La historia es una valiosa fuente de ejemplos. Si la tenemos presente, nos ayudará a evitar “tropezar más de una vez con la misma piedra”. A lo largo de la historia de la ciencia encontramos a los “buscadores de la verdad” confrontando con los “defensores de sus ideas”, cualesquiera éstas sean, como ocurrió con Galileo Galilei cuando sus descubrimientos despertaron aversión entre los aristotélicos de entonces.
Aristóteles fue un filósofo destacado, que, como todo gran pensador, estuvo acertado en varias ramas del conocimiento, pero desacertado en otras, como la física y la astronomía. Sus seguidores no buscaban la verdad, sino que trataban de estar en la cima de la intelectualidad defendiendo sus ideas erróneas, incluso no aceptando mirar por el telescopio que Galileo les ofrecía. Albert Schweitzer escribió: “La mayor sabiduría consiste en saber renunciar a las creencias equivocadas”.
En ciencia, algunos investigadores eligen caminos erróneos no resultándoles fácil abandonarlos por cuanto destinaron sus mayores esfuerzos, y su vida, detrás de esa búsqueda. No todos tienen la suficiente fortaleza anímica para abandonar un proyecto y emprender otro nuevo. Alejandro Paladini escribió: “Los siete abandonos simbólicos de Luis F. Leloir señalan su capacidad para advertir cuándo un problema está agotado, no está «maduro» o se carece de la instrumentación necesaria para resolverlo. Ésta es una advertencia invalorable para los investigadores noveles que suelen malgastar años de labor por «enamorarse» de su tema, cuando más les valdría abandonarlo por otro” (De “Leloir. Una mente brillante”–EUDEBA-Buenos Aires 2007).
La necesidad de conocer la verdad (respecto de algún sector del universo) parece ser una característica poco común entre los seres humanos, por cuanto son pocos los que dedican sus vidas a una búsqueda de la que nadie podrá asegurarles el éxito; excepto el asociado al propio placer de investigar.
Generalmente se supone que las ciencias exactas se han desarrollado mucho más que las ciencias sociales debido a que el hombre y la sociedad son bastante más complejos que la materia inanimada. Sin embargo, si se quiere tan sólo conocer el estado actual de una pequeña parte de la matemática, o de la física, sin hacer ningún aporte concreto, se requerirá una total dedicación al tema y aun así nadie podrá asegurar ese objetivo, dada la complejidad inherente. Mientras tanto, las ramas sociales de la ciencia no logran resultados convincentes, no por la complejidad del tema, sino por la proliferación de actitudes poco compatibles con la búsqueda de la verdad.
El pseudointelectual insiste en utilizar un lenguaje oscuro y confuso, que muchos lo confunden con un pensamiento “profundo”. En lugar de ser una “oscuridad de expresión” se trata de una “expresión de oscuridad”. Jean Rostand escribió: “La gran seducción de las obras ininteligibles está en que los tontos entienden tanto de ellas como los inteligentes”.
Durante el siglo XX se consolidan las ideologías totalitarias (nazismo y comunismo), generadoras de grandes catástrofes humanitarias. Sin embargo, la ideología marxista sigue vigente como si nada hubiese ocurrido. Los ideólogos totalitarios, mediante mentiras, dirigen a las masas promoviendo el odio colectivo que ha de ser orientado contra determinado sector de la sociedad. Aun cuando carece de veracidad y de fundamentos válidos, el marxismo sigue todavía ocupando un lugar de importancia en determinados sectores intelectuales (o pseudointelectuales hablando con precisión). Florencio José Arnaudo escribió respecto del marxismo: “¿Cómo explicarse que una ideología que en lo filosófico es de «un primitivismo monstruoso» (Bochenski), en lo sociológico ha sido desmentida por el curso de la historia, en lo económico es «anticuada, errónea y falta de interés» (Keynes), y en lo político merece ser calificada de utópica, pueda haber concitado y seguir concitando la adhesión de decenas de miles de intelectuales que se tienen por progresistas? (De “La lucha ideológica”–EUDEBA-Buenos Aires 1981)
La lógica dialéctica es el fundamento del marxismo. José Ferrater Mora escribe al respecto: “La noción de dialéctica, el método dialéctico y, a veces, la titulada «lógica dialéctica» son centrales en el marxismo”. “El uso de la dialéctica permite, en efecto, al entender de estos autores (Engels, Lenin, Stalin), comprender el fenómeno de los cambios históricos (materialismo histórico) y de los cambios naturales (materialismo dialéctico). Todos estos cambios se hallan regidos por las «tres grandes leyes dialécticas»: la ley de la negación de la negación, la ley del paso de la cantidad a la cualidad, y la ley de la coincidencia de los opuestos. Tales leyes permiten, al entender de los marxistas, afirmar ‘S es P’ y negar a la vez ‘S es P’, pues señalan que si ‘S es P’, puede ser verdadero en el tiempo t, pero puede no ser verdadero en el tiempo t1. Varios autores han argüido al respecto que esto representa únicamente la afirmación conjunta de contrarios, pero no de contradictorios. Los marxistas «oficiales», sin embargo, han insistido en que las leyes de la dialéctica citadas representan una verdadera modificación de las leyes lógicas formales y que, por lo tanto, los principios de identidad, de contradicción y de tercio excluso no rigen en la lógica dialéctica. Por ese motivo la lógica formal (no dialéctica) ha sido o enteramente rechazada o considerada como una lógica de nivel inferior, apta solamente para describir la realidad en su fase estable” (Del “Diccionario de Filosofía”–Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).
El punto de partida de la ciencia experimental implica suponer la existencia de leyes naturales invariantes en el espacio y en el tiempo. Lo que cambia, es la descripción que el científico realiza respecto de esas leyes, ya que establece un acercamiento gradual a la verdad. Si se considera que algo puede ser verdadero en un tiempo t, y falso en un tiempo t1, en realidad no se trata de una actividad científica ni resulta ser adecuada para la descripción del mundo real.
El marxismo, además, considera tanto a la ética, como a la religión, las leyes humanas y la cultura en general, como una “superestructura” que deriva de las condiciones materiales de producción, pero que carecen de validez en sí mismas. Al cambiar las relaciones de producción, cambiará el significado de la ética, podrá desaparecer la religión, cambiarán las leyes y la cultura, etc., bajo el siguiente esquema:
Superestructura: Arte-Religión-Ética-Poesía-Filosofía-Ley-Política
Estructura: Recursos naturales-Medios de producción y de distribución
(Del “Atlas Universal de Filosofía”–Editorial Océano-Barcelona 2004).
Quienes se dedican a la ética o a la religión, o a otra actividad intelectual no marxista, podrán ser tachados como “colaboracionistas” de la “clase burguesa dominante”, ya que dicha clase social utilizaría tales medios para ejercer mejor su poder. Es una atribución gratuita, excluyente y difamatoria por lo que resulta natural que el científico social suponga que en realidad es el marxista el que está errado. Desde el marxismo no se admite otra finalidad, para cualquier actividad cognitiva, que la de encubrir una finalidad económica, algo fuera de la realidad en un gran porcentaje de los casos.
Así como, desde la ciencia económica, se le da poco, o ningún valor, a los aportes de Marx, la lógica formal tampoco considera la validez de la “lógica dialéctica”. Cuando la sociología supere la etapa filosófica en la que actualmente se encuentra, al menos parcialmente, es posible que los aportes de Marx sean considerados como de limitada validez o bien como carentes de realidad. No sólo el pensamiento único marxista pretende hacerse pasar por científico, como hace la pseudociencia normal, sino que incluso descalifica toda ciencia seria calificándola como mera “ideología”.
Desde las ciencias sociales se toman posturas extremas respecto de las ciencias naturales. En un caso se supone que la ciencia es una simple “construcción social” de validez relativa. Se confunde entre ciencia verificada experimentalmente y ciencia propuesta para una posterior verificación. A. Sokal y J. Bricmont escriben: “Una corriente intelectual caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por discursos teóricos desconectados de todo test empírico, y por un relativismo cognitivo y cultural que considera la ciencia como nada más que una «narración», «un mito» o una construcción social entre otras” (Citado en “Metáforas en la evolución de las ciencias” de Héctor A. Palma–Jorge Baudino Ediciones-Buenos Aires 2004).
Si la ciencia experimental fuese una “construcción social”, podría haberse realizado una teoría distinta a la relatividad de Einstein o una teoría distinta a la evolución por selección natural de Darwin, y ser válidas en el mundo real. Sin embargo, no se habrían adaptado a la realidad de la forma en que lo hacen tales teorías. Steven Weinberg escribió: “Es sencillamente una falacia lógica pasar de la observación de que la ciencia es un proceso social a la conclusión de que el producto final, nuestras teorías científicas, es el que es a causa de las fuerzas sociales e históricas que actúan sobre este proceso. Un grupo de escaladores podrá discutir sobre cuál es la mejor vía hacia la cima….pero al final encuentran o no una buena vía hacia la cima, y cuando lo hacen la reconocen. (Nadie pondría a un libro sobre escalada el título de «La construcción del Everest»)” (De “El sueño de una teoría final”-Crítica-Barcelona 1994).
Para evidenciar el deplorable estado de las humanidades, hace algunos años trascendió públicamente un artículo, redactado por Alan Sokal, enviado a una importante revista de ciencias sociales, y publicado posteriormente. A pesar de ser una parodia llena de falacias, sus editores lo publicaron como un artículo pleno de sabiduría y de gran profundidad. Entre las conclusiones que extraen de esta postura, A. Sokal y J. Bricmont, en el libro “Imposturas intelectuales”, mencionan los siguientes aspectos:
● Uso de teorías científicas acerca de las cuales, en el mejor de los casos, se tiene una vaga idea expresada en una erudición científica excesivamente superficial e irrelevante y en el uso extendido de jerga aparentemente científica.
● Importación de conceptos desde las ciencias naturales a las humanidades o las ciencias sociales sin la más mínima justificación; uso indiscriminado y arbitrario de la metáfora y de la analogía y despliegue de generalizaciones arbitrarias.
● Despliegue de erudición superficial, manejando términos técnicos en contextos completamente irrelevantes.
● Manipulación de frases carentes de significado, con exhibición de una verdadera intoxicación con palabras que resulta en un estilo oscuro de exposición como signo de supuesta profundidad.
● Indiferencia o desdén por los hechos y por la lógica
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