jueves, 25 de julio de 2024

Fe, razón y evidencias

Por lo general, se asocia al creyente religioso una postura irrenunciable e intransigente basada en la fe o confianza respecto de algún personaje vinculado a Dios. De ahí que muchos adeptos a una religión reniegan tanto de los creyentes de otras religiones como de quienes proponen el camino de la razón, que son los partidarios de aceptar sólo aquello compatible con la lógica elemental.

Si a un "creyente" se le pregunta acerca de por qué debe aceptar a Cristo, o bien a Mahoma, seguramente podrá recurrir a afirmar que uno es el verdadero enviado, o es el mismísimo Dios, y el otro no, o algo similar, sin recurrir a una comparación de las éticas respectivas, por lo cual debería utilizar la razón y considerar los efectos que seguirían si toda la humanidad pusiera en práctica una u otra ética.

Si católicos y protestantes utilizaran el razonamiento con más asiduidad, posiblemente podrían ponerse de acuerdo respecto del cristianismo que promueven, y que por cierto muestran diferencias importantes. Tampoco podrían valorar la ética evangélica si no adoptan a la realidad para utilizarla como referencia para tal validación.

A lo largo de la historia del pensamiento han surgido autores que se destacaron por tratar de compatibilizar fe y razón, asociadas al pensamiento religioso. Uno de ellos fue Maimónides, durante la Edad Media. Esther Molina Olivencia escribió al respecto: "La realidad de autores como Maimónides demuestra que fe y razón no pueden ser objeto de una conciliación (sólo pueden conciliarse cosas lo suficientemente distintas y alejadas unas de otras), sino que deben ser concebidas como dos caras de una misma moneda".

"En consecuencia, intentar discriminar, dentro de la obra del pensador cordobés, cuáles de sus aportaciones son de orden teológico y cuáles son estrictamente filosóficas, resulta sencillamente imposible. Es mucho más productivo olvidar la división convencional que separa la filosofía de la teología y considerar a Maimónides, simplemente, como un filósofo judío".

"Para Maimónides, fe y razón no son instrumentos antagónicos, sino compatibles y necesarios para alcanzar un mismo fin: el conocimiento. Es más, la razón fortalece la fe al impedir que el hombre sucumba a falsas creencias" (De "Maimónides"-RBA Coleccionables SA-Madrid 2015).

En el texto mencionado aparece la siguiente síntesis:

FE: La razón amenaza los fundamentos de la fe. Es suficiente creer en la palabra revelada de los textos sagrados.

RAZÓN: La fe no resiste el análisis racional. El hombre, mediante la razón, ha de intentar comprender el mundo.

MAIMÓNIDES: La razón, como regalo que es de Dios, es compatible con la fe. La verdad metafísica es también una verdad científica.

Si adoptamos una visión compatible con la ciencia experimental y, además, consideramos que la religión, para ser de utilidad, deberá restringirse a ser una ética, debemos trascender un tanto el tradicional uso de la fe y de la razón para entrar en el ámbito de las evidencias.

Si todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes (que serían las leyes de Dios, en un lenguaje religioso), podemos concluir que la esencia de Dios son sus leyes, que son evidentes ante nuestros ojos, si bien cuesta trabajo describirlas adecuadamente.

Así, la ley de gravedad es conocida por todos, es decir, la conocemos a través de sus efectos y es tan familiar que pocas veces pensamos en ella. Fue Isaac Newton quien primero establece una descripción aceptable de la misma; luego Albert Einstein logra una descripción más general que la anterior.

También las leyes que gobiernan nuestro cuerpo y nuestra mente llevan implícita la voluntad aparente del Creador; aparente por cuanto no resulta sencillo hacer una afirmación definitiva al respecto. Entre todas las leyes cercanas e inmediatas se destaca la de la empatía emocional, como la principal ley que apunta a nuestra supervivencia individual y colectiva. De ahí que el bíblico "Amarás al prójimo como a ti mismo" no surge de otra cosa que de esa ley, que apunta a que dispongamos de la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias.

Así, mediante la observación de aspectos evidentes y cotidianos, sin demasiada ayuda de la fe y de la razón, podemos encontrar el fundamento de la ética que posibilitará una mejora substancial de las sociedades humanas y de quienes la integran. Es decir, se trata de la misma ética que aparece ya en el Antiguo Testamento, sacada del casi "anonimato" en el Nuevo Testamento, y, esta vez, desvinculada de todos los ropajes y disfraces que la han hecho inaccesible al ciudadano común.

1 comentario:

agente t dijo...

Maimónides, practicando esa compatibilización de fe y razón, fue uno de los primeros rabinos en negar la existencia de demonios.