Si alguna vez tiene éxito el proceso de adaptación cultural al orden natural, se habrá logrado establecer el bíblico Reino de Dios, es decir, el gobierno de Dios (o el orden natural) a través de sus leyes invariantes. Como el Reino de Dios "está dentro de vosotros", tal adaptación plena implica también un autogobierno individual, además del rechazo de todo gobierno material y mental del hombre sobre el hombre.
A lo largo de la historia, sin embargo, casi nunca se detuvieron las luchas tratando de establecer un gobierno planetario, evidenciando la soberbia humana considerada como el peor de los pecados capitales, que no es otra cosa que el intento de reemplazar la ley natural, y el autogobierno individual, por el gobierno mental o material que el soberbio pretende establecer en forma ilimitada.
En la actualidad ha surgido el globalismo político como la nueva tendencia que busca imponer el viejo proyecto de un gobierno planetario, que poco o nada tiene en cuenta las leyes naturales y el orden natural.
Se menciona un artículo al respecto:
UNA LUZ CONTRA EL GLOBALISMO
Por Carlos Ialorenzi y Myriam Mitrece
Hace dos semanas tuvimos el gusto de entrevistar en nuestro programa de radio al politólogo, conferencista y escritor Agustín Laje; con motivo del lanzamiento de su nuevo libro: “Globalismo”. Compartimos algunos de los principales conceptos.
LAS DIFERENCIAS
Frente al título del libro, en principio, podríamos preguntarnos ¿qué tiene de malo que todos los países se pongan de acuerdo, que comercien o que hagan en conjunto actividades complementarias? La respuesta llegó con claridad: “Globalización es una palabra que apareció en el lenguaje académico de la economía, de la administración de empresas en la década del 80 del siglo pasado y se popularizó en la sociedad hacia la década del 90".
"La globalización sobre todo refería a fenómenos de tipo económicos, o sea, la interconexión global del mundo en términos de mercados, de capitales, de financiamiento, de trabajo, la posibilidad que abrieron las nuevas tecnologías de la comunicación, las tecnologías digitales, los nuevos transportes que explotan más o menos hacia las últimas décadas del siglo XX y genera una suerte de achicamiento del mundo. El mundo se interconecta y esa interconexión, sobre todo, insisto, comercial, financiera, económica, es lo que se denomina globalización. La posibilidad, por ejemplo, de tocar un botón y mover tu capital desde los Estados Unidos hasta Francia, o tocar otro botón y contratar a un empleado en la India, o tocar otro botón y comprar un producto que te lo van a mandar desde la China, es lo que habitualmente denominamos desde hace algunas décadas globalización".
El autor explica que, en cambio, “globalismo” es un término relativamente nuevo del lenguaje político que se entiende “como una forma de gobierno político que involucra a organismos que no son estatales, que no son de índole nacional, sino que son de naturaleza supranacional y supraestatal. Y ahí ya el cuento de qué tiene de malo empieza a cambiar de color, porque ya no estamos hablando del comercio entre las personas de distintos países, sino de la dominación sobre los hombres”.
Continúa diciendo que el término globalismo parecía tener una doble faz, por un lado, como término político que cada vez iba tomando más vuelo -usado por Vox en España, el trumpismo en los Estados Unidos, los húngaros del gobierno de Víctor Orban- y por otro empañado con teorías de la conspiración sobre grupos minúsculos y ultrasecretos que se juntaban para dominar el mundo. De allí surgió su idea de investigar metódicamente sirviéndose de documentación fidedigna, pública y oficial. “La documentación pública es clarísima al respecto”, en la ONU, en el Foro Económico Mundial, por ejemplo, se habla constantemente de la gobernanza mundial y se llama a sus propios miembros “ciudadanos globales”.
El autor busca advertir sobre los peligros de algo que aún se encuentra en estado embrionario. “yo no pretendo decirle al lector que existe ya actualmente una especie de gobierno mundial totalmente consolidado que domina nuestros destinos de manera indefectible”, “yo afirmo que se están colocando las bases para lo que ellos mismos denominan gobernanza global”.
PELIGRO
El globalismo es peligroso para las derechas: para los sectores más conservadores porque se apalanca en las agendas progresistas y woke, para los sectores nacionalistas o patriotas, porque transfiere la soberanía nacional hacia organismos de naturaleza supranacional y para los libertarios porque implica nada menos que la conformación de un megaleviatán más totalizante, más absorbente e interventor que el Estado.
Con actitud realista pero esperanzada sostiene que aún es posible abortarlo. “Para eso escribí el libro y le muestro a los distintos sectores de las derechas por qué es peligroso”. Laje sostiene que es posible estableciendo un modelo de articulación en el que cada sector se reconoce distinto, pero forma un mismo frente, se comparte cada identidad particular y se produce la fusión de sectores conservadores, libertarios y soberanistas contagiándose mutuamente hasta generar una fuerza política nueva, con una nueva identidad.
Para clarificar más aún los conceptos, el entrevistado, lo pone en clave futbolera. “Necesito armar un equipo de fútbol y necesito ver cuál es el escenario actual”: “Tengo enfrente a los socialistas del siglo XXI, que son estatistas, interventores, destruyen nuestras economías, nos empobrecen, nos revientan a impuestos y a regulaciones; yo quiero un jugador en la cancha llamado libertario. Necesito libertarios en la cancha para jugar contra esos. Ahora, también veo para el costado y tengo en el equipo del frente, a los woke y a los progres, que vienen con una agenda cultural disolvente, conflictiva, que va desgarrando la identidad de los individuos y los va vaciando de contenido. Yo en mi equipo para enfrentarlos quiero a los conservadores. Y veo al final también que en el equipo enemigo hay globalistas, gente que está tratando de imponer agendas desde organismos internacionales y desde entidades supranacionales. Quiero entonces en mi equipo a patriotas, a gente que defienda la soberanía nacional”.
FUNDACIÓN FARO
Agustín Laje fue elegido director ejecutivo de la Fundación Faro, reciente creación que se reconoce en la misión de “Promover las ideas del liberalismo económico y los valores históricos de la cultura argentina, para contribuir al desarrollo económico y social de nuestra Nación, librando la batalla cultural.”
En 1972, Benjamín Solari Parravicini acompañó una de sus famosas psicografías con el siguiente texto: "Caminante tú que observas, ve hacia la playa de arenas argentadas, allí aguarda la paz. ¡Faro de faros!". Estas son las palabras inspiradoras para los iniciadores de Fundación Faro. Inspiradora también su psicografía que dio origen al isotipo que la identifica.
(De www.laprensa.com.ar)
jueves, 31 de octubre de 2024
miércoles, 30 de octubre de 2024
Salario Básico Universal
Cuando el seleccionado nacional de fútbol no obtiene buenos resultados, surge una multitud de “directores técnicos”, a lo largo y a lo ancho del país, proponiendo cambios concretos. Por el contrario, cuando se logran resultados satisfactorios, la mayoría respeta las decisiones del director técnico. Algo similar ocurre en otras áreas de la actividad humana, pero esta vez el surgimiento de una multitud de opiniones y propuestas surge de gente ignorante que descree totalmente de los resultados logrados por las distintas ramas del conocimiento, o de la ciencia experimental. Así, los defensores de la existencia de la “tierra hueca” se oponen a la geología; los defensores de la “tierra plana” descreen de la astronomía; los promotores de la “ideología de género” descreen de la biología y los que proponen el “salario básico universal” descreen de la ciencia económica.
El “Salario Básico Universal” implica que el Estado debe asignar a todo ciudadano un salario mensual sin restricciones, es decir, sin necesidad de una contraprestación laboral, y a quienes lo necesiten, o no. En cuanto a la manera de financiarlo, existen tres posibilidades: el Estado debe cobrar mayores impuestos al sector productivo, o debe emitir mayor cantidad de dinero o bien ha de pedir préstamos. En todos los casos, se han de generar serios deterioros de la economía, como una menor capacidad de inversión por parte de las empresas, menor disponibilidad productiva en quienes no tendrán necesidad de trabajar, y la posible generación de un proceso inflacionario si se recurre a la emisión masiva de dinero.
El Salario Básico Universal se presenta como una nueva utopía que desafía a quienes se orientan por teorías comprobadas, o compatibles con la realidad, a indagar sobre el tema por cuanto muchas veces resulta dificultoso mostrar los errores utópicos aun cuando se esté convencido de la falsedad básica.
Sus defensores, con cierto optimismo, advierten ventajas en el corto plazo, convenciendo a muchos por las evidentes facilidades que surgirán, lo que no es otra cosa que las ventajas que en un primer momento ocurre en todo proceso inflacionario, si bien en el mediano y el largo plazo las cosas empeorarán irremediablemente.
El Salario Básico Universal puede considerarse como una variante de la utopía socialista, en la cual se busca la igualdad de remuneraciones aun con una desigualdad de aportaciones productivas, que vendría a ser el ideal del envidioso. En la utopía socialista, en una población con 1 millón de personas, si alguien decide producir el doble de lo que produce, recibirá una millónesima parte de ese adicional, luego de la repartición igualitaria. Si, en cambio, decide no producir nada, se perjudicará también en una millónesima parte. De ahí la equivalencia, para su interés personal, de trabajar mucho o trabajar poco. La mayor parte de las personas optan por el trabajo "a media máquina".
Es importante tener presente varios casos en los que se ha intentado resolver el problema de la pobreza generalizada. Así, en los años 60, en EEUU se destinó una enorme cantidad de recursos para ese fin. Pero ello no produjo buenos resultados, ya que muchos destinatarios, al advertir que ya no tenían que mantener a su familia mediante su trabajo, sino que el resto de la sociedad (vía Estado) lo iba a hacer, abandonaron sus hogares por una vida ociosa, provocando una especie de catástrofe social.
Como se trataba de una distribución de recursos selectiva, destinada a quienes más necesitaban de la ayuda estatal, se requería de una enorme burocracia para sustentar ese criterio. Adicionalmente, al existir cierta corrupción en el proceso, se advirtió que sólo el 30% de los recursos asignados llegaba a quienes estaban originalmente destinados. Es por ello que Milton Friedman sostenía que habría de mejorar el proceso si se distribuían los recursos sin tal selectividad, es decir, a todos los ciudadanos, evitando los gastos burocráticos y la corrupción asociada.
Es importante tener en cuenta el caso de la Argentina, con un enorme porcentaje de pobres, consecuencia inevitable de distribuir desde el Estado millones de Planes Sociales, millones de AUH (Ayuda Universal por Hijo) y otras “ayudas” semejantes. Así, fueron separados del trabajo productivo quienes lo hacían, como es el caso de muchos albañiles que, luego, cobrando un Plan Social, y aún con mucho tiempo libre, se negaban a realizar trabajos de su especialidad cuando para ello eran requeridos.
Muchas mujeres, a cargo de sus hijos, encontraron en la AUH el único medio de supervivencia, por lo que siguieron trayendo hijos al mundo para aumentar sus ingresos. De ahí que no haya que extrañarse que el porcentaje de pobreza es bastante mayor entre los niños que entre otros sectores de la población. Es por ello que, a partir de la mentalidad predominante en este país, la instauración del Salario Básico Universal produciría efectos tan desastrosos como los producidos por los procesos distributivos vigentes desde los gobiernos kirchneristas.
Una forma de destruir personalidades y vidas activas implica, justamente, reemplazar el esfuerzo y la responsabilidad individual por algo tal como el mencionado Salario. Si alguien conoce a personas que, por alguna razón, no tienen necesidad de trabajar, y por ello no trabajan, viviendo en el ocio permanente, advertirá que transmiten una especie de sensación de vacío existencial similar a la de los parásitos sociales creados por el kirchnerismo. El trabajo es necesario para la salud mental. Es por ello que se observa en algunos jugadores de fútbol o gente trabajadora, al dejar su actividad por la edad, entran en severos estados depresivos, algo similar al vacío existencial mencionado. La Madre Teresa de Calcuta escribió: "¿Qué debemos hacer para ayudar en la promoción de los pobres? Proporcionarles educación y trabajo. El hombre sólo se siente verdaderamente humano cuando puede valerse por sí mismo. Con nuestro trabajo, en nuestras casas de caridad, sólo intentamos saciar su hambre, de pan y de afecto, pero lo que consideramos fundamental, es conseguirles un trabajo, para que recuperen la confianza en sí mismos" (De "Amar al otro"-Ediciones Lumen-Buenos Aires 1992).
A continuación se mencionan parráfos de un artículo al respecto:
SALARIO BÁSICO UNIVERSAL
Por Gala Díaz Langou, Carola Della Paolera y Joaquín Baliña
De acuerdo con Van Parijs, el ingreso básico universal puede entenderse como “un ingreso pagado por una comunidad política a todos sus miembros de forma individual, sin condiciones en base a los recursos económicos del individuo ni corresponsabilidades de trabajo”. Una definición retomada en 2016 por la Basic Income Earth Network (BIEN) estableció un consenso en el que el ingreso básico se definió como un pago periódico en efectivo que se entrega de forma incondicional a todas las personas, sin prueba de recursos ni requisito de trabajo.
De acuerdo con esta definición, un ingreso básico debe contar con cinco características: en primer lugar debe ser individual, lo cual implica que se trata de una medida destinada a personas físicas y no a grupos, sectores ni hogares. En segundo lugar, es incondicional, por lo cual no se establece ningún tipo de requisito o contraprestación para acceder a la dotación ni para su sostenimiento en el tiempo, ya sea previa o posteriormente a la transferencia. En tercer lugar, es universal en la medida en que es brindada a todas las personas que integran la población destinataria. En cuarto lugar, se otorga de forma periódica, lo cual implica que el dinero se debe entregar en intervalos fijos y regulares. En quinto lugar, se estipula que el pago se debe realizar en dinero, para que las personas lo gasten según su propio criterio. Una sexta característica recientemente incluida en los lineamientos de la BIEN plantea que las transferencias deben ser uniformes, es decir, que deben ser iguales entre la población.
Si bien desde el punto de vista teórico estas características son claras, pueden dar lugar a matices y discusiones, especialmente a la hora de la implementación. A continuación se realiza un análisis de cada una de las seis características antes mencionadas, tomando en consideración sus definiciones y las complejidades que podrían suponer para su abordaje en Argentina:
Individualidad: este tipo de programa se enfoca en transferencias individuales, a diferencia de otros que plantean transferencias a los hogares (lo que requiere información sobre su composición no siempre disponible). Por supuesto, aun así surgen dudas con respecto a algunos casos, como son los y las menores de edad.
Incondicionalidad: supone eliminar todo tipo de condiciones de acceso o contraprestaciones durante el tiempo que se reciba la transferencia, desde una perspectiva similar a la del derecho. Si bien este aspecto resulta sencillo de comprender en términos conceptuales, puede entrar en conflicto con criterios de implementación. Por ejemplo, a menos que se avance en una implementación simultánea para toda la población, es necesario establecer prioridades y criterios progresivos para expandir la cobertura. Sin embargo, esto supondría establecer clasificaciones y criterios de acceso, lo cual equivale a establecer condiciones de acceso (al menos inicialmente). En ese caso, ¿sobre qué bases o condiciones sería mejor fijar esos criterios?
Universalidad: el acceso universal (es decir, a toda la población residente en la unidad de administración política donde se aplica) es un requisito central de una política de ingreso básico universal. Existen programas que buscan cubrir a grupos específicos de una población, con criterios que pueden ser por edad, género, relación con el mercado laboral u otras características, pero por definición en esos casos no se trata de un programa universal, sino de una transferencia focalizada.
Periodicidad: para que una transferencia pueda ser considerada como un programa de ingreso universal, es crítico que se repita con regularidad, es decir, que se enmarque en un programa permanente y no se conciba como un pago por única vez. Por otro lado, la frecuencia puede ser relevante para el impacto del programa. Si bien en la mayoría de los experimentos de ingreso básico las transferencias se realizan de forma mensual, también se han implementado transferencias más acotadas, como, por ejemplo, para el consumo de alimentos. En este sentido, la transferencia puede ser semanal, mensual o inclusive en períodos de tiempo mayores (como semestral o anual), en caso de que se quisiera otorgar montos más elevados que promuevan la inversión de mayor capital entre la población.
Monto en efectivo: que la transferencia sea en efectivo supone que se habilite –a través de un medio que puede ser bancario o digital, por ejemplo– el acceso directo y libre al dinero asignado, para que las personas que lo reciban puedan gastarlo a su criterio, y que no se trate de transferencias en especie o con asignación específica.
Uniformidad: este criterio resulta complejo de resolver debido a que su lectura no es inequívoca. ¿Los montos de las transferencias deberían ser iguales para todas las personas? ¿O tiene más sentido establecer cortes poblaciones y, en función de ellos, otorgar montos diferentes? Si bien la definición del ingreso básico se corresponde con el primer caso, es relevante preguntarse por este aspecto y evaluar alternativas que promuevan la equidad.
En función de lo antes mencionado, resulta evidente que implementar políticas que cumplan de forma taxativa con las características antes mencionadas del ingreso básico universal presenta diversas complejidades políticas, institucionales y fiscales. Es decir, su implementación implica diversos desafíos que van desde acuerdos políticos amplios a la mejora de las capacidades estatales y la definición de criterios claros de financiamiento.
A su vez, aún no hay evidencia suficiente respecto a los posibles efectos que las políticas de ingreso básico universal pueden tener en distintas dimensiones del comportamiento individual y la dinámica colectiva. Es por esto que si bien existen diversos experimentos acotados a nivel global, ningún país ha implementado un esquema de ingreso básico universal que cumpla estrictamente con todas las condiciones mencionadas. En lugar de un abordaje universal, lo que sí se ha hecho es expandir los sistemas de protección social mediante programas de transferencias monetarias para distintos sectores de la población.
(De www.cippec.org)
El “Salario Básico Universal” implica que el Estado debe asignar a todo ciudadano un salario mensual sin restricciones, es decir, sin necesidad de una contraprestación laboral, y a quienes lo necesiten, o no. En cuanto a la manera de financiarlo, existen tres posibilidades: el Estado debe cobrar mayores impuestos al sector productivo, o debe emitir mayor cantidad de dinero o bien ha de pedir préstamos. En todos los casos, se han de generar serios deterioros de la economía, como una menor capacidad de inversión por parte de las empresas, menor disponibilidad productiva en quienes no tendrán necesidad de trabajar, y la posible generación de un proceso inflacionario si se recurre a la emisión masiva de dinero.
El Salario Básico Universal se presenta como una nueva utopía que desafía a quienes se orientan por teorías comprobadas, o compatibles con la realidad, a indagar sobre el tema por cuanto muchas veces resulta dificultoso mostrar los errores utópicos aun cuando se esté convencido de la falsedad básica.
Sus defensores, con cierto optimismo, advierten ventajas en el corto plazo, convenciendo a muchos por las evidentes facilidades que surgirán, lo que no es otra cosa que las ventajas que en un primer momento ocurre en todo proceso inflacionario, si bien en el mediano y el largo plazo las cosas empeorarán irremediablemente.
El Salario Básico Universal puede considerarse como una variante de la utopía socialista, en la cual se busca la igualdad de remuneraciones aun con una desigualdad de aportaciones productivas, que vendría a ser el ideal del envidioso. En la utopía socialista, en una población con 1 millón de personas, si alguien decide producir el doble de lo que produce, recibirá una millónesima parte de ese adicional, luego de la repartición igualitaria. Si, en cambio, decide no producir nada, se perjudicará también en una millónesima parte. De ahí la equivalencia, para su interés personal, de trabajar mucho o trabajar poco. La mayor parte de las personas optan por el trabajo "a media máquina".
Es importante tener presente varios casos en los que se ha intentado resolver el problema de la pobreza generalizada. Así, en los años 60, en EEUU se destinó una enorme cantidad de recursos para ese fin. Pero ello no produjo buenos resultados, ya que muchos destinatarios, al advertir que ya no tenían que mantener a su familia mediante su trabajo, sino que el resto de la sociedad (vía Estado) lo iba a hacer, abandonaron sus hogares por una vida ociosa, provocando una especie de catástrofe social.
Como se trataba de una distribución de recursos selectiva, destinada a quienes más necesitaban de la ayuda estatal, se requería de una enorme burocracia para sustentar ese criterio. Adicionalmente, al existir cierta corrupción en el proceso, se advirtió que sólo el 30% de los recursos asignados llegaba a quienes estaban originalmente destinados. Es por ello que Milton Friedman sostenía que habría de mejorar el proceso si se distribuían los recursos sin tal selectividad, es decir, a todos los ciudadanos, evitando los gastos burocráticos y la corrupción asociada.
Es importante tener en cuenta el caso de la Argentina, con un enorme porcentaje de pobres, consecuencia inevitable de distribuir desde el Estado millones de Planes Sociales, millones de AUH (Ayuda Universal por Hijo) y otras “ayudas” semejantes. Así, fueron separados del trabajo productivo quienes lo hacían, como es el caso de muchos albañiles que, luego, cobrando un Plan Social, y aún con mucho tiempo libre, se negaban a realizar trabajos de su especialidad cuando para ello eran requeridos.
Muchas mujeres, a cargo de sus hijos, encontraron en la AUH el único medio de supervivencia, por lo que siguieron trayendo hijos al mundo para aumentar sus ingresos. De ahí que no haya que extrañarse que el porcentaje de pobreza es bastante mayor entre los niños que entre otros sectores de la población. Es por ello que, a partir de la mentalidad predominante en este país, la instauración del Salario Básico Universal produciría efectos tan desastrosos como los producidos por los procesos distributivos vigentes desde los gobiernos kirchneristas.
Una forma de destruir personalidades y vidas activas implica, justamente, reemplazar el esfuerzo y la responsabilidad individual por algo tal como el mencionado Salario. Si alguien conoce a personas que, por alguna razón, no tienen necesidad de trabajar, y por ello no trabajan, viviendo en el ocio permanente, advertirá que transmiten una especie de sensación de vacío existencial similar a la de los parásitos sociales creados por el kirchnerismo. El trabajo es necesario para la salud mental. Es por ello que se observa en algunos jugadores de fútbol o gente trabajadora, al dejar su actividad por la edad, entran en severos estados depresivos, algo similar al vacío existencial mencionado. La Madre Teresa de Calcuta escribió: "¿Qué debemos hacer para ayudar en la promoción de los pobres? Proporcionarles educación y trabajo. El hombre sólo se siente verdaderamente humano cuando puede valerse por sí mismo. Con nuestro trabajo, en nuestras casas de caridad, sólo intentamos saciar su hambre, de pan y de afecto, pero lo que consideramos fundamental, es conseguirles un trabajo, para que recuperen la confianza en sí mismos" (De "Amar al otro"-Ediciones Lumen-Buenos Aires 1992).
A continuación se mencionan parráfos de un artículo al respecto:
SALARIO BÁSICO UNIVERSAL
Por Gala Díaz Langou, Carola Della Paolera y Joaquín Baliña
De acuerdo con Van Parijs, el ingreso básico universal puede entenderse como “un ingreso pagado por una comunidad política a todos sus miembros de forma individual, sin condiciones en base a los recursos económicos del individuo ni corresponsabilidades de trabajo”. Una definición retomada en 2016 por la Basic Income Earth Network (BIEN) estableció un consenso en el que el ingreso básico se definió como un pago periódico en efectivo que se entrega de forma incondicional a todas las personas, sin prueba de recursos ni requisito de trabajo.
De acuerdo con esta definición, un ingreso básico debe contar con cinco características: en primer lugar debe ser individual, lo cual implica que se trata de una medida destinada a personas físicas y no a grupos, sectores ni hogares. En segundo lugar, es incondicional, por lo cual no se establece ningún tipo de requisito o contraprestación para acceder a la dotación ni para su sostenimiento en el tiempo, ya sea previa o posteriormente a la transferencia. En tercer lugar, es universal en la medida en que es brindada a todas las personas que integran la población destinataria. En cuarto lugar, se otorga de forma periódica, lo cual implica que el dinero se debe entregar en intervalos fijos y regulares. En quinto lugar, se estipula que el pago se debe realizar en dinero, para que las personas lo gasten según su propio criterio. Una sexta característica recientemente incluida en los lineamientos de la BIEN plantea que las transferencias deben ser uniformes, es decir, que deben ser iguales entre la población.
Si bien desde el punto de vista teórico estas características son claras, pueden dar lugar a matices y discusiones, especialmente a la hora de la implementación. A continuación se realiza un análisis de cada una de las seis características antes mencionadas, tomando en consideración sus definiciones y las complejidades que podrían suponer para su abordaje en Argentina:
Individualidad: este tipo de programa se enfoca en transferencias individuales, a diferencia de otros que plantean transferencias a los hogares (lo que requiere información sobre su composición no siempre disponible). Por supuesto, aun así surgen dudas con respecto a algunos casos, como son los y las menores de edad.
Incondicionalidad: supone eliminar todo tipo de condiciones de acceso o contraprestaciones durante el tiempo que se reciba la transferencia, desde una perspectiva similar a la del derecho. Si bien este aspecto resulta sencillo de comprender en términos conceptuales, puede entrar en conflicto con criterios de implementación. Por ejemplo, a menos que se avance en una implementación simultánea para toda la población, es necesario establecer prioridades y criterios progresivos para expandir la cobertura. Sin embargo, esto supondría establecer clasificaciones y criterios de acceso, lo cual equivale a establecer condiciones de acceso (al menos inicialmente). En ese caso, ¿sobre qué bases o condiciones sería mejor fijar esos criterios?
Universalidad: el acceso universal (es decir, a toda la población residente en la unidad de administración política donde se aplica) es un requisito central de una política de ingreso básico universal. Existen programas que buscan cubrir a grupos específicos de una población, con criterios que pueden ser por edad, género, relación con el mercado laboral u otras características, pero por definición en esos casos no se trata de un programa universal, sino de una transferencia focalizada.
Periodicidad: para que una transferencia pueda ser considerada como un programa de ingreso universal, es crítico que se repita con regularidad, es decir, que se enmarque en un programa permanente y no se conciba como un pago por única vez. Por otro lado, la frecuencia puede ser relevante para el impacto del programa. Si bien en la mayoría de los experimentos de ingreso básico las transferencias se realizan de forma mensual, también se han implementado transferencias más acotadas, como, por ejemplo, para el consumo de alimentos. En este sentido, la transferencia puede ser semanal, mensual o inclusive en períodos de tiempo mayores (como semestral o anual), en caso de que se quisiera otorgar montos más elevados que promuevan la inversión de mayor capital entre la población.
Monto en efectivo: que la transferencia sea en efectivo supone que se habilite –a través de un medio que puede ser bancario o digital, por ejemplo– el acceso directo y libre al dinero asignado, para que las personas que lo reciban puedan gastarlo a su criterio, y que no se trate de transferencias en especie o con asignación específica.
Uniformidad: este criterio resulta complejo de resolver debido a que su lectura no es inequívoca. ¿Los montos de las transferencias deberían ser iguales para todas las personas? ¿O tiene más sentido establecer cortes poblaciones y, en función de ellos, otorgar montos diferentes? Si bien la definición del ingreso básico se corresponde con el primer caso, es relevante preguntarse por este aspecto y evaluar alternativas que promuevan la equidad.
En función de lo antes mencionado, resulta evidente que implementar políticas que cumplan de forma taxativa con las características antes mencionadas del ingreso básico universal presenta diversas complejidades políticas, institucionales y fiscales. Es decir, su implementación implica diversos desafíos que van desde acuerdos políticos amplios a la mejora de las capacidades estatales y la definición de criterios claros de financiamiento.
A su vez, aún no hay evidencia suficiente respecto a los posibles efectos que las políticas de ingreso básico universal pueden tener en distintas dimensiones del comportamiento individual y la dinámica colectiva. Es por esto que si bien existen diversos experimentos acotados a nivel global, ningún país ha implementado un esquema de ingreso básico universal que cumpla estrictamente con todas las condiciones mencionadas. En lugar de un abordaje universal, lo que sí se ha hecho es expandir los sistemas de protección social mediante programas de transferencias monetarias para distintos sectores de la población.
(De www.cippec.org)
martes, 29 de octubre de 2024
El gobierno mental del Anticristo
Karina Mariani nos describe perfectamente y para que no lo olvidemos nunca, qué significa el comunismo impuesto por Lenin y proseguido hasta la actualidad con las mismas recetas aggiornadas:
Se cumplió un siglo de la muerte de Lenin; como la historia no deja de girar en falso sobre sus propias tragedias, hablemos un rato del monstruo:
La influencia del fascismo ha sido, por fortuna, destrozada y envilecida, pero la vil deriva comunista iniciada por Lenin sigue vigente. Y esta pesadilla no sólo persiste en los países en los que aún es la forma de gobierno, sino en los corazones de intelectuales y políticos de las democracias occidentales. Persiste en las universidades de todo el mundo y en los manuales de quienes están aprendiendo a leer. Permanece en el cine, en las redes y en el turbio conglomerado que llamamos medios masivos.
Sobran los informes previos y posteriores a la caída de la URSS en los que se señala que entre otros métodos de exterminio, el régimen sovietico fusiló millones de almas, en términos estadísticos, existen décadas en las que se fusiló casi un millón anual. Para hacerlo, para fusilar a miles personas a diario hacen falta muchos verdugos. La Unión Soviética era una industria de la muerte, y esto no es una metáfora. Todos los gobiernos genocidas necesitan montar una cadena productiva que requiere muchas especialidades antes de llegar al fusilador y al enterrador. Lenin esto lo sabía y no era ajeno a la naturaleza del camino que, según su propia prosa, era necesario hasta conseguir los altos estándares de felicidad que la dictadura del proletariado iba a brindar a la humanidad.
Ese es el espíritu con el que Lenin escribe a Trotski el 1° de febrero de 1920: “La ración de pan debe ser reducida para los que no trabajan en el sector del transporte, hoy decisivo”. Con estas directivas garantizaba la eficacia de la represión, de modo tal que bajo su diseño se prohibió a los campesinos vender sus productos, y a otros comprarlos o intercambiarlos. El fin de estas acciones pueden parecer errores antieconómicos pero son un efectivo mensaje de propaganda acerca del poder sobre la vida y la muerte de los demás. Recién comenzaba a diagramarse un terror del que sus víctimas jamás podrían recuperarse, ese mensaje es factura de Lenin, que talló en piedra el tutorial para la instalación de las dictaduras comunistas. A veces mirar la política con el ojo economicista nos hace perder el bosque.
Lenin se ofendía cuando no se mataba lo suficiente. El 29 de enero de 1920 escribía a Smirnov, jefe del V Ejército en la zona del Ural: “Me informan de que hay un sabotaje y que los obreros de Iyevsk están en el golpe. Estoy asombrado de que os acomodéis y no procedáis a ejecuciones masivas. Un buen comunista también es un buen chekista. Hay que dar ejemplo. 1) Colgar (y digo colgar de forma que la gente lo vea) a no menos de 100 kulaks, ricachones, bebedores de sangre. 2) Publicar sus nombres. 3) Apoderarse de todo su grano. 4) Identificar a los rehenes como lo hemos indicado en nuestro telegrama de ayer. Hagan eso de manera que a cien leguas a la redonda la gente lo vea, tiemblen, se enteren y digan: Matan y seguirán matando kulaks sedientos de sangre. Telegrafiad que habéis recibido estas instrucciones. Vuestro. Lenin".
Lenin no diseñó el terror comunista solo. El mundo fue con él condescendiente y solidario. La intelectualidad mundial eligió mirar a otro lado, cosa que continuó con Stalin hasta que se los permitieron sus estómagos. Esto es de una lacerante vigencia mirando la tolerancia del mundo a Cuba, Venezuela o China. Pero traigamos a la memoria otra similitud que parece de las noticias actuales: En 1917 en Rusia, desde la revolución de Febrero hasta la de Octubre las fuerzas políticas que no eran bolcheviques (que dicho sea de paso, a pesar de su nombre eran una fuerza minoritaria) dejaron avanzar a los bolcheviques permitiéndoles medir hasta dónde eran capaces de tolerar sin oponer resistencia. Suena familiar, ¿verdad?
El Golpe de Estado bolchevique de Octubre de 1917 por el que nadie se rasgó las vestiduras, duró hasta el final de 1991, y si se cayó fue porque se pudrió de adentro para afuera. Cuando las dictaduras comunistas se instalan sólo caen por su propia decadencia e inviabilidad, eso también comienza con Lenin.
La Comisión Extraordinaria Panrusa para la Lucha contra la Contrarrevolución y el Sabotaje, la famosa Cheka, se creó el 7 de diciembre de 1917. Era la semilla de la KGB que iba a impedir que jamás la disidencia viera la luz ni tuviera la menor posibilidad de ir contra el régimen. Lenin puso al mando a Félix Dzerzhinsky, de quien Trotsky escribiera: “Acerca de las represiones, Dzerzhinsky era personalmente responsable por ellas y no podía tolerar la interferencia de nadie en sus funciones (y así lo era debidamente). Si hubo víctimas innecesarias, no sé decir. En cuanto a ese asunto, creo mucho más en Dzerzhinsky que en sus críticos tardíos. (…). Sin embargo, estoy dispuesto a reconocer que la guerra civil no es escuela de humanismo. Los idealistas y los pacifistas acusaron, siempre, a la revolución por sus ‘excesos’ (…) Sin embargo, el punto central es el de que los ‘excesos’ son consecuencia de la propia naturaleza de la revolución que, por sí misma, constituye, no obstante, un propio ‘exceso’ de la historia”. Así ha continuado hasta nuestros días la prosa trotskista superando a su creador, justificando las atrocidades comunistas en pos del bien superior.
En cada rincón donde reinó el comunismo se eliminaron las libertades políticas y económicas. A la vista del planeta se constituyeron partidos únicos y economías planificadas que decantaron en hambrunas feroces. Y así como la receta fue única, los resultados también lo fueron: dictadura, escasez, miedo y muerte. Millones de condenados al hambre y al terror. A la intromisión impúdica en la intimidad, a la delación de sus propios vecinos. La censura y la vigilancia son la condición de su supervivencia y el disidente será siempre una amenaza. Es Lenin el que hace nacer el sistema que, partiendo de la Unión Soviética, llegará a gobernar en casi un tercio del mundo.
Cuando los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia la progresía mundial saludaba con júbilo el ascenso de los desheredados de la Tierra. Con Lenin comenzaba el relato de igualdad y la solidaridad, relato que no ha parado de crecer, y hoy es casi imposible encontrar una fibra política o intelectual que no hocique ante este mandamiento. La cheka tenía milicias del Partido dedicadas a la colectivización. Sus primeras víctimas eran los kulaks, agricultores de la Rusia zarista que poseían tierras aunque así se denominó a todos los propietarios agrícolas condenados por oponerse al robo de sus propiedades. Se organizaban fusilamientos diarios y los sobrevivientes, mayormente mujeres y niños, vagaban por los campos comiendo raíces y cortezas de árbol. Cuando se acabaron los kulaks el Partido esclavizó a cualquiera que tuviese un pedazo de tierra o dos cerdos miserables, no eran personas sino cosas sacrificables en aras de la revolución. El avance sobre las propiedades siempre escala, ilusos los que creen que no serán víctimas de las colectivizaciones una vez que son desatadas.
Mientras los campos nazis fueron negados por sus perpetradores hasta la caída del nazismo, las barbaridades soviéticas eran casi un orgullo para los líderes de la dictadura del proletariado. El paraíso soviético era visitable para las élites del pensamiento occidental que callaron, justificaron o encubrieron los “daños colaterales” que aparejaba la construcción de la utopía.
Por convicción o por ventaja, muchos defendían a la URSS surgida de una añorada revolución que fundara lo que, para estas mentes soberbias, era la civilización del futuro, el fin del capitalismo vacío y consumista, la extinción de la decadente sociedad burguesa. Una búsqueda sencilla puede dar desagradables muestras de las loas a Lenin en congresos internacionales, en defensores de la cultura, en poemas, en asociaciones de obreros o estudiantes. La exportación del imaginario soviético de la deconstrucción de las estructuras sociales y políticas para crear una civilización nueva. Otra vez pensando en crear de arriba hacia abajo al nuevo hombre y al nuevo mundo. ¿Acaso no resulta familiar esa soberbia?
En 1922, Lenin escribía que los comunistas debían preservar su flexibilidad para comenzar una y otra vez desde el principio y engañar a la derrota. Concebía a los procesos revolucionarios como un movimiento repetitivo, manteniendo en la memoria “los momentos sublimes” de la revolución como marco general. Sentaba así las bases de un odio de clases eterno y latente. La idea enfermiza de la revolución permanente. Para mayo de ese año sufrió un infarto del que no recuperó el habla, más tarde otro ataque le paralizó la mitad del cuerpo. Ese mismo año concluía la guerra civil y nacía su hija dilecta: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS. Moría apenas empezado 1924, tuvo tiempo en su agonía de ensalzar a su heredero. Mal que le pese a los endulzadores de su imagen, Lenin eligió a Stalin para continuar su obra.
Lenin aplica al pie de la letra el principio de "cuanto peor, mejor", que en criollo se trata de ganar con el río revuelto y si no está revuelto, tratar de que se revuelva a la fuerza. 150 años después de su nacimiento, el comunismo que tan meticulosamente gestó sigue siendo una pesadilla de la que la humanidad no logra despertar. Lo más notable del pensamiento comunista que opera en las democracias del mundo es que son impermeables a esta evidencia empírica. Les horrorizan las fotos del Holocausto pero son inmunes a las de crímenes comunistas, y eso que abundan, ¡eh! Las imágenes de los desesperados que se lanzan a la voracidad de los tiburones para huir de Cuba, los tiros a la espalda de quienes cruzaban el Muro de Berlín, Holodomor, los Gulags, nada los hace cambiar de opinión. Lo que es peor, se han parapetado en las estructuras de educación de modo tal que ningún niño o adolescente tendrán jamás la menor información acerca de estas atrocidades.
El fracaso colosal del comunismo no hizo mella en el discurso político imperante. Tal es el triunfo de Lenin que la crisis mundial por la pandemia se gestiona a base de recorte de libertades y de economía planificada. Gracias a la enorme legitimación de la izquierda en lo que eufemísticamente llamamos “progresismo” la nefasta permanencia del pensamiento de Lenin es la que se hace con la razón, aunque la realidad se oponga.
(Del muro de Facebook de Gisela Figueredo)
Se cumplió un siglo de la muerte de Lenin; como la historia no deja de girar en falso sobre sus propias tragedias, hablemos un rato del monstruo:
La influencia del fascismo ha sido, por fortuna, destrozada y envilecida, pero la vil deriva comunista iniciada por Lenin sigue vigente. Y esta pesadilla no sólo persiste en los países en los que aún es la forma de gobierno, sino en los corazones de intelectuales y políticos de las democracias occidentales. Persiste en las universidades de todo el mundo y en los manuales de quienes están aprendiendo a leer. Permanece en el cine, en las redes y en el turbio conglomerado que llamamos medios masivos.
Sobran los informes previos y posteriores a la caída de la URSS en los que se señala que entre otros métodos de exterminio, el régimen sovietico fusiló millones de almas, en términos estadísticos, existen décadas en las que se fusiló casi un millón anual. Para hacerlo, para fusilar a miles personas a diario hacen falta muchos verdugos. La Unión Soviética era una industria de la muerte, y esto no es una metáfora. Todos los gobiernos genocidas necesitan montar una cadena productiva que requiere muchas especialidades antes de llegar al fusilador y al enterrador. Lenin esto lo sabía y no era ajeno a la naturaleza del camino que, según su propia prosa, era necesario hasta conseguir los altos estándares de felicidad que la dictadura del proletariado iba a brindar a la humanidad.
Ese es el espíritu con el que Lenin escribe a Trotski el 1° de febrero de 1920: “La ración de pan debe ser reducida para los que no trabajan en el sector del transporte, hoy decisivo”. Con estas directivas garantizaba la eficacia de la represión, de modo tal que bajo su diseño se prohibió a los campesinos vender sus productos, y a otros comprarlos o intercambiarlos. El fin de estas acciones pueden parecer errores antieconómicos pero son un efectivo mensaje de propaganda acerca del poder sobre la vida y la muerte de los demás. Recién comenzaba a diagramarse un terror del que sus víctimas jamás podrían recuperarse, ese mensaje es factura de Lenin, que talló en piedra el tutorial para la instalación de las dictaduras comunistas. A veces mirar la política con el ojo economicista nos hace perder el bosque.
Lenin se ofendía cuando no se mataba lo suficiente. El 29 de enero de 1920 escribía a Smirnov, jefe del V Ejército en la zona del Ural: “Me informan de que hay un sabotaje y que los obreros de Iyevsk están en el golpe. Estoy asombrado de que os acomodéis y no procedáis a ejecuciones masivas. Un buen comunista también es un buen chekista. Hay que dar ejemplo. 1) Colgar (y digo colgar de forma que la gente lo vea) a no menos de 100 kulaks, ricachones, bebedores de sangre. 2) Publicar sus nombres. 3) Apoderarse de todo su grano. 4) Identificar a los rehenes como lo hemos indicado en nuestro telegrama de ayer. Hagan eso de manera que a cien leguas a la redonda la gente lo vea, tiemblen, se enteren y digan: Matan y seguirán matando kulaks sedientos de sangre. Telegrafiad que habéis recibido estas instrucciones. Vuestro. Lenin".
Lenin no diseñó el terror comunista solo. El mundo fue con él condescendiente y solidario. La intelectualidad mundial eligió mirar a otro lado, cosa que continuó con Stalin hasta que se los permitieron sus estómagos. Esto es de una lacerante vigencia mirando la tolerancia del mundo a Cuba, Venezuela o China. Pero traigamos a la memoria otra similitud que parece de las noticias actuales: En 1917 en Rusia, desde la revolución de Febrero hasta la de Octubre las fuerzas políticas que no eran bolcheviques (que dicho sea de paso, a pesar de su nombre eran una fuerza minoritaria) dejaron avanzar a los bolcheviques permitiéndoles medir hasta dónde eran capaces de tolerar sin oponer resistencia. Suena familiar, ¿verdad?
El Golpe de Estado bolchevique de Octubre de 1917 por el que nadie se rasgó las vestiduras, duró hasta el final de 1991, y si se cayó fue porque se pudrió de adentro para afuera. Cuando las dictaduras comunistas se instalan sólo caen por su propia decadencia e inviabilidad, eso también comienza con Lenin.
La Comisión Extraordinaria Panrusa para la Lucha contra la Contrarrevolución y el Sabotaje, la famosa Cheka, se creó el 7 de diciembre de 1917. Era la semilla de la KGB que iba a impedir que jamás la disidencia viera la luz ni tuviera la menor posibilidad de ir contra el régimen. Lenin puso al mando a Félix Dzerzhinsky, de quien Trotsky escribiera: “Acerca de las represiones, Dzerzhinsky era personalmente responsable por ellas y no podía tolerar la interferencia de nadie en sus funciones (y así lo era debidamente). Si hubo víctimas innecesarias, no sé decir. En cuanto a ese asunto, creo mucho más en Dzerzhinsky que en sus críticos tardíos. (…). Sin embargo, estoy dispuesto a reconocer que la guerra civil no es escuela de humanismo. Los idealistas y los pacifistas acusaron, siempre, a la revolución por sus ‘excesos’ (…) Sin embargo, el punto central es el de que los ‘excesos’ son consecuencia de la propia naturaleza de la revolución que, por sí misma, constituye, no obstante, un propio ‘exceso’ de la historia”. Así ha continuado hasta nuestros días la prosa trotskista superando a su creador, justificando las atrocidades comunistas en pos del bien superior.
En cada rincón donde reinó el comunismo se eliminaron las libertades políticas y económicas. A la vista del planeta se constituyeron partidos únicos y economías planificadas que decantaron en hambrunas feroces. Y así como la receta fue única, los resultados también lo fueron: dictadura, escasez, miedo y muerte. Millones de condenados al hambre y al terror. A la intromisión impúdica en la intimidad, a la delación de sus propios vecinos. La censura y la vigilancia son la condición de su supervivencia y el disidente será siempre una amenaza. Es Lenin el que hace nacer el sistema que, partiendo de la Unión Soviética, llegará a gobernar en casi un tercio del mundo.
Cuando los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia la progresía mundial saludaba con júbilo el ascenso de los desheredados de la Tierra. Con Lenin comenzaba el relato de igualdad y la solidaridad, relato que no ha parado de crecer, y hoy es casi imposible encontrar una fibra política o intelectual que no hocique ante este mandamiento. La cheka tenía milicias del Partido dedicadas a la colectivización. Sus primeras víctimas eran los kulaks, agricultores de la Rusia zarista que poseían tierras aunque así se denominó a todos los propietarios agrícolas condenados por oponerse al robo de sus propiedades. Se organizaban fusilamientos diarios y los sobrevivientes, mayormente mujeres y niños, vagaban por los campos comiendo raíces y cortezas de árbol. Cuando se acabaron los kulaks el Partido esclavizó a cualquiera que tuviese un pedazo de tierra o dos cerdos miserables, no eran personas sino cosas sacrificables en aras de la revolución. El avance sobre las propiedades siempre escala, ilusos los que creen que no serán víctimas de las colectivizaciones una vez que son desatadas.
Mientras los campos nazis fueron negados por sus perpetradores hasta la caída del nazismo, las barbaridades soviéticas eran casi un orgullo para los líderes de la dictadura del proletariado. El paraíso soviético era visitable para las élites del pensamiento occidental que callaron, justificaron o encubrieron los “daños colaterales” que aparejaba la construcción de la utopía.
Por convicción o por ventaja, muchos defendían a la URSS surgida de una añorada revolución que fundara lo que, para estas mentes soberbias, era la civilización del futuro, el fin del capitalismo vacío y consumista, la extinción de la decadente sociedad burguesa. Una búsqueda sencilla puede dar desagradables muestras de las loas a Lenin en congresos internacionales, en defensores de la cultura, en poemas, en asociaciones de obreros o estudiantes. La exportación del imaginario soviético de la deconstrucción de las estructuras sociales y políticas para crear una civilización nueva. Otra vez pensando en crear de arriba hacia abajo al nuevo hombre y al nuevo mundo. ¿Acaso no resulta familiar esa soberbia?
En 1922, Lenin escribía que los comunistas debían preservar su flexibilidad para comenzar una y otra vez desde el principio y engañar a la derrota. Concebía a los procesos revolucionarios como un movimiento repetitivo, manteniendo en la memoria “los momentos sublimes” de la revolución como marco general. Sentaba así las bases de un odio de clases eterno y latente. La idea enfermiza de la revolución permanente. Para mayo de ese año sufrió un infarto del que no recuperó el habla, más tarde otro ataque le paralizó la mitad del cuerpo. Ese mismo año concluía la guerra civil y nacía su hija dilecta: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS. Moría apenas empezado 1924, tuvo tiempo en su agonía de ensalzar a su heredero. Mal que le pese a los endulzadores de su imagen, Lenin eligió a Stalin para continuar su obra.
Lenin aplica al pie de la letra el principio de "cuanto peor, mejor", que en criollo se trata de ganar con el río revuelto y si no está revuelto, tratar de que se revuelva a la fuerza. 150 años después de su nacimiento, el comunismo que tan meticulosamente gestó sigue siendo una pesadilla de la que la humanidad no logra despertar. Lo más notable del pensamiento comunista que opera en las democracias del mundo es que son impermeables a esta evidencia empírica. Les horrorizan las fotos del Holocausto pero son inmunes a las de crímenes comunistas, y eso que abundan, ¡eh! Las imágenes de los desesperados que se lanzan a la voracidad de los tiburones para huir de Cuba, los tiros a la espalda de quienes cruzaban el Muro de Berlín, Holodomor, los Gulags, nada los hace cambiar de opinión. Lo que es peor, se han parapetado en las estructuras de educación de modo tal que ningún niño o adolescente tendrán jamás la menor información acerca de estas atrocidades.
El fracaso colosal del comunismo no hizo mella en el discurso político imperante. Tal es el triunfo de Lenin que la crisis mundial por la pandemia se gestiona a base de recorte de libertades y de economía planificada. Gracias a la enorme legitimación de la izquierda en lo que eufemísticamente llamamos “progresismo” la nefasta permanencia del pensamiento de Lenin es la que se hace con la razón, aunque la realidad se oponga.
(Del muro de Facebook de Gisela Figueredo)
lunes, 28 de octubre de 2024
La explotación laboral en el socialismo
La tendencia por la cual un empleador paga a sus empleados menos de lo que debería, se considera como explotación laboral. Como “lo que debería” suele ser discutible, se toma como referencia el valor de mercado de las distintas actividades laborales.
Cuando en una sociedad existen muy pocas empresas, y todo empleado debe elegir entre trabajar en una de ellas o quedarse sin trabajo, se establecen las condiciones favorables para la explotación laboral. Ello se debe a que casi todos prefieren trabajar por un bajo sueldo antes que no trabajar.
Una sociedad con pocas empresas es una sociedad sin competencia empresarial, una sociedad sin mercado competitivo, que muchas veces se la denomina como “economía capitalista” o “economía de mercado” por parte de los sectores socialistas, es decir, como no se trata de una verdadera economía de mercado, porque no se establece el proceso competitivo, no ha de funcionar con eficacia, y de ahí que esa economía será denominada falsamente por los sectores mencionados.
En una economía con varias empresas en competencia, si un empresario tiende a pagar bajos salarios (menores a los valores de mercado) corre el riesgo de perder varios empleados, que esta vez tienen la posibilidad de cambiar de empresa. El que pierde capital humano verá resentido el funcionamiento y el futuro de su empresa y por ello evitará en lo posible ejercer la explotación laboral.
Puede decirse que la explotación laboral tiende a disminuir y a desaparecer en las economías de mercado, y no por la buena predisposición empresarial, sino porque tal sistema económico funciona de tal manera que quien paga poco a sus empleados terminará perjudicándose a sí mismo.
Para los marxistas, en cambio, la solución para evitar la explotación laboral se obtendría a partir de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Al quedar toda la producción en manos del Estado, o de quienes dirigen al Estado, esta vez la producción depende de una sola gran empresa, sin competencia alguna. En cierta forma se vuelve a las condiciones en que el empleado tiene que optar por trabajar para el Estado o no trabajar, favoreciendo la explotación laboral por parte del Estado socialista. En realidad, el trabajo socialista es obligatorio y no es el empleado quien elige el trabajo que le gustaría hacer ni tampoco el lugar para realizarlo.
Este es el absurdo advertido en todos los países que han puesto en práctica al socialismo. Ello implica que el “remedio” contra la explotación laboral llevó a acentuar la “enfermedad”, convirtiendo las sociedades adeptas en verdaderas cárceles, como es el caso de la Cuba actual.
Con un razonamiento elemental pueden ponerse en evidencia los errores producidos por el socialismo. Sin embargo, para no tener que reconocer el absurdo, los seguidores de Marx complicaron las cosas tratando de “cambiar la naturaleza humana” de manera tal de adaptarla a las ideas socialistas, y para ello tuvieron que recurrir a los campos de trabajos forzados y a los asesinatos masivos.
Mientras algunos países, como Rusia y China, advirtieron los errores inherentes al socialismo, optaron por volver a la economía de mercado, o capitalismo, mientras que las autoridades cubanas, entre otras, por fidelidad a la ideología marxista, continúan esclavizando y explotando laboralmente al pueblo, olvidando que nunca el trabajo esclavo producirá resultados satisfactorios.
Cuando en una sociedad existen muy pocas empresas, y todo empleado debe elegir entre trabajar en una de ellas o quedarse sin trabajo, se establecen las condiciones favorables para la explotación laboral. Ello se debe a que casi todos prefieren trabajar por un bajo sueldo antes que no trabajar.
Una sociedad con pocas empresas es una sociedad sin competencia empresarial, una sociedad sin mercado competitivo, que muchas veces se la denomina como “economía capitalista” o “economía de mercado” por parte de los sectores socialistas, es decir, como no se trata de una verdadera economía de mercado, porque no se establece el proceso competitivo, no ha de funcionar con eficacia, y de ahí que esa economía será denominada falsamente por los sectores mencionados.
En una economía con varias empresas en competencia, si un empresario tiende a pagar bajos salarios (menores a los valores de mercado) corre el riesgo de perder varios empleados, que esta vez tienen la posibilidad de cambiar de empresa. El que pierde capital humano verá resentido el funcionamiento y el futuro de su empresa y por ello evitará en lo posible ejercer la explotación laboral.
Puede decirse que la explotación laboral tiende a disminuir y a desaparecer en las economías de mercado, y no por la buena predisposición empresarial, sino porque tal sistema económico funciona de tal manera que quien paga poco a sus empleados terminará perjudicándose a sí mismo.
Para los marxistas, en cambio, la solución para evitar la explotación laboral se obtendría a partir de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Al quedar toda la producción en manos del Estado, o de quienes dirigen al Estado, esta vez la producción depende de una sola gran empresa, sin competencia alguna. En cierta forma se vuelve a las condiciones en que el empleado tiene que optar por trabajar para el Estado o no trabajar, favoreciendo la explotación laboral por parte del Estado socialista. En realidad, el trabajo socialista es obligatorio y no es el empleado quien elige el trabajo que le gustaría hacer ni tampoco el lugar para realizarlo.
Este es el absurdo advertido en todos los países que han puesto en práctica al socialismo. Ello implica que el “remedio” contra la explotación laboral llevó a acentuar la “enfermedad”, convirtiendo las sociedades adeptas en verdaderas cárceles, como es el caso de la Cuba actual.
Con un razonamiento elemental pueden ponerse en evidencia los errores producidos por el socialismo. Sin embargo, para no tener que reconocer el absurdo, los seguidores de Marx complicaron las cosas tratando de “cambiar la naturaleza humana” de manera tal de adaptarla a las ideas socialistas, y para ello tuvieron que recurrir a los campos de trabajos forzados y a los asesinatos masivos.
Mientras algunos países, como Rusia y China, advirtieron los errores inherentes al socialismo, optaron por volver a la economía de mercado, o capitalismo, mientras que las autoridades cubanas, entre otras, por fidelidad a la ideología marxista, continúan esclavizando y explotando laboralmente al pueblo, olvidando que nunca el trabajo esclavo producirá resultados satisfactorios.
domingo, 27 de octubre de 2024
Antiterrorismo y lucha por la supervivencia
En todo conflicto armado, existe una motivación algunas veces poco tenida en cuenta, y es la búsqueda de la supervivencia individual, además de los ideales invocados para la lucha. Cuando un combatiente busca matar a un enemigo, no lo hace porque necesariamente sienta una animadversión contra el rival o contra su causa, sino por la simple razón de evitar caer asesinado antes por el otro.
Llama la atención que los terroristas de los años 70, junto a quienes los apoyaron y luego de ser vencidos militarmente, se intenten convertir en pobres víctimas inocentes para predicar la vigencia de los “derechos humanos”; derechos negados a sus víctimas. Demás está decir que tal defensa está orientada a que la opinión pública reniegue en contra de policías y militares, y no porque algún admirador del Che Guevara se interese o valore las vidas humanas de los integrantes de cualquiera de los bandos en conflicto.
Incluso reclaman por el asesinato del Che Guevara luego de ser capturado. Olvidan que tal personaje asesinó unas 216 personas con su propia arma, ninguna de ellas en combate, además de los múltiples fusilamientos que ordenó a sus subalternos. Nicolás Márquez escribió: “Hace exactamente 50 años, Ernesto Guevara de la Serna le brindaba el siguiente sermón al mundo y sentenciaba: «El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar», y tras agregar que «nuestros soldados tienen que ser así», añadió: «Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido es experiencia que recoge quien sobrevive». Pocos días después de conocida esta exhortación, el aludido personaje moría en Bolivia, tras comandar una frustrada acción terrorista en la cual, él y los mercenarios que obraban bajo su comandancia asesinaros a 49 bolivianos”.
“¿Quién fue, qué hizo y qué pensaba el Che Guevara? Mientras el mundo lo venera y recuerda como el buen samaritano devenido en héroe trasnacional que peregrinaba por los montes más inhóspitos tratando de salvar a los pobres de la tierra, casi nadie sabe de su oscura vida, su totalitaria ideología, su violenta psicología y sus habituales homicidios materializados tanto en su rutina de guerrillero informal como en su rol de comandante de los vergonzosos campos de exterminio en Cuba, donde obró al servicio de un afán tan indecoroso como lo es la causa comunista” (De “La máquina de matar”-Grupo Unión-Buenos Aires 2017).
Cuando Jorge Bergoglio dice que “son los comunistas los que se parecen a los cristianos”, considerando cierta semejanza entre ambos, y teniendo en cuenta el accionar real de todo comunista, en realidad está insultando a toda persona decente que adhiera al cristianismo. Posiblemente sea el hecho más representativo de la profunda crisis moral de la época. Tampoco se sabe que Bergoglio haya llamado la atención de ciertos “sacerdotes” que, en sus oficios religiosos, lo hacen en locales en donde aparecen retratos del Che Guevara al lado de los símbolos cristianos.
Para el socialista no existe algo tal como la “nacionalidad argentina”, ya que considera que todo opositor al socialismo necesariamente ha de ser un cipayo colaborador del imperialismo yanqui. Para ellos, tampoco la Argentina es su patria, sino Cuba o la Venezuela chavista, como en otras épocas lo fue la Unión Soviética. De ahí que no tiene sentido hablar de que en los 70 hubo una “guerra civil”, es decir, entre bandos o sectores de argentinos, sino la descarada adhesión de un sector a la instauración del socialismo en este país.
Se menciona un artículo sobre el tema tratado:
NO FUE UN GENOCIDIO, Sr. PRESIDENTE
Por Mauricio Ortín
Mienten o no tienen conciencia del disparate que dicen y del daño que hacen, los que afirman que en la década del ’70, en la Argentina, hubo un genocidio. Y como no lo hubo, tampoco hay víctimas ni victimarios de un crimen semejante. Lo que hubo en esa década fue una guerra. Una guerra publicitada, declarada e iniciada por bandas terroristas de izquierda con el propósito confeso de hacerse del poder del Estado.
Bandas que, con apoyo internacional, que se tradujo en hombres y logística, principalmente de Cuba, pusieron en jaque al gobierno constitucional y a la sociedad toda a través de atentados homicidas, secuestros extorsivos y toma de cuarteles. La respuesta del presidente Juan Perón fue contundente: el exterminio uno a uno de los que él llamó sicópatas. Con ese fin creó la Triple A y dejó la directiva, a su sucesora en el cargo, de enviar a las Fuerzas Armadas a aniquilar la insurrección.
El gobierno militar surgido del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 ni inventó, ni inició nada; más bien, con idéntica manera de hacer la guerra al que propuso Perón alcanzó el objetivo expreso propuesto por éste: el exterminio de las bandas terroristas.
Los represores también peleaban por su vida; es decir, aniquilaban para no ser aniquilados. Los Montoneros y el ERP mataban policías y militares por el mero hecho de desempeñarse como tales. ¿Será que alguien estima que lo sensato debió ser que los militares se echaran al suelo a esperar que los subversivos los capen? Pues sí, muchos. Entre ellos, gente de la iglesia, de la prensa, legisladores y, peor aún, los que tienen la sagrada tarea de impartir justicia o, mejor dicho, esos señores a los que, en la Argentina, se les llama jueces.
Sí, porque los jueces de la Corte Suprema, a instancias del presidente Néstor Kirchner y de su jefe de gabinete, el ministro Alberto Fernández, luego de un golpe de Estado a la Corte Suprema cuya conformación había heredado del presidente Fernando de la Rúa (depuesto también en un golpe de Estado civil), apretó a los nuevos integrantes de ese alto tribunal para que, violando la Constitución Nacional, habilitaran la figura penal de Plan Sistemático de Exterminio de la Población Civil para poder imputar de ese delito a los militares, policías y civiles que, cumpliendo órdenes del gobierno constitucional y el de facto, hicieron la guerra a los subversivos.
Un disparate histórico que tergiversa los hechos burdamente y un disparate jurídico que conforma la comisión del delito de lesa humanidad contra los perseguido.
Quieren sentar jurisprudencia para que, reprimir a terroristas de izquierda (porque no es la forma de reprimir sino la represión en sí a los terroristas lo que castiga), sea un delito de lesa humanidad que, en el caso argentino, se encuadraría dentro de un genocidio.
FECHA DE INICIO
El marxismo, mediante el terror y la propaganda, le puso fecha al inicio del “genocidio” y eligió el 24 de marzo de 1976.
Los motivos son obvios. Esconder los propios crímenes que cometieron durante la democracia y posar de inocentes víctimas camuflándose de demócratas.
Más justo hubiera sido elegir el comienzo del “genocidio” y terrorismo de Estado el 20 de junio de 1973 (fecha de la masacre de Ezeiza). Pero no era conveniente a los ex terroristas ni convenía tampoco a los políticos (peronistas, fundamentalmente) que quedarían pegados a la represión.
Lo más fácil, traidor, infame, injusto, ilegal y cobarde era elegir como chivo expiatorio a las Fuerzas Armadas y de Seguridad cargándoles toda la responsabilidad de las muertes y destrucción ocurrida.
El cuento de que el golpe de Estado y la represión que conllevó se hizo para implementar un plan económico de entrega del país es un sonsonete falso que se repite sistemáticamente sin el menor respaldo empírico.
Lo cierto es que la represión, por izquierda y por derecha, la inició Perón y que la situación económica a comienzos de 1976 era desesperante.
También, cierto es que la Iglesia y casi todos los partidos políticos apoyaron el golpe y que prestaron militantes para ocupar cargos públicos. Es más fácil encontrar una aguja en un pajar que una sola crítica del cura Bergoglio al gobierno militar.
El objetivo bélico y político de las derrotadas bandas terroristas de izquierda de los años ’70 (destruir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad para imponer la dictadura del proletariado), en parte, se hace realidad desde el gobierno de Kirchner hasta hoy mismo.
Los ejecutores son los jueces y fiscales. Los políticos, los curas, los periodistas, los estudiantes, los sindicalistas…en fin, la sociedad, en su mayoría, asiste impasible a semejante espectáculo decadente. ¿Usted también, Sr. presidente Milei?
Mauricio Ortín es Miembro del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta
(De www.laprensa.com.ar)
Llama la atención que los terroristas de los años 70, junto a quienes los apoyaron y luego de ser vencidos militarmente, se intenten convertir en pobres víctimas inocentes para predicar la vigencia de los “derechos humanos”; derechos negados a sus víctimas. Demás está decir que tal defensa está orientada a que la opinión pública reniegue en contra de policías y militares, y no porque algún admirador del Che Guevara se interese o valore las vidas humanas de los integrantes de cualquiera de los bandos en conflicto.
Incluso reclaman por el asesinato del Che Guevara luego de ser capturado. Olvidan que tal personaje asesinó unas 216 personas con su propia arma, ninguna de ellas en combate, además de los múltiples fusilamientos que ordenó a sus subalternos. Nicolás Márquez escribió: “Hace exactamente 50 años, Ernesto Guevara de la Serna le brindaba el siguiente sermón al mundo y sentenciaba: «El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar», y tras agregar que «nuestros soldados tienen que ser así», añadió: «Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido es experiencia que recoge quien sobrevive». Pocos días después de conocida esta exhortación, el aludido personaje moría en Bolivia, tras comandar una frustrada acción terrorista en la cual, él y los mercenarios que obraban bajo su comandancia asesinaros a 49 bolivianos”.
“¿Quién fue, qué hizo y qué pensaba el Che Guevara? Mientras el mundo lo venera y recuerda como el buen samaritano devenido en héroe trasnacional que peregrinaba por los montes más inhóspitos tratando de salvar a los pobres de la tierra, casi nadie sabe de su oscura vida, su totalitaria ideología, su violenta psicología y sus habituales homicidios materializados tanto en su rutina de guerrillero informal como en su rol de comandante de los vergonzosos campos de exterminio en Cuba, donde obró al servicio de un afán tan indecoroso como lo es la causa comunista” (De “La máquina de matar”-Grupo Unión-Buenos Aires 2017).
Cuando Jorge Bergoglio dice que “son los comunistas los que se parecen a los cristianos”, considerando cierta semejanza entre ambos, y teniendo en cuenta el accionar real de todo comunista, en realidad está insultando a toda persona decente que adhiera al cristianismo. Posiblemente sea el hecho más representativo de la profunda crisis moral de la época. Tampoco se sabe que Bergoglio haya llamado la atención de ciertos “sacerdotes” que, en sus oficios religiosos, lo hacen en locales en donde aparecen retratos del Che Guevara al lado de los símbolos cristianos.
Para el socialista no existe algo tal como la “nacionalidad argentina”, ya que considera que todo opositor al socialismo necesariamente ha de ser un cipayo colaborador del imperialismo yanqui. Para ellos, tampoco la Argentina es su patria, sino Cuba o la Venezuela chavista, como en otras épocas lo fue la Unión Soviética. De ahí que no tiene sentido hablar de que en los 70 hubo una “guerra civil”, es decir, entre bandos o sectores de argentinos, sino la descarada adhesión de un sector a la instauración del socialismo en este país.
Se menciona un artículo sobre el tema tratado:
NO FUE UN GENOCIDIO, Sr. PRESIDENTE
Por Mauricio Ortín
Mienten o no tienen conciencia del disparate que dicen y del daño que hacen, los que afirman que en la década del ’70, en la Argentina, hubo un genocidio. Y como no lo hubo, tampoco hay víctimas ni victimarios de un crimen semejante. Lo que hubo en esa década fue una guerra. Una guerra publicitada, declarada e iniciada por bandas terroristas de izquierda con el propósito confeso de hacerse del poder del Estado.
Bandas que, con apoyo internacional, que se tradujo en hombres y logística, principalmente de Cuba, pusieron en jaque al gobierno constitucional y a la sociedad toda a través de atentados homicidas, secuestros extorsivos y toma de cuarteles. La respuesta del presidente Juan Perón fue contundente: el exterminio uno a uno de los que él llamó sicópatas. Con ese fin creó la Triple A y dejó la directiva, a su sucesora en el cargo, de enviar a las Fuerzas Armadas a aniquilar la insurrección.
El gobierno militar surgido del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 ni inventó, ni inició nada; más bien, con idéntica manera de hacer la guerra al que propuso Perón alcanzó el objetivo expreso propuesto por éste: el exterminio de las bandas terroristas.
Los represores también peleaban por su vida; es decir, aniquilaban para no ser aniquilados. Los Montoneros y el ERP mataban policías y militares por el mero hecho de desempeñarse como tales. ¿Será que alguien estima que lo sensato debió ser que los militares se echaran al suelo a esperar que los subversivos los capen? Pues sí, muchos. Entre ellos, gente de la iglesia, de la prensa, legisladores y, peor aún, los que tienen la sagrada tarea de impartir justicia o, mejor dicho, esos señores a los que, en la Argentina, se les llama jueces.
Sí, porque los jueces de la Corte Suprema, a instancias del presidente Néstor Kirchner y de su jefe de gabinete, el ministro Alberto Fernández, luego de un golpe de Estado a la Corte Suprema cuya conformación había heredado del presidente Fernando de la Rúa (depuesto también en un golpe de Estado civil), apretó a los nuevos integrantes de ese alto tribunal para que, violando la Constitución Nacional, habilitaran la figura penal de Plan Sistemático de Exterminio de la Población Civil para poder imputar de ese delito a los militares, policías y civiles que, cumpliendo órdenes del gobierno constitucional y el de facto, hicieron la guerra a los subversivos.
Un disparate histórico que tergiversa los hechos burdamente y un disparate jurídico que conforma la comisión del delito de lesa humanidad contra los perseguido.
Quieren sentar jurisprudencia para que, reprimir a terroristas de izquierda (porque no es la forma de reprimir sino la represión en sí a los terroristas lo que castiga), sea un delito de lesa humanidad que, en el caso argentino, se encuadraría dentro de un genocidio.
FECHA DE INICIO
El marxismo, mediante el terror y la propaganda, le puso fecha al inicio del “genocidio” y eligió el 24 de marzo de 1976.
Los motivos son obvios. Esconder los propios crímenes que cometieron durante la democracia y posar de inocentes víctimas camuflándose de demócratas.
Más justo hubiera sido elegir el comienzo del “genocidio” y terrorismo de Estado el 20 de junio de 1973 (fecha de la masacre de Ezeiza). Pero no era conveniente a los ex terroristas ni convenía tampoco a los políticos (peronistas, fundamentalmente) que quedarían pegados a la represión.
Lo más fácil, traidor, infame, injusto, ilegal y cobarde era elegir como chivo expiatorio a las Fuerzas Armadas y de Seguridad cargándoles toda la responsabilidad de las muertes y destrucción ocurrida.
El cuento de que el golpe de Estado y la represión que conllevó se hizo para implementar un plan económico de entrega del país es un sonsonete falso que se repite sistemáticamente sin el menor respaldo empírico.
Lo cierto es que la represión, por izquierda y por derecha, la inició Perón y que la situación económica a comienzos de 1976 era desesperante.
También, cierto es que la Iglesia y casi todos los partidos políticos apoyaron el golpe y que prestaron militantes para ocupar cargos públicos. Es más fácil encontrar una aguja en un pajar que una sola crítica del cura Bergoglio al gobierno militar.
El objetivo bélico y político de las derrotadas bandas terroristas de izquierda de los años ’70 (destruir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad para imponer la dictadura del proletariado), en parte, se hace realidad desde el gobierno de Kirchner hasta hoy mismo.
Los ejecutores son los jueces y fiscales. Los políticos, los curas, los periodistas, los estudiantes, los sindicalistas…en fin, la sociedad, en su mayoría, asiste impasible a semejante espectáculo decadente. ¿Usted también, Sr. presidente Milei?
Mauricio Ortín es Miembro del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta
(De www.laprensa.com.ar)
viernes, 25 de octubre de 2024
Entrevista a Juan Manuel de Prada
UNA RAZA EN VÍAS DE EXTINCIÓN
Por Agustín De Beitia
Juan Manuel De Prada afirma que hay un orden anticristiano que ya fue aceptado. Y que el pensamiento y el arte católico son productos del pasado. Hasta la Iglesia se pone hoy de rodillas y halaga al mundo para ser admitida, lamenta.
Juan Manuel de Prada, el famoso escritor y columnista español, es un apasionado apologeta católico, tal vez el más renombrado de la España actual. Sus artículos, donde se rebela contra el mundo y contra la tiranía de la cultura dominante, son publicados desde hace más de veinte años en el diario español ABC.
De Prada (Baracaldo, 1970) es un caso infrecuente. No sólo por su incisiva mirada sobre la realidad y su defensa de la doctrina católica, sino porque el desprecio que ha sufrido a veces por este motivo se atenúa por el éxito de sus novelas y la aclamación de la crítica. En una entrevista con este diario, el autor -que acaba de publicar en España su novela Morir bajo tu cielo- examina la figura del intelectual católico en el mundo actual.
- Los intelectuales católicos suelen merecer el ostracismo, hablar desde las catacumbas. Usted no. ¿Por qué?
- Bueno, he tenido un primer impulso como escritor y hoy cuento con unos lectores a los que estoy muy agradecido, que creen en mis obras y ven que no estoy al servicio del sistema como la mayoría de los llamados intelectuales españoles. Pero el sistema de a poco me ha ido poniendo un cerco.
- ¿Cómo es eso?
- El mundo liberal y progresista ha intentado arremeter contra mí y desprestigiarme de formas muy diversas. Cuando tú te inscribes a negociados de izquierda o de derecha, el sistema te permite encontrar tu lugar bajo el sol. Lo que no se soporta es una crítica más profunda, más radical. Eso te condena al ostracismo. A mí de joven me veían como un escritor conservador. A medida que se han dado cuenta que no es así las resistencias y las condenas van creciendo. Sin embargo, lo más duro para mí fue el ostracismo al que se me ha condenado desde medios católicos.
IMPENSABLE
- A principios del siglo pasado hubo una ola de conversiones al catolicismo entre intelectuales que hoy parece impensable. ¿A qué se debe?
- Creo que entonces los intelectuales todavía participaban de un mundo que era católico. Un orden cristiano que subsistía. Con problemas, es cierto. Con persecuciones incluso. Pensemos en Inglaterra, donde el católico estaba mal visto en los círculos burgueses. El problema hoy es otro. El problema es que la ideología mundialista ha logrado reformatear las mentes. De tal manera que hoy ya no subsiste un orden cristiano. Y el nuevo orden anticristiano ya fue aceptado como algo natural. Creo que el capitalismo, como el comunismo, encierra una visión antropológica, y que el consumismo desenfrenado, el hedonismo, la libertad religiosa, han creado pueblos muertos desde un punto de vista espiritual. En el actual orden anticristiano, encontrar un intelectual católico es tan difícil como que aparezca una palmera en el Polo Norte.
- El intelectual católico de voz potente, arraigado en la doctrina, ¿es una raza en extinción?
- Yo creo que sí. No tanto porque no pueda aflorar, porque que eso aflora de forma natural, sino porque el sistema lo reprime, lo silencia, lo condena.
- ¿Hay en los que quedan demasiada adaptación al mundo?
- En realidad el pensamiento católico, o el arte católico, duele decirlo, son productos de otras épocas. Creo que ya han desaparecido. Solo quedan individualidades raras. Pero como movimientos estéticos, intelectuales o filosóficos ya han muerto. Si uno lee hoy los medios de comunicación católicos verá que las realidades económicas, políticas, sociales, culturales, se analizan desde pensamientos ideológicos, bien de corte liberal, bien de corte conservador o progresista, y luego se les da un barniz católico para disimular. Pero el pensamiento católico, es decir la capacidad que tenía la fe para encarnarse en las realidades artísticas, sociales, políticas, la capacidad para analizar la realidad desde presupuestos cristianos, eso ha desaparecido.
- El desapego doctrinal, frecuente entre tantos católicos, ha llegado ahora a la jerarquía católica. Se ha visto en el último Sínodo. ¿Qué reflexión le merece?
- El afán de la Iglesia de entregarse al mundo es una tentación que recorre la historia. Quizás hoy es más patético y lamentable. Porque, a diferencia de otras épocas, cuando la Iglesia era la cabeza del mundo, el faro que alumbraba el camino, hoy ya no pinta nada. Su prestigio, su predicamento, es cada vez menor. Entonces la Iglesia se pone de rodillas, halaga al mundo para ser admitida. Hay una frase en el comienzo del pontificado de Francisco que no se comentó lo suficiente. El dijo que a la religión le correspondía el papel de ser "animadora" de la democracia. Es escalofriante. Parece que le asigna a la religión el papel de allanarle la vida a la democracia. Darle alegría al mundo. Actuar de pasatiempo y entretenimiento, como si fuera una vedette del Maipo.
- Conforme pasa el tiempo es más triste ver el significado de esa frase...
- Estamos en un momento donde, como mínimo, se juega con la confusión.
- Ahora, si la Iglesia deja de ser el faro que ilumina al mundo, y los intelectuales católicos han desertado, ¿cuál es el panorama?
- (Pausa) El panorama es el que nos ha sido anticipado. Que la Iglesia, a medida que nos acerquemos al fin de los tiempos, irá perdiendo relevancia, irá reduciéndose hasta convertirse en un rebaño pequeño. Es la gran apostasía y la gran tribulación de las que habla San Pablo. Es interesante el relato de las siete cartas a las siete iglesias del Apocalipsis porque repite una y otra vez: "conserva lo que tienes". La Iglesia tiene que preservar el depósito de la fe.
- Usted se ha definido siempre como un tradicional. ¿Por qué?
- Crecí en una pequeña ciudad de provincias, en el seno de una familia modesta y muy ligada al mundo rural. Mi vida está muy ligada a las tradiciones que mis antepasados me legaron. Creo que la tradición es lo que constituye al ser humano. Le da al hombre una perspectiva del tiempo y del espacio. Y, como escritor, no participo de esa visión romántica del arte en el que la búsqueda de la originalidad se ha convertido en el marchamo de calidad.
- Esa búsqueda de originalidad se ha extendido hasta ser propia de la modernidad.
- Yo pienso que todo el tinglado de la farsa de nuestra época le hace creer a las personas que son dueñas de su propia vida y que pueden crear su propia biografía. Esto es algo que la modernidad ha ideado para crear criaturas desvalidas. Para despojar a la gente de aquellos vínculos fuertes que lo unían a realidades vitales más profundas, que daban sustancia a su vida. Y el resultado son vidas condenadas a la derrota, a la desesperación, a la depresión. La familia transmitía la fe, también un oficio. El hombre venía al mundo con un abrigo: espiritual, intelectual, moral. Allí donde los vínculos de la tradición quedan rotos se puede masificar a la gente. Es interesante ver cómo hoy en día las estadísticas pueden definir a los pueblos.
CASTELLANI
- Usted publicó en España al sacerdote, escritor y apologeta argentino Leonardo Castellani. ¿Qué cree que tiene él para ofrecer al lector de hoy?
- Castellani es uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX. Cuando uno empieza a leerlo se da cuenta que tiene un estilo personalísimo, un pensamiento vigoroso que expresa con un donaire especial. Tiene muchas facetas: es apologeta, exegeta, polemista, novelista, cuentista, poeta. Por desgracia en la Argentina es menos apreciado de lo que debería. Sobre él pesa una condena ideológica. Yo lo descubrí gracias a un amigo argentino, un librepensador, pero de gran gusto literario. Me propuse darlo a conocer aquí en España. Publiqué cinco libros de él y es una de las cosas de las que más orgulloso estoy.
(De www.laprensa.com.ar)
Por Agustín De Beitia
Juan Manuel De Prada afirma que hay un orden anticristiano que ya fue aceptado. Y que el pensamiento y el arte católico son productos del pasado. Hasta la Iglesia se pone hoy de rodillas y halaga al mundo para ser admitida, lamenta.
Juan Manuel de Prada, el famoso escritor y columnista español, es un apasionado apologeta católico, tal vez el más renombrado de la España actual. Sus artículos, donde se rebela contra el mundo y contra la tiranía de la cultura dominante, son publicados desde hace más de veinte años en el diario español ABC.
De Prada (Baracaldo, 1970) es un caso infrecuente. No sólo por su incisiva mirada sobre la realidad y su defensa de la doctrina católica, sino porque el desprecio que ha sufrido a veces por este motivo se atenúa por el éxito de sus novelas y la aclamación de la crítica. En una entrevista con este diario, el autor -que acaba de publicar en España su novela Morir bajo tu cielo- examina la figura del intelectual católico en el mundo actual.
- Los intelectuales católicos suelen merecer el ostracismo, hablar desde las catacumbas. Usted no. ¿Por qué?
- Bueno, he tenido un primer impulso como escritor y hoy cuento con unos lectores a los que estoy muy agradecido, que creen en mis obras y ven que no estoy al servicio del sistema como la mayoría de los llamados intelectuales españoles. Pero el sistema de a poco me ha ido poniendo un cerco.
- ¿Cómo es eso?
- El mundo liberal y progresista ha intentado arremeter contra mí y desprestigiarme de formas muy diversas. Cuando tú te inscribes a negociados de izquierda o de derecha, el sistema te permite encontrar tu lugar bajo el sol. Lo que no se soporta es una crítica más profunda, más radical. Eso te condena al ostracismo. A mí de joven me veían como un escritor conservador. A medida que se han dado cuenta que no es así las resistencias y las condenas van creciendo. Sin embargo, lo más duro para mí fue el ostracismo al que se me ha condenado desde medios católicos.
IMPENSABLE
- A principios del siglo pasado hubo una ola de conversiones al catolicismo entre intelectuales que hoy parece impensable. ¿A qué se debe?
- Creo que entonces los intelectuales todavía participaban de un mundo que era católico. Un orden cristiano que subsistía. Con problemas, es cierto. Con persecuciones incluso. Pensemos en Inglaterra, donde el católico estaba mal visto en los círculos burgueses. El problema hoy es otro. El problema es que la ideología mundialista ha logrado reformatear las mentes. De tal manera que hoy ya no subsiste un orden cristiano. Y el nuevo orden anticristiano ya fue aceptado como algo natural. Creo que el capitalismo, como el comunismo, encierra una visión antropológica, y que el consumismo desenfrenado, el hedonismo, la libertad religiosa, han creado pueblos muertos desde un punto de vista espiritual. En el actual orden anticristiano, encontrar un intelectual católico es tan difícil como que aparezca una palmera en el Polo Norte.
- El intelectual católico de voz potente, arraigado en la doctrina, ¿es una raza en extinción?
- Yo creo que sí. No tanto porque no pueda aflorar, porque que eso aflora de forma natural, sino porque el sistema lo reprime, lo silencia, lo condena.
- ¿Hay en los que quedan demasiada adaptación al mundo?
- En realidad el pensamiento católico, o el arte católico, duele decirlo, son productos de otras épocas. Creo que ya han desaparecido. Solo quedan individualidades raras. Pero como movimientos estéticos, intelectuales o filosóficos ya han muerto. Si uno lee hoy los medios de comunicación católicos verá que las realidades económicas, políticas, sociales, culturales, se analizan desde pensamientos ideológicos, bien de corte liberal, bien de corte conservador o progresista, y luego se les da un barniz católico para disimular. Pero el pensamiento católico, es decir la capacidad que tenía la fe para encarnarse en las realidades artísticas, sociales, políticas, la capacidad para analizar la realidad desde presupuestos cristianos, eso ha desaparecido.
- El desapego doctrinal, frecuente entre tantos católicos, ha llegado ahora a la jerarquía católica. Se ha visto en el último Sínodo. ¿Qué reflexión le merece?
- El afán de la Iglesia de entregarse al mundo es una tentación que recorre la historia. Quizás hoy es más patético y lamentable. Porque, a diferencia de otras épocas, cuando la Iglesia era la cabeza del mundo, el faro que alumbraba el camino, hoy ya no pinta nada. Su prestigio, su predicamento, es cada vez menor. Entonces la Iglesia se pone de rodillas, halaga al mundo para ser admitida. Hay una frase en el comienzo del pontificado de Francisco que no se comentó lo suficiente. El dijo que a la religión le correspondía el papel de ser "animadora" de la democracia. Es escalofriante. Parece que le asigna a la religión el papel de allanarle la vida a la democracia. Darle alegría al mundo. Actuar de pasatiempo y entretenimiento, como si fuera una vedette del Maipo.
- Conforme pasa el tiempo es más triste ver el significado de esa frase...
- Estamos en un momento donde, como mínimo, se juega con la confusión.
- Ahora, si la Iglesia deja de ser el faro que ilumina al mundo, y los intelectuales católicos han desertado, ¿cuál es el panorama?
- (Pausa) El panorama es el que nos ha sido anticipado. Que la Iglesia, a medida que nos acerquemos al fin de los tiempos, irá perdiendo relevancia, irá reduciéndose hasta convertirse en un rebaño pequeño. Es la gran apostasía y la gran tribulación de las que habla San Pablo. Es interesante el relato de las siete cartas a las siete iglesias del Apocalipsis porque repite una y otra vez: "conserva lo que tienes". La Iglesia tiene que preservar el depósito de la fe.
- Usted se ha definido siempre como un tradicional. ¿Por qué?
- Crecí en una pequeña ciudad de provincias, en el seno de una familia modesta y muy ligada al mundo rural. Mi vida está muy ligada a las tradiciones que mis antepasados me legaron. Creo que la tradición es lo que constituye al ser humano. Le da al hombre una perspectiva del tiempo y del espacio. Y, como escritor, no participo de esa visión romántica del arte en el que la búsqueda de la originalidad se ha convertido en el marchamo de calidad.
- Esa búsqueda de originalidad se ha extendido hasta ser propia de la modernidad.
- Yo pienso que todo el tinglado de la farsa de nuestra época le hace creer a las personas que son dueñas de su propia vida y que pueden crear su propia biografía. Esto es algo que la modernidad ha ideado para crear criaturas desvalidas. Para despojar a la gente de aquellos vínculos fuertes que lo unían a realidades vitales más profundas, que daban sustancia a su vida. Y el resultado son vidas condenadas a la derrota, a la desesperación, a la depresión. La familia transmitía la fe, también un oficio. El hombre venía al mundo con un abrigo: espiritual, intelectual, moral. Allí donde los vínculos de la tradición quedan rotos se puede masificar a la gente. Es interesante ver cómo hoy en día las estadísticas pueden definir a los pueblos.
CASTELLANI
- Usted publicó en España al sacerdote, escritor y apologeta argentino Leonardo Castellani. ¿Qué cree que tiene él para ofrecer al lector de hoy?
- Castellani es uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX. Cuando uno empieza a leerlo se da cuenta que tiene un estilo personalísimo, un pensamiento vigoroso que expresa con un donaire especial. Tiene muchas facetas: es apologeta, exegeta, polemista, novelista, cuentista, poeta. Por desgracia en la Argentina es menos apreciado de lo que debería. Sobre él pesa una condena ideológica. Yo lo descubrí gracias a un amigo argentino, un librepensador, pero de gran gusto literario. Me propuse darlo a conocer aquí en España. Publiqué cinco libros de él y es una de las cosas de las que más orgulloso estoy.
(De www.laprensa.com.ar)
jueves, 24 de octubre de 2024
La psiquiatría moral
Además de las conocidas terapias psiquiátricas asociadas a Freud, Adler y Frankl, entre otras, encontramos la psiquiatría moral de Henri Baruk, esta vez asociada a la ética bíblica del Antiguo Testamento. Al seguir los consejos morales bíblicos, que conducen a lograr el bien y rechazar el mal, se dispone de una alternativa que puede ser bastante eficaz en muchos casos.
El mencionado médico ha realizado una fundamentación de su propuesta a fin de compatibilizarla con los lineamientos de la ciencia experimental. Henri Baruk escribió, luego de relatar el caso de alguien que utiliza la razón desligada de todo aspecto emocional, lo siguiente: "Al lado de esta justicia abstracta y falsa, existe otra justicia verdadera en el plano humano. Es la justicia de los «Justos», de la Escritura, la de Abraham, de los patriarcas y de los profetas. Es muy notable que mis investigaciones experimentales en el plano social, en el plano humano me hayan conducido a encontrar de nuevo aquella justicia que en la lengua hebrea se designa con el nombre de tsedek" (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).
“Designamos con el nombre de terapias morales una variedad de tratamientos, distintos de las psicoterapias especializadas, que consideran la personalidad total, en el intento de comprenderla mediante una simpatía activa, y ayudarla. En la psiquiatría moderna, el origen de las terapias morales se relacionan con Pinel”.
“En nuestro libro Psiquiatría Moral Experimental desarrollamos ampliamente los métodos de la terapéutica moral en psiquiatría, particularmente en el tratamiento moral de los delirios y de los delirios de persecución” (De “Las terapias psiquiátricas”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1961).
Es interesante advertir que, en el futuro, lo que se considera actualmente pecado, o desviación de la ética elemental, podrá considerarse como una desviación o alejamiento de la normalidad psíquica. La base de la terapia en cuestión ha de ser un estímulo hacia el pleno desarrollo de la conciencia moral, la que nos hace conscientes tanto del bien como del mal, y que residen en cada uno de nosotros. Henri Baruk escribió: “Llegamos ahora a la función capital de la conciencia moral y de sus trastornos en la génesis de las psicosis individuales y sociales….como, por ejemplo, en el estudio del remordimiento, del sentimiento de culpabilidad directa en la melancolía, y reprimido y desviado de los odios y delirios de persecución, el mecanismo del chivo emisario, y los estados de exasperación vengativa, ligada a la imposibilidad de ahogar el juicio moral inconsciente y de falsificar hasta el fin la verdad, el rol de la conciencia moral violada o desviada, o sufriente, en la génesis de los delirios, los mecanismos psicológicos de la redención, etc.”.
“Todo este dominio constituye la piedra angular de las ciencias del hombre, y al descuidarlo, dejarlo de lado o abandonarlo al dominio metafísico o teológico, el psiquiatra se expone a no entender nada de las infinitas e impresionantes reacciones del alma humana, y a concluir en esa trágica incomprensión que consiste en acallar los sentimientos más profundos y las manifestaciones más específicamente humanas, para encerrarse en una actitud de pretencioso dogmatismo, de ciego mecanicismo o de un dualismo discordante que se limita a yuxtaponer los datos de una ciencia incompleta y de una religión no sentida y oscurantista, yuxtaposición que no puede concluir en ninguna unidad ni progreso práctico” (De “Las terapias psiquiátricas”).
De su principal libro (“Psiquiatría moral experimental”), se mencionan los siguientes parrafos:
“Los remordimientos son en el hombre normal el mecanismo regulador esencial que controla las conductas. Sin este mecanismo regulador, el hombre se volvería un monstruo, un pervertido, un loco moral. Ahora bien, parece ser que para algunos psiquiatras actuales la meta que hay que alcanzar es transformar la humanidad en una sociedad de seres desprovistos de conciencia moral, es decir, de pervertidos y de monstruos”.
“Aunque haya sido descubierto desde hace miles de años, el papel efectivo y práctico de la conciencia moral se conoce todavía poco. En efecto, este descubrimiento tan antiguo se ha entendido en forma esencialmente metafísica. Los grandes inspirados que dieron a la humanidad la revelación de la conciencia moral, impresionados con justa razón por el extraordinario poderío que esta conciencia tiene, tanto sobre los destinos del individuo como sobre los de la sociedad, concibieron la conciencia moral como la emanación de un Principio Único, creador y director del universo. La conciencia moral representó así un principio espiritual encarnado en el hombre, y que expresaba su origen divino. Sin embargo, este principio formaba parte de la naturaleza humana, a la que se concebía como una unidad, en la cual se fundían higiene y moral”.
“La naturaleza ha provisto al hombre de ciertas funciones psíquicas que tienen precisamente como efecto reglar su adaptación social y limitar los desbordamientos excesivos de algunos instintos. En efecto, la observación psicológica y psiquiátrica muestra que nuestros actos están sometidos a una apreciación interior: cuando viola las leyes de la humanidad y de la equidad para con sus semejantes, el hombre normal siente un determinado malestar, extremadamente especial, malestar moral muy penoso y susceptible inclusive, de repercutir en el funcionamiento neurovegetativo y en el organismo por entero”.
“Sin duda, no se trata de una barrera rígida, análoga a la del constreñimiento social. El individuo puede no hacerle caso, no tomar en cuenta esta apreciación y ejecutar sus caprichos. A primera vista, se cree haber triunfado así. Pero la experiencia muestra que el juicio interior al que se ha desconocido y violado no está de ninguna manera sofocado, sino tan sólo rechazado. Prosigue su acción de manera subterránea, derivada y desviada, que es infinitamente más poderosa y temible: de esto resultan desórdenes considerables en toda la personalidad”.
“A cierto número de autores les ha parecido sorprendente ver poner a la orden del día la noción de conciencia moral, noción que consideran ligada a un pasado metafísico y teológico, e inaccesible a los métodos científicos. Para estos autores, la noción de conciencia moral es solamente cuestión de fe y de obediencia dogmática, por lo cual queda fuera de la experiencia y del conocimiento científico. Podría creerse que la certidumbre de la fe es una certeza elevada de golpe al máximo, afirmada sobre una creencia y un impulso afectivo intenso y a priori, por lo cual escapa a toda verificación. Pero en nuestra época de acción y verificación a ultranza, la certidumbre de la fe, por estar colocada en un plano inaccesible y separado de la vida práctica, termina por convertirse en una certidumbre formal que ya no tiene aplicación a la vida. Se efectúa una separación en virtud de la cual, sin discutirse, la certidumbre de la fe no es más que un ideal, una esperanza y, mientras parece ser absoluta, de hecho se la elimina cada vez más de la vida práctica y se halla en un plano cada vez más apartado de la realidad”.
“Si nos limitamos a ordenar que no se cometan actos injustos por amor al cielo, muchas personas, si no ven los riesgos que corren, o si creen sacar provecho de sus injusticias, no vacilarán en cometerlas, con la seguridad, aun si son creyentes, de que obtendrán el perdón gracias a diversas ceremonias. El primer monoteísmo consideró que las consecuencias de la conducta se producían en este mundo, y que los acontecimientos de la vida formaban parte de una suerte de experimentación perpetua. Cuando se han arrojado al cielo las consecuencias de los actos, y cuando se ha separado al mundo terrestre injusto del mundo celeste ideal, por eso mismo se ha causado un debilitamiento y una escisión en la noción moral, que no podría menos de agravarse cada vez más en lo sucesivo”.
“Me ha parecido que un acto injusto tiene consecuencias ocultas, pero irremediables y terribles. En primer lugar, determina en quien lo realiza un malestar incoercible, del que trata de desprenderse rechazándolo. Pero este rechazo del juicio moral transforma ese malestar en perturbaciones más terribles y ocultas, mediante el mecanismo de una acusación inconsciente susceptible de trastornar toda la personalidad, y de conducirla a los peores excesos de los odios ciegos, de la agresividad, y de los desencadenamientos inagotables de luchas, calumnias, falsos testimonios y horrores sin fin. Ocurre que una sola personalidad, enferma de las consecuencias de una injusticia que ha cometido, puede prender fuego a toda una sociedad. Claro es que hay que añadir las reacciones de defensa de los miembros que lo rodean. Así nace la guerra, la guerra atroz justificada por todos los infundios, los equívocos, las mentiras, y que atiza por doquier el incendio”.
“El rechazo de la conciencia moral…puede determinar psicosis de odio, manías de persecución y aun, una verdadera dislocación de la voluntad y de la personalidad”.
El mencionado médico ha realizado una fundamentación de su propuesta a fin de compatibilizarla con los lineamientos de la ciencia experimental. Henri Baruk escribió, luego de relatar el caso de alguien que utiliza la razón desligada de todo aspecto emocional, lo siguiente: "Al lado de esta justicia abstracta y falsa, existe otra justicia verdadera en el plano humano. Es la justicia de los «Justos», de la Escritura, la de Abraham, de los patriarcas y de los profetas. Es muy notable que mis investigaciones experimentales en el plano social, en el plano humano me hayan conducido a encontrar de nuevo aquella justicia que en la lengua hebrea se designa con el nombre de tsedek" (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).
“Designamos con el nombre de terapias morales una variedad de tratamientos, distintos de las psicoterapias especializadas, que consideran la personalidad total, en el intento de comprenderla mediante una simpatía activa, y ayudarla. En la psiquiatría moderna, el origen de las terapias morales se relacionan con Pinel”.
“En nuestro libro Psiquiatría Moral Experimental desarrollamos ampliamente los métodos de la terapéutica moral en psiquiatría, particularmente en el tratamiento moral de los delirios y de los delirios de persecución” (De “Las terapias psiquiátricas”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1961).
Es interesante advertir que, en el futuro, lo que se considera actualmente pecado, o desviación de la ética elemental, podrá considerarse como una desviación o alejamiento de la normalidad psíquica. La base de la terapia en cuestión ha de ser un estímulo hacia el pleno desarrollo de la conciencia moral, la que nos hace conscientes tanto del bien como del mal, y que residen en cada uno de nosotros. Henri Baruk escribió: “Llegamos ahora a la función capital de la conciencia moral y de sus trastornos en la génesis de las psicosis individuales y sociales….como, por ejemplo, en el estudio del remordimiento, del sentimiento de culpabilidad directa en la melancolía, y reprimido y desviado de los odios y delirios de persecución, el mecanismo del chivo emisario, y los estados de exasperación vengativa, ligada a la imposibilidad de ahogar el juicio moral inconsciente y de falsificar hasta el fin la verdad, el rol de la conciencia moral violada o desviada, o sufriente, en la génesis de los delirios, los mecanismos psicológicos de la redención, etc.”.
“Todo este dominio constituye la piedra angular de las ciencias del hombre, y al descuidarlo, dejarlo de lado o abandonarlo al dominio metafísico o teológico, el psiquiatra se expone a no entender nada de las infinitas e impresionantes reacciones del alma humana, y a concluir en esa trágica incomprensión que consiste en acallar los sentimientos más profundos y las manifestaciones más específicamente humanas, para encerrarse en una actitud de pretencioso dogmatismo, de ciego mecanicismo o de un dualismo discordante que se limita a yuxtaponer los datos de una ciencia incompleta y de una religión no sentida y oscurantista, yuxtaposición que no puede concluir en ninguna unidad ni progreso práctico” (De “Las terapias psiquiátricas”).
De su principal libro (“Psiquiatría moral experimental”), se mencionan los siguientes parrafos:
“Los remordimientos son en el hombre normal el mecanismo regulador esencial que controla las conductas. Sin este mecanismo regulador, el hombre se volvería un monstruo, un pervertido, un loco moral. Ahora bien, parece ser que para algunos psiquiatras actuales la meta que hay que alcanzar es transformar la humanidad en una sociedad de seres desprovistos de conciencia moral, es decir, de pervertidos y de monstruos”.
“Aunque haya sido descubierto desde hace miles de años, el papel efectivo y práctico de la conciencia moral se conoce todavía poco. En efecto, este descubrimiento tan antiguo se ha entendido en forma esencialmente metafísica. Los grandes inspirados que dieron a la humanidad la revelación de la conciencia moral, impresionados con justa razón por el extraordinario poderío que esta conciencia tiene, tanto sobre los destinos del individuo como sobre los de la sociedad, concibieron la conciencia moral como la emanación de un Principio Único, creador y director del universo. La conciencia moral representó así un principio espiritual encarnado en el hombre, y que expresaba su origen divino. Sin embargo, este principio formaba parte de la naturaleza humana, a la que se concebía como una unidad, en la cual se fundían higiene y moral”.
“La naturaleza ha provisto al hombre de ciertas funciones psíquicas que tienen precisamente como efecto reglar su adaptación social y limitar los desbordamientos excesivos de algunos instintos. En efecto, la observación psicológica y psiquiátrica muestra que nuestros actos están sometidos a una apreciación interior: cuando viola las leyes de la humanidad y de la equidad para con sus semejantes, el hombre normal siente un determinado malestar, extremadamente especial, malestar moral muy penoso y susceptible inclusive, de repercutir en el funcionamiento neurovegetativo y en el organismo por entero”.
“Sin duda, no se trata de una barrera rígida, análoga a la del constreñimiento social. El individuo puede no hacerle caso, no tomar en cuenta esta apreciación y ejecutar sus caprichos. A primera vista, se cree haber triunfado así. Pero la experiencia muestra que el juicio interior al que se ha desconocido y violado no está de ninguna manera sofocado, sino tan sólo rechazado. Prosigue su acción de manera subterránea, derivada y desviada, que es infinitamente más poderosa y temible: de esto resultan desórdenes considerables en toda la personalidad”.
“A cierto número de autores les ha parecido sorprendente ver poner a la orden del día la noción de conciencia moral, noción que consideran ligada a un pasado metafísico y teológico, e inaccesible a los métodos científicos. Para estos autores, la noción de conciencia moral es solamente cuestión de fe y de obediencia dogmática, por lo cual queda fuera de la experiencia y del conocimiento científico. Podría creerse que la certidumbre de la fe es una certeza elevada de golpe al máximo, afirmada sobre una creencia y un impulso afectivo intenso y a priori, por lo cual escapa a toda verificación. Pero en nuestra época de acción y verificación a ultranza, la certidumbre de la fe, por estar colocada en un plano inaccesible y separado de la vida práctica, termina por convertirse en una certidumbre formal que ya no tiene aplicación a la vida. Se efectúa una separación en virtud de la cual, sin discutirse, la certidumbre de la fe no es más que un ideal, una esperanza y, mientras parece ser absoluta, de hecho se la elimina cada vez más de la vida práctica y se halla en un plano cada vez más apartado de la realidad”.
“Si nos limitamos a ordenar que no se cometan actos injustos por amor al cielo, muchas personas, si no ven los riesgos que corren, o si creen sacar provecho de sus injusticias, no vacilarán en cometerlas, con la seguridad, aun si son creyentes, de que obtendrán el perdón gracias a diversas ceremonias. El primer monoteísmo consideró que las consecuencias de la conducta se producían en este mundo, y que los acontecimientos de la vida formaban parte de una suerte de experimentación perpetua. Cuando se han arrojado al cielo las consecuencias de los actos, y cuando se ha separado al mundo terrestre injusto del mundo celeste ideal, por eso mismo se ha causado un debilitamiento y una escisión en la noción moral, que no podría menos de agravarse cada vez más en lo sucesivo”.
“Me ha parecido que un acto injusto tiene consecuencias ocultas, pero irremediables y terribles. En primer lugar, determina en quien lo realiza un malestar incoercible, del que trata de desprenderse rechazándolo. Pero este rechazo del juicio moral transforma ese malestar en perturbaciones más terribles y ocultas, mediante el mecanismo de una acusación inconsciente susceptible de trastornar toda la personalidad, y de conducirla a los peores excesos de los odios ciegos, de la agresividad, y de los desencadenamientos inagotables de luchas, calumnias, falsos testimonios y horrores sin fin. Ocurre que una sola personalidad, enferma de las consecuencias de una injusticia que ha cometido, puede prender fuego a toda una sociedad. Claro es que hay que añadir las reacciones de defensa de los miembros que lo rodean. Así nace la guerra, la guerra atroz justificada por todos los infundios, los equívocos, las mentiras, y que atiza por doquier el incendio”.
“El rechazo de la conciencia moral…puede determinar psicosis de odio, manías de persecución y aun, una verdadera dislocación de la voluntad y de la personalidad”.
"Rerum Novarum", cuando la Iglesia se reconcilió con el liberalismo
Por Armando Ribas
En un reciente artículo de La Prensa de Bernardino Montejano "La Iglesia no Tiene Ideología", el autor hace una crítica pertinaz a un articulo mío en el que había escrito: "El fascismo incluido en la encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XII. Ese documento fue una probada contradicción ideológica con la encíclica Rerum Novarum en la cual el Papa León XIII había reconocido la falacia del socialismo en su intento de igualar a los hombres".
Me voy a permitir insistir en que ese pensamiento que considero fundamental para reconocer que el Papa León XIII sacó a la Iglesia de un período precedente denominado el ultramontanismo. Periodo que se puede considerar como una continuidad de la Inquisición durante la cual habían matado a miles de hombres y fundamentalmente perseguido y condenado a Galileo por haber descubierto que la Tierra le daba la vuelta al sol.
A mi juicio la encíclica Rerum Novarum fue un reflexivo acuerdo de la Iglesia en el que se reconocieran los principios liberales. Y me atrevería a recordar el dictum de Jesucristo al respecto: "Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Mi reino no es de este mundo". Ello implica el reconocimiento de la separación del Estado y de la Iglesia, y consecuentemente la libertad religiosa.
Entonces más aun se reconoció la naturaleza humana y la libertad cuando dijo: "El justo peca siete veces y el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra". Igualmente, en la Parábola de los Talentos se reconoce la responsabilidad individual en la vida y en la Parábola de la Hora Nona se reconoce el derecho de propiedad privada y la libertad de contratación.
LA REHABILITACION
No obstante esta realidad, la Iglesia por siglos a través de las cruzadas, la Inquisición y el ultramontanismo violó paladinamente esos principios. Por ello reconozco en la Rerum Novarum la rehabilitación del cristianismo y los principios liberales que cambiaron al mundo. En la misma León XIII escribió: "Dedúdece aquí también que la propiedad privada es conforme a la naturaleza". Y sigue: "De modo que no puede menos que ser conforme a la razón que aquella parte la posea el hombre como suya y a nadie en manera alguna le sea lícito violar su derecho".
Con respecto al Estado comenzó: "Como hemos dicho, que no absorba el Estado ni al ciudadano ni a la familia; justo es que al ciudadano y a la familia se les deje la facultad de obrar con libertad en todo aquello salvo el bien común y sin perjuicio de nadie se puede hacer".
En otras palabras, está limitando el poder del Estado y garantizando el respeto de los derechos individuales. Por ello, igualmente cuando reconoce que la riqueza la genera el trabajo implica reconocer igualmente que los ricos también trabajan en la generación de riqueza. Por el contrario, Pío XI considera que la riqueza es sólo el producto del trabajo obrero y consecuentemente determina la necesidad de que el gobierno considere que el sindicato es monopólico. Fascismo en marcha.
Estos principios fueron desconocidos y descalificados en la encíclica Quadragesimo Anno en la cual Pío XI cita a León XIII interpretándolo a su manera que implica la contradicción con los anteriores principios. Esto lo ignora Montejano que comienza por el error de desconocer qué es la ideología y por ello dice que la Iglesia no tiene ideología sino doctrina.
Al respecto, dice el Diccionario de la Lengua Española: "Ideología: Rama de las ciencias filosóficas que trata del origen y clasificación de las ideas": Y al respecto dice The American Heritage Dictionary of the English Language: "Ideología: El cuerpo de ideas que reflejan las necesidades sociales y las aspiraciones de un grupo individual, clase o cultura".
Dada estas definiciones, ¿qué son las encíclicas de la Iglesia sino distintas versiones ideológicas?. Y en ese sentido la Rerum Novarum determinó un pensamiento positivo que fue contradicho por la Quadragesimo Anno. Más tarde llegó Pablo VI con la Populorum Progressium que fue fundamentalmente socialista. Finalmente en 1991 llegó Juan Pablo II con la Centesimus Annus en la que rescató el pensamiento de León XIII.
CONTRADICCIONES
No hay espacio para reconocer todas las contradicciones que entraña la interpretación de Pío XI del pensamiento de León XIII en la Rerum Novarum. Me voy a limitar pues a referirme a un pensamiento fundamental incluido en la Quadragesimo Anno referido al Estado que así dice: "El cual libre de todo partidismo, debería estar erigido en soberano y supremo árbitro de las ambiciones y concupiscencias de los hombres". En primer lugar, en esta aseveración se ignora que el Estado también está compuesto por hombres y decididamente determina el poder absoluto de los mismos y la violación de los derechos individuales.
En su artículo, Montejano también se refiere positivamente al Papa Pío XII ignorando que la historia muestra en nuestros días que ignoró los crímenes del Holocausto y mantuvo relaciones con Hitler. Y asimismo recordemos que fue en la época de Juan Domingo Perón, simpatizante de Mussolini, que vinieron a la Argentina los ex jerarcas nazis que escapaban de Alemania después de la guerra.
(De www.laprensa.com.ar)
En un reciente artículo de La Prensa de Bernardino Montejano "La Iglesia no Tiene Ideología", el autor hace una crítica pertinaz a un articulo mío en el que había escrito: "El fascismo incluido en la encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XII. Ese documento fue una probada contradicción ideológica con la encíclica Rerum Novarum en la cual el Papa León XIII había reconocido la falacia del socialismo en su intento de igualar a los hombres".
Me voy a permitir insistir en que ese pensamiento que considero fundamental para reconocer que el Papa León XIII sacó a la Iglesia de un período precedente denominado el ultramontanismo. Periodo que se puede considerar como una continuidad de la Inquisición durante la cual habían matado a miles de hombres y fundamentalmente perseguido y condenado a Galileo por haber descubierto que la Tierra le daba la vuelta al sol.
A mi juicio la encíclica Rerum Novarum fue un reflexivo acuerdo de la Iglesia en el que se reconocieran los principios liberales. Y me atrevería a recordar el dictum de Jesucristo al respecto: "Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Mi reino no es de este mundo". Ello implica el reconocimiento de la separación del Estado y de la Iglesia, y consecuentemente la libertad religiosa.
Entonces más aun se reconoció la naturaleza humana y la libertad cuando dijo: "El justo peca siete veces y el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra". Igualmente, en la Parábola de los Talentos se reconoce la responsabilidad individual en la vida y en la Parábola de la Hora Nona se reconoce el derecho de propiedad privada y la libertad de contratación.
LA REHABILITACION
No obstante esta realidad, la Iglesia por siglos a través de las cruzadas, la Inquisición y el ultramontanismo violó paladinamente esos principios. Por ello reconozco en la Rerum Novarum la rehabilitación del cristianismo y los principios liberales que cambiaron al mundo. En la misma León XIII escribió: "Dedúdece aquí también que la propiedad privada es conforme a la naturaleza". Y sigue: "De modo que no puede menos que ser conforme a la razón que aquella parte la posea el hombre como suya y a nadie en manera alguna le sea lícito violar su derecho".
Con respecto al Estado comenzó: "Como hemos dicho, que no absorba el Estado ni al ciudadano ni a la familia; justo es que al ciudadano y a la familia se les deje la facultad de obrar con libertad en todo aquello salvo el bien común y sin perjuicio de nadie se puede hacer".
En otras palabras, está limitando el poder del Estado y garantizando el respeto de los derechos individuales. Por ello, igualmente cuando reconoce que la riqueza la genera el trabajo implica reconocer igualmente que los ricos también trabajan en la generación de riqueza. Por el contrario, Pío XI considera que la riqueza es sólo el producto del trabajo obrero y consecuentemente determina la necesidad de que el gobierno considere que el sindicato es monopólico. Fascismo en marcha.
Estos principios fueron desconocidos y descalificados en la encíclica Quadragesimo Anno en la cual Pío XI cita a León XIII interpretándolo a su manera que implica la contradicción con los anteriores principios. Esto lo ignora Montejano que comienza por el error de desconocer qué es la ideología y por ello dice que la Iglesia no tiene ideología sino doctrina.
Al respecto, dice el Diccionario de la Lengua Española: "Ideología: Rama de las ciencias filosóficas que trata del origen y clasificación de las ideas": Y al respecto dice The American Heritage Dictionary of the English Language: "Ideología: El cuerpo de ideas que reflejan las necesidades sociales y las aspiraciones de un grupo individual, clase o cultura".
Dada estas definiciones, ¿qué son las encíclicas de la Iglesia sino distintas versiones ideológicas?. Y en ese sentido la Rerum Novarum determinó un pensamiento positivo que fue contradicho por la Quadragesimo Anno. Más tarde llegó Pablo VI con la Populorum Progressium que fue fundamentalmente socialista. Finalmente en 1991 llegó Juan Pablo II con la Centesimus Annus en la que rescató el pensamiento de León XIII.
CONTRADICCIONES
No hay espacio para reconocer todas las contradicciones que entraña la interpretación de Pío XI del pensamiento de León XIII en la Rerum Novarum. Me voy a limitar pues a referirme a un pensamiento fundamental incluido en la Quadragesimo Anno referido al Estado que así dice: "El cual libre de todo partidismo, debería estar erigido en soberano y supremo árbitro de las ambiciones y concupiscencias de los hombres". En primer lugar, en esta aseveración se ignora que el Estado también está compuesto por hombres y decididamente determina el poder absoluto de los mismos y la violación de los derechos individuales.
En su artículo, Montejano también se refiere positivamente al Papa Pío XII ignorando que la historia muestra en nuestros días que ignoró los crímenes del Holocausto y mantuvo relaciones con Hitler. Y asimismo recordemos que fue en la época de Juan Domingo Perón, simpatizante de Mussolini, que vinieron a la Argentina los ex jerarcas nazis que escapaban de Alemania después de la guerra.
(De www.laprensa.com.ar)
martes, 22 de octubre de 2024
Existencialismo: Existencia vs. Esencia
En cada ámbito del conocimiento se establecen descripciones de la realidad, y también interpretaciones valorativas, basadas en conceptos distintos según se trate de la filosofía o bien de las ciencias sociales. Como se trata de una misma realidad a describir, será posible encontrar semejanzas en los razonamientos y en las conclusiones, si bien lo importante será el reconocimiento de que se está hablando de lo mismo.
Veamos el caso del existencialismo, en el ámbito de la filosofía, y el posible vínculo con algunos conceptos básicos de las ciencias sociales. J. González Martínez escribió: “En general, las palabras que llevan el sufijo ismo indican cierta prelación o primacía del sustantivo de que proceden, y así como el materialismo y el racionalismo hacen prevalecer la materia sobre el espíritu, el primero, y la razón sobre la fe, el segundo, el existencialismo afirma la primacía de la existencia sobre la esencia, teniendo en cuenta que la esencia y la existencia son los dos principios metafísicos que la ontología distingue en todos los seres, consistiendo la esencia en lo que una cosa es, y la existencia, en el hecho de ser. La esencia es la posibilidad de ser, cuya posibilidad convierte en realidad la existencia. Al decir soy hombre, hombre indica la esencia, y soy la existencia”.
“Hay, sin embargo, una esencia general y una esencia individual; por la primera podré decir que soy hombre, puesto que acusa los caracteres comunes a todos los demás hombres, y por la segunda, que soy este hombre, ya que pone de relieve mis propias características” (De “Existencialismo, dinero y ética”-Ediciones Morata-Madrid 1952).
En las ciencias sociales hablamos de “naturaleza humana”, establecida a partir de la evolución biológica, lo que puede asociarse a la “esencia” de la que hablan los filósofos. Tal naturaleza implica a los atributos comunes a todo individuo perteneciente a la humanidad. Las diferencias entre individuos, conducen a lo que denominamos “personalidad”, que en principio serán los distintos “porcentajes” con que poseemos los diversos atributos naturales. Y esto podría vincularse con la “existencia” de los filósofos.
En cuanto a la supremacía de la esencia sobre la existencia, o a la inversa, tenemos en las ciencias sociales la controversia entre quienes aducen la primacía de la herencia genética y la naturaleza humana, en oposición a la influencia cultural y la evolución cultural. Si bien la tendencia mayoritaria es la que considera a ambos aspectos con igual importancia.
Continuando con la descripción del citado autor, encontramos un indicio de coincidencia con la analogía propuesta: “A pesar de esta distinción [entre esencia general e individual], es a la esencia general a la que se refieren las definiciones, pues ni la ciencia ni la moral serán posibles sin admitir un tipo de hombre, fuera de los mismos hombres, que es la esencia universal o naturaleza humana…”.
Desde las ciencias sociales es posible suponer ciertas potencialidades de la naturaleza humana, en función de los atributos que poseemos. Tales potencialidades serán realizadas por algunos seres humanos mientras otros quedarán lejos de ellas. De ahí que la visión científica se ha de acercar más a los filósofos esencialistas que a los existencialistas.
También será posible vincular los conceptos anteriores con la religión. En este caso, se prioriza la naturaleza humana y la esencia como obra o creación de Dios. También pueden establecerse vínculos cercanos entre Dios y el orden natural. Mientras que el religioso piensa en un Dios Creador, en una voluntad creadora y en un sentido concedido a la humanidad, desde la ciencia se piensa en un conjunto de leyes naturales invariantes, u orden natural, al cual se le asocia, en general, cierta finalidad implícita. Como en definitiva se trata de una misma realidad a describir, no resulta extraño encontrar semejanzas entre las visiones del mundo que provienen de la ciencia, de la filosofía y de la religión.
Todo parece indicar que, en el futuro, será la ciencia experimental la que predominará, por lo que se deberá intentar incorporar conceptos válidos de la filosofía y de la religión a fin de establecer una amplia visión del mundo en que vivimos y de la inserción del ser humano en este complejo proceso. J. González Martínez escribió: “Ciertos filósofos del siglo XVIII, aunque rechazan la idea de Dios creador y remunerador, la sustituyen por una naturaleza más o menos divinizada, que habría de señalar su deber a las almas bien nacidas. Y, cuando al final del siglo XIX, se abandonó la enseñanza de la moral fundada en la idea de Dios, sustituyéndola por la razón, los filósofos franceses, al tratar de establecer una moral laica, proclamando que Dios es una hipótesis inútil y costosa, tuvieron que reconocer que era preciso, para la conservación de la moral, de la sociedad y de la civilización, que subsistieran ciertos valores, es decir, que fuera obligatorio a priori ser honrado, no mentir, engendrar hijos, etc., pues aunque Dios no exista, dijeron, nada cambiará, ya que mostraremos las mismas normas de honradez y progreso inscritas en un cielo inteligible. En resumen, que a pesar de lo inadmisible de la teoría, la moral laica y sin Dios también quedaba fundada sobre una filosofía esencialista”.
Veamos el caso del existencialismo, en el ámbito de la filosofía, y el posible vínculo con algunos conceptos básicos de las ciencias sociales. J. González Martínez escribió: “En general, las palabras que llevan el sufijo ismo indican cierta prelación o primacía del sustantivo de que proceden, y así como el materialismo y el racionalismo hacen prevalecer la materia sobre el espíritu, el primero, y la razón sobre la fe, el segundo, el existencialismo afirma la primacía de la existencia sobre la esencia, teniendo en cuenta que la esencia y la existencia son los dos principios metafísicos que la ontología distingue en todos los seres, consistiendo la esencia en lo que una cosa es, y la existencia, en el hecho de ser. La esencia es la posibilidad de ser, cuya posibilidad convierte en realidad la existencia. Al decir soy hombre, hombre indica la esencia, y soy la existencia”.
“Hay, sin embargo, una esencia general y una esencia individual; por la primera podré decir que soy hombre, puesto que acusa los caracteres comunes a todos los demás hombres, y por la segunda, que soy este hombre, ya que pone de relieve mis propias características” (De “Existencialismo, dinero y ética”-Ediciones Morata-Madrid 1952).
En las ciencias sociales hablamos de “naturaleza humana”, establecida a partir de la evolución biológica, lo que puede asociarse a la “esencia” de la que hablan los filósofos. Tal naturaleza implica a los atributos comunes a todo individuo perteneciente a la humanidad. Las diferencias entre individuos, conducen a lo que denominamos “personalidad”, que en principio serán los distintos “porcentajes” con que poseemos los diversos atributos naturales. Y esto podría vincularse con la “existencia” de los filósofos.
En cuanto a la supremacía de la esencia sobre la existencia, o a la inversa, tenemos en las ciencias sociales la controversia entre quienes aducen la primacía de la herencia genética y la naturaleza humana, en oposición a la influencia cultural y la evolución cultural. Si bien la tendencia mayoritaria es la que considera a ambos aspectos con igual importancia.
Continuando con la descripción del citado autor, encontramos un indicio de coincidencia con la analogía propuesta: “A pesar de esta distinción [entre esencia general e individual], es a la esencia general a la que se refieren las definiciones, pues ni la ciencia ni la moral serán posibles sin admitir un tipo de hombre, fuera de los mismos hombres, que es la esencia universal o naturaleza humana…”.
Desde las ciencias sociales es posible suponer ciertas potencialidades de la naturaleza humana, en función de los atributos que poseemos. Tales potencialidades serán realizadas por algunos seres humanos mientras otros quedarán lejos de ellas. De ahí que la visión científica se ha de acercar más a los filósofos esencialistas que a los existencialistas.
También será posible vincular los conceptos anteriores con la religión. En este caso, se prioriza la naturaleza humana y la esencia como obra o creación de Dios. También pueden establecerse vínculos cercanos entre Dios y el orden natural. Mientras que el religioso piensa en un Dios Creador, en una voluntad creadora y en un sentido concedido a la humanidad, desde la ciencia se piensa en un conjunto de leyes naturales invariantes, u orden natural, al cual se le asocia, en general, cierta finalidad implícita. Como en definitiva se trata de una misma realidad a describir, no resulta extraño encontrar semejanzas entre las visiones del mundo que provienen de la ciencia, de la filosofía y de la religión.
Todo parece indicar que, en el futuro, será la ciencia experimental la que predominará, por lo que se deberá intentar incorporar conceptos válidos de la filosofía y de la religión a fin de establecer una amplia visión del mundo en que vivimos y de la inserción del ser humano en este complejo proceso. J. González Martínez escribió: “Ciertos filósofos del siglo XVIII, aunque rechazan la idea de Dios creador y remunerador, la sustituyen por una naturaleza más o menos divinizada, que habría de señalar su deber a las almas bien nacidas. Y, cuando al final del siglo XIX, se abandonó la enseñanza de la moral fundada en la idea de Dios, sustituyéndola por la razón, los filósofos franceses, al tratar de establecer una moral laica, proclamando que Dios es una hipótesis inútil y costosa, tuvieron que reconocer que era preciso, para la conservación de la moral, de la sociedad y de la civilización, que subsistieran ciertos valores, es decir, que fuera obligatorio a priori ser honrado, no mentir, engendrar hijos, etc., pues aunque Dios no exista, dijeron, nada cambiará, ya que mostraremos las mismas normas de honradez y progreso inscritas en un cielo inteligible. En resumen, que a pesar de lo inadmisible de la teoría, la moral laica y sin Dios también quedaba fundada sobre una filosofía esencialista”.
lunes, 21 de octubre de 2024
Universidad e ingreso irrestricto
Debido a que la universidad es vista por los agitadores políticos como un ámbito adecuado para desarrollar sus actividades, necesitan imperiosamente del ingreso irrestricto para disponer de muchos y potenciales seguidores. De ahí que, en la mayoría de las universidades estatales argentinas, la mayor parte de los recursos económicos sea asignada a estudiantes que nunca se van a recibir, incluso que van a abandonar al poco tiempo de ingresar.
Los exámenes de ingreso resultan convenientes para no hacerles perder tiempo a muchos adolescentes que no están preparados para afrontar algunas carreras universitarias, es decir, si no pueden "saltar una valla de 1 metro" (exigencia del examen de ingreso), tampoco podrán "saltar una valla de 2 metros" (nivel de dificultad del primer año). Por supuesto que la pérdida de tiempo de muchos y la pérdida o derroche de recursos poco o nada le interesa al agitador político que sueña en convertirse en un líder movilizador de masas.
Se menciona un artículo periodístico al respecto:
LAS CAUSAS INNOBLES
Intereses económicos y políticos alimentan los desórdenes estudiantiles que alteran la vida universitaria en todo el país.
Por Santiago González
Algunos animadores de programas periodísticos parlotean por estos días contra quienes, dicen, se montaron “sobre una causa noble” para promover disturbios en las universidades. ¿Cuál es la causa noble? ¿Reclamar más dineros públicos, es decir de todos, para los pocos pudientes que completan normalmente una carrera?
“La verdad incómoda en la Argentina es que la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres, no saben leer, escribir o realizar una operación matemática básica”, dijo el presidente Javier Milei en el Palacio Libertad, una verdad tan difícil de refutar como la observación que agregó enseguida: “El mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, la cultura y el tiempo necesarios para poder estudiar”.
Por supuesto, las palabras del Presidente pegaron en el corazón del relato progresista, que de inmediato procuró desmentirlas con un surtido de falacias pretendidamente racionales y científicas. Citando estadísticas oficiales, argumentaron que algo más del 40 por ciento de los estudiantes universitarios proviene de los sectores de menores ingresos, y que casi el 70 por ciento representa la primera generación en su familia en acceder a estudios universitarios. Pero el dato que convenientemente escamotearon es el que describe a los que efectivamente llegan completar su carrera en tiempo y forma y recibirse, porque allí se vería que en proporción abrumadora se trata precisamente de aquéllos “con los recursos, con la cultura y con el tiempo necesarios para estudiar”, como dijo el Presidente.
Cualquier profesor de la Universidad de Buenos Aires, y me refiero a ella porque es la que conozco de cerca, puede atestiguar el nivel deplorable del alumnado, y las dificultades que tiene para resolver las consignas más elementales, en cualquier etapa de las diferentes carreras. Algunos profesores intentan mantener el nivel de exigencia, mientras que otros lo adaptan a las capacidades de sus estudiantes. Lo que a la larga desemboca en una despareja calidad de los títulos emitidos, y que conspira contra la credibilidad profesional de todos: he visto egresados de comunicaciones incapaces de acomodar sujeto con predicado, he visto a la jefa de radiología de un hospital del conurbano pasar por alto una fractura evidente, he visto a un médico a domicilio recetar antibióticos para lo que hasta un lego podía reconocer como una enfermedad viral.
Esta situación es consecuencia de algo que el presidente describió sin eufemismos: “La gran mayoría de los niños son pobres, no saben leer, escribir o realizar una operación matemática básica”. El panorama de la educación primaria en la Argentina es desolador, y aún así no es tan malo como el de la educación secundaria. ¿Qué magia o sortilegio podrían invocar los defensores de las “causas nobles” para lograr que los egresados de esos sistemas fallidos, provenientes de familias sin los recursos, la cultura y el tiempo como para estudiar, puedan afrontar luego exitosamente las demandas de una carrera universitaria? Son muchos los que ingresan, pero son muchos los que fracasan más temprano que tarde, arrancando su camino en la vida con una frustración no buscada por ellos sino inducida.
EL MITO DEL ASCENSO SOCIAL
La Universidad no fue creada para asegurar la movilidad social ascendente, y esa misma idea la desvirtúa en su naturaleza y en su propósito. La universidad tiene que ver con el conocimiento, especialmente con las fronteras del conocimiento, con la aplicación del conocimiento y con la transmisión del conocimiento, y eso normalmente garantiza más sacrificios, esfuerzos y dificultades que ascensos sociales.
Un buen oficio, bien aprendido, probablemente aliente un progreso social más sólido y satisfactorio. El mito de la universidad como trampolín de ascenso social arraiga en la exitosa experiencia de la clase media argentina del siglo pasado, cuando las condiciones económicas y sociales de la Argentina eran otras, y probablemente irrepetibles, y ahora es mantenido con vida por quienes lucran con la vigencia de ese mito, que no son precisamente los docentes o los investigadores universitarios.
Las revueltas estudiantiles de las últimas semanas responden a dos causas innobles, una económica y otra política. Para entender la primera tenemos que remontarnos a marzo de 2001, cuando el radical Ricardo López Murphy se hizo cargo del ministerio de economía a pedido del presidente radical Fernando de la Rúa y anunció un programa de ajustes que incluía recortes en los fondos destinados a la Universidad de Buenos Aires. La agrupación universitaria radical Franja Morada montó unas bataholas estudiantiles similares a las de estos días, y se cargó al ministro radical del gobierno radical, abriendo de paso el camino hacia la crisis de fines de ese año, la más grave sufrida por la Argentina en lo que va del siglo. Esto muestra que para algún sector de la Unión Cívica Radical la UBA es una fuente de recursos tan importante que es capaz de sacrificar a su propio gobierno para mantenerla, y no hablemos del destino del país.
Una gran fuente de recursos para quienes lucran con la Universidad de Buenos Aires (hay otras, como los acuerdos con fundaciones y ONG) es el llamado Ciclo Básico Común (CBC), un invento de Raúl Alfonsín, concebido como un intermedio entre el nivel secundario y el terciario, reemplazable con ventaja por un examen de ingreso, que hoy consume entre el 25 y el 40 por ciento de sus recursos, hace perder innecesariamente un año a los estudiantes, y no sirve a ninguno de sus propósitos fundamentales. Pero sí sirve para inflar el número de ingresantes o el de “primera generación de universitarios”, aunque pocos superen siquiera esa instancia elemental. Además de requerir una enormidad de puestos docentes, el CBC cuenta con seis sedes en la ciudad de Buenos Aires, cuatro en el gran Buenos Aires y otras diez en el interior de la provincia de Buenos Aires, alquileres edilicios que pesan inútilmente sobre el presupuesto universitario. En otras universidades de la Argentina los motivos económicos podrán ser otros, pero seguramente no muy distintos.
Probablemente enterado de algunas de estas cosas el Gobierno nacional reclamó que las universidades se sometan a auditorías externas, de manera que los contribuyentes, y los legisladores que los representan, puedan saber a ciencia cierta a dónde van a parar los recursos públicos que el presupuesto nacional les asigna anualmente. Buena parte de los rectores de las universidades estatales se mostraron reacios a someterse a esas auditorías, y el presidente Milei les respondió: “Si no quieren ser auditados debe ser porque están sucios; por lo tanto, señores, dejen de engañar a los argentinos y díganles la verdad: que no quieren ser auditados para mantener sus curros”. Días atrás, su gobierno sometió legalmente a las universidades a la auditoría de la Sindicatura General de la Nación, y puso fin a la discusión.
AGITADORES
La otra causa innoble es de naturaleza política, y envuelve no sólo a los radicales, sino al kirchnerismo y la izquierda, que encontraron por fin en los estudiantes el instrumento que necesitaban para agitarle la calle al Gobierno. Las duras medidas de ajuste impuestas por Milei, con el gran nivel de sufrimiento que provocaron entre la población de menores recursos, no se tradujeron en masivas protestas callejeras como ellos esperaban; el deterioro en la oferta y la calidad del empleo no se tradujo en grandes manifestaciones sindicales como ellos esperaban. Los que motorizan estos desórdenes, y también otras expresiones de violencia política a las que asistimos en estos días, buscan simplemente empujar al gobierno a algún desborde capaz de justificar el pedido de juicio político al presidente que algunos ya tienen redactado en el Congreso.
(De www.laprensa.com.ar)
Los exámenes de ingreso resultan convenientes para no hacerles perder tiempo a muchos adolescentes que no están preparados para afrontar algunas carreras universitarias, es decir, si no pueden "saltar una valla de 1 metro" (exigencia del examen de ingreso), tampoco podrán "saltar una valla de 2 metros" (nivel de dificultad del primer año). Por supuesto que la pérdida de tiempo de muchos y la pérdida o derroche de recursos poco o nada le interesa al agitador político que sueña en convertirse en un líder movilizador de masas.
Se menciona un artículo periodístico al respecto:
LAS CAUSAS INNOBLES
Intereses económicos y políticos alimentan los desórdenes estudiantiles que alteran la vida universitaria en todo el país.
Por Santiago González
Algunos animadores de programas periodísticos parlotean por estos días contra quienes, dicen, se montaron “sobre una causa noble” para promover disturbios en las universidades. ¿Cuál es la causa noble? ¿Reclamar más dineros públicos, es decir de todos, para los pocos pudientes que completan normalmente una carrera?
“La verdad incómoda en la Argentina es que la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta, en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres, no saben leer, escribir o realizar una operación matemática básica”, dijo el presidente Javier Milei en el Palacio Libertad, una verdad tan difícil de refutar como la observación que agregó enseguida: “El mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, la cultura y el tiempo necesarios para poder estudiar”.
Por supuesto, las palabras del Presidente pegaron en el corazón del relato progresista, que de inmediato procuró desmentirlas con un surtido de falacias pretendidamente racionales y científicas. Citando estadísticas oficiales, argumentaron que algo más del 40 por ciento de los estudiantes universitarios proviene de los sectores de menores ingresos, y que casi el 70 por ciento representa la primera generación en su familia en acceder a estudios universitarios. Pero el dato que convenientemente escamotearon es el que describe a los que efectivamente llegan completar su carrera en tiempo y forma y recibirse, porque allí se vería que en proporción abrumadora se trata precisamente de aquéllos “con los recursos, con la cultura y con el tiempo necesarios para estudiar”, como dijo el Presidente.
Cualquier profesor de la Universidad de Buenos Aires, y me refiero a ella porque es la que conozco de cerca, puede atestiguar el nivel deplorable del alumnado, y las dificultades que tiene para resolver las consignas más elementales, en cualquier etapa de las diferentes carreras. Algunos profesores intentan mantener el nivel de exigencia, mientras que otros lo adaptan a las capacidades de sus estudiantes. Lo que a la larga desemboca en una despareja calidad de los títulos emitidos, y que conspira contra la credibilidad profesional de todos: he visto egresados de comunicaciones incapaces de acomodar sujeto con predicado, he visto a la jefa de radiología de un hospital del conurbano pasar por alto una fractura evidente, he visto a un médico a domicilio recetar antibióticos para lo que hasta un lego podía reconocer como una enfermedad viral.
Esta situación es consecuencia de algo que el presidente describió sin eufemismos: “La gran mayoría de los niños son pobres, no saben leer, escribir o realizar una operación matemática básica”. El panorama de la educación primaria en la Argentina es desolador, y aún así no es tan malo como el de la educación secundaria. ¿Qué magia o sortilegio podrían invocar los defensores de las “causas nobles” para lograr que los egresados de esos sistemas fallidos, provenientes de familias sin los recursos, la cultura y el tiempo como para estudiar, puedan afrontar luego exitosamente las demandas de una carrera universitaria? Son muchos los que ingresan, pero son muchos los que fracasan más temprano que tarde, arrancando su camino en la vida con una frustración no buscada por ellos sino inducida.
EL MITO DEL ASCENSO SOCIAL
La Universidad no fue creada para asegurar la movilidad social ascendente, y esa misma idea la desvirtúa en su naturaleza y en su propósito. La universidad tiene que ver con el conocimiento, especialmente con las fronteras del conocimiento, con la aplicación del conocimiento y con la transmisión del conocimiento, y eso normalmente garantiza más sacrificios, esfuerzos y dificultades que ascensos sociales.
Un buen oficio, bien aprendido, probablemente aliente un progreso social más sólido y satisfactorio. El mito de la universidad como trampolín de ascenso social arraiga en la exitosa experiencia de la clase media argentina del siglo pasado, cuando las condiciones económicas y sociales de la Argentina eran otras, y probablemente irrepetibles, y ahora es mantenido con vida por quienes lucran con la vigencia de ese mito, que no son precisamente los docentes o los investigadores universitarios.
Las revueltas estudiantiles de las últimas semanas responden a dos causas innobles, una económica y otra política. Para entender la primera tenemos que remontarnos a marzo de 2001, cuando el radical Ricardo López Murphy se hizo cargo del ministerio de economía a pedido del presidente radical Fernando de la Rúa y anunció un programa de ajustes que incluía recortes en los fondos destinados a la Universidad de Buenos Aires. La agrupación universitaria radical Franja Morada montó unas bataholas estudiantiles similares a las de estos días, y se cargó al ministro radical del gobierno radical, abriendo de paso el camino hacia la crisis de fines de ese año, la más grave sufrida por la Argentina en lo que va del siglo. Esto muestra que para algún sector de la Unión Cívica Radical la UBA es una fuente de recursos tan importante que es capaz de sacrificar a su propio gobierno para mantenerla, y no hablemos del destino del país.
Una gran fuente de recursos para quienes lucran con la Universidad de Buenos Aires (hay otras, como los acuerdos con fundaciones y ONG) es el llamado Ciclo Básico Común (CBC), un invento de Raúl Alfonsín, concebido como un intermedio entre el nivel secundario y el terciario, reemplazable con ventaja por un examen de ingreso, que hoy consume entre el 25 y el 40 por ciento de sus recursos, hace perder innecesariamente un año a los estudiantes, y no sirve a ninguno de sus propósitos fundamentales. Pero sí sirve para inflar el número de ingresantes o el de “primera generación de universitarios”, aunque pocos superen siquiera esa instancia elemental. Además de requerir una enormidad de puestos docentes, el CBC cuenta con seis sedes en la ciudad de Buenos Aires, cuatro en el gran Buenos Aires y otras diez en el interior de la provincia de Buenos Aires, alquileres edilicios que pesan inútilmente sobre el presupuesto universitario. En otras universidades de la Argentina los motivos económicos podrán ser otros, pero seguramente no muy distintos.
Probablemente enterado de algunas de estas cosas el Gobierno nacional reclamó que las universidades se sometan a auditorías externas, de manera que los contribuyentes, y los legisladores que los representan, puedan saber a ciencia cierta a dónde van a parar los recursos públicos que el presupuesto nacional les asigna anualmente. Buena parte de los rectores de las universidades estatales se mostraron reacios a someterse a esas auditorías, y el presidente Milei les respondió: “Si no quieren ser auditados debe ser porque están sucios; por lo tanto, señores, dejen de engañar a los argentinos y díganles la verdad: que no quieren ser auditados para mantener sus curros”. Días atrás, su gobierno sometió legalmente a las universidades a la auditoría de la Sindicatura General de la Nación, y puso fin a la discusión.
AGITADORES
La otra causa innoble es de naturaleza política, y envuelve no sólo a los radicales, sino al kirchnerismo y la izquierda, que encontraron por fin en los estudiantes el instrumento que necesitaban para agitarle la calle al Gobierno. Las duras medidas de ajuste impuestas por Milei, con el gran nivel de sufrimiento que provocaron entre la población de menores recursos, no se tradujeron en masivas protestas callejeras como ellos esperaban; el deterioro en la oferta y la calidad del empleo no se tradujo en grandes manifestaciones sindicales como ellos esperaban. Los que motorizan estos desórdenes, y también otras expresiones de violencia política a las que asistimos en estos días, buscan simplemente empujar al gobierno a algún desborde capaz de justificar el pedido de juicio político al presidente que algunos ya tienen redactado en el Congreso.
(De www.laprensa.com.ar)
sábado, 19 de octubre de 2024
El proceso de la ética
Los seres humanos, para vivir juntos, necesitamos cumplir con ciertas normas de conducta, de manera de evitar todo tipo de conflictos. De ahí que, a lo largo de la historia, y en todas las civilizaciones, han surgido conjuntos de reglas, mandatos o sugerencias, que tienen como finalidad favorecer tanto la vida hogareña como la vida social.
A tales conjuntos de reglas se las ha denominado “ética”, mientras que con la palabra “moral” se designa el grado de acatamiento que los destinatarios prestan a dichas reglas, si bien son intercambiables ambas denominaciones.
Toda ética ha de presentar simultáneamente, en forma explícita o bien implícita, tanto el camino que conduce al bien como el que conduce al mal, para favorecer al primero y rechazar al segundo, considerándose el bien como la disposición anímica que conduce a la felicidad y a la supervivencia individual y colectiva; y a la vida eterna, adicionalmente, en algunos casos.
Al encontrarnos, cada vez con mayor evidencia, con la existencia de leyes naturales que rigen todo lo existente, incluidos a nosotros mismos, surge el interrogante de si existe una “ética natural”, de manera de que toda ética propuesta por algún ser humano pueda compararse y valorarse en función de dicha ética natural. Todo indica que, si existen leyes naturales que nos rigen (estudiadas principalmente por las distintas ramas de la psicología), resulta admisible sostener que debemos descubrir (antes que inventar) una ética que se aproxime a dicha ética natural, que no viene escrita en ninguna parte.
Nuestra adaptación cultural al orden natural viene asociada a un proceso de optimización, teniendo como etapa final el descubrimiento de tal ética natural, que será la que mejores resultados produzca. De ahí que en este caso también pueda decirse: “Por sus frutos la conoceréis”.
Existe un proceso bastante simple para asegurar la felicidad y la supervivencia generalizada, consistente en la posibilidad de que todo individuo comparta las penas y las alegrías ajenas como propias. De esa forma, tenderá a hacer el bien a los demás y nunca a hacerles el mal, porque, al compartir las penas correspondientes implicaría, en cierta forma, hacerse el mal a sí mismo.
Este proceso, asociado a la empatía emocional, ya fue “establecido” por el propio orden natural, y descubierto, a lo largo de la historia, por varios individuos, siendo la expresión más conocida el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Con ello se sugiere, no tanto cumplirlo al pie de la letra (algo imposible en la realidad cotidiana), sino tener la predisposición permanente, o actitud, a ponerlo en práctica si la situación lo permite.
Llama la atención que, en la mayoría de los libros sobre ética, pocas veces se tiene en cuenta algo tan simple y tan evidente, estableciéndose una especie de manto para esconder el principal medio que disponemos para solucionar, o iniciar el proceso de solución, de todos los problemas que afectan a las diversas sociedades y a la humanidad toda.
Una vez que encontramos y describimos las componentes básicas de nuestra actitud característica (amor, odio, egoísmo e indiferencia), encontramos en cada uno de nosotros las fuentes iniciales tanto del bien como del mal. De ahí que el “mejor negocio” que podemos hacer consiste en elegir la componente que conduce al bien, para asegurarnos de haber encontrado el camino a la felicidad. Pero lo importante en este caso, consiste en reconocer una postura que nos viene impuesta por el propio orden natural, a través de la evolución biológica, sin tener que dudar en forma semejante a cómo lo hacemos, aceptando o rechazando alguna propuesta ética ideada o inventada por algún ser humano.
Si, por el contrario, mantenemos dosis de egoísmo más allá de lo normal y necesario, con el tiempo, entrando en años, nos pesará en la conciencia haber cometido tantos errores previos por no conocer el simple proceso de la empatía emocional. Por este error generalizado, por el que debemos “agradecer” a todos los que han oscurecido al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, las cosas no han funcionado tan bien como podrían haberlo hecho.
La dignidad humana, o el sentido asociado a lo que denominamos con ese nombre, viene asociada al sentimiento de considerarnos auténticos seres humanos, compatibles con el ideal implícito en las leyes que conforman el orden natural. Tal dignidad la hemos de adquirir, necesariamente, al adoptar la actitud favorable a la cooperación social dejando de lado toda forma de competencia, excepto la competencia favorable a la cooperación social.
Cuando Cristo agradecía a Dios por haber "revelado a los niños y ocultado a los sabios y a los listos” la ética natural, advertía que tal ética era la simple y evidente empatía emocional, que fue reemplazada y ocultada de manera muy eficaz por sus aparentes seguidores, que actualmente han terminado difundiendo “éticas” ajenas a la Biblia, a pesar de los resultados desastrosos producidos.
El amor al prójimo se ha confundido muchas veces con el altruismo. La diferencia esencial es que, para adoptar el primero hay que pensar en uno mismo, buscando su propia felicidad, ya que el mundo está hecho de manera tal que, para obtener un elevado grado de felicidad, es imprescindible que sea a través de la empatía emocional. Por el contrario, al adoptar el segundo, se piensa primero en los demás, intentando “sacrificarnos” por ellos, algo que no conduce a buenos resultados por cuanto no está basado en dicha empatía.
La ética natural conduce a la igualdad (es tan importante la felicidad ajena como la propia) y también hacia la libertad (realizo mi vida en función de las leyes naturales y no en función de criterios humanos que las desconocen, o las ignoran).
El casi total relego de los mandamientos bíblicos, se establece cuando la religión moral se convierte en una "religión cognitiva", es decir, en lugar de que el mérito moral provenga del cumplimiento de tales mandamientos, el "mérito cognitivo" proviene de la fe o de la creencia en que Cristo dice la verdad, pero sin siquiera intentar cumplirlos.
A tales conjuntos de reglas se las ha denominado “ética”, mientras que con la palabra “moral” se designa el grado de acatamiento que los destinatarios prestan a dichas reglas, si bien son intercambiables ambas denominaciones.
Toda ética ha de presentar simultáneamente, en forma explícita o bien implícita, tanto el camino que conduce al bien como el que conduce al mal, para favorecer al primero y rechazar al segundo, considerándose el bien como la disposición anímica que conduce a la felicidad y a la supervivencia individual y colectiva; y a la vida eterna, adicionalmente, en algunos casos.
Al encontrarnos, cada vez con mayor evidencia, con la existencia de leyes naturales que rigen todo lo existente, incluidos a nosotros mismos, surge el interrogante de si existe una “ética natural”, de manera de que toda ética propuesta por algún ser humano pueda compararse y valorarse en función de dicha ética natural. Todo indica que, si existen leyes naturales que nos rigen (estudiadas principalmente por las distintas ramas de la psicología), resulta admisible sostener que debemos descubrir (antes que inventar) una ética que se aproxime a dicha ética natural, que no viene escrita en ninguna parte.
Nuestra adaptación cultural al orden natural viene asociada a un proceso de optimización, teniendo como etapa final el descubrimiento de tal ética natural, que será la que mejores resultados produzca. De ahí que en este caso también pueda decirse: “Por sus frutos la conoceréis”.
Existe un proceso bastante simple para asegurar la felicidad y la supervivencia generalizada, consistente en la posibilidad de que todo individuo comparta las penas y las alegrías ajenas como propias. De esa forma, tenderá a hacer el bien a los demás y nunca a hacerles el mal, porque, al compartir las penas correspondientes implicaría, en cierta forma, hacerse el mal a sí mismo.
Este proceso, asociado a la empatía emocional, ya fue “establecido” por el propio orden natural, y descubierto, a lo largo de la historia, por varios individuos, siendo la expresión más conocida el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Con ello se sugiere, no tanto cumplirlo al pie de la letra (algo imposible en la realidad cotidiana), sino tener la predisposición permanente, o actitud, a ponerlo en práctica si la situación lo permite.
Llama la atención que, en la mayoría de los libros sobre ética, pocas veces se tiene en cuenta algo tan simple y tan evidente, estableciéndose una especie de manto para esconder el principal medio que disponemos para solucionar, o iniciar el proceso de solución, de todos los problemas que afectan a las diversas sociedades y a la humanidad toda.
Una vez que encontramos y describimos las componentes básicas de nuestra actitud característica (amor, odio, egoísmo e indiferencia), encontramos en cada uno de nosotros las fuentes iniciales tanto del bien como del mal. De ahí que el “mejor negocio” que podemos hacer consiste en elegir la componente que conduce al bien, para asegurarnos de haber encontrado el camino a la felicidad. Pero lo importante en este caso, consiste en reconocer una postura que nos viene impuesta por el propio orden natural, a través de la evolución biológica, sin tener que dudar en forma semejante a cómo lo hacemos, aceptando o rechazando alguna propuesta ética ideada o inventada por algún ser humano.
Si, por el contrario, mantenemos dosis de egoísmo más allá de lo normal y necesario, con el tiempo, entrando en años, nos pesará en la conciencia haber cometido tantos errores previos por no conocer el simple proceso de la empatía emocional. Por este error generalizado, por el que debemos “agradecer” a todos los que han oscurecido al “Amarás al prójimo como a ti mismo”, las cosas no han funcionado tan bien como podrían haberlo hecho.
La dignidad humana, o el sentido asociado a lo que denominamos con ese nombre, viene asociada al sentimiento de considerarnos auténticos seres humanos, compatibles con el ideal implícito en las leyes que conforman el orden natural. Tal dignidad la hemos de adquirir, necesariamente, al adoptar la actitud favorable a la cooperación social dejando de lado toda forma de competencia, excepto la competencia favorable a la cooperación social.
Cuando Cristo agradecía a Dios por haber "revelado a los niños y ocultado a los sabios y a los listos” la ética natural, advertía que tal ética era la simple y evidente empatía emocional, que fue reemplazada y ocultada de manera muy eficaz por sus aparentes seguidores, que actualmente han terminado difundiendo “éticas” ajenas a la Biblia, a pesar de los resultados desastrosos producidos.
El amor al prójimo se ha confundido muchas veces con el altruismo. La diferencia esencial es que, para adoptar el primero hay que pensar en uno mismo, buscando su propia felicidad, ya que el mundo está hecho de manera tal que, para obtener un elevado grado de felicidad, es imprescindible que sea a través de la empatía emocional. Por el contrario, al adoptar el segundo, se piensa primero en los demás, intentando “sacrificarnos” por ellos, algo que no conduce a buenos resultados por cuanto no está basado en dicha empatía.
La ética natural conduce a la igualdad (es tan importante la felicidad ajena como la propia) y también hacia la libertad (realizo mi vida en función de las leyes naturales y no en función de criterios humanos que las desconocen, o las ignoran).
El casi total relego de los mandamientos bíblicos, se establece cuando la religión moral se convierte en una "religión cognitiva", es decir, en lugar de que el mérito moral provenga del cumplimiento de tales mandamientos, el "mérito cognitivo" proviene de la fe o de la creencia en que Cristo dice la verdad, pero sin siquiera intentar cumplirlos.
viernes, 18 de octubre de 2024
¿Era Martin Luther King Jr. un analfabeto económico? ¿Lo es el Papa Francisco?
Por Lawrence McQuillan y Hayeon Park
El Papa Franciso, el líder nato de la Iglesia católica, tiene mucho en común con el difunto Dr. Martin Luther King Jr., el líder de los derechos civiles de los Estados Unidos cuya vida y legado celebramos esta semana.
Un luchador por los pobres y oprimidos, el Dr. King habló acerca de la necesidad de erradicar la pobreza, escribiendo en su libro de 1967, Adónde vamos: ¿Caos o comunidad? que el objetivo de la sociedad debería ser “la abolición total, directa e inmediata de la pobreza”. Hoy, el Papa Francisco lleva adelante el mensaje del Dr. King, escribiendo en Evangelii Gaudium, o “La alegría del Evangelio”, que “cada cristiano individual y cada comunidad está llamada a ser un instrumento de Dios para la liberación y la promoción de los pobres”.
El Reverendo Dr. King y el Papa Francisco tienen otra cosa significativa en común: el analfabetismo económico.
Una cosa es enfatizar el imperativo moral de ayudar a los desfavorecidos. Pero ir más allá, en el ámbito de la defensa pública, requiere enfoques de políticas que en realidad podrían reducir, sino resolver, el problema. Y aquí es donde fallan.
Durante sus últimos años, el Dr. King fue un defensor de unos ingresos anuales garantizados para cada estadounidense, lo que requeriría una mayor presión tributaria gubernamental y una masiva redistribución de la riqueza. En su último discurso significativo en la Catedral Nacional de Washington, D.C., ofrecido pocos días antes de su asesinato, criticó la «Guerra contra la Pobreza», considerándola “ni siquiera una buena escaramuza contra la pobreza”.
El Papa Francisco, en un discurso en la ONU en 2014, de manera similar ha reclamado una “redistribución de los beneficios económicos por parte del Estado”. Francisco ha caracterizado recientemente a la filantropía privada como “migajas” , y equipara a la evasión de impuestos con el hecho de robar a los pobres.
Mientras que King y Franciso no están solos en ver a la redistribución gubernamental como legítima y necesaria para combatir la pobreza, décadas de experiencia demuestran que este enfoque es un fracaso tanto moral como práctico.
La redistribución gubernamental—ya sea a través de programas internos de bienestar, la ayuda exterior u otros medios—no es ni “dar” ni “caridad” en el sentido estricto de estas palabras. La redistribución por parte del gobierno, de hecho, es lo opuesto, requiriendo que el gobierno primero tome el dinero de otra persona, ya sea a través de impuestos o endeudamiento (futuros impuestos). Esto requiere de la coerción o la fuerza, violando el mandamiento que prescribe “No robarás”.
Jesús, en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), expuso que la gente debería seguir el ejemplo del Buen Samaritano, que utilizó su propio tiempo y dinero para ayudar a un hombre en apuros. La verdadera compasión implica autosacrificio, “sufrir con”. No hay nada de compasivo en utilizar al gobierno para apoderarse del dinero de una persona a fin de dárselo a otra.
La redistribución por parte del gobierno no desarrolla una sociedad solidaria ni a personas compasivas. En cambio, enfrenta a un grupo contra otro, desgarrando el tejido social y generando desarmonía.
Por el contrario, la caridad privada implica la transferencia voluntaria de recursos de un individuo a otro, un acto compasivo de libre albedrío, responsabilidad personal e integridad moral.
Si bien puede ser que los 390 mil millones de dólares (billions en inglés) que los estadounidenses donaron a la caridad en 2016 sean sólo “migajas”, como dice el Papa Franciso, los 15 billones de dólares (trillones en inglés) que Estados Unidos ha gastado desde 1964 para acabar con la pobreza no son migajas. Y no ha funcionado. De hecho, los más de 80 programas federales que estos gastos masivos financian deberían ser descritos como programas de mantenimiento de la pobreza, no de reducción de ella.
En 1935, en medio de la Gran Depresión, el presidente Franklin Roosevelt advirtió que los programas gubernamentales de sustento podían crear una cultura de dependencia: “La continua dependencia de la ayuda induce una desintegración espiritual y moral fundamentalmente destructiva para la fibra nacional. Administrar asistencia de esta manera es administrar un narcótico, un destructor sutil del espíritu humano”.
Lo cierto es que los masivos programas del gobierno para combatir la pobreza, el enfoque preferido del Dr. King y el Papa Francisco, son impersonales, inhumanos y contraproducentes, socavando en el proceso la verdadera compasión.
Sólo una incorrecta visión de suma cero del capitalismo podría llevar al Dr. King y al Papa Francisco a ver al gobierno como el salvador de los pobres.
La riqueza debe primero ser creada antes que pueda ser empleada para ayudar a otros. El capitalismo es el mayor creador de riqueza que el mundo ha visto, sacando a miles de millones de personas (billions en inglés) de la pobreza abyecta solamente en las últimas dos décadas. El capitalismo es una de las mayores bendiciones en la historia humana.
El Papa Franciso debería canalizar su fervor en aras de dar rienda suelta al capitalismo en todo el mundo a fin de impulsar la caridad voluntaria eficaz. Y entonces aquellos que aprecian la memoria del Dr. King deberían honrar su legado animando al Papa Franciso a hacerlo.
(De El Instituto Independiente)
El Papa Franciso, el líder nato de la Iglesia católica, tiene mucho en común con el difunto Dr. Martin Luther King Jr., el líder de los derechos civiles de los Estados Unidos cuya vida y legado celebramos esta semana.
Un luchador por los pobres y oprimidos, el Dr. King habló acerca de la necesidad de erradicar la pobreza, escribiendo en su libro de 1967, Adónde vamos: ¿Caos o comunidad? que el objetivo de la sociedad debería ser “la abolición total, directa e inmediata de la pobreza”. Hoy, el Papa Francisco lleva adelante el mensaje del Dr. King, escribiendo en Evangelii Gaudium, o “La alegría del Evangelio”, que “cada cristiano individual y cada comunidad está llamada a ser un instrumento de Dios para la liberación y la promoción de los pobres”.
El Reverendo Dr. King y el Papa Francisco tienen otra cosa significativa en común: el analfabetismo económico.
Una cosa es enfatizar el imperativo moral de ayudar a los desfavorecidos. Pero ir más allá, en el ámbito de la defensa pública, requiere enfoques de políticas que en realidad podrían reducir, sino resolver, el problema. Y aquí es donde fallan.
Durante sus últimos años, el Dr. King fue un defensor de unos ingresos anuales garantizados para cada estadounidense, lo que requeriría una mayor presión tributaria gubernamental y una masiva redistribución de la riqueza. En su último discurso significativo en la Catedral Nacional de Washington, D.C., ofrecido pocos días antes de su asesinato, criticó la «Guerra contra la Pobreza», considerándola “ni siquiera una buena escaramuza contra la pobreza”.
El Papa Francisco, en un discurso en la ONU en 2014, de manera similar ha reclamado una “redistribución de los beneficios económicos por parte del Estado”. Francisco ha caracterizado recientemente a la filantropía privada como “migajas” , y equipara a la evasión de impuestos con el hecho de robar a los pobres.
Mientras que King y Franciso no están solos en ver a la redistribución gubernamental como legítima y necesaria para combatir la pobreza, décadas de experiencia demuestran que este enfoque es un fracaso tanto moral como práctico.
La redistribución gubernamental—ya sea a través de programas internos de bienestar, la ayuda exterior u otros medios—no es ni “dar” ni “caridad” en el sentido estricto de estas palabras. La redistribución por parte del gobierno, de hecho, es lo opuesto, requiriendo que el gobierno primero tome el dinero de otra persona, ya sea a través de impuestos o endeudamiento (futuros impuestos). Esto requiere de la coerción o la fuerza, violando el mandamiento que prescribe “No robarás”.
Jesús, en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37), expuso que la gente debería seguir el ejemplo del Buen Samaritano, que utilizó su propio tiempo y dinero para ayudar a un hombre en apuros. La verdadera compasión implica autosacrificio, “sufrir con”. No hay nada de compasivo en utilizar al gobierno para apoderarse del dinero de una persona a fin de dárselo a otra.
La redistribución por parte del gobierno no desarrolla una sociedad solidaria ni a personas compasivas. En cambio, enfrenta a un grupo contra otro, desgarrando el tejido social y generando desarmonía.
Por el contrario, la caridad privada implica la transferencia voluntaria de recursos de un individuo a otro, un acto compasivo de libre albedrío, responsabilidad personal e integridad moral.
Si bien puede ser que los 390 mil millones de dólares (billions en inglés) que los estadounidenses donaron a la caridad en 2016 sean sólo “migajas”, como dice el Papa Franciso, los 15 billones de dólares (trillones en inglés) que Estados Unidos ha gastado desde 1964 para acabar con la pobreza no son migajas. Y no ha funcionado. De hecho, los más de 80 programas federales que estos gastos masivos financian deberían ser descritos como programas de mantenimiento de la pobreza, no de reducción de ella.
En 1935, en medio de la Gran Depresión, el presidente Franklin Roosevelt advirtió que los programas gubernamentales de sustento podían crear una cultura de dependencia: “La continua dependencia de la ayuda induce una desintegración espiritual y moral fundamentalmente destructiva para la fibra nacional. Administrar asistencia de esta manera es administrar un narcótico, un destructor sutil del espíritu humano”.
Lo cierto es que los masivos programas del gobierno para combatir la pobreza, el enfoque preferido del Dr. King y el Papa Francisco, son impersonales, inhumanos y contraproducentes, socavando en el proceso la verdadera compasión.
Sólo una incorrecta visión de suma cero del capitalismo podría llevar al Dr. King y al Papa Francisco a ver al gobierno como el salvador de los pobres.
La riqueza debe primero ser creada antes que pueda ser empleada para ayudar a otros. El capitalismo es el mayor creador de riqueza que el mundo ha visto, sacando a miles de millones de personas (billions en inglés) de la pobreza abyecta solamente en las últimas dos décadas. El capitalismo es una de las mayores bendiciones en la historia humana.
El Papa Franciso debería canalizar su fervor en aras de dar rienda suelta al capitalismo en todo el mundo a fin de impulsar la caridad voluntaria eficaz. Y entonces aquellos que aprecian la memoria del Dr. King deberían honrar su legado animando al Papa Franciso a hacerlo.
(De El Instituto Independiente)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)