sábado, 6 de julio de 2024

Tradición medieval vs. Progreso material y científico

Algunos sectores católicos tienden a ver en la Edad Media europea una especie de culminación de la sociedad cristiana, o al menos una etapa que conducía hacia esa sociedad ideal. Observan, además, que dicho proceso fue detenido o limitado ante una desafortunada interrupción, como fue el caso del Renacimiento y de otros procesos un tanto alejados del ideal medieval. S. Serrano Poncela escribió: "El hombre medieval, dentro de sus imperfecciones políticas o técnicas, había conseguido una creencia a base de su fe en la vida apocatastásica, suficiente para dar equilibrio a su temporal estancia sobre la tierra. Renacimiento, Reforma y Revolución sustituyen aquel ideal de vida eterna ultraterrena por el ideal del progreso, la razón y la ciencia".

"Tres siglos han sido suficientes para que el hombre arrojado de su paraíso percibiera con claridad que el nuevo alojamiento terrenal no le satisfacía. Y sobrevinieron el dasaliento, el pesimismo y la crisis. Un grave y desolador descubrimiento del hombre contemporáneo, según Unamuno, es haber percibido que progresar en una dirección temporal y humana -el Progreso- está en contradicción con la finitud de la propia vida. Que sólo se progresa cuando el hombre acepta una finalidad intemporal y se dirige hacia ella penetrado de fe".

"No hay progreso sin finalidad final de vivir, es decir, sin inmortalidad del alma y creencia en Dios. El grito de Fausto: «¡Devuélveme el alma!», debe ser el del hombre contemporáneo, y no el grito de más ciencia, más progreso, más técnica, más saber" (De "El pensamiento de Unamuno"-Fondo de Cultura Económica-México 1953).

Si consideramos al cristianismo como una ética objetiva, que tiene presentes las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, no parece existir una contradicción esencial entre religión, por una parte, y razón, ciencia y técnica, por otra parte. Los mandamientos bíblicos apuntan a fortalecer la moral individual y colectiva antes que renunciar a esta vida, o ubicarla en un lugar secundario a fin de priorizar una vida futura en el más allá.

La fe religiosa, como una confianza plena en quien sugiere normas de conducta precisas, tiene sentido sólo si se cumplen con tales normas o mandamientos. Y esto es posible realizarlo tanto en la época medieval como en épocas posteriores. Si en realidad no se les presta la atención debida, no es precisamente por culpa de la ciencia o de la técnica, sino de la escala de valores que predomina en determinada época. Por el contrario, no existe actividad diferente de la ciencia que pueda hacer plenamente conscientes a los seres humanos de la existencia de leyes naturales invariantes que rigen todo lo existente, y en cuya adaptación se encuentra el sentido que hemos de dar a nuestra vida.

Incluso la creencia religiosa por sí sola no es prioritaria en los Evangelios, sino que lo son los mandamientos bíblicos. Además, el cumplimiento de tales mandamientos éticos, adoptados desde otras religiones, o aún, sin una religion definida, responden eficazmente a la propuesta cristiana. Aquello de que "nadie accede al Reino de los Cielos" sino es a través de la aceptación de Cristo, en realidad implica que nadie accede sino es a través del cumplimiento de sus mandamientos, siendo la universalidad cristiana entendida como que también es válido el desarrollo de una ética natural aún cuando sea adquirida a través de otras filosofías o religiones, o bien en forma independiente.

En cuanto a la postura separatista entre religión y razón, adoptada por Miguel de Unamuno, Serrano Poncela agrega: "Por fortuna -píensa Unamuno-, los españoles están mejor preparados para llevar a cabo esta «cura» que permitirá la devolución, por parte del Mefistófeles racionalista, del alma perdida, porque a los españoles les ha preocupado más que a otros pueblos europeos el ganar su eternidad, a través de la catarsis religiosa, que ganar su humanidad a través del racionalismo lógico-ético".

"Esta actitud sabia y previsora, «que ha atravesado, a la fuerza, por el Renacimiento, la Reforma y la Revolución, aprendiendo, sí, de ellas, pero sin dejarse tocar el alma, conservando la herencia espiritual del medioevo», ha sido mal interpretado por Europa y su actitud crítica desdeñosa ha rebotado en España, aunque sin producir efecto en la intrahistoria. Sólo la superficie -lo temporal histórico- se afecta por el afán europeísta, regeneracionista, y clama por una puesta en forma dentro del mundo de valores de la cultura técnico científica".

"Frente a este grupo de españoles escandalizados, de epidermis europeizantes, lanza Unamuno su famoso grito de ¡qué inventen ellos!, queriendo significar con el mismo «ellos a la ciencia de que nos aprovecharemos; nosotros a lo nuestro». Es decir, dése a Europa la oportunidad que desea de hacer del hombre un perfecto animal humano mientras nosotros buscamos, por todos los medios que concede la desesperación, entender y salvar nuestra inmortalidad en Dios".

"Y aquí aparece el quijotismo como un intento de solución. Don Quijote es el símbolo expresivo de «una lucha entre lo que el mundo es, según la razón de la ciencia nos lo muestra, y lo que queremos que sea, según la fe de nuestra religión nos lo dice», y en esta lucha «está el secreto de eso que suele decirse de que somos, en el fondo, irreductibles a la cultura, es decir, que no nos resignamos a ella». En efecto, Don Quijote es una pura contradicción a la razón del mundo aparencial, fenoménico, sustituido por el mundo imaginario, esencial y nouménico que lleva dentro".

"Desde este punto de vista, las aventuras quijotescas son un constante progreso del ideal sobre lo real y un sometimiento evidente de la realidad a esta utopía dinámica".

1 comentario:

agente t dijo...

Una teoría muy aceptada actualmente ve a Don Quijote, y a la obra de Cervantes en general, como una crítica frontal al idealismo, de modo que opta por el animal humano del Renacimiento frente al alma medieval y su correspondiente referente inmaterial y divino.