La psicología humanista de Abraham Maslow y Carl Rogers surge como una superación necesaria del conductismo de John Watson y del psicoanálisis de Sigmund Freud, ya que conductismo y psicoanálisis resultaron ineficaces para orientar al hombre como alternativas válidas frente a la religión. Robert Barry escribió: “Como el psicoanálisis, el conductismo se desarrolló hasta formar un sistema muy complejo con varias escuelas de pensamiento. La preponderancia de estas dos escuelas psicológicas se prolongó más de medio siglo. Más tarde, durante los años cincuenta y sesenta, una serie de corrientes subterráneas comenzaron a erosionar esa situación. Una de ellas era la denominada «tercera fuerza» de la psicología humanista”.
“En su búsqueda de objetividad, el conductismo excluyó los datos subjetivos de la conciencia, mientras que el psicoanálisis redujo la conducta a una expresión de los impulsos inconscientes. Esta nueva ciencia, cada vez más deshumanizada, no estaba prestando atención a gran cantidad de fenómenos humanos tan relevantes como el amor, la libertad personal, el arte, la literatura y la religión, o bien los explicaba en términos de cadenas estímulo-respuesta o manifestaciones de fuerzas inconscientes. En reacción a las visiones mecanicistas y deterministas de la humanidad adoptadas por los conductistas y psicoanalistas surgió la psicología humanista”.
“La nueva psicología se centraba en el yo más que en ningún otro elemento. Su preocupación inicial por la humanidad dio paso rápidamente a una preocupación por la autorrealización. La ciencia del yo, basada en el estudio del funcionamiento mental y sus manifestaciones en el comportamiento, comenzó a florecer en el estudio del potencial humano (yo)” (De “Una teoría para casi todo”-Arkano Books-Madrid 2001).
Puede decirse que la psicología del “yo” debe ser tomada como una etapa previa a una psicología del “nosotros”, recordando que el hombre es un ser esencialmente social. De ahí que las posturas en la que aparecen hombres meditando con los ojos cerrados deben complementarse hasta llegar a promover hombres interactuando socialmente en medio de una concurrida calle. “En su compromiso con el desarrollo del potencial humano, la psicología humanista reconoce la necesidad de combinar la libertad individual con la interdependencia y la responsabilidad hacia los demás como miembros de grupos y organizaciones y de la sociedad en su conjunto. Reconoce que no podemos ser completamente libres de fuerzas sociales e inconscientes, pero en todo caso pone de relieve la dignidad y el valor de los seres humanos y su capacidad de desarrollar competencias personales y autorrespeto. Dada la libre voluntad que poseen los individuos, se espera que la empleen para plasmar su potencial o alcanzar la «autorrealización»”.
La limitación de la psicología humanista se advierte cuando potencia la individualidad dejando un tanto de lado el aspecto social. El citado autor agrega: “Los objetivos de la psicología humanista son loables. Sin embargo, y por desgracia, la práctica y la visión limitada de algunos de sus adeptos no hacen honor a la visión original de Abraham Maslow. De hecho, para Maslow, la nueva psicología de la «tercera fuerza» constituía un estadio de transición hacia el desarrollo de una psicología de la «cuarta fuerza» que nos llevaría más allá del yo”.
“Entre tanto, el yo parece recibir más atención que la comunidad, y el crecimiento individual tiene un papel más destacado en la psicología convencional que el crecimiento colectivo. Tanto es así que algunos escritores han etiquetado a la nueva psicología de «culto de adoración del yo». El escritor cristiano Dave Hunt resume así este punto de vista: «La salvación siempre se centra en el Yo: autoconfianza, autopotencial, autoconciencia, autoaceptación, autoamor, autoimagen, autoestima, autorrealización, autodesarrollo, autoafirmación, ¡auto-ad nauseam!”.
“Hunt argumenta que Abraham Maslow fue responsable de la deificación del yo por parte de la psicología al declarar que la autorrealización era el más elevado de los objetivos humanos. Afirma que el movimiento actual hacia el misticismo oriental es una vuelta peligrosa al ocultismo. El peligro, afirma Hunt, surge de la negación de los absolutos morales y de la deificación del yo”.
“Dentro del campo de la psicología, también se afirma que la acusación más seria contra la psicología humanista es su promoción de tendencias narcisistas, egoístas y hedonistas. Esto queda patente en la importancia que se concede al autodesarrollo en general”.
La tendencia mencionada da lugar también a la intromisión de la pseudociencia, en sus distintas variantes, como una forma lucrativa de llenar el vacío dejado por la psicología y por la religión. De igual manera en que políticos y economistas buscan distintas formas de eludir el trabajo honesto y la inversión para la mejora social, en el campo de las humanidades se buscan alternativas, para el mejoramiento humano, que estén exentas del trabajo intelectual y personal necesario para lograrlo. “Guy Claxton resume la situación con precisión: «El crecimiento personal se ha convertido en la industria del crecimiento, y las terapias y grupos se anuncian con el mismo entusiasmo y despreocupación por su consistencia que el aceite de serpiente. El cielo está sólo un fin de semana de distancia y este libro cambiará tu vida…La creación de falsas expectativas puede hacer y hace que la gente siga el circuito del crecimiento personal pasando de una decepción a otra en busca de algo que realmente funcione. Y hay mucho donde elegir: encuentros, bioenergía, masaje, integración postural, iluminación intensiva, rolfing, est, grito primal, renacimiento (de tres clases), análisis transaccional, danza sufi, tai chi, técnica Alexander, reflexología, shiatsu, meditación trascendental, zazen, regresión, trabajo corporal reichiano, psicosíntesis, grupos gestalt, maratones…; la lista es interminable. Atraídos por promesas de aumentar la confianza en uno mismo, mejores orgasmos y relaciones más satisfactorias, resulta difícil no aceptar la idea de que la buena vida consiste en ser eternamente feliz y estar libre de problemas. Esta actitud genera buenos negocios para la industria porque hace que el buscador esté aún un poco más insatisfecho con su pequeña vida confusa, lo que asegura su retorno constante”.
Mientras que en la Edad Media la idea y referencia de Dios llenaba todos los ámbitos, con el “pienso; luego existo” cartesiano comienza una época en que la referencia es el propio hombre, incluso alejado de la idea de Dios. “John Huddleston, en un breve resumen del ascenso y caída de la iglesia cristiana, señala que su mismo éxito provocó su fracaso: «En los días gloriosos de sus comienzos históricos, la iglesia cristiana, además de ser un centro de aprendizaje, también era indudablemente responsable de elevar los niveles de civilización en todos los estratos sociales. Desgraciadamente, su éxito fue también el origen de su fragmentación. La iglesia se convirtió en un poder por derecho propio, se introdujo en política y poco después hizo su aparición la corrupción. Actividades como las cruzadas, la venta de indulgencias, la inquisición, por no mencionar la falta de valores morales de muchos hombres de la iglesia, produjeron dudas sobre su lealtad a las enseñanzas de Jesucristo, y su pretensión de ser la guía espiritual de la humanidad…Los obispos construyeron iglesias preciosas y vivieron rodeados de lujos, y enviaron a sus sacerdotes a decir a los pobres que aceptaran su suerte…Las leyes sobre el control de natalidad, las bodas interconfesionales, el divorcio, la atención médica, los entierros y otros asuntos personales se han impuesto con dureza sin prestar atención a las circunstancias de las vidas personales o al propósito final de la religión. Por lo tanto, en lugar de convertirse en medios para elevar el espíritu humano, las leyes religiosas han sido frecuentemente instrumentos de opresión»”.
Las fallas advertidas en los intermediarios entre Dios y el hombre provocaron un alejamiento masivo del hombre hacia la religión. Este alejamiento fue favorecido por tendencias filosóficas y científicas que lo ubicaron como el centro de nuestras indagaciones, incluso hasta llegar a desplazar a Dios del antiguo lugar preferencial que le había otorgado la Edad Media. Carl Jung escribió: “El hombre moderno no comprende hasta qué punto su «racionalismo»…le ha puesto a merced del «submundo» psíquico. Se ha liberado de la «superstición» (o eso es lo que cree), pero en este proceso ha perdido hasta tal punto sus valores espirituales que su situación resulta peligrosa. Su tradición moral y espiritual se ha desintegrado, y ahora está pagando el precio de esta fragmentación en la desorganización y disgregación que se están produciendo a escala mundial”.
“Los antropólogos han descrito frecuentemente lo que le ocurre a una sociedad primitiva cuando sus valores espirituales quedan expuestos al impacto de la civilización moderna. Sus gentes pierden el sentido de la vida, su organización social se desintegra y se produce el decaimiento moral. Nosotros estamos ahora en esta misma situación” (De “El hombre y sus símbolos”-Ediciones Paidós Ibérica-Barcelona 1999).
Robert Barry se pregunta: “¿Hemos reemplazado a Dios por el yo? ¿Hemos declarado que Dios ha muerto como lo hizo Nietzsche? Al final Nietzsche cayó en un estado de enfermedad mental del que no llegó a recuperarse. ¿Podemos permitirnos seguir avanzando por ese mismo camino?”.
El amor al prójimo es el vínculo que une al hombre con la sociedad y con humanidad, promoviendo la autorrealización de todos y de cada uno de los hombres. Quienes proponen los demás medios de autorrealización han ignorado esta “novedad” enunciada hace unos 2.000 años. Esto trae a la memoria el hecho de que Eratóstenes, en el siglo III AC, sabía que la Tierra era redonda y conocía sus dimensiones, mientras que más de 1.000 años después se creía que era plana y que estaba sostenida por enormes elefantes.
Luego de considerar los sucesivos fracasos de la humanidad, al menos sabemos lo que no debemos hacer: promover la religión en base a creencias y no en base a evidencias. Los resultados de la actitud del amor al prójimo constituyen una evidencia accesible a distintas formas de verificación. Además, no es posible dejar la religión de lado, ni tampoco la ciencia, ni debe existir antagonismo entre ciencia y religión.
La aparente y única solución posible ha de ser la unificación de ciencia y religión en la religión natural. Ello conllevará a la posterior unificación de religiones. Incluso el cristianismo podrá ser interpretado como una religión natural por cuanto el propio Cristo, en algunos pasajes, advierte que los “milagros” son producidos por la fe del hombre, y no por una interrupción de la ley natural por parte de Dios. Aconseja, además, que “Dios sabe que os hace falta antes de que se lo pidáis”.
Debemos imaginar cómo ha de ser la religión del futuro a partir de observar lo que no funciona adecuadamente. Luego, podemos adoptar como lema de acción. “Sé tú mismo el cambio que propones”.
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