Se entiende por teoría operativa de la personalidad aquella que brinde una descripción amplia del hombre siendo apta para orientarlo en la vida. La mayor parte de las “teorías” vigentes constituyen clasificaciones de los distintos tipos de personalidad que tienden a satisfacer actitudes contemplativas, aunque estén desprovistas de una capacidad orientadora adecuada. Michael Polanyi escribió: “Podemos destruir por completo el significado si reducimos todo a sus detalles, sin interpretarlos. Podemos eliminar, paralizando nuestro impulso a subordinar una cosa a otra, todo el conocimiento secundario de las cosas en función de otras, y crear un universo atomizado y totalmente despersonalizado”.
Mientras que las ciencias exactas se asemejan a grandes edificios construidos con el aporte de muchos investigadores, las ramas sociales de la ciencia conservan aspectos metodológicos propios de la filosofía, lo que se advierte en la gran cantidad de “teorías” de la personalidad, sin conexión aparente entre las mismas, por lo que se asemejan a pequeños edificios individuales. En realidad, son modelos descriptivos parciales sustentados por algunos atributos del hombre, elegidos sin que se puedan establecer suficientes deducciones posteriores. Por el contrario, la esencia de una teoría científica consiste en la adopción de principios básicos que permiten establecer deducciones posteriores que abarcan la mayor parte de los fenómenos descriptos.
Una analogía que proviene del propio ámbito de la psicología fue la establecida por Julian Jaynes: “La física es como una montaña: el avance ascendente es seguro, aunque los caminos no lo sean si permanecemos juntos, atados por el común ascetismo del método matemático, aun a través de tormentas, niebla o sol ardiente. El problema de cada nueva generación es fácil: amarrarse, probar los pitones, seguir al líder y buscar los mejores caminos y lugares donde pisar firme para alcanzar la cumbre. Un libro sobre la historia de esta ciencia es simple e inspirador; es ascender paso a paso…”.
“¡La psicología es tan diferente! Se parece menos a una montaña que a un inmenso e intrincado bosque en un día soleado de verano; es tan fácil cruzarlo en algunos lugares que cualquiera puede hacerlo, pero el problema del estudiante es difícil: debe valerse por sí mismo. Lo que busca es orientación, no altura. Y la dirección para salir del bosque es desconocida, tal vez ni siquiera existe o quizás, incluso, salir del bosque no es lo que se supone que deba hacer” (Citado en “Introducción sistemática a la psicología” de W.R. Thompson y R.C. DeBold-Editorial Paidós SAICF-Barcelona 1980).
Una primera posibilidad indica que en la psicología, por pasar por una etapa filosófica, tienen cabida tanto las teorías verdaderas como las erróneas. Una segunda posibilidad implica que, en general, las descripciones parciales son acertadas, aunque no estén expresadas en forma axiomática, existiendo cierta complementariedad entre las mismas, aunque sea difícil de advertir.
La personalidad de todo individuo involucra tanto los aspectos heredados como los adquiridos tratándose de atributos manifestados esencialmente bajo condiciones de interacción social. Theodore M. Newcomb escribió: “Nos hemos referido a la personalidad como a algo que es único, dinámico, social y organizado. Hemos señalado que es posible conocer ese «algo» sólo si observamos las unidades de motivación de un individuo, pero que no podemos decir que sus unidades de motivación sean su personalidad. Nos referimos más bien a aquello que «mantiene juntas» todas sus unidades de motivación, y que determina que toda su conducta, tanto actitudinal como expresiva, sea lo que es. Para los fines presentes, por lo tanto, entenderemos por personalidad la organización de un individuo de predisposiciones para actuar, incluyendo predisposiciones para la conducta directiva y para la conducta expresiva”.
“Esta definición no señala a la personalidad como algo meramente «ubicado» dentro de la piel de una persona. Las predisposiciones actitudinales apuntan tanto hacia adentro como hacia fuera; se refieren a algo del ambiente así como a algo del organismo. Aun las oportunidades expresivas dependen de la oportunidad ambiental para que aparezcan en la conducta real. La palabra «predisposición» implica necesariamente la frase «en condiciones ambientales adecuadas» (adecuadas para el individuo específico). La personalidad no puede ser definida de manera de omitir el ambiente, que, a pesar de estar en constante cambio, tiende a ser percibido en formas relativamente constantes por cada persona. De este modo las formas que tiene un individuo de percibir su ambiente se cuentan entre las más importantes de sus predisposiciones. Y, como tendremos ocasión de ver repetidas veces, las otras personas constituyen la parte más significativa del ambiente hacia el cual la personalidad individual está orientada en forma constante” (De “Manual de Psicología Social” (II)-EUDEBA-Buenos Aires 1972).
Por otra parte, Joseph Nuttin escribió: “Los psicólogos consideran generalmente la personalidad como una organización interna de rasgos, actitudes, aptitudes y congruencias en la conducta. En esta definición, sin embargo, falta la característica más importante. Esencialmente, la personalidad es una estructura que va más allá de su organización interna. Su rasgo más característico es el de que en su constitución están incluidas una visión del mundo y una apertura a él. La personalidad es una forma de ser y de comportarse en un mundo que existe para la persona (self). Esta perspectiva sobre el mundo o situación vital es un constituyente esencial de la personalidad. En este sentido, la estructura fundamental de la personalidad es una «unidad yo-mundo». Nada podría mutilar de modo más profundo el concepto de personalidad que la negligencia de este aspecto de apertura al mundo que ella posee. Si bien, como dice Lewin, es cierto que la personalidad que gobierna la conducta es una parte del campo psicológico, no debe olvidarse que el campo psicológico mismo, en el sentido general de «vivir en un mundo», entra en la composición de la personalidad” (De “Teorías de la personalidad” de H.P. David y H. von Bracken-EUDEBA-Buenos Aires 1977).
Una teoría operativa implica describir al hombre plenamente adaptado al orden natural, tomándolo como referencia para definir lo que se considera normal. Luego, el hombre poco adaptado será quien deba buscar esa normalidad. Ello implica que la psicología debe estudiar preferentemente al hombre normal en lugar del enfermo, para llevarlo a este último hacia la normalidad perdida. Colin Wilson escribió: “Abraham Maslow explicaba que, en algún momento, a fines de los años treinta, le había brotado la idea de que la psicología moderna se fundamentaba sobre el estudio de personas enfermas; pero, puesto que en el mundo existe más gente sana que enferma, ¿cómo es posible que esta psicología pueda dar idea clara y justa de la actuación de la mente humana? Esto le hizo pensar que bien podría valer la pena dedicar algún tiempo al estudio de las personas sanas”. «Cuando comencé a explorar la psicología de la salud, elegí a los más sanos y mejores individuos, los óptimos ejemplares de la humanidad que pude encontrar; y los estudié para ver cómo eran. Entonces me di cuenta de que eran muy diferentes y, en ciertos aspectos, asombrosamente distintos de la generalidad…»”.
“A la larga, Kurt Goldstein dio con un concepto clave: la idea de que el factor medular de toda la conducta humana es lo que él denominó «realización propia», que podría definirse como el esfuerzo del ser humano para llegar a lo que podría ser, potencialmente” (De “Nuevos derroteros en psicología”-Editorial Diana SA-México 1979).
Una teoría de la personalidad satisfactoria debe responder a la pregunta: ¿qué es el hombre? Podemos decir que es un ser emocional y racional cuya necesidad de supervivencia lo convierte en un ser social. Está motivado por cierta influencia del futuro, asociada a proyectos y ambiciones que le ayudarán a encontrarle cierto sentido a su vida. También se encuentra influenciado por el pasado, ya que lo lleva parcialmente depositado en su memoria, estando tal información asociada al proceso de adaptación cultural al orden natural; proceso en el que está involucrada toda la humanidad.
Desde la Psicología social aparece una propuesta que presenta la ventaja de poder orientar al individuo en cualquier etapa de su vida. La individualidad que sustenta toda personalidad viene asociada a una actitud característica con cuatro componentes afectivas: amor, odio, egoísmo e indiferencia. Entre ellas “elige” la proporción de cooperación y de competencia que manifestará en su comportamiento social. También presenta cuatro componentes cognitivas, debido a que requiere una referencia para poder establecer el proceso adaptativo básico de “prueba y error”, siendo tales referencias la propia realidad, la opinión propia, la opinión de otra persona o bien lo que piensa o cree la mayoría.
Estas componentes son, en realidad, una manifestación, o resultante, de una previa teoría de la acción ética y de una teoría del conocimiento, que constituyen la base para establecer respuestas convincentes sobre la mayor parte del comportamiento individual y social del hombre, como serán las conclusiones respecto de ámbitos como la economía, política, cultura, educación, etc. Si se ha de sintetizar la conclusión práctica emergente de la información que disponemos acerca de la personalidad, podemos concretarlas en las siguientes:
a- Debemos ser conscientes de que resulta necesario desarrollar tanto nuestro potencial físico (corporal), como el mental (intelectual) y el afectivo (ético).
b- Debemos tratar de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias.
A partir de este esquema básico de pueden establecer extraer una ética natural en la que el “debe ser” se logra a partir de una deducción a partir de “lo que es”, ya que en las componentes afectivas mencionadas se distingue y se define tanto el Bien como el Mal. Se promueve una actitud que lleva a la felicidad, mientras que permite interpretar el significado de la ética cristiana. Además, se niega la validez de los totalitarismos por cuanto impiden el desarrollo de las potencialidades individuales.
Puede decirse que el hombre ideal es el hombre “normal” adaptado al orden natural. Toda diferencia existente respecto a este hombre normal implica cierta deficiencia o anormalidad que debe, y puede, subsanarse. Al estar sometido al principio de complejidad-conciencia, el hombre queda al mando del proceso de la adaptación cultural, respondiendo a este principio a través de cierta concientización ante la necesidad de adoptar una actitud cooperadora materializada por la tendencia a compartir las penas y las alegrías de los demás como propias.
Una teoría de la personalidad compatible con el mundo real debe darle a todo individuo un sentido de la vida compatible con el sentido aparente de la humanidad impuesto por el orden natural como precio impuesto a nuestra supervivencia.
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