sábado, 14 de septiembre de 2024

El ateo contra la religión

Es importante distinguir entre el ateo que personalmente niega la existencia de una instancia superior, Dios o el orden natural, del ateo practicante que promueve una actitud antirreligiosa, promoviendo su rechazo o su abandono. Este es el caso de Christopher Hitchens, uno de los ateos practicantes más conocidos.

Cuesta bastante ubicarse en la postura mental del ateo, ya que la idea de Dios es una de las ideas más simples que existe. Si consideramos que el ser humano aparece hace algunos millones de años atrás, es obvio que no somos los creadores del universo y que existe una instancia superior que ha conducido a nuestra existencia. A esta instancia superior, denominada Dios, u orden natural, o conjunto de leyes naturales, es la conclusión a la que llega hasta un niño pequeño; es decir, la existencia de varios dioses, o de un Dios similar a una persona, es la idea inmediata de los hombres primitivos.

Si bien las críticas de la religión emitidas por el mencionado autor son acertadas, ya que contempla todos los errores y horrores cometidos a lo largo de la historia, parece ignorar la diferencia entre las diversas religiones, ya que habla de "las religiones" incluyendo a la religión moral junto a las religiones paganas, sin contemplar la posibilidad de que la ética bíblica sea compatible con las leyes naturales que rigen nuestro comportamiento.

Al rechazar la religión bíblica, rechaza sus mandamientos, es decir, rechaza al "Amarás al prójimo como a ti mismo", que implica compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, que no es otra cosa que la empatía emocional. La empatía es, seguramente, el principal medio de supervivencia que nos ha provisto el orden natural. De ahí que su rechazo no parece ser éticamente favorable a la humanidad.

Si el ateo rechaza la ética natural mencionada, quizá acepte la "ética" del egoísmo propuesta por la atea Ayn Rand, que postula "la virtud del egoísmo". O bien aceptará la "ética" atea del odio, del marxismo-leninismo, o el disfraz socialista del altruismo, que promueve un beneficio ajeno a costa de un perjuicio propio. O bien será partidario del relativismo moral, del todo vale, que con el tiempo tiende a destruir toda forma de civilización desvirtuando la naturaleza humana. No existen otras "éticas" además de las mencionadas.

Si el ateo considera que es conveniente adoptar la ética de la empatía emocional, puede decirse que está cumpliendo con la propuesta evangélica, que no es otra cosa que la actitud promovida por el cristianismo, aun cuando desde la Iglesia se considera que la creencia en los dogmas católicos sea más importante que los mandamientos bíblicos. Si se acepta la existencia de un orden natural, con cierta finalidad implícita, se está adoptando la postura de la religión natural, en lugar del ateísmo.

Si las religiones quieren depurar sus prédicas y su accionar, deberían leer el libro "Dios no es bueno" (Debate-Buenos Aires 2008), del citado autor, si bien se caracteriza por una actitud destructiva, por cuanto no encuentra nada positivo en "las religiones". Tampoco parece intentar colocar algo en su lugar, ya que, en el caso de la religión moral, se ofrece una ética natural construida a lo largo de miles de años, a la que está asociado un sentido de la vida. Sin un sentido de la vida, al menos en la opinión de Viktor Frankl, surge el vacío existencial haciendo penosa la vida de todo ser humano.

Para Hitchens, la religión es todo lo que hacen las masas, que por lo general adaptan las prédicas originales a sus gustos, ambiciones y costumbres personales. De ahí que poco o nada contempla los efectos de la ética bíblica puesta en práctica. Tampoco contempla la existencia de una posible autocorrección bíblica, la que provendría de una Segunda Venida del mesías, necesaria para corregir los errores y los horrores tan bien descriptos por el citado autor.

Los extremos están dados por el fanático creyente, con una fe positiva en todo lo que se dice en la religión adoptada, por una parte, y el ateo fanático, con una fe negativa respecto de todo lo que involucra a la religión, cualquiera sea ella, por otra parte.

1 comentario:

agente t dijo...

Los hombres primitivos no creían en un dios, creían en diversas instancias sobrenaturales (espíritus, hadas, etc.). La idea de Dios es relativamente moderna (hay quien dice que nace de Aristóteles) y constituye una racionalización del caos fenomenológico que suponía el politeísmo.

Por otra parte, si admitimos que el Universo es algo creado, no perenne, nos enfrentamos a la cuestión de quién creo al creador, y cómo pudo crear algo de la nada.