Por lo general, la búsqueda de unificaciones, ya sea en ciencia o en filosofía, no sólo apunta a la simplificación del conocimiento, sino también a satisfacer una necesidad práctica imprescindible para una mejora ética generalizada. De ahí que sea necesario establecer una especie de "teoría de las virtudes" que permita cierta introspección inmediata.
También es necesario establecer la unificación de los defectos, por cuanto todo proceso introspectivo está ligado al doble juego de aumentar nuestras virtudes como en disminuir nuestros defectos. Es el mismo proceso del enriquecimiento material, en el cual debemos intensificar nuestras ganancias y reducir nuestras pérdidas.
Una teoría unificadora de la ética, como toda teoría compatible con la naturaleza humana, ha de tener en cuenta los aportes realizados en el pasado. En este caso, tales aportes se deberán principalmente a Sócrates, Cristo y Spinoza. Tales aportes conducirán hasta la Psicología social, o Psicología de las actitudes. La unificación mencionada implica principalmente la descripción de la actitud o predisposición hacia la cooperación social, materializada en la empatía emocional y por la cual intentamos compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.
También resulta necesario evitar el odio, el egoísmo y la indiferencia, ya que tales actitudes se oponen a la empatía emocional mencionada. De esa manera disponemos de la información necesaria para aproximarnos de la mejor manera a un nivel aceptable de felicidad.
Para Sócrates, la felicidad estaba asociada principalmente con los aspectos emocionales e intelectuales, dejando de lado los aspectos asociados a las comodidades del cuerpo. Ya en épocas lejanas vislumbra la vinculación necesaria entre razonamiento y emoción, aspecto que será retomado por la actual neurociencia. Beatriz Collina escribió: "Para Sócrates, la felicidad no dependía ni de la satisfacción inmediata del placer ni de la posesión de riquezas o de cosas materiales en general. Ya en la época, cualquier concepción similar de la felicidad iba totalmente a contracorriente y resultaba difícilmente comprensible para el ciudadano medio".
"Razón y virtud eran concebidas como si estuviesen unidas indisolublemente. Por este motivo, para describir la ética socrática, se utiliza por lo general la expresión racionalismo moral. Sócrates, en efecto, concebía la virtud como ciencia, al considerar que el hombre sólo podría distinguir entre lo que está bien y lo que está mal a través de la razón y el conocimiento".
"Asumir tal punto de vista implicaba inevitablemente una serie de consecuencias. En primer lugar, hacía posible que Sócrates justificase el hecho que la virtud pudiese ser enseñada o aprendida. Si, en efecto, la virtud es conocimiento, entonces cualquiera que lo desee puede aproximarse a ella y cultivarla. La virtud ya no se concebía como un don divino reservado tan sólo a unos pocos hombres elegidos; al contrario, estaba potencialmente abierta a todos".
"En este sentido, la virtud de Sócrates es democrática. Además, la visión moral de Sócrates casaba a la perfección con su enfoque general sobre la reflexión filosófica: al igual que la verdad, también el bien y el mal tenían que ser definidos mediante un debate público y racional. La acción moral debía emanar del razonamiento y no basarse en códigos ya escritos o revelados".
"El racionalismo moral conllevaba una segunda consecuencia fundamental. Si el conocimiento conducía a la virtud (es decir, a la capacidad de distinguir el bien del mal y de optar consecuentemente por el primero), la ignorancia, por el contrario, llevaba al vicio" (De "Sócrates"-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2016).
Al igual que para Cristo, la libertad del ser humano implicaba prioritariamente una liberación respecto de sus propios defectos. La citada autora escribe al respecto: "Sócrates fue más allá y se ocupó no sólo de la libertad del ciudadano, sino también de la libertad del individuo. Le dio la vuelta, por lo tanto, a la noción de libertad: ya no era una libertad exterior y política, sino una libertad interior y personal. Ser libre se convirtió en una condición extremadamente íntima y privada, solo al alcance de quienes se daban cuenta de la vacuidad de los placeres corporales y los bienes materiales. Poner en práctica el autodominio equivalía a romper cualquier esclavitud interior; en efecto, ¿cómo puede ser libre quien se deja llevar en forma totalmente irracional por placeres ilusorios?".
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2 comentarios:
Sin duda es muy importante y necesario el autocontrol, pero de ahí a calificar como simplemente ilusorios los placeres corporales y los materiales hay mucho trecho ¿Acaso no proporcionan placer comprobable y estimable? Si fueran ilusorios no serían tan perseguidos por casi todo el mundo ¿no? Y es que una cosa es rebajar su importancia en relación con la consecución de la felicidad y otra negarlos totalmente.
Es así. Lo importante es priorizar lo intelectual y lo emocional considerando al placer como algo valioso, y no como algo que poco vale, porque en este caso estaríamos desvalorizando también aquellos valores...
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