Todo parece indicar que la pretensión de reducir la desigualdad social junto a la pobreza, puede ser un problema insoluble, ya que, a mayor igualdad social, o económica, se establece generalmente mayor pobreza, mientras que la reducción de la pobreza puede requerir de cierta desigualdad social. Es necesario aclarar que el tema discutido no es una cuestión de buena o de mala voluntad, ya que hay indicios de que se trata de uno de esos problemas económicos caracterizados como de la “frazada corta”, con la cual, si nos cubrimos los pies, desabrigamos la cabeza, y viceversa.
En todo proceso competitivo, la eficacia lleva a la desigualdad, mientras que la desidia generalizada lleva a la igualdad. Considerando un ejemplo deportivo, imaginemos una competencia ciclística en la que participan principalmente aficionados con poco espíritu competitivo. En ese caso es posible que todos los corredores conformen el típico pelotón que marcha a una velocidad no muy elevada. Algo distinto ocurrirá en una competencia entre profesionales, en donde es posible que el pelotón se forme durante un tramo de la carrera, y con una parte de los competidores, mientras que varios serán los ciclistas que deciden desde un principio despegarse del conjunto para llegar primeros a la meta.
En el caso de los aficionados, el tiempo de los “ganadores” coincide con el del pelotón, mientras que en el caso de los profesionales, el tiempo del ganador resultará bastante menor para un mismo recorrido. Puede decirse que, a mayor igualdad deportiva, menor eficacia, y viceversa. Cuando se trata de una economía socialista, en la cual (al menos en teoría) se logra una igualdad económica generalizada, se pierde bastante eficacia, mientras que en una economía de mercado, por el contrario, la desigualdad inherente al proceso conduce a una mayor eficacia y a un menor nivel de pobreza.
Es oportuno mencionar que el primer estudio realizado en Psicología Social se estableció para comparar el desempeño individual de ciclistas bajo las dos circunstancias posibles, tales la de marchar solos y la de hacerlo en competencia con otros ciclistas. “Hace poco más de cien años, la observación de Norman Triplett de que la velocidad máxima de estos deportistas aumentaba en forma significativa en compañía de otros corredores llevó a lo que se considera el primer experimento de psicología social” (De “Psicología Social” de S. Worchel y otros-Thomson Editores SA-México 2002).
Desde el liberalismo se propone una economía de mercado que posibilite el libre desempeño de los productores, lo que tiende a elevar la eficacia del proceso y reducir la pobreza, siendo la desigualdad económica resultante un problema menor por cuanto, en realidad, tal inconveniente se le presenta a la gente envidiosa, que no soporta “perder” en la competencia en que ella misma se ha incluido por cuanto pareciera no tener otros valores ni otros objetivos en su vida. Para el envidioso, lo ideal es que surja un gobierno que desde el Estado le quite gran parte de las ganancias a los que más producen, aunque reduciendo la eficacia del proceso ya que al sector productivo se le quitarán alicientes junto a recursos económicos que podrían ser destinados a la inversión productiva. Mariano Grondona escribió: “Robert Nozick rechaza la envidia, pero llega a una nueva conclusión: «La envidia es una agresión a mi autoestima, que otro –sin querer- produce por efecto de la comparación entre los dos». El éxito del otro disminuye mi autoestima. Si yo podía hacer diez e hice seis, que podía hacer diez lo aprendo cuando el otro los hace. Cuando el otro hace diez, sé que mi seis es insignificante. Aquí disminuye mi autoestima y aquí siento un impulso de venganza contra aquel que disminuyó mi autoestima con su éxito” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).
Mientras que el sistema capitalista se caracteriza por promover la movilidad social, favoreciendo el despegue individual desde el “pelotón”, las tendencias socialistas proponen una sociedad sin clases sociales. Gustavo Morello escribió sobre uno de los ideólogos de la guerrilla socialista: “Camilo Torres intentó, a través de sus escritos sociológicos, explicar la violencia, descubrir sus causas, los efectos que produjo en la sociedad y las formas de evitarla. En sus trabajos estableció que la violencia surgía cuando la posibilidad de ascenso social por las vías económica, social y política se clausuraba. La violencia mostraba al pueblo consciente de sus necesidades y de la oclusión de los caminos institucionales para plantear sus reclamos” (De “Camilo Torres. Sacristán de la guerrilla” de Hernán Brienza-Capital Intelectual-Buenos Aires 2007).
Si en una sociedad no existe la posibilidad de cierta movilidad social, es un síntoma de que no existe una economía de mercado, por lo que, si se combate esa situación, no debe atacarse al liberalismo por promoverla, como siempre se hace. Por el contrario, en el socialismo real se produce una estructura de clases cerrada, con poca movilidad social, en la cual una burocracia estatal domina y explota al resto. Freda Utley escribió acerca de la visión que del capitalismo existía en la URSS: “Como hace mucho tiempo que carecen de noticias sobre lo que ocurre en el «mundo capitalista», todavía tienen de él la imagen que corresponde a la era de la gran crisis; o no comprenden que en Occidente el sistema que ellos denominan «capitalista» y que en los EEUU recibe el nombre de «sistema de libre empresa» hace mucho que se ha transformado en un régimen mucho más parecido al ideal de justicia social de lo que probablemente el socialismo llegará jamás en cualquier parte del mundo” (De “La ilusión perdida”-Ediciones Marymar-Buenos Aires 1967).
Existe una forma simple de determinar en un individuo su preferencia en materia económica: la de mercado o la socialista. Tal evaluación consiste en elegir entre dos alternativas posibles:
a) Mi vecino gana $ 5.000 por mes mientras que yo también gano $ 5.000
b) Mi vecino ganará $ 15.000 por mes mientras que yo ganaré $ 9.000
Quien prefiera seguir bajo la primera alternativa, orienta su vida bajo el principio de competencia, o de la envidia nula, mientras que el que opta por la segunda alternativa prioriza el principio de felicidad. Bajo la primera alternativa existe mayor igualdad social junto a un menor poder adquisitivo, mientras que en el segundo caso existe mayor desigualdad social (o económica) pero mayor poder adquisitivo.
Por lo general, quien prefiere seguir bajo la primera alternativa, se opone a la competencia mercantil y califica de “perversos” e “inhumanos” a quienes prefieren la segunda opción. Este es el caso de la actual economía china, en la que, al abandonar el socialismo y optar por el mercado, se logró sacar de la pobreza a varios millones de individuos. Redujeron la pobreza a costa de una mayor desigualdad social. De ahí que se diga que el capitalismo logra una desigual distribución de la riqueza mientras que el socialismo establece una igualitaria distribución de la pobreza.
La justicia social, por lo general, se entiende como el objetivo de lograr cierta igualdad económica, lo que puede llevar también a un mayor nivel de pobreza. De ahí que la justicia distributiva, surgida del proceso del mercado, resulta ser una mejor opción. Ello no significa que la adopción de tal economía garantice automáticamente la solución de todos los problemas sociales, ya que ello depende bastante de aspectos no económicos de la sociedad. Pero se habrá dado un paso adelante cuando, al menos, estemos de acuerdo en cuál es el mejor sistema de producción y distribución, o mejor aun, cuál es el menos malo. Pablo Da Silveira escribió: “John Rawls no identifica la justicia con la igualdad estricta. A su juicio, la injusticia no consiste en que haya desigualdades, sino en que haya «desigualdades que no benefician a todos». Y cada vez que se produzca una injusticia así entendida, las instituciones políticas tendrán una razón legítima para intervenir. Esto se debe a que, como dice la muy célebre primera línea de «Teoría de la Justicia»: «La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento»”.
“Cierto grado de desigualdad en la distribución de la riqueza puede ser necesario para permitir que todos vivamos mejor”. “Es probable que esta conclusión sea difícil de aceptar para quienes tienen una sensibilidad igualitarista y que al mismo tiempo deje satisfechos a quienes piensan que la igualdad es poco importante. Pero estos estados de ánimo no durarían mucho tiempo, porque Rawls agrega enseguida que este razonamiento no debe convertirse en una excusa para aceptar cualquier forma de desigualdad. Si bien algunas formas de distribución desigual pueden ser necesarias para permitir que vivamos mejor, de aquí no se sigue que toda forma de desigualdad deba ser aceptada” (De “John Rawls y la justicia distributiva”-Campo de Ideas SL-Madrid 2003).
El propio Rawls es partidario de cierta redistribución de la riqueza por parte del Estado para alcanzar los objetivos que no pudo lograr el mercado. Aquí lo importante es que tal redistribución debe apuntar a reducir niveles de pobreza y no a reducir niveles de desigualdad. Si se busca el primer objetivo, es posible que el proceso del mercado no se vea distorsionado, mientras que el segundo objetivo por lo general trae aparejada la perturbación del mercado con resultados negativos para todos.
La injusticia debe observarse como un proceso dinámico antes que estático. Como ejemplo supondremos el caso de un empresario que aumenta su capital en un 100%, a lo largo de un año, pero sus empleados siguen ganando lo mismo que antes. Como no existe un beneficio para todos, aunque sea desigual, puede decirse que no ha sido justo.
En un país con mercados desarrollados, la injusticias padecidas por los trabajadores pueden solucionarse yendo a trabajar a otras empresas. Por el contrario, en los países subdesarrollados, por tener mercados subdesarrollados, esta situación puede no ser posible porque no hay otras empresas. Luego, cuando el Estado trata de establecer la “justicia social”, buscando reducir la desigualdad social, por lo general profundiza el subdesarrollo.
Quienes proponen el igualitarismo social y económico, bajo un sistema socialista, son los que asocian todos los males existentes a la desigualdad social. Al hacerlo, combaten al empresario provocando mayor pobreza y facilitando el caos que favorecerá el advenimiento del socialismo. Por el contrario, para combatir la pobreza debería surgir mayor cantidad de fuentes de trabajo, es decir, mayor cantidad de empresarios (considerados «explotadores» hasta que demuestren lo contrario). De ahí que se da el absurdo de que la izquierda los considere como creadores de “desigualdad social” y, por lo tanto, generadores de todos los males de la sociedad. Como han advertido desde ese sector, los políticos no pueden reemplazarlos fácilmente, por lo que han optado por un socialismo “light”, la socialdemocracia, que consiste en confiscar las ganancias de los empresarios, y no sus empresas.
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