La influencia que sobre el individuo ejerce el medio social, como también el vínculo existente entre las teorías y los modos de pensar, son los principales objetivos de la sociología del conocimiento. Para llegar a conclusiones válidas, debe partirse de una teoría del conocimiento establecida a nivel individual. Paolo Tufari escribió: “La sociología del conocimiento estudia la conexión entre la actividad cognoscitiva y las circunstancias histórico-ambientales en que se desarrolla tal actividad. Como teoría, la sociología del conocimiento tiende a definir la naturaleza de esta conexión; como método positivo, analiza en qué forma se ha verificado en determinadas situaciones históricas la relación conocimiento-existencia”.
“Los estudios en este sector dan significados diversos al término conocimiento. A veces asume una comprensión tan amplia que viene prácticamente a coincidir con el término antropológico de cultura, incluyendo todo tipo de producción mental, desde las tradiciones populares y las creencias religiosas, hasta las expresiones artísticas y hasta la técnica. Sin embargo, mucho más a menudo el término conocimiento se ha referido preferentemente a los sistemas de valores concernientes a las relaciones humanas, como el derecho, la ética social, la economía política” (De “Cuestiones de Sociología” de Francesco Alberoni y otros-Editorial Herder-Barcelona 1971).
La sociología del conocimiento contempla los sutiles aspectos que tienden a reflejar el espíritu de una época y de un lugar. Karl Mannheim escribió: “La tesis según la cual el proceso histórico-social tiene un significado esencial en la mayoría de las ramas del conocimiento, se funda en el hecho de que podemos ver cuándo y dónde se formó la mayor parte de las afirmaciones de los seres humanos, cuándo y dónde fueron formuladas. La historia del arte ha mostrado en forma bastante convincente que se puede poner una fecha precisa a una obra de arte, según su estilo, ya que cada forma sólo es posible en determinadas condiciones históricas y revela las características de una época. Lo que es cierto en el arte, lo es, mutatis mutandis, del conocimiento. Lo mismo que el arte puede poner una fecha a determinadas formas, asociándolas con un periodo particular de la historia, del mismo modo, tratándose del conocimiento, podemos determinar cuándo y dónde el mundo ofreció determinado aspecto, con exclusión de cualquier otro…y se puede llevar el análisis al punto de que es posible resolver el problema más amplio de saber por qué el mundo ofreció precisamente entonces ese aspecto” (De “Ideología y utopía”-Fondo de Cultura Económica-México 1987).
Desde el punto de vista de la Psicología Social, resulta ser un tema que permite poner a prueba la efectividad del concepto de actitud y de sus componentes cognitivas. De la misma manera en que fue posible darle sentido a las diversas tendencias éticas contemplando las componentes afectivas de tal actitud, es de esperar que algo similar ocurra con las tendencias cognitivas contemplando las componentes cognitivas que, junto a las afectivas, materializan la actitud característica del individuo. Las particularidades de una época posiblemente deriven de las actitudes cognitivas predominantes. David G. Myers escribió: “La Psicología Social es el estudio científico de la forma en que las personas piensan, influyen y se relacionan con los demás” (De “Psicología Social”-McGraw-Hill-México 2005).
En forma muy sintética puede decirse que la teoría del conocimiento que da lugar a tales componentes implica esencialmente el método de prueba y error utilizado por la ciencia experimental, complementado con un agrupamiento posterior, que en el caso de la ciencia adopta la forma axiomática. A partir de tal proceso, surge la necesidad de encontrar una referencia que permita comparar todo nuevo conocimiento que se pretende adquirir. De ahí surgen las siguientes alternativas que cubren todas las posibles:
a) Se adopta la realidad, con sus leyes naturales, como referencia concreta
b) Se adopta como referencia lo que dice otra persona
c) Se adopta como referencia lo que piensa uno mismo
d) Se adopta como referencia lo que dice la mayoría
La primera conclusión que se deriva de este planteo es que los inconvenientes entre ciencia y religión, o entre política y ciencia, o los internos a esos ámbitos, tienen como origen las distintas referencias adoptadas, de manera que, como en el caso de dos personas que no pueden comprenderse por hablar distintos idiomas, poco podrán llegar a entenderse.
Como ejemplo de esta situación puede mencionarse el conflicto entre Galileo Galilei, quien, como todo científico, adopta como referencia la propia realidad, y la Iglesia Católica, cuyos integrantes adoptan como referencia a la Biblia. Además, en esa época se creía que la Biblia no sólo traía mensajes éticos, sino incluso aquellos de tipo científico, siendo un error que generó muchos conflictos. Galileo afirmaba que la Biblia indica “cómo se va al cielo” en lugar de decirnos “cómo está constituido el cielo”. Moisés González escribió: “Galileo no fue precisamente un hombre apartado del mundo, encerrado a solas con su propio pensamiento; al contrario, su vida fue la de un luchador intelectual, que intentó desechar prejuicios milenarios, lo que lo llevó de forma inevitable a chocar con las instituciones, celosas defensoras de una tradición estereotipada y encerrada en sí misma. Fue fustigador implacable de esa pereza mental que se refugiaba en el saber dogmático de la tradición escolástica y no dudó en utilizar la ironía y el sarcasmo contra aquellos que él denominaba «filósofos librescos», que, encerrados en su mundo de papel, recurrían exclusivamente al principio de autoridad y despreciaban o huían de las investigaciones directas en el «gran libro de la naturaleza»” (De la Introducción de “Carta a Cristina de Lorena” de Galileo Galilei-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).
La lucha intelectual entablada por Galileo contemplaba dos frentes: la Iglesia y los profesores aristotélicos. Quienes adoptaban como referencia a la Biblia, o bien a Aristóteles, sostenían que todo conocimiento válido y posible estaba ya incluido en la referencia adoptada. Luego, quien pretendía estar en la cima del conocimiento, le bastaba aprenderse los libros respectivos sin siquiera preocuparse por indagar en el mundo real la veracidad de sus contenidos. No eran buscadores de la verdad porque, supuestamente, ya la conocían.
Desde la religión se afirma la validez prioritaria de sus planteamientos por cuanto éstos derivarían de hombres inspirados en Dios, o bien del mismísimo Dios, mientras que desde la ciencia se afirma la validez prioritaria de sus planteamientos por cuanto éstos derivan de la observación directa de las leyes naturales establecidas por Dios, sin necesidad de intermediarios. Galileo Galilei escribió: “Si para suprimir del mundo una doctrina bastase con cerrar la boca a uno solo, eso sería facilísimo…, pero las cosas no van por ese camino…, porque sería necesario no sólo prohibir el libro de Copérnico y los de sus seguidores, sino toda la ciencia astronómica, e incluso más, prohibir a los hombres mirar al cielo”.
Mientras que Galileo tiene conflictos por contradecir el conocimiento aceptado por la comunidad en cuestiones de astronomía y de física, Baruch de Spinoza los tiene por contradecir el conocimiento aceptado en cuestiones inherentes a Dios y al comportamiento humano vigentes en la comunidad judía holandesa. Indaga la realidad según su propia visión personal, mientras que sus opositores se basan en los Libros Sagrados haciendo imposible cualquier entendimiento.
Algunos ven en estos conflictos una lucha entre ciencia y religión, o entre filosofía y religión. En realidad, Galileo no estaba en contra del catolicismo (incluso dos de sus hijas fueron monjas), sino que estaba a favor de la verdad. Tampoco Spinoza estaba en contra de la religión, sino que busca compatibilizar observación y razonamiento con las creencias vigentes, siendo una manera de perfeccionar la religión de su tiempo, si bien fue considerado como un destructor de la religión tradicional.
Todo parece indicar que el camino para la solución de los conflictos existentes entre religión, ciencia y filosofía, o entre distintas religiones, se ha de lograr otorgando a la ciencia un rol prioritario. Ello no se deberá a que el científico social sea alguien superior intelectualmente hablando, o que el método de la ciencia sea infalible, sino porque la ciencia acepta y propone una referencia única, la ley natural. En lugar de existir conflictos por los cuales directamente se rechaza a quien adopta una referencia distinta, las discusiones esta vez provendrán de los distintos planteos, como ocurre dentro del ámbito de la ciencia experimental.
Si bien se aduce que la ciencia experimental no puede acceder a lo sobrenatural, o a dar alguna conclusión respecto de la vida eterna, debe tenerse presente que la misión de la religión es la de sugerir una postura ética concreta que podrá tener ese “premio adicional”. En el caso del cristianismo, se advierte que el camino de la felicidad es el mismo que el de la inmortalidad, si es que existe. Luego, desde la ciencia experimental (psicología, ciencias sociales, etc.) podrá llegarse a sugerencias éticas similares teniendo en cuenta principalmente lo que resulta accesible a nuestras decisiones.
De la misma manera en que podemos mejorar éticamente haciendo una introspección moral a partir de nuestras componentes afectivas, podemos también establecer cierta introspección cognitiva tratando de buscar el predominio de la ley natural como referencia adoptada, contemplando al mundo bajo una “perspectiva de eternidad”. “Como argumenta Saw, para Spinoza, crecer en conocimiento es llegar a ser más claramente consciente de nuestras propias ideas y de la interconexión de las mismas, y esto se alcanza no por la reforma de la mente como si fuese un instrumento, sino por la remoción de ideas falsas e inadecuadas que empañan el intelecto” (Del “Tratado de la reforma del entendimiento” de Baruch de Spinoza-Editorial Tecnos SA-Madrid 1989).
Como siempre, las soluciones debemos buscarlas a un nivel individual, mientras que resulta poco recomendable quedarnos a esperar el cumplimiento del determinismo histórico supuesto por Auguste Comte con su “ley de los tres estados”, es decir, la que asocia al desarrollo del conocimiento la secuencia que va desde la teología (religión) a la metafísica (filosofía) y luego al estado positivo (ciencia). Si bien esta secuencia puede haberse establecido en algunas ramas del conocimiento, no debemos aceptarla como una verdadera ley histórica por cuanto nada nos asegura que siempre ha de resultar así, a pesar de lo atractiva, razonable y coherente que nos resulta en un primer momento.
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