Para detectar la mayor causa de la crisis educativa que sufren varios países, es necesario tener en cuenta la actitud adoptada por el marxismo, que ya no considera al proletariado como el sector social que habría de llevar la sociedad al socialismo, sino a los intelectuales, incluidos los docentes, como promotores de un adoctrinamiento político, no violento, sugerido por Antonio Gramsci. Por ello, se trata de convencer a los docentes que no conviene impartir contenidos educativos, derivados de la ciencia, sino que el docente debe acompañar a los estudiantes en un proceso orientado por los particulares intereses de cada alumno, asociando tal acompañamiento a una disimulada introducción de ideas socialistas. La misión de la escuela no es entonces la información y la formación, sino el adoctrinamiento. Carlos Mira escribió: “Gramsci fue un táctico del marxismo que llevó un paso más allá los retorcidos pliegues del odio de su inventor, Karl Marx. No conforme con los métodos de la violencia y el despotismo que proponía el alemán en el Manifiesto Comunista para imponer la dictadura del proletariado, Gramsci desarrolló una técnica de infiltración cultural por lo que él llamó los «intelectuales orgánicos». Mediante la prédica de estos agentes, Gramsci entendía que se debía cambiar el «sentido común» dominante en la sociedad por otro que suplantara los valores del capitalismo por aquellos del marxismo”.
“De este modo, el italiano sostenía que el comunismo se volvería sustentable al haber invadido las convicciones espontáneas de la gente. A este movimiento Gramsci lo llamaba «contrahegemonía» y lo definía como una colonización del subconsciente colectivo a través de un repiqueteo constante del accionar de los intelectuales orgánicos para pernear, imperceptiblemente, el «sentido común» promedio. Operado ese cambio, ya ni siquiera sería necesario el uso despótico de la violencia para imponer la dictadura del proletariado, porque toda la sociedad tendría una inclinación natural al colectivismo marxista” (De “Así somos…y así nos va”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2007).
Cuando la misión de la escuela no es la educación, sino el adoctrinamiento, en poco tiempo se advierte un descenso del nivel cultural de los egresados; imposibilitados para realizar trabajos especializados o para afrontar estudios en niveles superiores. Jean-François Revel describe el proceso ocurrido en su Francia natal, escribiendo al respecto: “Los maestros, o por lo menos la corriente dominante entre los maestros, se han fijado, pues, como objetivo la formación de la «personalidad de base» socialista entre sus alumnos”.
“A partir de 1968 y de las revueltas inspiradas por la contracultura norteamericana que se desencadenaron ese año, un segundo componente ideológico se añadió a las groseras prácticas de la pueril y cínica censura, a saber, que la simple transmisión de conocimiento era reaccionaria. Por lógica vía de la consecuencia, aprender también lo era. Asistimos a la expansión de la pedagogía llamada no directiva, que, en quince años, consiguió llevar a cabo la proeza de que una tercera parte de los niños que se presentaban al ingreso en el segundo ciclo, después de cinco o seis años de «instrucción» elemental, eran casi analfabetos, y que una parte apenas minoritaria de los estudiantes que llegaban a la universidad podían leer, pero muy pocos podían comprender lo que descifraban”.
“Esta decadencia no puede atribuirse más que parcialmente al aumento de los efectivos y a la falta de personal docente cualificado. Es consecuencia principalmente de una doctrina de las más oficiales, de una opción deliberada, según la cual la escuela no debe tener por función transmitir conocimientos. No se trata de una broma: la ignorancia en nuestros días es objeto, o lo era hasta hace bien poco, de un culto cuyas justificaciones teóricas, pedagógicas, políticas y sociológicas se extienden explícitamente en muchos textos y directrices. Según tales directrices, la escuela debe dejar de transmitir conocimientos para convertirse en una especie de falansterio «de convivencia», de «lugar de vida» donde se despliega la «apertura al prójimo y al mundo». Se trata de abolir el criterio considerado reaccionario de la competencia. El alumno no debe aprender nada y el profesor puede ignorar lo que él enseña” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).
Los promotores de la decadencia nunca aceptarán que la causa principal de tal retroceso depende esencialmente del cambio de los objetivos educativos, mientras culpan al sistema capitalista o a la mentalidad burguesa por las fallas evidentes. Revel agrega: “¿No es éste el método más expeditivo para suprimir el fracaso escolar? Los defensores de la nueva pedagogía niegan, en efecto, que ese fracaso sea escolar. Lo atribuyen a una sola y única causa: las desigualdades sociales. No existen, según ellos, las desigualdades de capacidades o de dotes, o de energía, entre los hombres, ni diferencias cualitativas entre sus disposiciones. Las diferencias que se observan entre sus resultados escolares proceden de que han sido favorecidos o desfavorecidos social y culturalmente. Conviene, pues, ante todo impedir que esas diferencias se produzcan, porque podrían crear la ilusión y difundir la errónea convicción de que ciertos alumnos tienen más éxito que otros porque son más inteligentes o más diligentes o tienen un profesor mejor que los demás”.
“Pero no es así. Sólo la clase social, el privilegio económico y la ventaja cultural concedida por el ambiente explican esas diferencias. Todo lo que sucede en la escuela se deriva de factores exteriores a la escuela. La escuela no tiene, pues, más que una sola misión: neutralizar la influencia de esos factores restableciendo en su seno la rigurosa igualdad de resultados que, por desgracia, no se encuentra fuera de su recinto. Dejar que se manifiesten esas diferencias entre «buenos» y «malos» alumnos, permite a los presuntos «buenos» alumnos adquirir más conocimientos y más rápidamente que otros, equivaldría a promocionar la creencia en las desigualdades naturales o en las diferencias cualitativas y conceder una prima a los beneficiarios de la injusticia social”.
“El buen alumno debe ser mantenido al nivel del malo, considerado como el equitativo punto medio social. Se redistribuye el éxito escolar como el Estado socialista redistribuye las rentas. Toda tentativa para ver en la enseñanza una máquina para detectar talentos y proporcionales medios de desarrollo es calificada de elitista y, como tal, condenada como reaccionaria”.
La postura socialista mencionada, en cierta forma resulta incompatible con el lema partidario que sugiere: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”, dando a entender que todos tenemos capacidades diferentes, incluso diferentes aptitudes para adquirir conocimientos. Luego, los diferentes deben hacer aportes diferentes, es decir, según su capacidad. Revel agrega: “Se observará que toda esta filosofía pedagógica se apoya sobre dos postulados carentes de todo valor científico. El primero es el postulado de la identidad del patrimonio genético de todos los seres humanos. El segundo instituye como un dogma que los resultados escolares están en razón directa de la posición económica y del medio social, es decir, que ningún niño de un ambiente más pobre conseguiría nunca mejores resultados que un niño de un ambiente más rico. La observación más corriente desmiente esta afirmación gratuita. El absurdo sociológico se une aquí al absurdo biológico; ¡La enseñanza, vehículo del conocimiento, se apoya en la ignorancia! Los defensores de esta pedagogía oscurantista confunden…la igualdad ante la escuela y la igualdad en la escuela”.
“Como ha descrito Fraçois Jacob…es justamente porque los hombres no son naturalmente iguales que se ha inventado la igualdad de derechos y que debemos luchar por ella. La igualdad de los derechos remedia la desigualdad de los dones entre los individuos…Si la igualdad natural reinara la igualdad jurídica sería inútil”.
“El niño nacido en una familia sin medios y sin cultura no se debe ver privado de estudios de alto nivel si es inteligente, y para ello necesitamos también una enseñanza severa y selectiva, apta para detectar los dones, en vez de reprimirlos impidiéndolos emerger y manteniéndolos al nivel de los alumnos más malos. Esta última concepción de la igualdad acaba en el mayor daño que se puede hacer a los alumnos desfavorecidos por su medio: ¡Infligirles en la escuela un segundo medio desfavorecedor!”.
“El sueño de los nuevos pedagogos consiste en transformar la escuela en herramienta de destrucción de la sociedad, por la mentira y la ignorancia”.
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