminan asesinados. Vicente Massot escribió: “Cuando, a caballo del marxismo, la idea de que todo se resolvería con la destrucción del enemigo se enancó en formaciones guerrilleras que asaltaron el Estado, comenzó una segunda guerra civil, en la que el otro no fue considerado como un adversario. Ni siquiera como un enemigo. Pasó a ser criminal. El choque, pues, entre las organizaciones subversivas, de un lado, y las Fuerzas Armadas y de seguridad y sus aliados civiles, del otro, no consintió sobrevivientes. La naturaleza del conflicto radicó en que ambos bandos podían recurrir a cualquier medio para aniquilar al contrario” (De “Matar y morir”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2011).
Al igual que en Chile, los principales promotores ideológicos del marxismo surgen de círculos católicos. Así, el sacerdote tercermundista fue el arma ideológica de mayor peligrosidad debido a que se trataba de un marxista disfrazado de cristiano. La lucha de clases no implicaba una lucha natural que surgía en toda sociedad entre poseedores y desposeídos, sino una lucha de clases artificial promovida por el odio prevaleciente en muchos sectores. La esposa de Oesterheld comenta sobre sus hijas: “Eran muy jóvenes, a ellas las influenciaron como a toda una generación de adolescentes. Porque no nos olvidemos que estaban en el secundario. En ese momento una iba al Nacional San Isidro y las otras a un colegio de hermanas que habían elegido, y ahí es donde hubo personas. Una sobre todo, que era hijo de un amigo de casa, de mucho cariño y confianza. Era un muchacho que había sido aspirante a sacerdote, que luego dejó, se apartó, para meterse con los curas del Tercer Mundo, y bueno, ahí empezaron todos…”.
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