martes, 10 de septiembre de 2024

Las dimensiones del ser humano y la educación

Pueden asociarse a todo ser humano tres dimensiones básicas, similares a las tres dimensiones del espacio; así tendremos una dimensión estética, una dimensión intelectual y una dimensión ética. De ahí que toda tarea educativa debe contemplarlas tratando de lograr un desarrollo personal equilibrado.

El aspecto emocional está asociado al comportamiento ético y constituye el valor más importante. Wolfgang Goethe, para afirmar la superioridad de lo emocional respecto de lo intelectual, dijo: “Lo que yo sé, todos pueden saberlo, pero el corazón es sólo mío”. En cambio, el destacado filósofo y matemático René Descartes, quizás justificando su solterío, expresó: “He preferido la verdad a la belleza”.

Podemos caracterizar a todo ser humano, incluso a todo grupo social, mediante estos tres aspectos: estético, ético e intelectual, ya que existe cierta independencia entre los mismos. Esto se debe a que existen personas de reconocida belleza exterior, pero con pocos valores éticos e intelectuales, o bien personas con reconocida belleza interior, pero con pocos atributos físicos e intelectuales, y así todas las demás posibilidades. El ser humano plenamente adaptado al orden natural será el que tenga un desarrollo equilibrado de los tres aspectos.

La vida espiritual (emocional e intelectual), es la que caracteriza nuestra naturaleza propiamente humana y, a manera de compensación, a veces crece ante una pobre valoración estética. Así, tanto Pascal, como San Francisco, Spinoza y Kierkegaard, poseían una salud precaria, posiblemente tendrían poco atractivo estético y los cuatro vivieron sólo hasta alrededor de los cuarenta años, pero pasan los siglos y sus atractivas personalidades siguen despertando curiosidad. François Mauriac escribió sobre Pascal: “Al cabo de tres siglos él aún está ahí, vivo, tomando parte en nuestras disputas. Hasta sus mínimos pensamientos nos confunden, entusiasman o incomodan, pero él es comprendido al momento, desde la primera palabra, mucho mejor que en su propio tiempo” (De "El pensamiento vivo de Pascal"-Editorial Losada-Buenos Aires 1966).

Si tuviésemos que elegir una edad óptima para detener el paso del tiempo, un deportista la elegiría entre 25 o 30 años. Un científico entre 35 y 45 años, un filósofo quizás algo más, mientras que la edad óptima para quien basa su vida en sus vínculos sociales y afectivos, podrá elegir una edad mayor aún. De ahí que una valoración excesiva de la belleza física hará sentir poco feliz a quien posee una edad que excede a la del ideal respectivo. Lograr el desarrollo equilibrado de nuestras tres dimensiones equivale hacer más intensa nuestra propia vida.

Si tuviésemos que elegir al “modelo de hombre feliz”, quienes viven en la fase estética pensarán en algún millonario que vive rodeado de lujos. En cambio, quienes viven en la fase ética e intelectual, podrán elegir una vida como la del médico Edward Jenner, quien alguna vez habrá podido decir con orgullo: “Con mi vacuna podré salvar 60 millones de vidas por siglo”, ya que esa fue la cantidad estimada de víctimas de la viruela durante el siglo XVIII. Por su obra podemos decir que era “creyente”, en el sentido religioso, aunque no sepamos cuáles eran sus pensamientos al respecto.

El avance tecnológico y la vida moderna exigen al hombre un mínimo esfuerzo físico en sus actividades cotidianas, mientras que nuestra propia naturaleza requiere de cada uno de nosotros una actividad muscular permanente para el logro de una vida sana. El ejercicio físico y el deporte son necesarios e imprescindibles para el logro de una vida plena; fortalecen al cuerpo y prolongan la vida. Ayudan a embellecer el aspecto exterior como también han de servir para ejercitar la voluntad y la disciplina; aspectos necesarios para nuestro cotidiano vivir. John Locke escribió: “Educar es obtener un alma sana en un cuerpo sano”.

Los pueblos, como las personas, presentan algunos atributos que predominan sobre los demás. Así, los romanos tenían una mentalidad práctica; construyendo, entre otras obras, 90.000 kilómetros de caminos, haciendo que representen la fase tecnológica de la humanidad. Uno de ellos dijo: “Los griegos y los egipcios hacen monumentos que no tienen utilidad práctica, mientras que Roma construye caminos y acueductos que sirven a todo el pueblo”. Por el contrario, en Grecia se acentúa la fase intelectual y científica de la humanidad, y en donde, incluso, desprecian actividades puramente prácticas. También los pueblos deberán buscar un desarrollo equilibrado entre ciencia, tecnología y religión.

Considerando la existencia de sufrimientos y conflictos que afectan a individuos y sociedades, se presentan dos alternativas extremas para lograr un posible mejoramiento: la educación y la revolución. En este caso denominamos “revolución” a un cambio abrupto promovido por medios violentos, cercano a una guerra civil, y que es promovido y alentado por el marxismo. La otra alternativa es la educación, la que producirá efectos duraderos. El filósofo Johann Fichte escribió: “El único medio que propongo para salvar la existencia de la nación alemana es la transformación completa de la educación vigente hasta hoy”. “Mediante la nueva educación, queremos unir a todos los alemanes en un solo cuerpo” (De “Discursos a la nación Alemana”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

Por otra parte, Francis Bacon escribió: “El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de la naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede” (De “Novum Organum”). Esto nos sugiere que debemos tomar como referencia a la propia realidad y no a la autoridad reconocida de algún hombre. Así, Galileo Galilei (1564-1642) inicia la física experimental dejando de lado la autoridad científica de Aristóteles de Estagira (384-322 AC). Nicolás Copérnico (1473-1543) establece el modelo de sistema planetario heliocéntrico dejando de lado a Claudio Ptolomeo (90-168). Andrea Vesalio (1514-1564) reinicia la medicina experimental dejando de lado la autoridad de Galeno (130-190). Observando el tiempo transcurrido entre “autoridad e innovador”, puede apreciarse el estancamiento producido al considerar una referencia inadecuada, entre otros aspectos.

La idea de una educación única y objetiva, que sea válida para todos los pueblos y para todas las épocas, ha sido un objetivo a lograr. Y esto ha de ser posible debido a que la educación se ha de fundamentar, en última instancia, en la ciencia experimental (en cuanto a contenidos). En cuanto a procedimientos, se ha de fundamentar en la psicología y en la lógica (como apoyos para el arte individual de la enseñanza). Giovanni Gentile dijo: “La educación fue orientada en cada tiempo y lugar según los diversos conceptos que se tuvo del hombre”.

La ciencia de la pedagogía aparece en épocas en que se trata de encontrar una religión natural, es decir, una religión vinculada a las leyes naturales que rigen a todo individuo. Wilhelm Dilthey escribió: “La pedagogía actual nació en los siglos XVI y XVII y compone una parte de aquel sistema natural que se desenvolvió entonces como derecho natural, religión o teología natural y moral universal” (De “Teoría de la concepción del mundo”–Fondo de Cultura Económica-México 1992).

La educación tiene como objetivo principal la adaptación del ser humano al orden natural, o al mundo en que vive, por lo que los contenidos y los métodos deberán formar parte de algún sistema filosófico o religioso, vinculado al mundo real. William James escribió: “La educación es la formación de hábitos de acción capaces de adaptar al individuo a su medio ambiente y social”.

Inmanuel Kant manifestaba que los dos problemas más difíciles de resolver eran el del arte del gobierno y el de la educación. Desde el punto de vista de la adaptación del hombre al orden natural, es posible considerarlos como un solo problema, con una posible solución. Dicha adaptación materializa la idea del gobierno (o Reino) de Dios a través de las leyes naturales siempre vigentes, que debería ser también la finalidad de la educación. John Dewey dijo: “La educación no es una preparación para la vida, es la vida misma”.

El físico Albert Einstein escribió: “No olvidéis nunca que las cosas maravillosas que aprendéis en la escuela son obra de muchas generaciones, producto del esfuerzo entusiasta y del trabajo incansable de todos los países del mundo. Se deposita todo esto en vuestras manos como herencia para que lo recibáis, lo honréis, lo aumentéis y podáis transmitirlo un día fielmente a vuestros hijos. Así es como nosotros, los mortales, alcanzamos la inmortalidad en las cosas permanentes que creemos en común. Si nunca olvidáis esto, hallaréis un sentido a la vida y al trabajo, y adoptaréis la actitud más correcta hacia otras naciones y otras épocas” (De “Contribuciones a la ciencia”-Aguilar-Barcelona 1975).

Debido a que el individuo posee una actitud característica, por la cual la pone en evidencia en cada instancia de la vida, la educación impartida deberá implicar una orientación adecuada a tal actitud. Desde este punto de vista, no resulta conveniente hablar de una “educación sexual”, o de una “educación vial”, por cuanto, al orientar debidamente la actitud de cada individuo, mediante una única educación ética, se lo educará en una forma integral. Las educaciones especializadas surgen como un reflejo del fracaso logrado en la educación general.

La educación a impartir presentará cuatro aspectos básicos: ético, intelectual, físico y laboral. Muchas veces, el hombre relega a un segundo plano los valores netamente humanos, por lo que resulta conveniente recordar las sugerencias dadas por Sócrates: “Atenienses, os respeto y os amo, pero obedeceré a Dios antes que a vosotros y mientras viva no dejaré de filosofar diciéndole a cada uno cuando lo encuentre: Buen hombre, ¿cómo siendo ateniense y ciudadano de la más grande ciudad del mundo por su sabiduría y su valor, cómo no te avergüenzas de no haber pensado más que en amontonar riquezas, en adquirir créditos y honores, en despreciar los tesoros de la verdad y de la sabiduría, y en no esforzarte para hacer a tu alma tan buena como pueda serlo?”.

El éxito del proceso educativo depende de la valoración social del conocimiento. En todas las épocas ha existido un automarginamiento de quienes ignoran los avances de la ciencia y del progreso cultural. El astrónomo Nicolás Copérnico expresó bastante decepcionado: “Lo que agrada a la muchedumbre, yo no lo comprendo; lo que yo comprendo no agrada a la muchedumbre. Hay un abismo entre nosotros”. Podemos decir que el docente ha de ser un intermediario entre el sabio y el hombre común.

Muchas veces, religión es sinónimo de fanatismo y superstición, de irracionalidad y de odio intenso. Sin embargo, si se considera la existencia de una moral natural, implícita en las propias leyes que nos rigen, la religión podrá seguir ocupando el lugar central que históricamente ha ocupado en la educación. Mejorar la educación significa también mejorar la religión. Miguel de Unamuno escribió: “Creer en Dios es anhelar que le haya y es además conducirse como si le hubiera”.

Si bien el conocimiento transmitido presenta contenidos variados, el educador debe acentuar su tarea en la parte ética, tratando que cada alumno muestre el mejor aspecto de su personalidad. Wolfgang Goethe dijo: “Trata a la gente como si fuera lo que debería ser y la ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser”.

1 comentario:

agente t dijo...

La valoración social del conocimiento está en decadencia entre otras cosas porque hoy en día ya no es necesario destacar en alguna especificidad técnica o intelectual, basta la suerte o la imagen para alcanzar el éxito. Es algo que está en el debe de una sociedad hiperdesarrollada y rica.

En la valoración social de lo ético las cosas van por el mismo derrotero. Cuando el éxito está crecientemente al alcance de todo tipo de personas la excelencia deja de importar y se valora mucho más la maña o la “listeza”. Veamos, por ejemplo, el campo abierto a la escalada social que abre una actividad política cada vez más centrada en la imagen y los mensajes prefabricados y retóricos.