Cuando utilizamos la palabra “patria”, involucramos nuestras emociones, siendo la frase más representativa la del “amor a la Patria”. En cambio, cuando utilizamos la palabra “nación”, involucramos nuestra intelectualidad, siendo una frase representativa la del “destino de la nación” o “el futuro que queremos para la nación”. Luego que asociamos sentimientos e intelecto a conceptos tales como patria y nación, nos resta vincular los valores materiales al aspecto concreto del país: el Estado. En este caso, frases representativas son: “el Estado es demasiado grande” o “el Estado es poco eficiente”. Jean Ousset escribió: “El símbolo platónico lo dice todo: la sociedad, lo mismo que el hombre, es simultáneamente cabeza, corazón y vientre. No puede prescindir de los ardores del corazón, pero con la condición de que la cabeza discierna y reine. A esto llamaba Platón la justicia, pudiendo también ser llamado salud o virtud”.
De la misma manera en que todo individuo debe mostrar cierto equilibrio en cuanto a la importancia que otorga a los afectos, al intelecto y al cuerpo, todo país debe mostrar cierto equilibrio en cuanto a la importancia otorgada a la patria, a la nación y al Estado. El citado autor agrega: “La patria pesa y actúa tan fuertemente sobre el corazón humano porque en forma directamente sensible es el cuadro de nuestra vida física y moral. Por eso es objeto de sentimiento y afecto. Por su parte, el patriotismo será principalmente afectivo. Él es el amor que nos une a lo que es como la raíz de nosotros mismos, que nos une al suelo, al patrimonio material, intelectual o moral que constituye nuestro primer universo físico y espiritual” (De “Patria, Nación, Estado”-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).
Toda sociedad puede caracterizarse tanto por el grado de patriotismo existente, que surge de la capacidad de amar al prójimo de sus integrantes, como por el grado de nacionalismo existente, que surge del egoísmo de sus integrantes. También por el grado de resentimiento existente; que surge del odio de sus integrantes y por la indiferencia social, que surge de su masiva negligencia. Si bien se dice que “la sociedad es más que la suma de sus integrantes”, no puede negarse que, al menos, debe ser similar a esa hipotética suma.
Mientras que el universalismo, que puede asociarse al amor al prójimo, resulta ser la base concreta del patriotismo, la actitud egoísta, asociada al interés por uno mismo, resulta ser la base del nacionalismo. De ahí que el nacionalista se interese por su propio país mostrando indiferencia hacia el resto de los países. El patriota es el ciudadano del mundo, mientras que el nacionalista promueve un mundo escindido con fronteras bien definidas. “El cristianismo llama a «la humanidad entera para formar una misma sociedad única, la Iglesia, en el seno de la cual se borran todas las diferencias nacionales, pues para ella, según la palabra de San Pablo, ya no hay griego, ni judío, igual que no hay hombre libre o esclavo…Además, el cristianismo no solamente derriba las barreras intangibles que dividían la humanidad en grupos cerrados y herméticos, favoreciendo de este modo una continua comunicación fraternal entre los hombres, sino que arrastra hacia una organización temporal universal del mundo que logre de alguna manera su unificación espiritual. Fue hacia una realización de esta clase hacia la que la cristiandad medieval no cesó jamás de tender, y en gran parte, la crisis del mundo moderno es consecuencia de la disgregación de esta cristiandad, cuyo desarrollo histórico se acaba en el mismo momento en que el desenvolvimiento de la civilización exige cada vez más la organización unificada de toda la Tierra, no sólo como ideal de perfección, sino como urgente necesidad vital…» (Ducatillon)” (De “Patria, Nación, Estado”).
Así como en la actualidad no faltan los espíritus “generosos”, siempre dispuestos a redistribuir las riquezas ajenas, a lo largo de la historia han existido pueblos y líderes dispuestos “generosamente” a unificar al mundo bajo un solo reino, o bajo un solo imperio, ejercido por ellos mismos. Una unificación que resulta factible y beneficiosa para todos ha de ser la que provenga del predominio de la actitud cooperativa asociada al amor al prójimo, aunque desprovista un tanto de los aditamentos asociados posteriormente al cristianismo original. Si se aduce que debemos aceptarlo o negarlo en forma “completa”, la solución esperada nunca se ha de lograr.
Cuando en una sociedad predomina la actitud cooperativa, estaremos en presencia de una época de paz. Ello se deberá al predominio del patriotismo. J. Lacroix escribió: “A primera vista, la patria se distingue de la nación y del Estado por algo más afectivo, más carnal. Implica un lazo con el suelo y con los antepasados, con el suelo que se ha hecho sagrado por ser un verdadero osario”.
“En su propia esencia, la función de la patria consiste en transportar a la categoría de lo «público» los sentimientos nacidos en la de lo «privado»”.
Cuando en una sociedad predomina la actitud egoísta, estaremos en presencia de una época conflictiva. Ello se deberá al predominio del nacionalismo. R. Girod escribió: “Sin duda, Julian Huxley no está del todo equivocado al considerar a las naciones como sociedades de individuos que comparten los mismos errores en cuanto a su propia superioridad sobre los demás hombres”.
Cuando en una sociedad predomina la actitud del odio, estaremos en presencia de una época de catástrofes sociales. Ello se deberá al predominio de algún totalitarismo. Joseph Stalin escribió: “El Estado es en manos de la clase dominante un mecanismo destinado a aplastar a sus adversarios de clase. El Estado proletario es un mecanismo para aplastar a la burguesía”. Por otra parte, Adolf Hitler escribía: “El fin supremo del Estado racista debe ser velar por la conservación de los representantes de la raza primitiva, dispensadora de la civilización, que constituyen la belleza y el valor moral de una humanidad superior” (Citas del “Diccionario del Lenguaje filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).
Cuando en una sociedad predomina la negligencia, estaremos en presencia de una época de miseria generalizada. Ello se deberá al predominio del ocio y la vagancia. Juan Bautista Alberdi escribió: “El trabajo y el ahorro son esas causas naturales de la riqueza, como la ociosidad y el dispendio son las causas de la pobreza. Esas cuatro palabras expresan los cuatro hechos a que está reducida toda la gran ciencia de Adam Smith” (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).
El odio y el resentimiento contra su propia patria llevaron a muchos a ubicarse del lado del bando agresor extranjero que pretendía dominar la Argentina de los 70. Ni siquiera reconocieron la legitimidad de quienes la defendieron, una vez finalizado el conflicto. Tampoco puede decirse que actuaron como si su propia patria hubiese sido Cuba o la URSS, ya que quien ama a una patria, nunca ha de buscar la destrucción de otra. Por el contrario, adoptaron un nacionalismo inverso, traicionando a su propia nación. El Gral. José de San Martín escribió: “No aprobaré jamás el que un hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria” (Citado en “El derecho a la libertad”-Ejército Argentino-Buenos Aires 1980).
Así como un tumor maligno va deteriorando paulatinamente los órganos sanos, el odio populista se propaga por la población en base a mentiras y difamaciones. Sus ansias de poder son ilimitadas. La antipatria es la unión de quienes se ubicaron del lado del país agresor en los 70 junto con quienes aspiran lograr la totalidad del poder existente en la nación.
El pobre patriotismo existente en un país se advierte en la actitud adoptada respecto del Estado, ya que todos buscan extraerle todo lo posible, buscando un beneficio personal, de la misma manera en que eluden toda ocasión para cumplir con las obligaciones que impone. La degradación del pueblo, por parte de los políticos que lo dirigen, consiste en promover odios sectoriales junto a la usurpación total, por lo que el Estado pasa a ser parte del patrimonio personal del líder populista de turno. Roberto Cachanosky escribió: “Cuando los países están dominados por la ignorancia y la envidia, podemos afirmar que se pavimenta el camino para la construcción de las demagogias y políticas populistas que pueden derivar en sistemas autoritarios” (Del Prólogo de “La idolatría del Estado” de Carlos Mira-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).
Mientras que el siglo XX mostró la ineficacia de los totalitarismos, en la Argentina persistimos por esa senda. Puede decirse que, a mayor Estado, menos nación. El citado autor agrega: “A partir de la década del ‘30 comienza a tomar fuerza la expoliación legal vía las juntas reguladoras y otras intervenciones del Estado en beneficio de determinados sectores. Pero es a partir del 45, con la llegada de Perón, que esta expoliación legal se generaliza y todos comienzan a sentirse con derecho a apropiarse de los ingresos y patrimonios de terceros. La cultura del trabajo honesto para ganarse la vida y progresar es dejada de lado, zambulléndonos en una orgía de robos y estafas «legalizadas» ¿Para qué producir eficientemente si puedo lograr, mediante una ley, que el Estado le quite a otros lo que legítimamente les pertenece para darme a mí lo que no me pertenece?”.
“En las últimas décadas, las diferencias ideológicas entre radicales y peronistas fueron, en el fondo, diferencias en el uso del poder, pero ambos partidos sustentan la idea del gobierno redistributivo, de un Estado sin límites. Ambos creen en la expoliación legal como forma de gobierno. Por su parte, cuando los gobiernos militares reemplazaron a los gobiernos civiles terminaron aplicando el mismo principio de intervencionismo, redistribución compulsiva de ingresos y demás políticas populistas” (De “El síndrome argentino”-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2006).
Los calificativos de patriota o de traidor son utilizados en forma contrapuesta tanto por el bando afín a la democracia como por el bando totalitario. De ahí que pueda pensarse que son calificativos con validez subjetiva. Sin embargo, teniendo presente las actitudes básicas del hombre, de las cuales surgen, se advierte que pueden llegar a tener validez objetiva.
Se puede sintetizar la postura del bando democrático en los siguientes principios:
a) Existes sistemas autorregulados en la economía (mercado), en lo político, en lo moral, etc.
b) Debemos adaptarnos a ellos.
Por el contrario, el bando totalitario, se basa en los siguientes principios:
a) No existen los sistemas autorregulados por lo que el hombre en libertad genera un caos esencial.
b) Debemos imponer un orden social artificial (diversas formas de socialismo).
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