El destacado economista austriaco Ludwig von Mises era consciente de que, bajo regimenes totalitarios, habría de producirse un retroceso significativo en el grado de civilización alcanzado por la humanidad, incluso hasta llegar a poner en peligro la supervivencia humana. De ahí que su principal motivación; la promoción de la economía de libre mercado, apuntaba a evitar todo posible colapso civilizatorio. Al respecto escribió: “El saber acumulado por la ciencia económica constituye parte fundamental de la civilización. El género humano decidirá si quiere hacer uso adecuado del inapreciable tesoro de conocimientos que este acervo supone o si prefiere no utilizarlo. Ahora bien, si los mortales prescinden de tan espléndidos hallazgos y menosprecian las correspondientes enseñanzas, no conseguirán, a pesar de todo, suprimir las ciencia económica; se limitarán, apelando a la violencia, a destruir la sociedad y a aniquilar el género humano” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
Observa en los nacionalismos una tendencia a la intervención del Estado en la economía, es decir, una tendencia a perturbar el proceso autorregulado del mercado. Además, advierte que todo impedimento al libre comercio internacional, tiende a promover conflictos y guerras. En realidad, en lugar de considerar que el nacionalismo genera el intervencionismo, advierte que es el intervencionismo el que genera a aquél, llevando implícita la idea de que el sistema económico es el que promueve la adopción posterior de la orientación política de una sociedad. “El intervencionismo engendra el nacionalismo económico y éste las bélicas contiendas. Porque desarticulan la mecánica de la cooperación social, perjudican al hombre en su lucha por la vida, las pugnas bélicas, los conflictos civiles y las revoluciones”.
El trabajo, la producción, el intercambio cooperativo y el ahorro, constituyen actividades que requieren de cada individuo un nivel moral óptimo. El espíritu cooperativo implica cierta predisposición para favorecer al prójimo, y a uno mismo, mientras que el ahorro productivo tiende a promover una vida sencilla y frugal. También aquí considera que los objetivos económicos favorecen la adopción de cierta moral, mientras que también puede decirse que una moral adecuada es la que debe existir previamente a la adopción de una economía de mercado. “La economía de mercado crea un ambiente que induce a practicar la abstención y a invertir su fruto, el capital acumulado, en aquellos sectores que mejor satisfacen las necesidades más urgentes del consumidor”.
Ludwig von Mises se opone a toda alteración del proceso del mercado, como la expansión del crédito más allá de las posibilidades reales que surgen del ahorro acumulado por la sociedad. Incluso advierte que la expansión artificial del crédito es la principal causa de las periódicas crisis, o ciclos económicos, que a cada tanto aparecen. “Si no hay personas dispuestas a ahorrar, reduciendo su consumo, faltarán los medios necesarios para efectivamente ampliar las inversiones. Tales medios no pueden ser engendrados mediante imprimir papel moneda o conceder créditos sin más existencia que la escrituraria y contable. La expansión crediticia constituye la principal arma de que dispone el jerarca en su lucha contra la economía de mercado”.
Encuentra en el empresario el factor humano imprescindible para el éxito de una economía libre. Sin embargo, son los propios empresarios quienes, muchas veces, prefieren aliarse con los políticos a cargo del gobierno para no tener que participar de la ardua lucha empresarial en un mercado competitivo. “El beneficio del empresario brota de su capacidad para prever, con mayor justeza que los demás, la futura demanda de los consumidores. La empresa con fin lucrativo hállase inexorablemente sometida a la soberanía de los consumidores. Las pérdidas y las ganancias constituyen los resortes gracias a los cuales el imperio de los consumidores gobierna el mercado”.
La burocracia estatal, y el poder político, son los principales escollos que debe salvar el sector productivo para cumplir con las necesidades y reclamos del consumidor. “Los gastos públicos y el déficit presupuestario implican de modo inexorable consumo de capital. El Estado se convierte en el principal dilapidador del capital existente cuando los gastos ordinarios –por beneficiosos que se reputen- son sufragados mediante gravar las rentas más elevadas que, en otro caso, hubiéranse dedicado a la inversión”.
El crecimiento económico de la sociedad no es otra cosa que el incremento del capital productivo per capita invertido; algo que se opone al hábito del consumismo (erróneamente atribuido al capitalismo). “La acumulación de capitales adicionales es precisamente la causa y el origen del progreso técnico, del incremento real de los salarios y de la mejora del nivel de vida de los pueblos”.
El socialismo, al tomar como referencia al capitalismo, para hacer luego todo lo contrario, constituye una referencia indirecta para avalar los aciertos de la teoría económica. “El socialismo exige la desaparición del mercado y de la competencia. Es incompatible con el mercado, con los precios y con la competencia, pues pone todos los resortes económicos en manos de una única autoridad. Un socialismo con mercado y precios es tan contradictorio como un cuadrado triangular”.
Al abolir el proceso del mercado y de los precios, la planificación económica socialista deja de tener sentido, ya que, al carecer de un precio de mercado, resulta imposible realizar el cálculo necesario para una adecuada planificación, por lo que sólo pueden lograrse estimaciones orientadoras valiéndose de los precios existentes en una economía de mercado de algún país vecino. “Sin el cálculo económico, es decir, sin la posibilidad de contrastar pérdidas y ganancias, la gestión social se hunde en ininteligible caos. Tal cálculo económico sólo es practicable, bajo la égida de la propiedad privada de los medios de producción”.
La abolición de la propiedad privada de los medios de producción conlleva al monopolio estatal y al totalitarismo, ya que, en ese caso, el Estado unifica todos los poderes bajo su control (político, militar, cultural y económico). “No hay más libertad que la engendrada por la economía de mercado. No existe gobierno ni constitución que pueda garantizar la libertad si no ampara y defiende las instituciones fundamentales en las que se basa tal organización social. Reemplazarla por la planificación económica implica anular toda libertad. Las gentes, en tal supuesto, sólo gozan de un derecho: obedecer”.
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