La sociología, para describir la sociedad, adopta entre sus conceptos básicos a las clases sociales. De ahí que el sociólogo piense más en base a grupos que en base a individuos; incluso con el riesgo de asociar algunos atributos observados en varios de ellos a todos los componentes de una clase social. Cuando este concepto se emplea en política, la asignación de atributos negativos se convierte en la principal causa de discriminación social que padecerán los “justos” al integrar el mismo grupo que los “pecadores”.
La psicología social, por el contrario, al adoptar el concepto de actitud, como base para las descripciones del individuo actuando en sociedad, no corre el riesgo de caer en actitudes de tipo discriminatorio. Edwin Hollander escribió: “La psicología social es uno de los campos científicos dedicados al estudio objetivo de la conducta humana. Su atención se centra, especialmente, en la comprensión de las influencias que producen regularidades y diversidades en el comportamiento social humano, para cuyo estudio apela al análisis sistemático de datos, obtenidos mediante rigurosos métodos científicos. El carácter distintivo de la psicología social surge de dos factores fundamentales: primero, su interés en el individuo como participante en las relaciones sociales; segundo, la singular importancia que atribuye a la comprensión de los procesos de influencia social subyacentes bajo tales relaciones” (De “Principios y métodos de psicología social”-Amorrortu Editores SCA-Buenos Aires 1968).
Al aceptarse al marxismo (postura filosófica, no científica) en el ámbito de la sociología, y al difundirse como un “socialismo científico”, la burguesía pasa a ser la clase social más difamada de la historia. Se la reconoce como culpable de explotación laboral, por lo que no se tuvo piedad con sus integrantes, ya fueran justos o pecadores, al ser asesinados por decenas de millones durante el siglo XX. Tal ha sido el grado de convencimiento de la validez del marxismo-leninismo, que sus partidarios no sienten el menor arrepentimiento al haber apoyado semejante causa.
Si bien las sociedades han ido cambiando con el tiempo, puede asociarse la burguesía descripta por Marx a la actual clase media. Un individuo con mentalidad burguesa es alguien que trata de mejorar sus condiciones de vida sin ambicionar perjudicar a los pobres ni tampoco de llegar a ser un magnate. Para ello utiliza medios legales y adhiere generalmente a la libertad propia de las sociedades democráticas. Sin embargo, los marxistas dirán que todo lo que ha logrado se debió a haber “explotado laboralmente” al trabajador (perteneciente al proletariado); lo que en muchos casos puede ser cierto.
La burguesía surge a fines de la Edad Media y son los burgueses quienes promueven los cambios sociales que serán luego conocidos como la Edad Moderna. La asediada Europa medieval se caracteriza por estar constituida por unidades cerradas, los feudos, con pocos intercambios realizados con feudos vecinos. Régine Pernoud escribió: “Para que Europa pudiese vivir replegada sobre sí misma, en circuito cerrado, en razón de verse privada de las desembocaduras al Mediterráneo, era esencial proteger el dominio, unidad administrativa que se convirtió también en unidad económica. Desde este punto de vista se impuso una necesidad: la de bastarse a sí misma, pues ya no era posible contar con los recursos comerciales y las importaciones de Oriente. Únicamente el dominio señorial, muy extenso y con variados recursos, podía cumplir esta condición”.
“Tal es el origen de la sociedad feudal, origen totalmente empírico. Es totalmente significativo que esta sociedad, que no había tenido constitución, no tuviese tampoco legislación. Las relaciones entre los hombres se regían según los usos, es decir, de acuerdo con los hábitos del lugar, originados a su vez en las costumbres germánicas o nórdicas, pero influidos, sin duda, por el clima, las necesidades y la forma de vida, y consagrados por la tradición” (De “Los orígenes de la burguesía”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1962).
El surgimiento de la burguesía está asociado al comerciante. “La población campesina era numerosa, como en todas las épocas de prosperidad general, y a menudo era forzoso ganarse la vida fuera del lugar donde se vivía. Pero ello seguía siendo excepcional. El comerciante era el único que en la sociedad donde actuaba no vivía del producto de su trabajo sino del intercambio de bienes que no producía y, sobre todo, su existencia no se concebía sin el manejo de dinero y la noción de ganancia. He aquí una novedad que no dejará de hacerlo sospechoso, en especial ante los ojos de la Iglesia, que experimentaba una verdadera repulsión por el comercio y en cuyo seno algunas órdenes prohibían expresamente revender un objeto a un precio mayor del que había costado”.
Una insipiente economía de mercado va surgiendo con el ascenso de la burguesía. Jacques Heers escribió: “Hay que señalar que ese progreso y ese triunfo del capitalismo moderno no se dieron en la totalidad del Occidente, sino solamente en ciertos países o ciudades que representaban un nivel de desarrollo superior: Italia, el sur de Alemania, Cataluña, las ciudades inglesas, Londres y Calais, sobre todo, por el comercio de lanas. En estos centros urbanos o rurales, la evolución de las técnicas afectó al conjunto de la población, interesó a todas las capas sociales”.
“Donde los cambios tuvieron lugar, las principales innovaciones concernían fundamentalmente a la contabilidad, la moneda, la banca, el crédito y las compañías mercantiles” (De “Historia de la Edad Media”-Editorial Labor SA-Barcelona 1979).
Mientras que en la Edad Media la idea de Dios era el punto de partida de todo razonamiento, en el modernismo lo es el hombre. De ahí el punto de partida cartesiano: “Pienso, luego existo”. Régine Pernoud escribió: “La influencia de la burguesía es desde luego muy grande sobre el movimiento de las ideas de los siglo XVI al XVIII. Ella está llamada a convertirse en la clase dirigente, tanto en el ámbito del pensamiento como en el de la vida económica, no sólo por el lugar preponderante que ocupa en ese momento en la vida del país sino también por su instrucción. Su apogeo se produce en la segunda mitad del siglo XVIII debido al desarrollo de una filosofía original, cuyos orígenes y progreso se descubren fácilmente en las épocas que preceden y en la cual se manifiestan los caracteres distintivos y las preocupaciones de los burgueses franceses”.
En cuanto a las “virtudes burguesas”, agrega: “Se forma una especie de idea moral, la del «hombre honesto», cuya norma esencial es la moderación, que «impide el exceso de pasiones, ya sea para bien o para mal» (así lo define Ménage). Es un tipo frecuente entre los grandes negociantes, pero sobre todo entre los altos magistrados, juristas y funcionarios. Se dedica al trabajo y al ahorro, lleva con su familia una vida ordenada, premeditadamente austera; se aparta de las diversiones, aun de las legítimas, y sobre todo de las distracciones deportivas, que deja para la nobleza o el pueblo. Su conducta, siempre justa y ordenada, le permite llegar «a una felicidad honesta, desconocida para los poderosos y los pobres, que no excluye las incongruencias de la fortuna, pero las reduce y aparta todo lo posible» (Groethuysen)”.
“Gracias a su previsión, elimina de su vida lo desconocido y deja poco lugar para el misterio. El noble gasta y da limosnas, quizá más por prodigalidad y gusto de ostentación que por verdadera caridad; el burgués, por su parte, atesora. El hombre honesto adquiere, además, una sólida cultura, dando preferencia a las humanidades griegas y sobre todo a las latinas. Ferviente admirador de las virtudes antiguas, toma complacido como modelo a Catón y hace suya la máxima de Ovidio: «La virtud necesaria para cuidar lo que se tiene no es menor que la que se precisa para adquirir cosas nuevas»”.
La burguesía, al predominar en la sociedad y al lograr un nivel aceptable de felicidad, hace que surjan “virus sociales” que tienden a destruirla (marxismo-leninismo), como así también “virus sociales atenuados” (social-democracia) con fines similares. En el primer caso se apunta a la expropiación de los medios de producción burgueses mientras que en el segundo caso se apunta a la expropiación de la mayor parte de las ganancias de esos medios. Chantal Millon-Delsol escribió: “Todo lo que había escrito Marx parecía agradable y atractivo, pero siempre dentro de un corpus teórico. Hacía falta el cinismo de Lenin para sacar de él conclusiones y concretarlas. El derecho no es más que la mediación entre el individuo y el Estado que lo oprime: es necesario suprimir el derecho, por tanto aceptar lo arbitrario. Los derechos del hombre nacidos en Occidente representan los avatares de la opresión burguesa, las libertades formales no valen más que como palabras: un gobierno revolucionario debe por tanto aniquilarlos completamente”.
“La relativización de la idea de la verdad, que permite a Lenin erigir un despotismo de la arbitrariedad partidaria, fuera de toda ley, proviene directamente de la idea marxista de la verdad de clase, simplificada y aplicada políticamente. Y así sucesivamente”.
“Al observar el pasaje del marxismo al leninismo, se percibe con temor hasta qué punto puede ser peligroso manipular ideas atractivas, ideas sofisticadas de intelectual, sin imaginar su carga. El intelectual no hace más que acariciar ideas, y si se le mostrara su concreción ciertamente le parecería terrible. Pero basta con que llegue un hombre de acción y sin miramientos. Se puede afirmar que, probablemente, Marx habría rechazado la concreción de sus propias ideas a través de Lenin. Pero tampoco podemos decir seriamente que sus ideas hayan sido inocentes. Cuando se trata el derecho como una bagatela, uno se expone a convocar la arbitrariedad. Tan simple como eso”.
“La dictadura del proletariado constituye, como se sabe, la primera fase de la revolución socialista, necesaria para la concreción del proyecto final: la extinción del Estado sin más. El Estado, que era definido como la expresión de la burguesía y el instrumento de su opresión, no podría desaparecer más que con la desaparición de la clase que lo encarnaba y utilizaba. En «Estado y Revolución», Lenin expone con claridad la relación de esta dictadura particular como medio y la destrucción de la instancia dirigente que debía seguirla”. “El primer Estado revolucionario será una dictadura en manos del proletariado con el fin de hacer desaparecer a la burguesía” (De “Las ideas políticas del siglo XX”-Editorial Docencia-Buenos Aires 1998).
El odio inoculado por el marxismo-leninismo contra la gente feliz (al menos en apariencia), se advierte aun hoy ante la normal actitud de aceptación de tal ideología. El nazismo, por el contrario, es totalmente rechazado aun cuando la cantidad de víctimas que produjo haya sido notoriamente inferior a la provocada por los comunistas.
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