Por lo general, las revoluciones violentas se establecen a partir de ideólogos influyentes que tienden, no sólo a mentir, sino a tergiversar significados, atribuidos hasta el momento, de palabras con alto contenido social y político. Este es el caso de la Revolución Francesa cuyo lema: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, fue tergiversado en los hechos reemplazándolos por acciones y actitudes tales como odio, terror y salvajismo.
Quienes asocian tal Revolución a la toma de la Bastilla, en muchos casos desconocen algunos detalles aberrantes de tal proceso. Así, la mayor salvajada revolucionaria se produjo en la Vendée, un pueblo rebelde que sufrió la venganza revolucionaria en su mayor expresión: “Este programa fue efectivamente realizado por las tropas revolucionarias. Sobre una población total de 500.000 habitantes, la guerra de la Vendée dejó 350.000 muertos entre hombres, mujeres y niños” (De “La política de lo viviente” de Henry de Pesquen y el Club de l΄Horloge-EUDEBA-Buenos Aires 1981).
En el mencionado libro aparecen descripciones de la venganza ejecutada en la Vendée, que resulta repulsiva con sólo leer acerca de algunos hechos violentos, llamando la atención cómo todavía en Francia realizan actos conmemorativos de algo que debería quedar en el olvido, o sólo en la memoria nacional para no volver a repetir algo parecido.
Respecto de Jean-Paul Marat, Pierre Gaxote escribió: “Del grafómano agriado, vanidoso, mitómano, desproporcionado, la Revolución había hecho un maniático del crimen. Sin hablar de la especie de lepra que poco a poco invadía todo su cuerpo, su cabeza enorme, su manera de saltar más que de caminar, todo en su conducta tendría que haber provocado, si no repulsión, por lo menos desconfianza en el parisiense limpio y honrado. Pero el terror era tan grande, que nadie osó resistir ni protestar”.
A continuación se transcribe, del libro citado, algunos detalles adicionales de la violencia promovida por los ideólogos y revolucionarios:
Lyon no existe más
El gobierno revolucionario no trepidó en considerarse como terrorista. Por no haberse plegado a su voluntad despótica, la ciudad de Lyon tuvo que hacer la experiencia de dicho terror.
Fue una misión de Collot d΄Herbois y de Fouché, miembros del Comité de Salvación Pública, la que llevó el Terror a Lyon. El asalto fue conducido el 29 de septiembre de 1793 por el saboyardo Dopplet. La ciudad cayó el 8 de octubre. La represión, como la describe Pierre Gaxote, fue despiadada: “Se guillotina, se fusila, se ametralla. El 4 de diciembre, en la llanura de Brotteaux, sesenta y cuatro jóvenes, atados dos a dos, fueron alineados entre fosas paralelas destinadas a su sepultura. Al frente, los cañones revolucionarios. Sobre un estrado, los representantes. A una señal se hace fuego, y la hueste de condenados se abate como una siega demasiado pesada. La mayor parte estaba sólo herida. Los soldados los ultimaron a sablazos. Al día siguiente, nueva masacre. Pero esta vez los verdugos apuntan más alto: doscientos nueve lioneses son conducidos a las fosas de la muerte”.
Sin pérdida de tiempo, la Convención decreta: “El nombre de Lyon será borrado del cuadro de las ciudades de la República… y se elevará sobre las ruinas de Lyon una columna con esta inscripción: «Lyon hizo la guerra a la libertad, Lyon no existe más»”.
Tolón no es menos dispensada por la Convención. Ella decide: “El nombre de Tolón será suprimido: esta comuna llevará en adelante el nombre de Port-la-Montagne. Las casas del interior serán arrasadas”. En tres semanas son fusiladas ochocientas personas antes que la guillotina tome el relevo por tres meses.
En Nantes el convencional Carrier, para desembarazarse de los “enemigos de la libertad”, prefiere ahogarlos en masa: “¡A estos desgraciados hay que c…. en el agua!”, exclama. Y en pocos días mueren ahogadas en el Loire cuatro mil ochocientas personas. En el Loire, “ese torrente revolucionario”, al decir de un convencional verboso.
Durante el mismo periodo, París continúa dando el ejemplo: “Se guillotinan allí 51 personas en octubre de 1793. 58 en noviembre, 68 en diciembre, 71 en enero de 1794, 73 en febrero, 127 en marzo, 257 en abril, 358 en mayo, 122 en los diez primeros días de junio, 1376 del 10 de junio –por ley de prairial- al 27 de julio (9 thermidor)”. ¡Indudablemente, es lo que Robespierre llamaba “mantener las promesas de la filosofía"!
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1 comentario:
Se ha hablado mucho de la negación izquierdista de la borrachera genocida de la Revolución Francesa, pero lo más incomprensible es que los intelectuales liberales también han caído en ceguera respecto de esta pulsión totalitaria y asesina nacida de ideas supuestamente emancipadoras y llevada a cabo por individuos mayoritariamente pertenecientes a la clase burguesa o media de la época.
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