Cuando la opinión pública se aleja bastante de los conocimientos aportados por la ciencia económica, la sociedad ha de transitar por situaciones poco deseables, ya que los resultados económicos no serán los mejores. Incluso tal sociedad estará destinada al subdesarrollo aun cuando se le presenten situaciones externas e internas favorables.
Los ideólogos populistas y totalitarios se encargan prioritariamente de distorsionar y de negar los principios y los resultados de la aplicación de la ciencia económica, produciendo en la opinión pública una actitud favorable a la postura socialista, antagónica al empresariado y al mercado. De ahí que, en sucesivas elecciones, ganarán los partidos políticos afines a tales ideas.
Estos inconvenientes se ven facilitados por el carácter poco intuitivo de la economía, ámbito en el cual resulta difícil distinguir entre causas y efectos, ya que los resultados de las acciones emprendidas se producen con cierto retardo, que puede ser del orden de los años. Juan Carlos Cachanosky escribió: “Toda política económica, al ser aplicada, tiene efectos inmediatos y mediatos, o de corto y largo plazo. A estos términos no se los debe asociar con una magnitud de tiempo sino, más bien, con un orden cronológico. Antes de sentirse los efectos a largo plazo siempre aparecen primero los del corto. Largo plazo significa resultado final y se puede alcanzar en un minuto o en cien años, pero siempre precedido por fenómenos que llamamos de corto plazo”.
En cuanto al criterio que conduce al éxito económico, Henry Hazlitt escribió: “El arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas, en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo sino sobre todos los sectores”.
“Nueve décimas partes de los sofismas económicos que están causando tan terrible daño en el mundo actual son el resultado de ignorar esta lección. Derivan siempre de uno de estos dos errores, fundamentalmente, o de ambos: el contemplar sólo las consecuencias inmediatas de una medida o programa y el considerar únicamente sus efectos sobre un determinado sector, con olvido de los restantes” (De “La economía en una lección”-Unión Editorial SA-Madrid 1973).
Por lo general, la opinión pública sigue una secuencia de razonamientos bastante incompleta, de la misma manera en que el aprendiz de ajedrez contempla sólo una o dos jugadas posibles del rival. Esta actitud es aprovechada por los políticos para lograr votos a costa de promesas de dificultosa realización. Tal es el caso de una ley que congele el precio de los alquileres, que resulta atractiva a las masas por cuanto suponen que tal medida “beneficia a los pobres y perjudica a los ricos”. Sin embargo, en tal caso se limita y se desalienta la construcción de viviendas para alquiler, deteriorando seriamente la industria de la construcción. Además, mientras que se benefician quienes están alquilando, se perjudican quienes desean alquilar por cuanto la cantidad de viviendas disponibles ha de ser cada vez menor. Juan Carlos Cachanosky escribió: “Por desgracia, las leyes económicas hacen que los efectos inmediatos y mediatos de una medida económica se comporten en forma inversa en lo que se refiere a la opinión pública. En efecto, las correctas medidas económicas tienen resultados populares a largo plazo y antipopulares a corto plazo; mientras que las malas son antipopulares en el largo plazo y populares en el corto”.
“Este comportamiento de las leyes económicas se presta para conseguir aceptación política, puesto que para ganar votos o apoyo de la población los políticos necesitan hacer sentir rápidamente los buenos resultados de sus acciones sin importarles demasiado las consecuencias a largo plazo”.
“En este sentido, la política económica debe estar subordinada a los principios de la economía. Por la misma razón que un gobierno no puede sancionar una ley que establezca que todos los pelirrojos deben ser fusilados porque estaría violando un principio moral a todas luces evidente, tampoco puede sancionar una ley que viole principios económicos”.
“Son los principios de las distintas ciencias los que forman el límite de la actividad de los gobiernos y sobre los cuales debe ser elaborada toda constitución. Una ley no puede ser sancionada por el hecho de que un partido político lo proponga y la mayoría lo vote. Este no es un gobierno democrático sino que es la tiranía de la mayoría sobre la minoría”.
“Pese a todo lo que se piense en contra, la economía tiene leyes, principios inmutables y universales que no pueden ser violados sin que tarde o temprano (en el largo plazo) produzcan efectos poco deseables como los que se están viviendo en casi todo el mundo. Es por esta razón necesario poner todos los esfuerzos que sean posibles para que se comprenda que las leyes económicas no se inventan sino que se descubren y que operan independientemente de la voluntad de los gobernantes, y que éstos las deben respetar para lograr una economía sana” (De “Ideas sobre la libertad”-Centro de Estudios sobre la Libertad-Nº 47-Buenos Aires 1985).
Como ejemplo de decisiones políticas adoptadas con fines electorales, puede mencionarse el caso de Richard Nixon que “en contra de su instinto y el de sus consejeros aprobó controles de los precios y salarios en 1971. El resultado final fue que los problemas económicos se agravaron y, en última instancia, la inflación fue mayor. No obstante, la administración Nixon tenía un claro incentivo para imponer los controles: las elecciones estaban cerca, y sabía que los efectos desagradables de la política tardarían algún tiempo en ser evidentes. A corto plazo, el plan gozó de una enorme popularidad entre la opinión pública, y Nixon resultó reelegido en noviembre de 1972 con una victoria aplastante” (De “50 cosas que hay que saber sobre Economía” de Edmund Conway-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2011).
Resulta bastante difícil encontrar a un político, o a un ministro de economía, que sea capaz de lograr adhesión de la opinión pública cuando diga lo “políticamente incorrecto” (la verdad) y se preocupe por el bienestar y la seguridad de la población en lugar de dar prioridad a su propia carrera en la administración pública. Juan Carlos Cachanosky agregó: “Para que las correctas medidas económicas, a pesar de ser antipopulares, puedan ser llevadas a la práctica, es de suma importancia que los ministros de economía sean muy buenos economistas y muy buenos políticos”.
“Se necesita ser muy buen economista para poder comprender cabalmente lo que está sucediendo. Hay que tener en todo momento claridad de pensamiento para determinar cuáles son las medidas a tomar para sanear la economía. Un ministro de economía no se puede dar el lujo de ir tanteando cuáles son las medidas correctas sino que debe tener la suficiente capacidad de análisis como para detectar las causas de los problemas”.
“Cuanto más se rechacen las sanas políticas económicas tanto mayor poder de convicción se necesitará para poder aplicarlas, y muchas personas plenamente convencidas de un buen plan económico lo rechazan por ser inaplicable a pesar de ser el único que soluciona el problema. Cabría calificar de utópico a todo aquél que trate de aplicar una política económica que es rechazada por el público, pero tampoco deja de ser menos utópico aquél que, porque son populares, toma medidas económicas erróneas con la ilusión de sanear la economía: ¡las leyes económicas no se pueden cambiar, la opinión pública sí!”.
“Aunque lleva miles de años convencer a la sociedad, es posible hacerlo; será improbable pero no imposible; mientras que es totalmente imposible «convencer» a las leyes económicas que operen de otra forma para que sean políticamente viables. La inflación fue, es y será falsificación de moneda y de nada sirve llamar utópico a aquél que quiera detener la inflación dejando de emitir dinero si esta medida es políticamente imposible, más bien serán utópicos aquéllos que busquen otro camino para detenerla. Lo mismo sucede con muchos otros problemas económicos”.
Antes de producirse el “milagro económico” alemán, luego de la Segunda Guerra Mundial, fue necesario que se produjera previamente el “milagro político”, cuando Alemania encontró un economista-político capaz de convencer a la población acerca de las ventajas de la economía de mercado. El citado autor agrega: “Tal vez Ludwig Erhard sea el mejor ejemplo de un excelente economista y un excelente político; en momentos difíciles supo convencer a los alemanes de mantener el rumbo que él le había dado a la política económica. No solamente eligió las buenas medidas sino que, además, tuvo la habilidad de poder llevarlas a efecto y luchar para mantenerlas vigentes a pesar de las críticas de los partidos opositores que poco a poco tuvieron que admitir la realidad del famoso «milagro alemán»”.
“Todo ministro de economía que tenga claridad de ideas podrá transmitir esta claridad a la población para que sepa ésta qué es lo que está sucediendo. Las malas políticas económicas no necesitan grandes explicaciones porque, en general, son populares y, en cuanto el tiempo comienza a mostrar el fracaso, es fácil encontrar terceros culpables en empresarios, empresas multinacionales, etc. Pero las correctas medidas económicas son muy antipopulares y es por ello que necesitan de una casi continua y muy clara explicación del porqué de cada paso y sus consecuencias”.
Ludwig Erhard escribió: “Al principio no se vio segura, en modo alguno, la victoria de los defensores de las tendencias liberales sobre los representantes de las concepciones dirigistas. El pueblo alemán se encontraba bajo la influencia del shock producido por un derrumbamiento total. La profunda desesperación, el miedo y la inseguridad, parecían haberle robado toda capacidad de discusión y de decisión; y fue precisa una gran fuerza de persuasión para conducirle por el camino de una ordenación económica desconocida hasta entonces para él, y que en aquel momento se le aparecía casi como una aventura”.
“Pero incluso cuando empezó a hacerse manifiesto el éxito de la «economía social de mercado» -que así se denominó el sistema aplicado a la vida económica basado en la mínima interferencia posible del Estado en el mecanismo económico en acción; en la amplia dispersión de la propiedad; en el fortalecimiento de la clase media y en la autonomía de los participantes en las asociaciones arancelarias- se presentaron otras pruebas que hubo que vencer, especialmente producidas como consecuencia de tensiones internacionales, antes de que se hiciera evidente que el pueblo alemán, había encontrado una ordenación económica definitiva, adecuada a su forma de trabajo y de vida” (De “La Economía Social de Mercado”-Ediciones Omega SA-Barcelona 1964).
Quien pretenda mejorar la economía argentina, advertirá que gran parte de la población no tuvo preferencia por la exitosa Republica Federal Alemana, la del “milagro alemán”, sino por la fracasada Republica Democrática Alemana, la del “muro de Berlín”. Ante el éxito evidente y el fracaso evidente, en un país subdesarrollado se elige el fracaso.
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